Hola chicos, de nuevo reportandome con otra historia, espero de verdad que sea de su agrado, este es el primer capitulo y es básicamente solo una presentación de los personajes, espero que les interese y quieran seguir leyendo!

Les pido de favor dejen sus comentarios para saber su opinión.

Besos x


.Peeta POV.

-Peeta –me llama mi padre cuando me levanto de la mesa-. ¿Tienes algo que hacer después de clases?

-Creo que voy a ir a inscribirme a la escuela de arte –contesto después de estudiar mentalmente mis horarios para este lunes.

-Tu madre necesita que le ayudes en la pastelería.

-Esta bien, paso por ahí después de inscribirme.

-¿No has pensado en inscribirte en algún deporte en la escuela? ¿Ya tienes todos tus créditos? –pregunta, acomodándose la corbata y poniéndose el saco negro.

-Ya tengo más créditos de los que necesito para graduar, y aprovechare las tardes para seguir con la pintura.

-Aun así te quedan unas horas libres por la tarde…

-Tengo que ayudar a mamá, ya sabes que Matt pasa de eso.

-¿Por qué no le pides a Matt que te inscriba en el equipo? Así el puede llevarte y traerte.

-Puedo usar el autobús, papá. Además, trata de convencer a mi madre de que no necesita ayuda en la pastelería.

-Bueno, Prim se ve cómoda ayudando, no creo que necesite mas ayuda.

-Ya se que tu vida es la empresa, pero mira, mama solo tiene dos cocineras para tres sucursales de la ciudad, saca tus cálculos ¿Es suficiente? Prim le ayuda, pero sigue no siendo suficiente.

-Bien, ya. Anda, llegaras tarde.

-Y necesito dinero.

-Deberías pensar en trabajar.

-Papá, trabajo y no me pagas.

-¿Quieres que te pague?

-Anda, voy a llegar tarde.

Sonríe y me conduce hasta el coche.

Desde que recuerdo mi padre lleva una organización exacta para todo, administra cada minuto de nuestras vidas como si no existiera otra cosa. Igual, me gusta.

Mi horario entre semana es: De ocho de la mañana a una de la tarde, escuela. De una y media a tres, gimnasio. De tres y media a cinco y media, pintura; aunque el año pasado intente carpintería, pero no funciono. Y de seis a nueve estoy con mi madre en cualquiera de las tres pastelerías. El sábado estudio lenguas extranjeras de diez de la mañana a tres de la tarde y lenguas antiguas de cinco a seis y media. Y el domingo es libre. Creo. Aunque la mayor parte del día se nos va en el juego de mi hermano a las 12pm y después vamos juntos a comer. Lo bueno es que los últimos meses Johanna y Gale nos acompañan. Johanna es un año mayor que yo, pero es hermana de un compañero de Matt y llevamos bastante tiempo como amigos, y Gale es primo de Johanna, desde hace varios meses vive con ella y acaba de entrar este año a la misma escuela que nosotros, dos años arriba. Y últimamente mi padre ah estado de acuerdo en que valla con los chicos a comer a otro lugar y así pasar el resto de la tarde con ellos.

-Intenta organizarte mejor y quizá puedas entrar a Futbol este año –insiste mi padre antes de que baje del coche.

-Haré lo posible –contesto y cierro la puerta.

Camino rápidamente para llegar temprano a clases.

-¡Peeta! –Me gritan desde el segundo piso.

Es Johanna.

Subo rápidamente las escaleras y me topo con ella a mediación.

Me toma del brazo y me obliga a bajar con ella, diciendo:

-Tienes que acompañarnos.

-¿Acompañar a quien a donde? Voy tarde a una clase.

-A Gale y a mi, eh conseguido una entrevista de trabajo en la revista.

Me detengo en seco, la miro y digo:

-Estas bromeando.

-No, no lo estoy, y tenemos que darnos prisa, es en la ciudad.

-Johanna, pero tengo clase… -organizo mentalmente mis ideas-. Felicidades de verdad, pero ve con Gale yo necesito…

-No, te necesito a ti Peeta –y me tira del brazo.

Estoy a punto de reprochar cuando siento un golpe fuerte en los tobillos y el impulso me tira de espaldas. Antes de que toque el piso los brazos de alguien me sujetan.

-¿Nos vamos? –es Gale.

-¡Ponme en el maldito suelo! –casi grito y lo golpeo en el pecho.

Mis cuadernos han caído al piso junto con mi mochila.

-Johanna, lleva sus cosas al auto –ordena Gale.

-¡Estas haciendo un ridículo! –le digo, tratando de zafarme de sus fuertes brazos.

-No me importa, te vas con nosotros.

Gale me lleva en brazos hasta el auto.

Quiero desaparecer, quiero que nadie me mire. Pero no logro ninguna de las dos cosas.

Por lo menos me alegra saber que toda la escuela sabe como es Gale.

-¿Puedo subir yo al coche? –pregunto, rendido y humillado.

Gale me pone en el suelo, subo en el asiento delantero y espero a marcharnos.

-Gracias Peeta –Johanna palmea mi hombro.

Mascullo cosas inentendibles durante un momento hasta ser interrumpido por Gale.

-Debes romper las reglas a veces –palmea mi muslo y sube la música.

-No cuando son horas de estudios –me quejo, elevando mi voz.

-Para ti siempre son horas de estudios, déjame recordártelo.

Voy a responder, pero Johanna pasa entre nosotros para subir aun más el volumen.

Y nos silencia.

Hacemos una hora y media en llegar a la ciudad, y una media hora más en llegar hasta la gran oficina de cristal.

-Es hermosa –digo.

Gale estaciona el coche rápidamente y todos bajamos.

-Lo se –coincide Johanna.

-Anda, anda, tienes que entrar, Peeta y yo te esperamos allá enfrente.

-¿Ah?

-Tengo hambre y tú también –explica.

-Deséenme suerte, chicos.

Le doy un gran abrazo y le deseo suerte.

Gale palmea mi hombro y me empuja hacia la calle.

-Vamos.

Cruzamos junto con un montón de personas cuando la luz nos indica, es la tercera ves que estoy en esta ciudad y las tres veces me han obligado a salirme de clases.

-Tengo que regresar a la una y media al gimnasio –le advierto a Gale cuando nos sentamos en la mesa del restaurant italiano.

-Vamos llegando, no empieces con eso Peet –se queja.

La mesera llega a la mesa y pregunta si vamos a ordenar algo para tomar.

-Un café doble –dice Gale-. Y un Omelette especial, por favor

-¿Para usted? –me pregunta con una sonrisa amable.

-Lo mismo, pero una malteada en lugar de café.

-¿De fresa esta bien?

-Si, pero agrega una cucharada de canela, por favor. Y leche deslactosada. Poca azúcar y si tienes miel natural ponle una cucharada, por favor.

-Correcto, en un momento les traigo su orden.

Gale se pierde unos minutos en su teléfono y después me dice:

-¿Qué tienes planeado para el futuro?

-Tengo 17, aun no pienso en eso. Me quedan unos tres años para decidir.

-Bueno, pero… eres tu, seguro ya tienes planeado cada hora de cada día de toda tu vida.

Sonrío y contesto:

-Me interesa mucho Comercio y negocios Internacionales, y gestión empresarial.

-¿De verdad? –me dedica una mirada incrédula.

-Si, ¿Por qué? –su sonrisa me hace sonreír también.

-Eso es muy aburrido.

-Bueno, mi sueño es trabajar en una empresa internacional en Nueva York.

-Pues suerte –vuelve a teclear durante un momento.

-¿Qué tienes planeado tu, señor interesante?

Suelta una risa escandalosa y después se talla la barbilla.

-El próximo año entrare a diseño grafico.

Giro los ojos.

-Podemos armar una empresa nosotros, ¿Sabes? Algo referente a la moda. El puesto le caería muy bien a Johanna, tu como diseñador y publicidad y yo como administrador. ¿Cómo ves?

-Dices que no planeas todo.

Lo miro fijamente durante unos segundos y después ambos nos reímos.

Después de comer esperamos media hora más hasta que vemos a Johanna salir del edificio.

Gale ya había pagado la cuenta de ambos, así que solo nos marchamos, rápidamente, para escuchar las noticias.

-¿Cómo te fue? –pregunta Gale, llego varios segundos después.

-Estoy dentro –suelta ella, sonriendo.

Un momento de silencio, demasiado largo, entre los tres y después Gale estalla en felicitaciones.

Como no veo el final del efusivo abrazo me uno a ellos y envuelvo mis brazos en sus cuerpos.

-Dios santo, estaba tan nerviosa ahí dentro.

-¡Pero cuéntanos! –grito.

-Vamos, vamos al auto. Tengo que regresar rápido. –nos conduce hasta la acera.

-¡Eh! ¡Dinos!

-Súbete al auto, Gale, ya les cuento todo.

Subimos al auto y me inclino entre sus asientos para verla.

Los tres tenemos una amplia sonrisa en nuestros rostros.

-Primero, me hicieron hablar sobre mis gustos y aficiones, sobre cuantos libros eh leído, cosas de esas. Después respondí unas preguntas y me presentaron una situación y yo tuve que redactarla en un tipo "reportaje"

-¿Y que mas? –Gale ni siquiera se espera para que Johanna tome aire cuando la presiona para hablar.

-Pues espere unos minutos, los mas largos de mi vida, y me llamaron de nuevo. Pero ahora con la presidenta.

-¡No!

-¡Si!

-¡¿Y luego?! –ahora soy yo quien la presiona.

-Pues me dijo un montón de cosas que ya olvide y me felicito. Y me dijo que comenzaba este viernes. Y ya me dio mi primera columna.

-¡Que felicidad! ¡Por Dios! –exclama Gale, encendiendo el coche.

-Espera, ¿Pero como le harás con la escuela? ¿Cómo vendrás todos los días?

-Peeta, siempre tienes que salir con esas cosas –me reprime Gale, sonriendo-. Pero tienes razón… ¿Johanna?

-Bueno, lo mejor de todo, me permiten enviar el artículo por correo.

-Dios, que suerte. Y que bueno por ti Johanna. ¿Cuánto te pagaran?

-¡Gale! –ahora soy yo quien lo reprimo.

-¿Qué? –pregunta y suelta una carcajada.

-Bueno, estoy aprueba los primeros dos artículos, o sea, dos semanas. Pero si todo sale bien… hablamos de unos Setecientos dólar por cada articulo.

-Oh por Dios. ¿Hay espacio para mí ahí dentro?

Miramos a Gale y después nos reímos fuertemente.

El resto del viaje pasa entre la historia de Johanna y nuestros planes futuros con sus primeros sueldos.

Cuando llegamos a la ciudad, que más bien es un pueblo grande, no alcanzo a llegar al gimnasio, así que Gale y Johanna me dejan frente a la escuela para poder esperar a mi padre.

Me despido de ellos, y me siento bajo un árbol.

El claxon del coche de mi papa suena varios minutos después.

-¿Cómo te fue? –pregunta.

-Bien, creo que no tengo ganas de nada –miento.

-Bueno, has conseguido entrar a tus clases de arte, será mejor que agarres energía por que no desaprovecharas esta oportunidad.

-Tranquilo, solo eh dicho que estoy cansado.

-Esta bien, ¿Te eh dado el dinero, verdad?

-Así es.

-Bueno, tu madre te estará esperando en la sucursal de Mine Street.

-Bien.

Y esa fue toda nuestra conversación hasta llegar a la academia de arte.

El instituto es un edificio antiguo, con una gran escalinata hacia las grandes puertas de madera, tiene una fuente interior, justo en medio, con arboles y bancas, y ligera música de fondo. Las aulas están alrededor, hay tres pisos. Primer piso: Artes plásticas y pintura. Segundo piso: Baile y danza. Y tercer piso: Música y canto. La estructura completa es rustica y hermosa.

Voy directamente a la oficina para Inscribirme y entrego la boleta de Invitación.

-Esta todo listo, en aquella mampara están los horarios, puedes elegirlos –me dice la señora después de sellar de "pagado".

Tomo mis cosas y camino hasta la pared, ahí están colgados los horarios, divididos por secciones.

Busco el mío y encuentro la clase que busco, de tres y media a cinco y media.

Faltan diez minutos para que comience, así que me dirijo directamente al aula.

Ahí dentro hay cuatro alumnos más, una chica y tres chicos.

-Hola –los saludo.

-Hola –responden los tres.

Saco mi material, eh tomado esta clase en verano, con el mismo profesor y a la misma hora, así que no espero a que llegue para preparar mis cosas.

-Peeta, que bueno que regresaste –dice cuando me mira.

-Ya extrañaba su clase –respondo, sonriendo.

Hay diez jóvenes aparte de mí, y no conozco a ninguno. Contaba con conocer a alguien, pero todos mis ex compañeros ya no están.

-En su primera clase… -el profesor comienza a hablar, pero no presto atención por que lo eh escuchado decir eso ya antes. Sigo acomodando mis materiales y coloco mi mandil para no mancharme la ropa. La primera clase que da siempre es "trazos".

El tiempo pasa bastante rápido, es una seria desventaja que tengo, cuando me meto en el lienzo, todo desaparece.

-¿No quieres tomar una clase mas avanzada? –Pregunta el profesor-. Tengo un grupo con ex alumnos y re-ingresos, podría servirte más.

-Estoy bien así –contesto.

-Bueno, recuérdame prestar mas atención para ti.

Sonrío y antes de irme ayudo a acomodar los bancos y tripies en sus lugares.

-Gracias hijo.

-No es nada.

Salgo del salón y me pongo a pensar sobre pasar un rato en las bancas centrales, junto a la fuente, pero recuerdo que mi madre esta esperándome.

Afuera esta nublado y comienza a soplar un viento fresco.

Para tomar el autobús tengo que cruzar una enorme plaza llena de arboles a la cual jamás eh ido. Parece estar abandonada, no hay nadie ahí. Más que un grupo de personas en patinetas que no logro distinguir desde la escalinata del instituto. Del otro lado de la plaza muchísimo mas grande que la escuela, esta la parada de autobuses.

En fin. Comienzo a caminar, coloco mis audífonos y busco mi teléfono para poner música.

Las personas que vi son chicos, mayores que yo, vestidos con ropa ligera y patinetas, no les presto atención y rezo por que ellos tampoco me la presten a mi. Desentono por completo aquí.

Saco mi billetera para agarrar dinero cuando voy a la mitad de la plaza y al instante me arrepiento. Por que siento la mirada de todos en mis espaldas. Tomo el dinero, guardo la billetera en mi bolsa trasera y sigo caminando, mirando fijamente hacia enfrente. Aun falta tanto para llegar al otro lado.

Entonces me percato del sonido de las ruedas de una patineta. Esta acercándose.

-¡Eh! –grita alguien. Un hombre. No me giro. Hago como si no lo escuchara y sigue llamándome.

Apresuro el paso, discretamente y remuevo mis audífonos, agradecido de que me sirvan para mi cuartada de no escuchar los gritos del hombre.

EL sonido de las ruedas se acerca cada vez más y comienzo a ponerme demasiado nervioso. En ese momento, el autobús se para y comienzo a correr, agradecido de tener un buen motivo para hacerlo.

Sin dejar ver mi temor subo al autobús y me siento en el fondo, mirando a todos lados menos a esa plaza.

Enciendo el teléfono y elevo el sonido de la música.

El viaje en autobús no es tan largo, pero tengo que caminar unas dos calles más, y eso me pone nervioso. Nunca había caminado por la noche en esta zona de la ciudad que parece ser nada segura.

Y es que aun no es de noche, pero la caída del invierno hace todo más obscuro y solitario.

-¿Cómo te fue? –pregunta mi madre cuando entro a la cálida y segura pastelería.

-Bien, el señor Banner dijo que podría tomar un curso mas avanzado, pero me siento a gusto ahí.

-Muy bien –sonríe-. ¿Podrías ayudarme aquí? Necesito echar una mano en la cocina.

-Claro.

Y el resto de la tarde lo paso detrás del mostrador. Atiendo solo a cuatro personas y después nos marchamos.

En el momento de la cena, dudo entre decirles a mis padres que no me siento bien caminando por ese lugar, pero cuando mi hermano habla de su próximo partido y mi padre insiste en que me tome tiempo para entrar con el equipo, lo olvido. No necesito otro motivo para ser objetivo de mi padre, y demostrar algo tan "poco masculino" solo terminaría arruinándolo.

Suficiente tengo con que critique a mis amigas y mis aficiones.

Al día siguiente Johanna tiene que irse a terminar su primer artículo, así que no le pregunto si puede ir por mí al instituto y llevarme a la pastelería.

En el gimnasio pienso en preguntarle a Gale, pero se me hace algo tan infantil y estúpido que lo olvido. Probablemente yo lo imagine todo y ni siquiera me llamaban a mí.

-¿Qué harás ahora? –pregunta Gale mientras me ayuda a subir la barra de mi pecho a las bases.

-Seguir con plano inclinado –respondo con dificultad, sintiendo la presión

-No de eso –se queja, soltando la barra justo cuando estoy por subirla, pero la fuerza de mis brazos no es suficiente y lucho para que no caiga sobre mi pecho.

-Gale –escupo con tanta presión que siento que mis ojos se van a salir.

-¿Podremos hacer algo en la tarde, no? Saliendo del gimnasio, ir por Johanna…

-Gale –vuelvo a quejarme. Pero ya no tengo fuerza suficiente ni para hablar.

-Solo di que si.

-No.

-Dilo.

-Tengo…. –ya no puedo mas y justo cuando la barra esta por caer en mi pecho, Gale la sujeta y con mis ultimas fuerzas le ayudo a colocarla en la base.

ME levanto rapiditamente, sentándome en el extremo de la banca y tomo aire bruscamente.

-Eres un estúpido –escupo.

-Hagamos algo –insiste, palmeando mi espalda y sentándose detrás de mí, sonriendo.

-Tengo clase.

Me pongo de pie y me dirijo a los loockers para tomar agua. Gale me sigue.

-Puedes faltar una vez.

-No, no a esta. Es mi segunda clase. En dos años entrare a la universidad y necesito esto.

-Exacto. Dos años.

-No entenderías, aunque te explicara.

-En fin.

Vuelvo a pensar en decirle que pase por mí saliendo, pero me resulta demasiado estúpido.

Pero cuando me pregunta si quiero que me lleve a la clase, acepto al instante.

-Gracias, hasta mañana.

ME despido de Gale y entro al instituto.

El profesor ah elaborado un programa especialmente para mí, lo cual me hace sentir orgulloso, y afortunado, con suerte esto me ayudara muchísimo en mis planes para la universidad. Y la razón por la que elegí esta clase no es por los horarios, es por el profesor. Además de ser de los mejores, una recomendación suya me abriría las puertas que necesito.

Así que cuando termina la clase y necesita ayuda con unos proyectos, me ofrezco rápidamente a ayudarle.

-Gracias, Peeta. Me ayudarías mucho.

Me explica los pasos a seguir, solo tengo que revisar los aciertos de cada examen de sus alumnos y registrarlos en la lista.

Son demasiados, pero no me importa y lo hago con gusto. Además de dar la clase del arte, es profesor en la mejor universidad de la zona. Si no consigo entrar a donde tengo planeado, por lo menos quiero un lugar seguro aquí.

-Gracias, Peeta. Y discúlpame con tu madre, ya te entretuve bastante.

-No hay problema, profesor. En realidad no tenia nada que hacer y es un gusto ayudar.

-Bien, entonces, hasta mañana.

-Hasta mañana –concluyo.

Mientras camino hacia la salida llamo a mi madre.

-Voy saliendo –anuncio-. Solo tomo el autobús y voy para allá.

-Si hijo, no te preocupes, esta todo tranquilo.

-Bien.

Y cuelgo. Y hasta ese momento, cuando bajo las escaleras de la salida, recuerdo la plaza frente a mi.

Durante un momento me cuestiono la opción de rodearla, pero es una completa estupidez y además tardaría mucho más.

"No seas idiota, Peeta" pienso en mi interior.

Entonces comienzo a caminar hacia la plaza.

Ignoro el grupo de personas al fondo y coloco mis audífonos. Esta vez pongo la música a todo volumen y trato de perderme en ella.

Voy justo a la mitad de la plaza cuando la canción termina y me da el tiempo justo para escuchar unas ruedas de patineta demasiado cerca de mí.

Apresuro mi caminar, y la siguiente canción comienza.

Entonces sin esperármelo alguien se pone frente a mí, a varios pasos, sobre su patineta, la cual con un golpe ágil hace volar hasta su mano.

Me quito los audífonos, rendido y con el estomago hecho un nudo.

La luz del sol se ah ido y estoy rodeado de arboles por todos lados. No hay escapatoria.

El hombre es un joven, unos años mayor que yo, varios centímetros más alto. Lleva una playera sin mangas, dejando ver un gran tatuaje negro en su hombro derecho y parte de su pecho. Su cabello esta largo y revuelto. Además tiene una perforación en la ceja y otra en el oído.

-Bien. Solo traigo mi teléfono y mi billetera… -digo sin aliento. Al tiempo que reviso mis bolsillos, pero no encuentro la cartera.

-¿Esta? –pregunta, con una voz ronca y extrañamente profunda.

Entonces veo el objeto en su mano, es mi billetera.

-Ya la has tomado…

El joven esboza una sonrisa amplia, dejando ver unos perfectos dientes blancos. Por alguna razón, esa sonrisa me hace sentir cómodo.

-La tiraste ayer, justo en ese sitio. Trate de alcanzarte pero tu autobús llego y corriste… así que…

Oh.

Ahora me siento un completo estúpido con todo este royo del miedo.

Y ahora que puedo ver mejor al chico, me doy cuenta que incluso parece decente. Su cabello cobrizo brilla naturalmente, su piel es limpia y su ropa no parece ser tan desalineada. Aunque sus perforaciones y ese tatuaje…

-Valla, gracias –le digo. Devolviendo la sonrisa.

Estiro mi mano hasta donde está la billetera pero el la retira y me desconcierta.

-No, no. Mira –deja caer la patineta al suelo y la sujeta con su pie derecho al tiempo que abre mi cartera y me muestra el dinero en el interior-. ¿Ves? Esta todo, completo. Puedes contarlo si gustas.

-No… yo… te creo.

-Bien, pude haber tomado algo, pero no lo eh hecho, eso merece algo a cambio.

-Algo como… ¿Una recompensa? –pregunto.

-Así es, mi amigo. Veras. Tengo mucha hambre, ¿Qué tal si me invitas a cenar?

Lo miro, desconcertado, tratando de encontrar algún rastro de broma en sus ojos. Pero sigue sonriendo, de esa manera en que un chico sonríe solo cuando sabe que es guapo y siempre ah sido guapo desde pequeño, y esa sonrisa, entonces, esta cargada de soberbia.

-¿De verdad? –inquiero.

-Aja –responde, acercando la billetera. Trato de tomarla pero la retira de nuevo-. ¿Qué dices?

Vuelvo a mirarle. Eleva sus cejas y me hace sonreír. De incredulidad.

-Si. –respondo a regañadientes y trato de tomar la billetera de nuevo. Pero la cambia a su mano izquierda.

-¿Seguro?

-Si, si. Pero no ahora, es tarde y mi madre me espera. Mañana. Te lo prometo.

Entrecierra los ojos y pierde la sonrisa.

-¿Lo juras?

-Si, como sea.

-Bien.

Arroja la billetera y la tomo torpemente entre mis manos.

-Hasta mañana, entonces –esboza una sonrisa torcida, marcando un hoyuelo en su mejilla derecha.

-Aja.

Escucho la patineta alejarse y por fin logro sentirme completamente relajado.

Cuando llego a la parada de autobuses trato de encontrar al chico con mi mirada. Esta patinando en una rampa, solo. Mientras otros chicos lo hacen en grupo, a su derecha.

El autobús llega y me subo. Hay un asiento vacio del lado izquierdo, junto a la ventana. El chofer tarda unos minutos en marcharse, esperando mas gente. Y me da el tiempo suficiente para ver al chico de cabello cobrizo hacerme una seña militar con su mano en la frente y regresar a su deporte, si así se le puede llamar.

Cuando el autobús avanza saco mi cartera y cuento los billetes, están todos. Y al final hay una nota.

"Me debes una cena, Homeboy. –Finnick Odair."

Sonrío y miro hacia afuera, para ver la plaza desaparecer.