Capítulo II

El sanguinario saiya iba a matar a Número 18 sin misericordia, mientras ella esperaba su muerte sin doblegarse. Lastimada como estaba nada podía hacer para evitar su destino... pero al menos moriría con honor. Sin temor ni quejas. Además, después de todo, no tenía nada en este mundo que valiera la pena.

Fue en ese momento, que apareció un muchacho de baja estatura, sin nariz o con muy poca, vestido de naranja como solía estarlo Goku y demostrando una resolución impresionante se puso entre 18 y Vegeta, quien estaba a punto de asesinarla.

— ¡No lo hagas, Vegeta! — exclamó él con desesperación.

— ¿Qué rayos haces tú aquí enano del demonio? — vociferó el saiya, sorprendido con su presencia en el lugar.

— Todo este día tuve un mal presentimiento y cuando sentí que tu ki se elevaba desprendiendo tanta maldad supe que algo andaba muy mal. Por eso vine hasta aquí... pero jamás imaginé que harías esto, Vegeta — la indignación se notó claramente en su voz.

— Ya veo... no sé porque quieres proteger a esta chatarra ambulante, pero te ordeno que salgas de mi camino o morirás junto a ella, insecto — amenazó tajante.

— No me saldré Vegeta. No voy a permitir que la mates — aseguró él sin la más mínima vacilación.

— Krilin... — musitó la androide completamente sorprendida. El día anterior había tratado a ese chico sumamente mal y él ahora intentaba protegerla... ¿por qué?, se preguntaba sin poder comprenderlo. Estaba arriesgando su propia vida con tal de defenderla.

— Te lo advierto, insecto, sal de mi camino o te mataré también, aunque una cucaracha como tú no merezca morir por mi mano — señaló Vegeta con desdeño.

El gran amigo de Goku tragó saliva con sumo temor. Sabía que el saiya no era alguien que amenazara sin razón. Él no dudaría en matarlo si así lo quisiese... pero debía protegerla a cualquier precio. Ella no merecía morir.

— Vegeta... por favor, no la mates. Lo que te hizo en el pasado ya sucedió. No tienes que demostrarle a nadie que eres más fuerte que ella. Todos lo sabemos — el tono de Krilin cambió de desafiante a suplicante, pues sabía que no era el rival indicado para el saiya.

La luz en la mano de Vegeta perdió un poco de potencia.

— Dime por qué intentas protegerla, insecto — demandó el saiya sin bajar su mano.

Krilin bajó su mirada con vergüenza. Su cara se hubiese sonrojado de no haber sido por la extrema y tensa situación que estaban viviendo.

— Porque... porque ella no merece morir. 18 no es mala, Vegeta — aseguró con la convicción brotando por todos sus poros.

La luz volvió a cobrar vida en la mano del saiya y desviando levemente la dirección de su apéndice lanzó una onda de energía que atravesó el hombro derecho del pequeño guerrero.

— ¡ARGH! —gritó con supremo dolor. Se dejó caer sobre una rodilla a la vez que tomaba el hombro dañado. Comprobó que la sangre comenzaba a emanar con potencia y presionó para no seguir perdiendo más líquido vital.

— ¡No lo hagas! — gritó la androide sabiendo que el muchacho moriría por su culpa. Ella si merecía morir, pero aquel muchacho no. Lo había tratado tan mal y aún así él intentaba protegerla. No podía creerlo. Intentó ponerse de pie para luchar una vez más contra Vegeta pero no pudo hacerlo. Los golpes del saiya la habían debilitado seriamente. Pensó en lanzarle una gran onda de energía pero Krilin estaba en el camino y el impactado sería él. ¿Qué rayos podía hacer?

— No me interesa matar una alimaña como tú, así que hazte a un lado — demandó el príncipe una vez más al calvo guerrero.

Pero el saiya entrecerró su ojo izquierdo sorprendido al ver que el calvo guerrero se erguía una vez más, intentando proteger a la androide a toda costa.

— No lo haré Vegeta. Ella... ella no merece morir. Por favor deténte — le rogó mientras respiraba agitadamente. Tenía miedo, más del que cualquiera se pudiera imaginar... pero por ella tenía que superarlo.

Otro disparo atravesó su muslo enviándolo de inmediato al suelo, forzándolo inevitablemente a caer de bruces. Con el muslo perforado no podría volver a levantarse.

— ¡Argghhh! — gritó desgarrándose de dolor.

— ¡Deténte maldito! ¡Él no tiene culpa de nada! ¡Es a mí a quien quieres, desgraciado! —espetó la androide con supremo dolor por lo que estaba aconteciendo.

El semblante del saiya lució satisfecho. Los gritos de dolor de Krilin, unidos a las desesperadas maldiciones de 18 fueron música celestial para sus sádicos oídos.

— Ahora nada impedirá tu muerte chatarra — su voz una vez más sonó horriblemente tétrica.

La mano del saiya volvió a iluminarse para rematar a la humanoide, pero Krilin haciendo uso de toda la fuerza de voluntad que tenía se irguió una vez más para impedirlo, apoyándose a duras penas en su pierna no lastimada.

El mismísimo Vegeta quedó impresionado con la resolución que estaba mostrando el pequeño guerrero. Cierto era que su poder era ínfimo comparado con el suyo, pero la determinación que tenía en ese momento podía compararse a la suya sin problemas.

— Enano, es la última vez que te lo advierto. Sal o esta vez te mataré, ténlo por seguro —agregó el saiya con voz fría como un témpano.

— No... no lo... haré — aseguró él con temblorosa voz, debido al dolor que sentía — Ella... ella es buena Vegeta — reafirmó una vez más absolutamente convencido de ello.

— ¡No lo hagas! — exclamó 18 intentando moverse sin conseguirlo.

El rayo salió impulsado desde la mano de Vegeta con dirección a Krilin, quien cerró los ojos con miedo esperando su inminente muerte. Sin embargo, el sonido del impacto nunca llegó. De pronto, sintió como un hilillo de sangre salía desde su mejilla. Entonces comprendió que la onda de energía había pasado a su lado rozándole ese pómulo. Abrió los ojos sorprendido y sintió como su alma volvía a su cuerpo. Anhelando una respuesta miró al príncipe, buscando en sus ojos una.

— Agradécele a este insecto que te haya salvado la vida, chatarra — mencionó el saiya mirando a la androide. Sin decir nada más, escupió al suelo con desdeño, se dio media vuelta y se largó del lugar.

Krilin cayó al piso respirando dificultosamente. Hombro y muslo le dolían muchísimo y la sangre seguía escurriendo, pero había valido la pena. La había salvado.

"¿Por qué Vegeta había desistido?", se preguntó. Quizás la determinación que había mostrado lo había conmovido un poco. Tal vez por primera vez él lo vio como un verdadero guerrero y lo había respetado como tal. Sea como fuese, sabía que el príncipe nunca le diría la razón. Sólo agradecía que el saiya no hubiese terminado matándola a ella... la persona de la que se estaba enamorando.

— ¡Krilin! ¡Krilin! — gritaba una femenina voz con desesperación, a la vez que se acercaba a él arrastrándose con sus brazos. — ¿Por qué lo hiciste, tarado? No lo entiendo — le reclamó mezclando rabia y preocupación.

— ¿Cómo... cómo estás? — preguntó él.

La androide abrió los ojos completamente. Krilin estaba ensangrentado completamente y aún así no se preocupaba por sí mismo, sino por ella. Sintió que su corazón se sobrecogió de emoción.

— Eso no importa. Tengo que parar tu desangramiento — dicho esto, la androide escrutó su propia ropa buscando lo más propicio para detener la pérdida de sangre. También vio que la argolla que Vegeta había usado para aprisionar sus pies desaparecía sin necesidad de que ella hiciera un esfuerzo para romperla.

— Tú... ¿cómo estás? — volvió a preguntar él.

— No te preocupes, yo soy una androide, de esto no moriré. Pero si Vegeta me hubiese rematado si lo hubiese hecho — tras esto, cogió al valiente guerrero en su regazo.

— Me alegro que no hayas muerto, 18 — mencionó él con una sonrisa, a pesar del dolor.

— ¿Por qué lo hiciste? — preguntó mientras desgarraba un gran pedazo de su pantalón.

— Porque eres buena 18, lo sé... en mi corazón lo sé — dijo emocionado.

Esa intensa emoción contagió a la androide, conmoviéndola hasta los más profundos cimientos de su alma. Lo miró profundamente buscando en sus ojos lo que quería encontrar... y vio como esos ojos la miraban llenos de ternura inexplicable. Quiso hablar pero su boca tembló y no pudo hacerlo. Entonces bajó su mirada para concentrarse en parar el desangramiento y finalmente terminó los torniquetes que debían lograrlo.

— ¿No caerás insconciente o si? —preguntó algo asustada.

— Mientras estés conmigo mirándome con esos ojos tan lindos... no creo que cayera ni aunque quisiese — sonrojándose, se armó de valor para decirlo. A pesar del dolor, sentía que era sostenido por un ángel.

18 sintió como toda la sangre de su propio cuerpo se iba a sus mejillas.

— No digas tonterías — lo recriminó mientras volvía a apretar el torniquete que le había hecho en su muslo.

— ¡Ay! — exclamó Krilin al sentir la presión, a la vez que arrugaba el rostro con dolor.

— Se detuvieron las hemorragias — señaló tras varios segundos y comprobar que la sangre no seguía brotando. — No te preocupes, estarás bien. Pero debo llevarte a un hospital de todas maneras — mencionó la androide mientras con su mirada observaba el horizonte.

— No te preocupes, esto no me matará — sonrió él. — Lo que no entiendo es porque Vegeta no nos mató — se cuestionó lleno de dudas.

18 hizo una mueca llena de furia en su faz. Hasta haciendo muecas así se veía linda, pensó enseguida el guerrero de naranja.

— Yo tampoco lo entiendo — respondió la mujer queriendo adentrarse en la mente del orgulloso saiyajin.

— Bueno, eso ya no importa. Me alegro que haya desistido.

— Tu lo hiciste desistir. No sé como, pero lo hiciste — clavó sus ojos en él mientras lo decía.

Krilin sintió que su alma se perdía en la profunda mirada de la mujer. A pesar de ser una androide, su forma de mirar le pareció más humana que la de cualquiera.

— 18... tú también necesitas ir al hospital.

— Yo no necesito hospitales. Sólo necesito reposar mientras mis músculos vuelven a activarse. Los golpes de ese bruto me los anestesiaron, pero no pasará mucho antes de que pueda moverme bien nuevamente — refunfuñó sumamente molesta, recordando la paliza que había recibido.

— Al menos no te rompió ningún brazo — bromeó él animado, recordándole lo que ella le había hecho al orgulloso príncipe.

18 no pudo evitar formar una sonrisa en su rostro. El muchacho estaba todo lastimado y aún así tenía el ánimo para bromear.

— Además, no necesito ningún hospital porque yo no soy humana —agregó tras su sonrisa, poniéndose gravemente seria mientras lo decía.

— Eres más humana de lo que crees — refutó Krilin con seguridad.

Ella frunció su ceño y lo miró sorprendida. No supo que decir por un momento hasta que quiso preguntar la razón.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque ahora mismo estás preocupada por mí... de hecho eres la primera chica que se preocupa por mí, realmente — una sonrisa nació en su rostro.

La androide una vez más sintió como calor invadían sus mejillas.

— Bah, es obvio que me preocupé si me salvaste la vida. No puedo dejarte botado aquí en medio del bosque — zanjó mirando para otro lado para que él no notase su sonrojo.

— Sea por lo que sea, me gusta que estés preocupada por mí — agregó con voz feliz.

— Jum — resopló 18 sin saber que responder.

— Cuando ya puedas volar — dijo Krilin tras una pausa — llévame con Dende en el templo de Kamisama por favor, él me dejará como nuevo y a ti también — le pidió humildemente. Fue entonces que se sonrojó más que un tomate cuando notó que la androide tenía un pecho semidesnudo. No quería quitar su vista de allí, pero sino lo hacía definitivamente iba a morir de un infarto. Tenía que comportarse como un caballero y evitar que su mirada cayera allí... ¡pero cuanto le iba a costar hacerlo! Sonrió con lo divertida de la situación. De no haber sido porque su camisa de combate estaba manchada con sangre se la hubiese ofrecido, pero de todas maneras tampoco le hubiera quedado. Él era más chico que ella.

18 se dio cuenta que el pequeño guerrero estaba rojísimo y justo cuando iba a preguntar la razón se dio cuenta del por qué.

— Si te atreves a mirar mi pecho te mato — gruñó arrugando su nariz.

— 18, te respeto demasiado. Creéme que no lo haré — aseguró él con una sincera sonrisa.

La androide una vez más sintió que podía confiar en él como no podría hacerlo con nadie más. Se hizo un grato silencio hasta que ella se decidió a hablar nuevamente.

— Krilin, nunca olvidaré que me salvaste la vida — le agradeció sin ocultar su emoción.

— De nada — respondió él mientras se perdía otra vez en su fascinante mirada. Podría mirarla todo el día sin cansarse. Sólo eso le bastaba para ser feliz.

— Gracias... — finalizó ella, sintiendo como su corazón se llenaba de profunda emoción.

Quizás no era alto ni guapo, ni tuviese una personalidad avasalladora ni un gran orgullo que lo hiciera atractivo... pero si que tenía un inmenso corazón y se lo acababa de demostrar una vez más. Ya le había demostrado su noble ser cuando a pesar de todo el peligro que corría el mundo entero, decidió destruir el artefacto que Bulma había inventado para destruirla a control remoto. Ya se lo había demostrado pidiéndole al dragón que le quitase la bomba de su cuerpo. Y como si eso fuera poco, se lo demostró salvándola del vengativo saiya aún a costa de su propia vida. Por primera vez sintió que algo nacía en su corazón, algo más fuerte que una simple emoción como el miedo o la ira... miró la faz de aquel guerrero y sintió como la estaba invadiendo un gran cariño por él. Tal vez ella si era capaz de tener sentimientos, porque sintió como su corazón se llenaba de una agradable sensación que nunca había sentido. Tal vez... había encontrado el sentido de su vida en ese pequeño guerrero. Tal vez... podía aprender a amar.

Fin de la transmisión.