Como Entrenar a tu Dragón y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Cressida Cowell, y DreamWorks skg.
¨La Razón se compone de Verdades que hay que decir, y Verdades que hay que callar¨
¨Adiós, Berk¨
Aquel había sido un mal día, pues todo había salido mal desde el principio, Hipo había tratado de servirle a Astrid la victoria en bandeja de plata, pero aquello no resultó, el Gronckle contra el que peleaban, acabó por encontrarlo, viéndose obligado a repeler el ataque del dragón, ganando con ello, el derecho a arrancarle la vida a uno de los suyos...
sin embargo, al no estar dispuesto a mancharse las manos con la sangre de un dragón, tomó al instante la decisión de huir, pues irse lejos con su mejor amigo, sería siempre una mejor alternativa, que quedarse en una aldea llena de gente tan arraigada a sus viejas costumbres, que jamás lo aceptaría tal cual era, y que siempre vería la guerra como una forma de vida...
así pues, tan pronto como dejó el ruedo, caminó por última vez hasta la casa de su padre, reunió las pocas pertenencias que poseía, y partió en busca del único amigo que le quedaba en el mundo, tal vez el primero y el único que había tenido en toda su vida, su fiel Furia Nocturna, Chimuelo...
- Nos vamos, es hora de empacar -anunció el chico a su amigo- Creo que tu y yo tomaremos unas vacaciones...Para siempre -dijo, mientras dejaba caer sus cosas en el suelo, comenzando a cerciorarse de que lo tenía todo...
- Hay demonios...- suspiró, lamentando los hechos que lo habían llevado a tomar aquella decisión tan drástica...
tan distraído estaba, que no se percató de que tenía compañía hasta el instante en el que un frío sonido metálico, lo hizo levantar la vista repentinamente asustado, poniéndose de pie al reconocer a la molesta chica rubia que lo estaba ocasionando...
- ¡Hay, dios!, ¿que...que...que...que estás haciendo aquí? - le preguntó Hipo completamente nervioso...
- Quiero saber que ocurre, nadie se vuelve tan bueno como tú, ¨en especial TÚ¨- puntualizó Astrid, arrastrando las palabras - ¡Dilo ya! - le exigió - ¿Entrenas con alguien más? - lo interrogó la chica usando un sedoso tono de voz, que terminó de ponerle a Hipo la piel de gallina...
- Eh yo..yo...yo...bueno...¿entrenando yo?, nunca - respondió Hipo intentando defenderse...
- ¡Más vale que no sea por esto! - le advirtió la chica, sujetándolo por el arnés que usaba para volar con Chimuelo, y alzándolo en el aire, para luego dejarlo caer, en el momento que un ruido extraño, proveniente de una cueva cercana al sitio donde se encontraban, había llamado su atención...
- Ehhh...sé...sé...sé...sé que esto se ve muy mal, pero...mira, esto es...- trataba de explicarse Hipo, mientras se devanaba los sesos, tratando de pensar en algo que convenciera a la chica Hofferson, para que se fuera de ahí, sin descubrir el secreto de su mejor amigo...
por desgracia, el ruido que había alertado a Astrid, volvió a escucharse, haciendo que tirara a Hipo, y prestara más atención al sitio de donde venía, preparada para hacerle frente a lo que fuera que estuviera a punto de amenazar su seguridad y la del enclenque hijo del jefe de la aldea, quien por extraño que pareciera, se veía más nervioso que asustado, pues caminaba detrás de ella, hablando sobre tonterías, que no habría creído ni el vikingo más ingenuo de toda la aldea...
- Eh...si, si, es cierto, es cierto, es cierto, si, ya no voy a mentir...¡fa...fabrico ropa!...así que, ya lo sabes, que lo sepan todos, llévame de vuelta, adelante, te sigo...¡Auch!, ¡¿porque me lastimas?! - se quejó Hipo, luego de que la chica, en una hábil maniobra acabara por torcerle el brazo, con la intención de quitarlo de su camino, a lo cual le siguió una patada en las costillas, y un golpe con la base del mango de su hacha, en el estómago...
- ¡Esto es por las mentiras! - decía la vikinga entre uno y otro golpe - Y esto, ¡por todo lo demás! ...
iba a continuar torturando al pobre chico, cuando de pronto, un sonoro rugido la alertó de la presencia del imponente dragón que en ese momento salía de la cueva, clavando sus grandes ojos verdes en la vikinga, y el arma que sujetaba entre sus manos...
- Hay no - se lamentó Hipo, al darse cuenta de lo que pasaría a continuación...
- ¡Al suelo! - gritó Astrid, abalanzándose sobre Hipo, sujetándolo por la cintura, y derribandolo sobre el césped, para luego ponerse de pie preparándose a combatir al dragón con su hacha- ¡Corre! -sin embargo, antes de que lograra siquiera, hacerle el más mínimo rasguño, Hipo la interceptó arrancando el hacha de sus manos, para arrojarla lejos un segundo después...
- ¡No!, ¡no!, ¡tranquilo!, ¡tranquila!...es una amiga - le explicó el chico a su amigo - ¡lo asustaste! - dijo girándose para reclamarle a ella por su comportamiento, mientras intentaba refrenar los intentos de Chimuelo, por llegar hasta la chica y hacerla pedazos...(¨¡Vamos amigo!, ¡déjame darle una buena lección!, ¡como si no hubiera visto la forma en que te estaba lastimando!¨)...
- ¿Yo lo asusté a él?...¿Quien...es él? - le cuestionó la chica...
- ¡Ahh!...Astrid, Chimuelo...Chimuelo, Astrid...- los presentó Hipo, pronunciando el nombre de su ¨amiga¨con un ligero toque de molestia en el tono de su voz, mientras que Chimuelo rugía por lo bajo, demostrando el poco, o nulo placer que le causaba conocer a aquella chica tan violenta y grosera...
sin embargo, al ver a Astrid a los ojos, supo lo que pasaría después, reconocía esa mirada, y solo con verla, sabía que no disponía de mucho tiempo, antes de que ella corriera hasta la aldea, y le contara a su padre, todo lo que había visto y oído en aquel lugar...
no estaba tan equivocado...
Astrid lo miró horrorizada, incapaz de comprender que un chico como él, pudiera ser amigo de un dragón, y acto seguido, se dio la vuelta sin decir una palabra, y comenzó a correr en dirección a la aldea, con toda la intención de delatar la presencia del Furia Nocturna en la isla de Berk, el cual contaba nada más y nada menos, que con la complicidad del único hijo de Estoico el Vasto, jefe de la tribu...
- Tatará, es el fin...- le informó el chico a su dragón, que por toda respuesta, dejó caer las alas, mientras componía un gesto inexpresivo en su rostro...(¨Que más dá amigo, no la necesitamos¨)...
- Oye, oye, oye...¿a donde crees que vas? - preguntó el chico, al ver que el dragón se daba la vuelta para regresar a la cueva, corriendo tras él para detenerlo...
-Tenemos que irnos...en cuanto ella les cuente de ti...vendrán todos a buscarte...y será el fin...por favor amigo, tenemos que salir de aquí, antes de que ellos vengan...
al ver el miedo, y la preocupación en los ojos de su amigo, Chimuelo comprendió, se inclinó esperando que Hipo lo montara, y emprendieron juntos el vuelo lejos de Berk, lejos de la guerra, de la decepción de su padre, y el rechazo de su propia gente...
mientras volaban, Hipo recordaba al resto de los dragones encerrados en el ruedo, si el no estaba, Astrid reclamaría su lugar, y su derecho a matar al pesadilla monstruosa, debía pensar en algo para evitarlo, o aún en su ausencia el resultado sería el mismo...
estaba pensando en la mejor forma para impedirlo, cuando de pronto Chimuelo abrió los ojos, enderezó las orejas, y fue a ocultarse entre las nubes, un segundo después se vieron volando en la compañía de cientos de dragones, cada uno de los cuales, aferraba entre sus garras a una presa, y se dirigían todos al parecer en la misma dirección...
- Chimuelo, ¿que pasa?...hey, ¿que pasa? - preguntó Hipo aún sin comprender lo que sucedía, hasta que finalmente logró distinguir entre las nubes a sus nuevos compañeros de viaje...
- Chimuelo, tenemos que salir de aquí, amigo - le persuadió el chico, posando su mano sobre su cabeza, la cual Chimuelo sacudió en un intento por concentrarse en manejar la situación (¨¡Hey!, no presiones amigo!, ¡agradece que no te han mordido!¨)...
volaron hasta llegar a una isla oculta entre la niebla, Chimuelo descendió en picada, entrando junto con los otros a una cueva, y una vez adentro, fue a ocultarse detrás de una columna de roca, desde donde Hipo podía ver a los otros dragones, arrojando a sus presas al fondo de un gran abismo...
- ¡Lo que mi padre daría por hallar esto! - se dijo el chico, pensando en todas esas búsquedas que su padre había realizado inútilmente, sin tener éxito - ¡Ja!, es satisfactorio ver que toda nuestra comida, termina en un agujero - se quejó Hipo, justo en el momento, en que un pequeño Gronckle, volaba hasta el centro del abismo, tan solo para arrojar un pez diminuto dentro de él, y un instante después, un dragón gigante emergía de las profundidades para devorarlo...
- ¿Que es eso? - preguntó Hipo entre asombrado y horrorizado de lo que veía (¨Eso, amigo, es nuestra propia plaga, y su nombre es Muerte Roja¨)...
- Ya, amigo, tenemos que irnos...ahora - le apremió el chico al ver que la enorme bestia olfateaba, comenzando a percatarse de su aroma...
escaparon volando un segundo antes de que el horrible monstruo intentara devorarlos de una mordida, mezclándose entre la confusa vorágine de cientos de dragones, que huían asustados de la suerte que les esperaba si permanecían en aquel sitio un segundo más...
una vez afuera, volaron hasta una isla cercana para aguardar el momento en que cayera la noche, y entonces buscar la manera de liberar al resto de los dragones que aún yacían prisioneros en el ruedo, ya que si la teoría de Hipo era acertada, solo un dragón sabría como encontrar aquella isla, si lograba llegar hasta ellos, no solo los liberaría, también le quitaría a su padre la forma de dar con el nido, y de paso impediría que llevara a toda la tribu a su propia destrucción...
de manera inconsciente, sonrió imaginando a Astrid, lanzando su hacha contra cada objeto que se encontrara en su camino, tan solo para desquitar su rabia, cuando ya no hubiera en el ruedo, un solo dragón al cual asesinar, tan solo para probar ante todos, que era la mejor...
- Serás la vikinga más hermosa que existe, Astrid - pensó el chico - pero no la más lista...
A media noche, ambos amigos se encontraron bordeando los límites de la aldea, avanzando con el mayor de los sigilos, hasta llegar al ruedo, y una vez ahí, Hipo abrió las puertas de par en par, para después dirigirse a liberar a los dragones, uno por uno de su prisión, permitiéndoles tan pronto como estuvieron todos afuera, que escaparan libres lejos de Berk...
- Cruza los dedos, Chimuelo - Suspiró el chico, mirando a los dragones remontar los cielos...
-(¨Estarán bien amigo, han vuelto a abrir las alas, y te lo deben a ti, y puedo asegurarte que eso no lo olvidarán¨)...
Hipo sonrió, montó a lomos de su Furia Nocturna, y juntos levantaron el vuelo lejos de Berk, en busca de un nuevo hogar, y una nueva vida.