Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer.


Canción: Go Away Little Girl de Steve Lawrence.

Amenazas

Según él, era muy buen amigo de mi padre, y este me dejó con él cuando a mi madre le dio VIH, enfermedad que no era muy conocida en ese entonces pero que ambos terminaron padeciendo. Quién engañó a quién, no se sabe, pero de que su hija se quedó sana y sola en el mundo, sí se sabía.

Él fue mi primera vez en todo: en sostenerme para dar mis primeros pasos, en escuchar mis primeras palabras y quién me indicó detalladamente cómo usar un arma.

Edward, desde los 30 años ya era todo un padre y madre para mí desde que tenía 6 meses de nacida, pero nuestra relación no se basaba en lazos familiares e incluso a veces carecían los tratos de padre e hija entre los ambos. Él se dedicó a enseñarme lo básico y necesario para vivir en Nueva York, teniendo en cuenta lo peligroso que era vivir a su lado.

— No terminaste de almorzar, Bella.—gritó desde la cocina.

— No tengo hambre.—respondí tirada en mi cama mirando unas caricaturas en la tv.

— Eso no me interesa, no andes desperdiciando la comida que después me dirás que tienes hambre y no tendré nada para darte.—continuó molesto.

— Siempre tienes algo para darme.—le dije riendo y de pronto, silencio.

Me gustaba fastidiarlo porque él también lo hacía conmigo cuando yo estaba enojada, así que no valía picarse. A mis 13 años tenía en claro que se debía aprender a perder y buscar una nueva manera de ganar.

— ¿Hoy vas a salir?—me preguntó mientras terminaba de limpiar la sala.

— No, ¿y tú?—posé mis pies descalzos en la alfombra limpia, mirándolo aspirarla.

— No, alguien vendrá, así que tienes la noche para perderte un rato. No olvides llevar tu fierro.—dijo sin mirarme.

— Eso quisiera, pero me cancelaron planes y ya tengo todo listo para una maratón de series.—me lancé sobre el sofá.— ¿La conozco?—pregunté valanceando mis piernas en el aire.

— No.—respondió.— Por eso quiero que salgas o te quedas encerrada en tu habitación.—me pidió.

— Vale, vale.—lo miré sin confirmar ni uno ni otro.

Estaba terminando la primera temporada, hasta que escuché a alguien llegar.

Conversaron estupideces que no entendí, solo supe lo zorra que era al escuchar su voz aguda y fingida.

Estaban por transmitir la segunda temporada, pero no podía con mi curiosidad por ver a la nueva zorra que Edward había traído a casa, así que salí de mi habitación para ir al baño de visitas.

En el trayecto vi que era una pelirroja, pero no llegué a verle la cara.

Me encerré y esperé unos cuantos minútos, queriendo que llegue el momento en el que se besuquean para regresar a mi habitación.

Salté cuando la puerta se abrió. Era Edward.

— ¿Qué te dije de quedarte encerrada en tu habitación?—preguntó entre dientes, cerrando la puerta detrás suyo.

— Quería ir al baño.—susurré.

— Tienes uno en tu cuarto.

— No había papel.—mentí rápidamente.

— Ni se te ocurra salir o después no verás a Gaga.—me amenazó. Edward sabía que Gaga era lo que más amaba: la pistola automática que me regaló a los 10 años mientras sonaba Radio Gaga de Queen en mi cumpleaños. Solo éramos él y yo alrededor de un pastel. Ese momento nunca se me borrará de la mente.

— Eres malo.—fruncí el ceño.

— Bien, ahora cierras los ojos y giras porque voy a desnudarme.—me dijo casi avergonzado.

— ¿¡Qué caraj...!?—quise gritar, pero me tapó la boca.

— Ella está haciendo lo mismo en la sala, así que obedeces o ya sabes.—me giró.

— No tengo que cerrar los ojos si volteo.—refunfuñé cruzándome los brazos.

— Que te calles, Bella.—escuché cómo se desprendía de su camisa y después de su pantalón. El sonido era de alguna manera excitante, así que me mordí la lengua antes de soltar alguna idiotez.

— ¿No pudiste desnudarla con tus propias manos o qué?—susurré cuando oí que había abierto la puerta y giré, alcanzando ver su trasero desnudo camino a la sala.

Me encerré y me maldije por no haberme quedado en mi habitación. Todo me había salido mal: no pude arruinarle la cita a Edward y a cambio me quedaba escuchando gemir a los dos animales en la sala. Y me perdía de la maratón.

Me puse a cantar en voz baja mientras dibujaba en el espejo, hasta que escuché unos pasos acercándose. Entré en desesperación. Si era la pelirroja, ¿qué haría? ¿Lanzarme por la ventana?

Felizmente era Edward, pero no tan feliz del todo.

— ¿Qué te pasó?—le pregunté quitando los ojos de la almohada que tenía encima.

— Que no me concentro porque sé que estás escuchando todo, maldita sea, Bella.—me miró enojado.

— Pues tu me dijiste que me quede acá.—me encogí de hombros.

— Mira, saldré en un rato e iremos a la cocina.—puse cara de asco.— A los segundos que esté afuera, corres hacia tu habitación.

— Ya, pero tu cocinas esta semana.—le advertí.

— Como quieras.—me estiró la mano y cuando vio mi cara de aún asco, rió en voz baja.

No terminaba ni el capítulo que había continuado cuando escuché que la pelirroja se iba.

Después de unos minutos salí y vi a Edward con solo los pantalones ordenando los sillones.

— ¿Tan rápido?—pregunté por la visita de la pelirroja y se detuvo.

— Ven.—me llamó serio y apretándose el puente de la nariz con sus dedos.

— Solo era una pregunta.—dije sin moverme.

— Ven, Bella. Por favor.—repitió y obedecí nerviosa.

Tomó mis manos y me miró fijamente a los ojos.

— Si hay algo que no debes preguntarle nunca a un hombre, es eso.—dijo.— Prométeme que no volverás a hacerlo.—apretó mis manos.

— Lo prometo.—asentí sin entender.

— Vale. Vete a dormir, no tuve una buena noche y quiero estar solo.—me dijo y corrí a mi baño a lavarme las manos.

— ¿Quieres que prepare panqueques?—me preguntó Edward mientras acariciaba mi cabello.

— Solo si hay miel.—respondí mientras escuchaba el rugido de su estómago justo debajo de mi cabeza y reí.

Mañanas como estas eran mis favoritas porque Edward invadía mi cama para ver algunos noticieros mientras yo elegía qué desayunar. No pasaba todos los días, así que aprovechaba.

— Creo que no hay, así que iré a comprar.—se levantó después de acomodarme hacia el otro lado de la cama.

— Traes helado, también.—agregué y giró a verme con una ceja levantada y una sonrisa.

Edward se fue y después de unos minutos decidí levantarme a ordenar.

Si hay algo que me enseñó como prioridad, era mantener todo ordenado y no dejar ni una evidencia de sea lo que sea haya ocurrido.

¿Se habrá olvidado las llaves?, me pregunté a los 10 minutos mientras me acercaba a la entrada y miraba por el agujero de la puerta.

Había un señor de lentes oscuros, así que fui a traer a Gaga antes de preguntar quién era.

Tres balas atravesaron la puerta e inmediatamente me lancé al suelo y quise arrastrarme lo más rápido posible hacia mi habitacion.

— ¡Sé que estás ahí, Cullen de mierda!—escuché que gritaba.

Me escondí detrás del sillón cuando abrió la puerta principal con una patada. Estaba a unos pasos de mi objetivo, pero si me movía iba a terminar con los sesos en las paredes.

— ¡No te escondas, pedazo de marica! Sé que estás acá.—escuché sus pasos dirigiéndose a la cocina y entré a mi habitación en menos de lo que dura un pestañeo.

Levanté la almohada de mi cama y tomé a Gaga antes de pegar mi espalda hacia la pared cercana a la puerta.

Estaba segura de que si el tipo me miraba, no iba a dudar de que se había equivocado porque Edward nunca le decía a sus 'contactos' que tenía una hija o una chica en su casa ya que le era útil en estos casos. Pero estaba segura de que si salía, incluso sin arma, me caería un tiro antes de hablar. El tipo estaba cabreado y con balas de más, al parecer.

Escondí a Gaga debajo de mi polo y me senté en el piso mientras sobaba mi nariz y mis ojos para que se sonrojen. Escuchaba sus pasos acercarse, así que intenté soltar algunas lágrimas.

— Pero qué carajos...—fue lo primero que dijo, casi asustado.

— No me dispares, no me dispares.—empecé a llorar.

— ¿Conoces a Cullen?—bajó el arma.

— Quiero a mi mamá.—sollocé.

— Responde.

— No, señor.—sacudí la cabeza.— Quiero a mi mamá.

— Yo no sé quién mierda es tu mamá.—dijo molesto y decepcionado.— ¿Cómo te llamas?—preguntó.

— Catherine Smith.— mentí y escondí mi cabeza entre las rodillas mientras fingía temblar.

— Bien, Catherine. Si ves a un hombre que se llame Cullen, le dices que está muerto.—asentí llorando.— Deja de hacer eso.—me dijo antes de largarse.

Edward entró al departamento con los ojos asustados pero con semblante serio, seguro después de ver los tres balazos en la puerta pero nada de sangre.

— ¿Te hicieron daño?—preguntó mientras dejaba las compras en la cocina.

— No, y esta vez fue solo uno.—acomodé la toalla que cubría mi cuerpo y continué camino hacia mi habitación.

Empecé a cambiarme después de poner música.

— ¿Cómo era?—cuestionó desde afuera.

— Gordo y moreno.—respondí en voz alta.— Se veía desesperado y con ganas de matarte. Como todos.—busqué mi short azul.— Ni siquiera se molestó en revisar.

— ¿Qué te dijo?

— Que estabas muerto.—terminé de alistarme y abrí la puerta mientras me cepillaba el cabello.

— Aparte...—dijo con ansiedad en la voz.

— Que te diga eso, nada más.—me encogí de hombros.— ¿Tragiste helado?—me acerqué a la cocina y asintió.

— No te tocó, ¿cierto?—me revisó con la mirada de la cabeza a los pies.

— No, ni un cabello, pero estaba a punto de volarme la cabeza antes de que le diga que me llamaba Catherine Smith y que quería a mi mamá.—reí.— Tenías que verle la cara.

Edward ni siquiera sonrió por mi comentario, estaba preocupado por lo que había pasado.

— Oye, pero está bien, ¿no crees?—le dije.— Mejor que no hayas estado quí, sino se hubiera armado una grande. El tipo no esperaba ni que le abran la puerta.—reuní harina y leche para mis panqueques ya que al parecer, Edward iba a intentar resolver algo que ya había pasado.

— No, no está bien. Se supone que ya no deben venir a esta dirección, por lo que significa que algunos andan vigilándome al igual que a ti.—se acarició la barbilla con desesperación.

Rodé los ojos.

— Puedo defenderme sola.

— Y así no es, Isabella.—golpeó la mesa.— Le prometí a tu padre que iba a protegerte y cuidarte como una hija, y mira ahora, casi te matan por mi culpa.

— Tampoco es algo que no me haya pasado antes.—quise tranquilizarlo, pero fue peor.

— ¿¡Crees que no lo sé!?—bramó furioso pensando que lo había culpado.— No sé qué hacer para que ya no vivas bajo amenazas como yo, pero tampoco puedo dejarte sola porque ya han visto tu rostro. Te conocen, aunque no sepan quién eres.—parecía que hablaba solo. Yo me dediqué a preparar mis panqueques.— Deberíamos mudarnos...

Dejé lo que estaba haciendo y caminé hacia él. Tome su mano y suspiró cuando caminamos hacia el sofá antes de sentarme sobre su regazo.

— Todo estará bien.—acomodé mi cabeza en su hombro y él rodeó sus brazos en mi cuerpo.— No es necesario mudarnos porque podemos manejar esto. Tú me enseñaste a no huir sino enfrentar.—suspiró de nuevo.— Ahora lo que realmente preocupa es que necesitamos una maldita puerta nueva.—sonreí.

— No quiero que vuelvas a pasar por eso. No quiero perderte.—acarició mi espalda y besó mi frente.

Nos quedamos así unos segundos en silencio, hasta que me erguí en sus piernas.

— ¿Ahora sí vas a decirme en qué trabajas?—lo miré fijamente y me mordí el labio de los nervios.

Yo era la persona que más tiempo ha convivido con Edward, según él, y aún así no tenía la menor idea de cuál era su trabajo, si tenía una profesión o algo. Eran horrible los días de llevar a papá a la escuela. Siempre evitó asistir.

— No.—me deslizó con cuidado hacia el sofá y se puso de pie para continuar con mi interrumpida preparación de panqueques.

Gruñí y lo seguí.

— Edward, ¿qué tiene que sepa en qué trabajas? Me conoces desde que era una bebé ¿y no puedes decirme por qué te largas cada tarde-noche todos los días? Al menos para saber porqué mi vida corre riesgo.—dije furiosa.— No soy una extraña, soy tu...—tomé aire.— Soy como tu hija.—casi susurré y me miró.

— No te incumbe saber en qué trabaje o no, lo bueno es que tenemos de qué vivir.—finalizó encendiendo la licuadora con todos los ingredientes adentro.

Quería cortarle la cabeza y agregarla a la mezcla.

Me pasé toda la mañana sin hablarle. Así era cada vez que le preguntaba por su trabajo. Estaba harta de no saberlo y prefería ser el gato que murió con la curiosidad resuelta que llevar esta intriga toda la vida.

Él estuvo con la preocupación en los ojos mientras decía en voz alta sobre cómo arreglar la puerta.

Decidí aprovechar mis vacaciones y llamé a unas amigas para salir a tomar helados como toda chica de 13 años con una vida normal y no dueña de una nueve milímetros y que le han apuntado en la cabeza más veces de las que ha besado.

No quería llegar temprano, así que, cuando supe que eran las 6 de la tarde, subí los cinco pisos del edificio arrastrando los pies y demorándome más de lo normal, aunque moría de ganas de saber qué había hecho Edward con la puerta antes de ir a su famoso trabajo.

— Niña.—escuché que me llamaba la Señora Rydell cuando llegué a mi piso. Era la única vecina que teníamos.

— Buenas tardes.—le dije cordialmente.

— En la mañana escuché disparos y creo que venían de tu departamento.—me miró y observé de reojo que la puerta estaba como nueva.

— No creo que haya sido acá.—sonreí.— Papá y yo también los escuchamos.—mentí.

— Oh, bueno.—asintió y regresó a su departamento.

La cerradura felizmente era la misma, por lo que no tuve problemas para entrar. Y al cerrar la puerta, noté que el lado que daba al interior era hierro forjado.

— ¿Qué rayos...?—miré con el ceño fruncido pero era razonable.

Lo que me sacó de mis pensamientos fueron los gemidos y casi gritos que venían de la habitación de Edward. Seguro creyó que iba a demorarme más, por lo que tenía tiempo para disfrutar con alguna puta.

No supe qué hacer; si irme a mi habitación o salir del departamento. Pero al final no hice nada, solo quedarme parada en la entrada de mi casa escuchando los gritos de placer apoderándose de cada rincón.

Una parte de mí se sintió molesta por no haber podido arruinarle la noche a Edward. Si hubiese llegado una hora antes..., pensé. Simplemente no me gustaba verlo traer mujeres cada semana o dos para terminar fornicando como animales descontrolados. ¿Le costaba mucho conseguirse a una novia o esposa? ¿Qué necesidad de andar metiendo desconocidas a nuestro departamento? Uno de estos días será una perra psicópata la que venga a amenazarnos por las payasadas que hace con ellas.

Opté por irme del departamento y no regresé hasta las diez para las doce.

La mañana siguiente me levanté temprano para avisarle a Edward que iban a venir unas amigas al mediodía. Aún me costaba mirarle la cara por lo que había pasado ayer, pero él aceptó con una sonrisa contagiosa.

Tonto.

Cuando llegaron mis amigas de la escuela, él decidió tomarse el día libre para ver si necesitábamos algo. Yo estuve con las chicas en la sala y él en su habitación.

— ¿Tienen fuego?—preguntó Angela y le alcancé un cerillo encendido hacia su cigarro.

— ... Fue entonces que Mike decidió invitarme a salir.—Jessica siempre nos contaba una historia antes que todas. Ella creía que era la más interesante por ser mayor que nosotras; tenía 15 pero estudiaba en nuestro año porque repitió.

— ¿A dónde?—Lauren la miró con una sonrisa mientras exhalaba el humo.

— ¡A un concierto de Queen!—Jessica exclamó y todas gritamos a la vez. ¿Conté que amábamos a Queen?

— ¿El que habrá en Madison Square?—preguntó Tanya con cigarro en mano. Todas envidiábamos sánamente a Jessica en estos momentos. Supuse que lo consiguió gracias por salir con un chico mayor. Mike había cumplido 18 años, tenía pinta ser un malo y patético por eso Jessica no tenía nada serio con él, pero con esta salida se habría ganado mi corazón si me hubiese invitado.

— A ese mismo.—Jessica asintió orgullosa.

Uno de mis sueños era ir a un concierto de Queen. Era mi banda favorita y la conocí gracias a Edward, aunque él seguía dedicado fielmente a las canciones de su época de juventud. Los años 50's y 60's aún lo tenían cautivado y me obligaba a escucharlos, pero yo iba más para el rock moderno.

— Bella,—me llamó Angela después del alboroto que causó Jessica.— Mis papás piensan hacer una parrilla este domingo y me dijeron que invite a tu papá. Solo adultos.—rodó los ojos.

— Claro, yo le aviso.—sonreí.

Después de ver una película, mis amigas se fueron y Edward despertó de su siesta.

— La familia Weber te invitó a una parrillada este domingo.—le dije sentándome al borde de su cama.

— Ya.—asintió y se sobó la cara.

— ¿Vas a ir?—alcé una ceja.

— Claro que no, lo sabes.—bostezó.

Me enfermaba que nunca quiera salir con los papás de mis amigas. Ya sabía que no era su obligación debido a que no es mi padre biológico, pero que lo haga aunque sea por mí.

— ¡Pero es una simple parrillada! ¿Qué te cuesta ir aunque sea a beber cerveza y comer hamburguesas como todos los hombres?—me crucé de brazos mientras me ponía de pie.

— Yo no soy como todos los hombres.—dijo.

— ¡Tampoco eres un maldito extraterrestre!—sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas y no entendí porqué. Eran pocas veces las que lloraba.— Siempre trato de llevar una vida normal como me dijiste que intente tener, pero cuando te pido que hagas cosas normales por mí te cierras.—suspiré.

— Simplemente no tengo ganas de socializar con ellos. No soy padre como ellos.—se encogió de hombros. Me molestaba que se lo tomara tan a la ligera.

— ¡Pero siempre tienes ganas para socializar con cualquier puta!—grité y fue donde rompí a llorar.

— No digas estupideces, Isabella.—esta vez sí se molestó, aún así continué hablando.

— Anoche te tiraste a una cualquiera y ahora me dices que no quieres socializar. ¡Que no eres buen padre! Pues yo creo que los padres también tienen sexo como tú, o casi.—cada palabra mía hacía que se moleste y quise que sienta lo mismo que yo.— ¡Ya estoy harta que vengas con cualquier puta!—escupí furiosa.

— ¡Cierra la maldita boca, Bella!—se levantó de su cama y caminó hacia mí.— Te debe interesar un carajo a quién me folle o no. Y si no quiero ir a la maldita reunión es porque tengo mejores cosas que hacer.

— Cualquier tipa con las piernas abiertas es mejor que darme un poco de tu tiempo.—le reproché entre lágrimas y corrí hacia mi habitación.

Nunca supimos más de la chica que trajo anoche.


Este será un mini fic, los capítulos no pasarán de 10, maso. Cualquier duda o comentario, dejen un review. ¡Gracias por leer!

P.S: La fecha del concierto y las vacaciones de Bella no coincidían, así que modifiqué la fecha. Solo eso :)