Nota:Un capítulo un poco más largo como disculpa por mi enorme tardanza.

¿Quién es el padre?

XIX

La puerta fue abierta con violencia y de la misma forma se cerró.

—¡Buenos días, Eren! —gritó Hanji, alargando mucho la "a" de su saludo— ¿Estás preparado?

Eren suspiró en un intento por recuperarse del sobresalto sufrido y miró el pergamino que se le acababa de caer de las manos, enrollándose al acto sobre las mantas.

—¿Preparado para qué? —preguntó con sospecha. Tenía el presentimiento de que no le iba a agradar la respuesta.

—Necesito revisar que todo esté en orden con el feto y tomar muestras de tu extraordinario cuerpo —explicó ella, elevando las manos emocionada. Eren, que la observaba de reojo, arregló el papiro con cuidado, pues no era suyo y debía devolverlo igual de inmaculado que como le había sido entregado.

—¿Es así? —cuestionó distraído, nada feliz con la noticia, sin atreverse a expresar lo desagradable que le resultó escuchar "el feto". Le hacía sentir que ahora su hijo también era parte de un experimento, de una muestra que se podía analizar con interés científico igual que él. Incluso "Engendro" le parecía mejor, al menos el Capitán lo llamaba así con una especie de apropiación que no resultaba de ninguna forma ofensiva.

Hanji iba a responder, aún emocionada, pero enseguida observó extrañada en todas direcciones.

— ¿Eh? ¿Levi no está aquí?

Eso captó por completo la atención de Eren.

—No, el Capitán se retiró muy temprano —contestó, sin entender. De inmediato se pateó mentalmente por su error, después de todo estaba admitiendo que había vuelto a pasar la noche con él. De seguro eso no le haría ninguna gracia a la Mayor. Sus mejillas se encendieron de vergüenza y para distraerla, preguntó—: ¿Por qué le sorprende?

—Es raro —dijo ella—. Durante el desayuno comenté ante todos que te examinaría a esta hora.

Eren la miró extrañado.

—Por favor —rió ella al notarlo y, ante la expresión del chico de no enterarse de nada, comentó—: ¿Acaso no te has dado cuenta de cómo siempre viene cuando te examino? Pensé que correría hacia aquí al saberlo, pero bueno, es mejor que no esté —se alegró—, así podré hacer contigo más de lo que tenía pensado. Iré por herramientas extras.

Y tan rápido como apareció, se largó de la habitación. Eren se preocupó seriamente. La noche anterior, mientras permanecía en la tina junto al Capitán Levi, se había percatado del corte profundo que este tenía en su brazo derecho, tal como si le hubiesen atravesado con todo el filo de un escalpelo. No fue necesario preguntar quién era la culpable y no podía dejar de cuestionarse: si había llegado a ese punto con él, que era un ser humano normal, ¿hasta dónde llegaría con alguien que podía regenerarse? ¿Sería capaz de desmembrarlo vivo o, peor, derechamente disecarlo?

Suspiró otra vez. La preocupación que sentía por la forma en que experimentaría la señorita Hanji con su cuerpo comenzó diluirse. Acababa de recordar que ella también se había percatado de que el Capitán siempre estaba presente cada vez que era examinado. Al menos eso no había sido parte de su imaginación, pero cualquier deseo de preguntarle por qué lo hacía desapareció en ese mismo momento. Si él no había venido ahora, estaba claro que no era ni para protegerlo ni para acompañarlo. Todo lo anterior había sido una mera coincidencia.

«No te ilusiones de más —se regañó en su cabeza—, ya son muchas las atenciones que recibes de su parte. Confórmate».

A pesar de sus propias palabras, no podía negar que extrañaba su presencia allí. De forma clara el Capitán actuaba como freno para las intenciones experimentales de la Mayor. En la situación actual, estaba sin defensa alguna ante ella.

—¡Maldición! —se quejó en voz alta. Realmente quería que viniera. ¿Dónde estaría? ¿En una reunión con Erwin? ¿Entrenando a su escuadrón, quizás? ¿Limpiando hasta la última mancha de suciedad en el castillo?

Desesperado, tomó la almohada que tenía a su lado y la atrajo contra su rostro. Olía a él. Entonces recordó que Levi se había levantado muy temprano esa mañana a tomar una baño. Eren se había puesto de pie cuando el Capitán se vestía con eficiencia a dos pasos de distancia, con los cabellos húmedos filtrando traviesas gotas por su rostro.

—¿A dónde crees que vas? —había parado en seco Levi al ver Eren calzándose sobre los hombros la manta que usaba para esconder su figura.

—A desayunar con todos, me siento bien como para dar un breve paseo.

Eren no mentía, se percibía extrañamente con más fuerzas. Los vómitos eran cosa del pasado y las náuseas, todavía presentes, era algo que podía soportar.

—No puedes levantarte —había cortado él—. Estás en reposo absoluto.

Eren se sentó en la cama frustrado y estuvo a punto de recordarle que se lo había follado bajo esa misma indicación médica, pero en vez de eso —por una vez en su vida— fue capaz de cerrar la boca a tiempo. Lo que no pudo ocultar fue la contrariedad en sus ojos que hervían en ganas de replicar. Levi leyó su cara con facilidad.

—¿Por qué quieres salir? —cuestionó.

—Me estreso entre cuatro paredes.

Él continuó arreglando sus ropas, de espaldas a la cama, dándole el tiempo suficiente para vomitar su frustración:

—Como parte de la humanidad estaba encerrado entre murallas; luego como titán terminé en un calabozo y ahora estoy limitado a una cama. El espacio se está haciendo cada vez más reducido. No puedo soportarlo.

Levi lo miró por sobre su hombro y Eren se sobresaltó.

—Perdón, las horas corren demasiado lento aquí, sin nada que hacer —se disculpó por su arrebato.

El Capitán se marchó de la habitación sin decir nada. No pasaron más de cinco minutos antes de que volviera a aparecer por la puerta:

—Si estás aburrido, lee esto —le había dicho, plantándose junto a él. Eren recibió un pergamino con curiosidad.

—¿Qué es?

—La formación de ataque a larga distancia que usaremos en la siguiente expedición. Debes entender la lógica para no perderte en el exterior y resultar muerto.

—Ya veo —dijo interesado—. Gracias.

Levi le dio una mirada indescifrable, pero no se había movido de su lugar. Eren, percatándose, volvió a observarlo, aunque antes de que pudiese preguntarle qué sucedía, un libro fue dejado en su regazo. Eren bajó sus ojos hacia la portada.

—¿"Cómo entrenar a mi bebé"? —cuestionó, leyendo el título.

—No sé nada de críos, así que estaba revisando esta mierda. No me pareció útil de todos modos.

Eren le había sonreído, consciente de que se estaba justificando más de la cuenta, algo impropio de su personalidad.

—Se lo agradezco mucho. Me servirá para pasar el tiempo. Después de todo, yo tampoco sé nada de bebés.

Levi había asentido antes de volver a retirarse sin decir nada más.

Eren sacudió el rostro de un lado a otro para escapar de esos recuerdos. El Capitán —Levi, se corrigió, recordando su petición de ser llamado por su nombre— continuaba siendo muy considerado con él. Era estúpido pensar si con estar presente en sus chequeos médicos lo cuidaba o protegía, cuando al final en todos sus gestos podía ver su preocupación por su persona y por su hijo, por más distante que pudiese parecer. Sí, debía dejar de cavilar idioteces y sentirse decepcionado porque ahora no estuviese allí para mantener a raya a la Mayor. Como bien le había dicho Aureo camino al castillo, el Capitán no tenía por qué ser su niñera. Ya era hora de dejar de desear que estuviese junto a él cada dos por tres. De seguro mantenía obligaciones más importantes a las que responder.

XX

Petra se sirvió su cuarta taza de té y se sentó en la mesa de la silenciosa sala. Desde la traumática experiencia de escuchar a su Capitán con Eren, todos en el grupo habían trabajado como unos autómatas, sin hablar casi entre ellos. Nadie se atrevía a sacar el tema, aunque bastaba mirarse unos a otros para saber que ninguno había dejado de pensar en ello.

Era una tensión constante semejante a una válvula de escape taponeada que no tardaría en explotar.

—No puedo más —dijo Erd—, debemos superar lo que pasó y…

—No es necesario que hablemos de ello —cortó Aureo desesperado—, ¿o sí?

—Justo cuando nos preguntábamos cómo fue que el Capitán Levi se fijó en Eren de esa manera —comentó Gunta con voz ausente—, vamos y nos topamos con la explicación de bruces.

—Chicos —intervino ella—, está claro que el que dos hombres se sientan atraídos no es algo normal, pero si se aprecian genuinamente, ¿quiénes somos nosotros para cuestionarlo?

—¡Es tan raro de pensar! —se quejó Aureo— No puedo dejar de escucharlos. ¿Quién iba a pensar que el Capitán gruñe de esa forma y Eren se queja como si hubiera matado veinte titanes?

Todos se quedaron callados con el recuerdo golpeando fuerte en sus cabezas.

—Cualquiera imaginaría que con tu admiración desmedida, tú también estabas enamorado del Capitán —molestó Petra, sin sonreír, solo para apartar de su memoria esos sonidos que la torturaban.

—¡Por supuesto que no! —replicó Aureo—. El Capitán es genial y lo seguiré toda mi vida, pero no tiene nada que ver con que yo me sienta atraído por él.

—Ahora que te pongo atención, sí suenas enamorado —dijo Gunter, serio.

—Es cierto —confirmó Erd.

—¡Muchachos! —reclamó Aureo, ofendido, luego cargó contra Petra—. Y qué me dices de ti, ¿eh? ¿No eres tú la más afectada?

—Oye —le llamó la atención Erd, con tono de "te estás pasando", pero ella se encogió de hombros.

—Es cierto que estoy enamorada del Capitán incluso desde que era una simple cadete —reconoció—, pero eso no tuvo nada que ver con mi ingreso a su escuadrón. Siempre fue claro para mí que él no cruzaría la línea con ningún oficial.

—¡Pero la cruzó con un novato! —exclamó Aureo— Todavía no puedo creerlo.

—Sí, si lo dices así, suena incomprensible —asintió Erd.

—Pero es la situación actual —puntualizó Gunta.

—No queda otra cosa más que aceptarla y continuar, por más extraña que nos pueda parecer —resumió Petra—. Somos su escuadrón, ¿no?

—Pero no deja de ser tan raro, Eren tiene quince años… —dijo Aureo, enterrando la cara en un brazo teatralmente—. Casi siento ganas de llorar. ¿Qué habrá hecho ese niñato para que el Capitán cayese en sus redes?

Tanto Erd como Gunter estaban mirando el desplante de Aureo. No así Petra, quien mantenía la vista perdida en un punto del extremo de la sala. No supo qué le llamó la atención, pero de pronto sus ojos dieron con la figura del mismísimo Capitán Levi.

Petra se puso blanca.

—¡Nos escuchó! —gritó luego de que le vio marcharse— ¡El Capitán escuchó todo lo que dijimos!

—¿¡QUÉ!?

XXI

La puerta se abrió de improviso y Eren no pudo evitar sobresaltarse. No había alcanzado a hacer la preparación mental necesaria para soportar los manoseos de la señorita Hanji.

Pero no era ella, sino Levi.

—¿Por qué esa cara? —cuestionó, al reparar en la sorpresa que de seguro evidenciaba.

—Ehh, no, por nada —negó Eren nervioso—. Pensé que era la Mayor.

—Sí, es extraño que no esté aquí.

Eren negó con la cabeza.

—Vino, pero fue a buscar material aprovechando su ausencia —explicó.

Levi sonrió levemente. A Eren se le sacudió todo en el interior, incluyendo su hijo. Su expresión mostraba victoria, ¿podrías ser que lo había hecho a propósito para que ella creyera que tendría más libertad?

—Me lo esperaba —dijo y se apoyó de brazos cruzados contra la pared, a un lado de la puerta. Eren rió en su interior. Sí, su llegada tardía no era otra cosa que un plan premeditado para fastidiar a la Mayor y sus pretensiones de llegar más lejos.

—¿Va a quedarse aquí, señor? —preguntó.

—Por supuesto, ella podría llegar a matarte.

Sí, él se quedaba para protegerlo. Por exceso de emoción ante su descubrimiento o una mala jugada de sus hormonas, estuvo a punto de expresarle cuánto lo amaba. Otra vez sentía que podría morir de felicidad en ese momento y todo sería perfecto. La aparición de la Mayor lo salvó de confesar tal bobería.

—Levi, pensé que no vendrías —comentó, visiblemente decepcionada.

—No cuentes con eso, cuatro ojos. Conozco tus intenciones.

—¿Ah, sí? —preguntó Hanji, sin tomarlo en serio— ¿Por qué mejor no confiesas que no soportas que alguien más le ponga una mano encima a Eren?

Levi le mantuvo la mirada. Eren temió que se pusieran a discutir porque era obvio que el Capitán iba a replicar algo desagradable. Intervino con lo primero que se le vino a la mente.

—¡Señor!

—¿Ah? —Levi llevó sus ojos duros hacia él.

—T-tiene sangre en el brazo —dijo Eren, luego de titubear.

Levi bajó la vista hacia esa zona. Hanji sonrió.

—Eso te pasa porque ayer te fuiste sin darme tiempo para curarte —se burló—. Ese corte no se cerrará solo. Necesita cinco puntos de sutura.

Eren sabía que la Mayor no exageraba. La herida en el brazo de su superior—Levi, volvió a corregirse— no era algo que se pudiese mirar en menos. Recordó que la noche anterior, luego de haberse metido a la cama y lograr que el pequeño ser en su vientre se calmase con una simple orden, él había tenido que levantarse para atender su propia lesión que no paraba de sangrar. La evidencia de que la situación no había cambiado con el correr de las horas estaba en las sábanas entre las que estaba recostado: había rastros de manchas en ellas. Si a eso se sumaba la oscura sombra roja en la camisa del Capitán, era obvio que el sangrado no estaba ni cerca de parar.

—Tch, no es nada —replicó Levi—. Haz lo que tengas que hacer de una vez.

—Sí, sí, no explotes —atajó Hanji, acercándose a Eren—, pero tarde o temprano tendrás que ir a mi despacho. Es la única opción que tienes o ese corte cogerá una infección de cualquier suciedad del ambiente.

Hanji le cerró un ojo a Eren. No necesitaba observar a Levi para saber que era una de las peores circunstancias que él podía imaginar: que un factor externo entrara en su cuerpo y lo infectara. El chico miró hacia su Capitán, quien se había subido la manga y estaba examinando su herida con preocupación.

Eren regresó su vista a ella.

—¿Qué me hará? —cuestionó, sin poder ocultar su ansiedad.

—Primero que todo, preguntas de rutina —dijo Hanji, abriendo el enorme bolso que acababa de dejar en el suelo—. Quiero evaluar cómo han progresado tus síntomas. En un inicio te sentías demasiado cansado para levantarte de la cama, pero no como para follar con este viejo —dijo apuntándolo por sobre su hombro con el pulgar—, ¿debo asumir que has estado con más energías?

—Me he sentido mejor —reconoció Eren, con las mejillas ardiendo, evitó mirar hacia el Capitán—. Tampoco me siento en mi mejor momento, pero ya no estoy tan agotado. Tengo ganas de moverme. ¿Eso significa que puedo salir?

—No, de ninguna manera.

Eren lució decepcionado.

—Pero de verdad me siento mejor —argumentó—. Me estresa estar encerrado. Por favor, Mayor, déjeme salir a ratos —terminó por suplicar.

—Ahora tienes más energía porque tu cuerpo ya se adaptó al crecimiento del feto —explicó ella—. No significa que de pronto tu embarazo no estará en riesgo si recuperaras tu movilidad, así que tendrás que aguantar de esta forma hasta que nazca. Quizás desde ahora lo único que puedo permitirte es que te levantes a orinar.

Eren puso cara de circunstancias.

—Eren —nombró ella con seriedad—, ¿no utilizaste el orinal portátil que te traje?

—No — reconoció él apenado—. Es que el baño está tan cerca que no le vi sentido a molestar a alguien más limpiando esa cosa.

Hanji se llevó las dos manos a la cabeza, en un intento por no zamarrearlo, pero no pudo retener el impulso y lo sujetó por las ropas, elevándolo un poco de la cama.

—Oye —escuchó la voz de Levi, pero lo ignoró.

—No has seguido ninguna de mis recomendaciones —dijo Hanji amenazante, elevándolo un poco más.

—¡Mayor! —exclamó Eren asustado.

—¿Crees que esto es un juego, Eren?

—¡No! Yo sé que no.

—Te indiqué reposo absoluto, te levantaste de paseo en una ocasión, luego a orinar e incluso te atreviste a tener sexo. Si esa es la forma en la que vas a comportarte desde ahora, puedes olvidarte de mi ayuda y matar al feto de la mejor forma que te parezca.

—Seguiré sus indicaciones, Mayor —prometió Eren desesperado. El cuello de su propia camisa le estaba asfixiando.

—Déjalo ir —ordenó Levi, golpeándola en el brazo. En el acto la tela por la que sostenía al mocoso se escapó de las manos de semejante loca—. La única que pone en peligro alguna vida aquí eres tú.

—Bien —dijo ella, ignorándolo por completo otra vez. Se inclinó sobre el rostro de Eren—. De modo que seguirás mis indicaciones, ¡así me gusta! —felicitó, dando palmadas alegres en su hombro— Cuéntame entonces, ¿cómo va tu nivel de dolor en el abdomen?

Eren se demoró un poco en responder tras haber caído de espaldas en la cama. Estaba ocupado intentando recuperar el aliento.

—También ha disminuido —contestó por fin.

—Comprendo —aceptó ella—. Definitivamente todo tu interior ha terminado de organizarse para que él o ella crezca sin problemas. Esas son buenas noticias.

Eren asintió.

—Creo que en la actualidad, el único dolor insoportable que siento es cuando se pone a patear.

—Oh, ¿tiene mucha vitalidad? —se interesó Hanji.

—Mucha —confirmó Eren—, de hecho, quería preguntarle… No sé si estoy loco, pero creo que puede entender todo lo que digo.

Hanji se acomodó las gafas.

—Explícate —ordenó.

—Sí, bueno —Eren miró hacia Levi, quien asintió. Entonces intentó encontrar las palabras adecuadas. Sin embargo, no pudo hallarlas y lo único que se le ocurrió fue tomar la mano derecha de Hanji y llevarla sobre su barriga.

—Hijo, ¿me escuchas? —preguntó y de inmediato una patada se hizo sentir.

—¡Yuju! —se sorprendió Hanji, feliz— ¿Responde así siempre que hablas o cuando te refieres a él directamente?

—Suele hacerlo cuando lo nombro como "hijo" o "Engendro" —lo último lo dijo apenado.

—¿Le dices Engendro? —se sorprendió Hanji.

—Es porque el Capitán lo llama así —se justificó Eren, otra vez sin mirarlo—. Ha acabado de entender si es llamado de ese modo.

Hanji asintió, comprensiva y paseó su mano por sobre la panza prominente de Eren. Efectivamente había sentido actividad cuando Eren dijo "hijo" y "Engendro".

—¿Engendro? —preguntó ella. Nada pasó— ¿Por qué no se ha movido ahora?

—No lo sé —dijo Eren extrañado.

—Quizás es una reacción a tus emociones debido a las conexiones nerviosas —propuso Hanji.

Eren negó con la cabeza, recordando que el Capitán le había dicho algo similar.

—Estoy seguro que entiende —afirmó con convicción.

Hanji, ante tal seguridad, volvió a intentarlo, pero volvió a recibir una nula respuesta del feto.

—No sé, Eren —dudó.

—Nos responde a nosotros. A nadie más.

Tanto Hanji como Eren se volvieron a mirar a Levi, quien hizo un sonido de fastidio.

—Engendro, muévete —ordenó.

Hanji no necesitó tener la mano sobre la panza de Eren para notar la patada que sobresalió en la piel.

—Otra vez —dijo Levi.

Ante la nueva orden, Hanji alcanzó a ponerla la palma en la piel de Eren lo bastante rápido para sentir la contundente respuesta.

—¡Esto es fascinante! —exclamó—. De verdad comprende cuando cualquiera de ustedes dos se dirige a él. Esto significa que aunque está en la mitad de su desarrollo, ya tiene la comprensión de un bebé de 5 a 10 meses. En esa etapa, aunque no pueden hablar aún, ya reconocen su nombre y hacen sonidos de respuesta si los llamas.

—No es sólo cuando le hablo directamente —dijo Eren—. A veces estoy pensando en él, sin nombrarlo y patea de igual forma. Por ejemplo, si pienso "te protegeré".

Hanji se enderezó.

—Es esperable que cuando nazca tenga un intelecto superior que un recién nacido normal. Debemos estar preparados para ver algo sin igual.

—¿Qué tanto? —preguntó Levi.

—Por lo menos superior a un año de vida de un bebé normal. Incluso puede que físicamente también esté más desarrollado. No sé si al punto de caminar cuando nazca, pero sin duda lo hará muy pronto. Es una lástima que no haya ninguna prueba para comprobar su nivel de desarrollo sin interrumpir el embarazo. Tendré que esperar a que nazca para notar sus verdaderas capacidades —concluyó Hanji triste.

Eren soltó un enorme sonido de alivio, al menos ella había descartado el abrirlo en carne viva. Enseguida se tensó otra vez.

—¿Ya sabe cómo lo sacará de mí? —preguntó sin lograr ocultar su ansiedad.

—Tengo un par de ideas, pero apenas lo sepa seguro, te lo comunicaré —Hanji volvió a darle palmadas de ánimo en el hombro—. No te preocupes, puedes confiar en mí.

—Por supuesto que no puede confiar en ti, por eso está preocupado.

Hanji se volvió a mirarlo.

—No seas así, Levi. Sabes que no es cierto, yo nunca le haría daño a Eren.

—Hace pocos minutos casi lo asfixias —recordó Levi, con tono duro.

—Bien, sigamos —pidió ella, como si nadie hubiese dicho nada—. Te sientes con más energía, Eren, pero ¿cómo van tus náuseas? ¿Sigues vomitando en las mañanas?

—No, ya no. A veces siento ligeras náuseas, pero nada tan molesto como antes.

—Bien, el desarrollo de tu estado marcha de maravilla. Rápido, tal como se está mostrando tu hijo, pero en perfectas condiciones. ¿Entonces te has estado alimentando correctamente?

—Sí, ya no tengo problemas para comer.

XXII

—¿¡Cómo que escuchó todo lo que dijimos!? —repitió Aureo, por milésima vez, tomándose la cabeza con ambas manos.

—Nuestros comentarios estaban por completo fuera de lugar —se lamentó Erd.

—Sí, como sus subordinados no nos corresponde hablar de su vida personal —confirmó Gunter.

—¿Se habrá sentido ofendido? —se cuestionó Petra en voz alta— ¿Tal vez le hemos herido?

Los rostros de cada uno de ellos se crisparon de preocupación. Pronto todos echaron a correr en busca de su Capitán, el mismo que tantas veces les había salvado la vida.

—¡No podemos pagarle de esta manera! —gritó Aureo, mientras avanzaban, veloces, por los pasillos del castillo.

XXIII

Hanji intentó controlar su irritación. Eren le había respondido que sí se estaba alimentando bien. Sin embargo, Levi intervino otra vez informándole que solo ingería la mitad del plato que le servían de su dieta liviana. Nunca ni un poco más, por lo que había acabado dándole otra larga reprimenda sobre seguir sagradamente sus indicaciones, la que llegó a su fin cuando terminó por aceptar la sentida promesa del chico de alimentarse mejor y seguir cada una de sus órdenes al pie de la letra.

—De acuerdo —dijo calmándose y entonces sonrió en su interior, perversa. El chico la había irritado ya tantas veces en un mismo día que se merecía algo de regreso—: ¿Y tu deseo sexual, ha decaído?

Eren enrojeció de golpe y cerró los ojos para evadirse de esa realidad que insistía en burlarse de él.

—Eren—insistió Hanji, pero el chico no parecía dispuesto a ceder y se mantenía en un obstinado silencio.

—No —respondió Levi—. Tiene más de lo usual.

—Ya veo —dijo Hanji.

Eren se tapó la cara con las mantas. Que él respondiera en su lugar, y tan acertadamente, era más de lo que podía soportar. Tal como había temido, el Capitán había notado sus erecciones nocturnas y matutinas. Pero lo peor aún estaba por venir, pronto lo tuvo claro.

—Ahora necesito que me relates detalles de la primera vez que lo hicieron. ¿Cuál dirías que fue tu punto de placer? ¿Tu disfrute venía de tu próstata o de todas las células de tu entrada? —interrogó.

Eren bajó un poco las mantas para mirarla. No, pudo ver, ella no estaba bromeando.

—No te avergüences, Eren. Le hice las mismas preguntas a Levi, así que ya estoy más o menos enterada del asunto. Necesito unos pocos detalles importantes de tu parte.

Eren negó con la cabeza. Estaba quedando en ridículo ante quien menos deseaba, pero le resultaba insoportable la idea de hablar de "puntos de placer" en su presencia.

Hanji suspiró, adivinando el problema.

—Levi, sal de aquí.

—¿Ah?

—No puede hablar contigo escuchando todo.

—Eres tú la que lo incordia con preguntas raras.

—Estás estorbando en la recopilación de importantes datos —apuntó ella, inflexible—. Lárgate ahora o te juro que haré que Erwin te obligue a capturar más titanes para mí mañana mismo. Aún no supero la pérdida de Bean y Sawney.

—Tch —masculló Levi y se dirigió a Eren—: Estaré afuera.

Eren asintió, aunque ahora no sabía qué perspectiva le resultaba peor: hablar de esos temas frente a él o quedar por completo en manos de la Mayor y ese maletín del que todavía no sacaba nada aterrador, pero sabía que pasaría tarde o temprano. Estuvo a segundos de gritarle al Capitán que por favor regresara. No lo hizo por salvaguardar algo de la poca dignidad que le quedaba en ese momento.

XXIV

Levi cerró la puerta a sus espaldas y se quedó inmóvil. Debió haber sospechado que eso pasaría. Frente a él se encontraba formado su escuadrón y pronto todos se inclinaron en una reverencia.

—Deseamos expresarle nuestras disculpas —dijo Erd.

—Nos atrevimos a hablar de temas que no nos incumben —continuó Gunter—. Espero que sepa perdonarnos.

—Capitán, nosotros lo respetamos y eso nunca cambiará —afirmó Petra—. Continúe confiando en su unidad.

—Sí, por favor, nosotros lo seguiremos hasta el fin de nuestras vidas. Y más allá —confirmó Auruo.

Ante su silencio, Gunter habló otra vez:

—Así es, señor. Usted tiene nuestro respeto.

—No tiene que avergonzarse de nada ante nosotros —insistió Auruo.

Eso último terminó por irritarlo. ¿Cuándo se había mostrado avergonzado?

—Se preocupan de más —cortó—. Nada ha cambiado en este escuadrón. Retírense.

—Sí, señor —dijeron los cuatro al unísono, expresando un saludo militar antes de hacer efectiva la orden de su apreciado superior.

Antes de que se perdieran por el pasillo, Levi alcanzó a escuchar sus cuchicheos acerca de por qué no se había enojado con su actitud tan impropia. Eran buenos soldados, pero a veces podían ser muy idiotas. ¿Cómo iba a enojarse si saber que todavía mantenía el respeto de su escuadrón le hacía feliz? Le habían sacado una preocupación de encima respecto a su situación con Eren.

Gracias a ello, desde ese instante la única inquietud que le quedaba es lo que determinaría Sina frente a la condición del crío.

XXV

—Entonces, Eren. ¿Dónde se sintió mejor, tu próstata o tu entrada? —interrogó Hanji, ansiosa.

—¿De verdad es esto necesario, Mayor?

—Claro. No te quejes, a ti te estoy haciendo preguntas puntuales. Levi me narró toda la escena, con posiciones incluidas.

—¿Él hizo eso? —se sorprendió Eren.

Hanji asintió.

—Esto es así de importante —confirmó.

Eren pareció sacar determinación de ese hecho.

—Ambas —dijo—. Se sentían bien ambas.

—Entiendo, ¿pero no había una más poderosa que la otra?

—Sí, lo que tocaba dentro —afirmó Eren—. Supongo que la próstata.

—Bien, eso es normal. Se trata del punto de placer por excelencia en los hombres —confirmó—. Ahora dime, ¿te diste cuenta del instante en que Levi se corrió?

—Sí —respondió Eren, débilmente.

—¿Fue dentro?

Eren asintió, con los ojos cerrados. Hanji cabeceó en acuerdo, después de todo ya tenía lo que necesitaba y torturar a Eren no era ni la mitad de divertido de lo que era molestar a Levi.

—Ahora necesito recoger muestras de tu recto.

—¿¡Qué!? —Eren la miró espantado— P-pero se evaporarán. No sirve de nada que las consiga.

—Creo que he descubierto cómo evitar que lo hagan —dijo ella orgullosa de sí misma—, así que solo ponte en cuatro patas, por favor. Procura no caer sobre tu vientre. Un accidente es lo que menos necesitamos en este momento.

Eren se tapó con las mantas hasta la cara por segunda vez.

—No, sería demasiado vergonzoso —se negó.

—¿Te comenté ya que ayer Levi se masturbó delante mío para darme su semen como muestra?

La impresión en el chico fue lo suficientemente poderosa para poder manipularlo a su antojo y conseguir las muestras que requería, las que consistían en cuatro trozos del porte de una uña del dedo pulgar.

—¿Dolió? —preguntó, cuando terminó. De antemano sabía cuál sería la respuesta. Eren se había sacudido en varias ocasiones con brusquedad.

—Mucho —Eren no mentía, las lágrimas se habían agolpado en sus ojos contra su voluntad.

—No te preocupes, te regenerarás sin darte cuenta —consoló ella, feliz.

Eren asintió y su mirada humedecidos volaron hacia la puerta con ansiedad. Era obvio que ya estaba extrañando la presencia del pesado de Levi.

—¿Cómo pudiste enamorarte de ese sujeto? —preguntó, mitad en burla, mitad por franca curiosidad. Eren la miró sorprendido y pronto los colores se le subieron otra vez a las mejillas.

—¿Cómo lo sabe?

—Se te nota en la cara —respondió, guardando sus instrumentos.

Eren enrojeció y se encogió de hombros.

—En realidad él es muy amable.

—Lo conozco hace años, Eren. Es un demonio. Será mejor que no te descuides o te romperá el corazón.

XVI

Cuando Hanji salió de la habitación de Eren, se percató de que Levi se encontraba apoyado junto a la puerta. Por la mirada asesina que le dio, no le quedó ninguna duda de que había escuchado su última advertencia.

Obviamente estuvo vigilando lo que ella estaba haciendo en el interior. Lucía enojado.

—¡Oye! ¿Qué haces?

Hanji se llevó las dos manos a la cabeza desesperada y comenzó a saltar de un pie a otro. Levi le había arrebatado el bolso sin cuidado alguno.

—¡Tengo muestras importantes ahí! ¡Vas a romperlas! —exclamó— ¿¡Qué buscas!?

Levi la ignoraba inclinado, revolviendo entre sus implementos.

—¡Levi! —exclamó y se agachó para recuperar el bolso, justo en el momento en que él se ponía de pie y pasaba por su lado. Con un portazo le hizo saber que ya no iba a responderle, pero una rápida revisión de sus pertenencias le hizo saber exactamente qué se había llevado consigo:

—Aguja, hilo de suturas y desinfectante.

Lo que iba a hacer estaba muy claro. Levi de verdad era un tipo peligroso si pretendía coserse a sí mismo con lo delicada que era su herida. Después de todo, ella había retirado bastantes muestras desde el interior de las paredes del corte. No se trataba de una incisión cualquiera, le dolería hasta lo imposible.

Sonrió con maldad. Si no quería su ayuda, estaba en su derecho. Ella tenía cosas más importantes que hacer. Ya era tiempo de encerrarse en su despacho para estudiar los rastros genéticos obtenidos de todos sus sujetos de prueba.

XXI

—¿Qué te hizo? —inquirió Levi, nada más ingresó a la habitación.

—Tomó muestras —contestó Eren, poniéndose muy derecho. El tono que había empleado el Capitán al hacer esa pregunta fue el mismo que usaba para dar órdenes al escuadrón y no pudo evitar ponerse aún más tieso cuando él sentó en el borde de la cama.

—Eren.

—¿Sí?

—Cóseme.

—¿Qué? —Eren miró los objetos que fueron dejados sobre su regazo y comprendió de inmediato lo que le estaba ordenando—. Pero yo no sé poner puntos, señor.

—Solo hazlo.

Ante su titubeo, Levi hizo un sonido fastidiado y dijo:

—Debes pasar la aguja y juntar ambos bordes. No te será difícil.

Eren estuvo a punto de decirle que si no era difícil, por qué no lo hacía él por su cuenta. Luego comprendió el porqué al traspasar la piel con la aguja. Era algo que dolía, podía verlo en su rostro y en sus dientes apretados tras los labios separados.

Al terminar, consideró que había hecho un buen trabajo al poner cinco puntos cerrando el corte, pero… ¿Qué tan malo era que esa expresión de dolor lo excitara?

Sentado también en el borde de la cama —sufriendo en silencio su propia tortura debido a lo que le había hecho la Mayor— le fue fácil acercar su rostro al suyo y rozar sus labios. Los ojos de Levi se entreabrieron, pero le dio acceso a su boca. Eren lo besó profundamente, tocando su lengua una y otra vez, se lo llevó de espaldas a la cama, teniendo cuidado de no aplastar su vientre, se puso de lado para seguir asaltando aquella cavidad que sabía a victoria.

Cuando se separaron, enrojeció por su atrevimiento y enterró la cara en su hombro. Se quedaron de ese modo por largos minutos en los que Eren aprovechó para controlar su respiración. No pudo hacer lo mismo con su pene, el que ya se encontraba irremediablemente erecto dentro de sus pantalones.

El brazo que se cerró rodeando su espalda lo hizo sisear de gusto.

—¿Qué tal te parecieron los planos? —preguntó Levi, en tono neutro.

—Interesantes —atinó a decir.

—¿Solo eso?

—En realidad son… una genialidad —corrigió Eren, intentando concentrarse en la conversación y no en su sangre inflamada—. ¿Fue usted quién creó esa formación?

—No, es cosa de Erwin.

—El Comandante es increíble.

—Por supuesto, su habilidad de planear es indudable. Siempre va un paso por delante de nosotros.

—No me cabe duda de que es así, señor.

—Te dije que me llamaras por mi nombre.

Eren pasó de enterrar la cara de su hombro a su cuello.

—Es difícil para mí—admitió—. Lo siento, sucede que lo respeto mucho desde niño.

Levi hizo otro sonido irritado.

—Todavía eres un niño.

Eren sonrió contra su piel.

—Deme más tiempo, por favor. Lo llamaré por su nombre como desea.

El camino desde esa zona a sus labios se le hizo eterno, pero cuando Eren volvió a hacer contacto, fue el propio Capitán quien intercambió posiciones para enterrar su poderosa lengua en su boca, aplastando la suya.

Eren gimió con ganas y buscó una de las piernas del Capitán para presionar su dureza contra ella. Levi entrecerró los ojos, sosteniendo su propio peso en un codo para no aplastar el vientre hinchado y cuestionó:

—¿No le dijiste que cumplirías con sus reglas?

—¿La Mayor dijo algo sobre no volver a hacer esto?

Antes de que Levi pudiera responder aquella pregunta maliciosa, tocaron a la puerta y la voz de un cabo se escuchó fuerte y clara:

—Señor Eren Jaeger, el comandante Erwin ha autorizado la visita de Mikasa Ackerman y Armin Arlet por el espacio de diez minutos.

Eren se sentó de golpe. No, todavía no estaba preparado para ver cómo reaccionarían ellos, pero ya no había tiempo. La puerta fue abierta antes de que siquiera alcanzara a contestar.

Continuará…

Nota final:Como siempre les digo, no duden en dejarme sus opiniones, tanto positivas como negativas. Todo me sirve para mejorar y para traerles un mejor capítulo la próxima vez (dentro de mis posibilidades, claro jajaja).