Hola, luego de mucho PENSAR y PENSAR me he decidido a subir esta historia un tanto ...peculiar.

Para los que no me conoceis me llamo Evelina y soy la autora de Imprimandome de ti, y vengo en esta ocasión a traer una TRIPLE adaptación/ inspirando en un libro y de un fanfic inspirado en El diablo viste de prada de mi creación, que está colgado bajo el mismo título en Slasheaven.

Esta historia ya fue subida con anterioridad adaptada a The Hunger Games pero no tuvo la acogida que esperaba asique me lanzo, nuevamente adaptandolo al mundo Crepúsculo.

Como toda adaptación puede ir variando según mi inspiración, los dos primeros capitulos estarán en su mayoria adaptados del libro Yo heart NY de la genial Lindsey Kelk. A su vez irán mezclados con mi fanfic inspirado en En el diablo viste de Prada.

Aclarado todo, empecemos.


Capitulo 1: La boda de mi mejor amiga.

El pasillo de la iglesia parecía muy largo, demasiado largo.

Y me apretaba la tiara de pedrería de setencientos dólares que llevaba en mi cabeza. Y cómo me dolían los pies, por dios.

Vi a Mike de pie al final de pasillo. Parecía relajado y feliz, el condenado. Bueno, supongo que no tener que caminar por toda un pasillo de una iglesia frente al altar y decorada con una alfombra roja, a lo súper modelo de Victoria Secret, embutida en un horroroso vestido sirena y subida a unos Christian Louboutin de diez centímetros, hacía mucho.

También hacía calor, condenado calor, ¿no se supone que en Inglaterra hace frío?

— ¿Bella, te encuentras bien? — Angela me miraba con el ceño fruncido, con un precioso ramo de flores mucho mayor en tamaño que el mío.

— Uhmmmmmm…claro. — Era lo único que pude decir, mientras intentaba en vano secar el sudor de mi escote delicadamente con un pañuelo que llevaba escondido en mis pechos.

Menos mal que era ella la que se casaba y no yo. Llevaba un precioso vestido de novia de Vera Wang, era el vestido que cualquier novia desearía, el de una absoluta princesa. Parecía tan calmada, perfectamente maquillada y sin el más leve tambaleo a pesar de que sus zapatos le sacaban cinco centímetros a los míos.

Rápidamente el organizador de bodas que estaba a nuestro lado mientras esperábamos en el recibidor antes de entrar a la iglesia que en realidad no era otra cosa que el salón de fiesta del mismísimo Wollaton Hall, una mansión renacentista en pleno corazón de Nottingham, nos indicó que nos pusiéramos en fila.

Era el momento, los primeros acordes de un soberbio piano sonaron dentro del salón y las puertas se abrieron.

Unos trescientos invitados se giraron mirándonos a las damas de honor. Avancé con sumo cuidado de no matarme en esos zapatos de mil trescientos dólares que llevaba, sonreí levemente a mi madre y su nuevo novio, los cuales me miraban sonrientes y mi madre me indicaba que me pusiera más recta. Me concentré en mirar a mi prometido, esos ojos azules, profundos como el mar y esa barba sin afeitar de dos días. Iba tan sobrio y elegante con ese pelo engominado rubio hacía atrás y su smoking en negro… incluso con toda esa vestimenta seguía teniendo cierto toque aniñado.

Unas nauseas me entraron de repente al pensar, que dentro de unos meses, posiblemente fuera yo la novia, y mis damas de honor estuvieran ahora mismo donde estoy yo, mi ramillete temblaba débilmente en mi mano, por algún extraño motivo eso me ponía muy nerviosa.

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— ¡Soy una mujer casada! ¡No me lo puedo creer! — Mi mejor amiga sonreía con pequeñas lágrimas de emoción contenida. Todas las damas de honor nos habíamos colocado a su alrededor, en uno de los tantos jardines de la mansión al lado de una fuente. Las poses eran de lo más naturales, no en vano llevábamos practicando este día desde que supimos que estábamos en la pubertad. — ¿Puedes creerlo Bella?

— Ya puedes ir preparándote, en breves Mike y yo seremos los siguientes. — Sonreí ante la cámara abrazando a mi mejor amiga. — Entonces serás tú la que deba ponerse este vestido horrendo.

— ¿Habéis hablado ya de la fecha de la boda? —Preguntó mi amiga recolocándose su escote mientras las demás damas de honor le colocaban la cola de tal forma que no lo pisaran.

— La verdad aún no…es demasiado pronto. — Su rostro dibujo una mueca de reprobación. — Desde que a Mike lo ascendieron…no hemos tenido tiempo de hablar sobre ello, ya sabes…

— Han pasado ya nueve meses. ¿Aún sigues pensando en casarte?

Me giré, esta vez mirando a mi amiga, la cual lucía un poco pálida. Le acomodé un mechón negro que escapaba de su precioso moño.

— Pues claro, tontita.

Ella suspiró mirando al ramo.

— Si lo sé, hace siglos que no hablamos debido a los dichosos preparativos de la boda.

— No hay nada que contar Angela, tranquila — Le aseguré, cogiéndola de la mano, apretándosela suavemente. — Soy muy feliz.

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Después de los platos principales y antes de que empezarán a servir los postres, decidí escabullirme a cambiarme, para poder bailar más cómoda.

Subí a la habitación con pequeños gemidos de reprobación, esos zapatos nuevos me estaban matando, me sujete la melena rubia con una mano mientras con mi otra mano me daba aire en el cuello.

Debían de tener la calefacción encendida porque si no, no lo entendía.

Una vez cerrado con llave la habitación, me dediqué a darle un vistazo por encima al caos que eran mis pertenencias.

Ropa, maquillaje, plancha del pelo…todo tirado por cualquier lado sin cuidado. Algunas revistas, mi netbook y mi iPod estaban tirados en la cama, al lado de la enorme maleta de Mike abierta. Todo estaba perfectamente ordenado, en bolsitas separadoras. Típico de él.

Un amante del control con una loca de la desorganización.

El Ying y el Yang.

« Soy feliz » pensé dejándome caer sobre un precioso sofá antiguo, echándole un vistazo a mi móvil táctil recién adquirido.

Estaba frente a un espejo el cual me devolvía una imagen para nada desagradable.

Tenía el pelo largo y de un color rubio caramelo, unos ojos chocolates que según decían era como un libro abierto, grandes y brillantes al igual que mis pestañas y aunque no tenía demasiadas curvas al menos no estaba plana. Además tenía a Mike, un novio banquero, guapo y triunfador. Era acorde a mí, completamente.

Yo siempre había sido una niña rica americana, que se había mudado a los diez años a Londres debido al divorcio de mis padres, no tenía mucha paciencia y a veces me emborrachaba de más, pero una excelente secretaria, era la secretaria personal de mi prometido desde hacía casi dos años.

Con Mike llevábamos juntos desde los trece años, ya eran diez años de eso.

« Angela llevaba con su novio desde los dieciséis y ya está casada. » Mi vocecilla interior, como no.

Miré mi anillo de compromiso. El clásico solitario, con su pedrusco en el medio. Era exageradamente grande, odiaba las horteradas y Mike lo sabía. Pero tampoco era como para hacerle ascos a un anillo de compromiso, ¿o sí?

De eso, parecía una eternidad y solo habían pasado nueve meses. ¿Mike se echaría para atrás ahora? ¿Querría seguir con la idea de casarnos? ¿Y yo?

« No seas ridícula, Isabella. » Pensé ante mi confuso reflejo del espejo.

Me levanté dispuesta a cambiarme, me bajé de los rascacielos que tenía por zapatos y me puse a buscar aquellas cómodas sandalias que tenía en mi bolso…

Oh mierda.

Luego de buscar sin éxito aparente en toda la habitación, recordé que los había llevado de camino a la boda, debían estar en el coche de mi prometido. Miré por la ventana al imponente cielo que se alzaba oscuro y frío que amenazaba con llover.

Tomé las segundas llaves del coche, y bajé, zapatos en mano en busca de mis cómodas sandalias.

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Descalza y caminando de puntillas para no clavarme la gravilla en mis pies bajé hasta la fiesta y conseguí salir sin toparme con ninguna charla de pura cortesía.

Una vez en el césped perfectamente cortado y mojado por culpa del frío que comenzaba a hacer a esas alturas de la noche, caminé entre las luces suaves puestas iluminando el camino hacia el aparcamiento improvisado a pocos metros de unas de las entradas que daba a las habitaciones.

A lo lejos podía ver el coche de Mike, un Ranger Rover blanco.

Una enorme máquina que según Angela lo había interpretado como que Mike, ya estaba listo para dar el paso a "ahora somos tres ". Mientras que para mí suponía que nunca me dejaría conducir ese coche.

Pude notar las luces interiores encendidas, extrañada me acerqué al coche en sumo silencio. Decir, que sin tacones, me sentía mucho más pequeña de lo que ya era, al lado de ese coche, era pulgarcita. La curiosidad me pudo, se escuchaban como susurros dentro del coche y sin pensármelo mucho, abrí la puerta trasera con más fuerza de la necesaria.

Dentro, había dos personas a las cuales acaba de interrumpir una buena dosis de sexo en los asientos traseros.

Y una de las dos personas era mi flamante prometido, Mike Newton.

— Isabella — balbuceó, mirándome sin dar crédito, estaba con el rostro enrojecido y lleno de labial en su cuello.

Me llevó un momento percatarme en la mujer desnuda que estaba encima de él, con unas braguitas sexys de encaje como único atuendo. Era de pelo castaño claro, de ojos claros, bastante voluptuosa para mi gusto y con un suave bronceado. No me sonaba familiar ni la había visto entre las amigas de Angela.

Estaba mirándome con todo su rímel corrido y su vestido en la parte de delante, en MI asiento donde horas antes iba cantando feliz de la vida.

— He venido a buscar mis sandalias con pedrería — no sabía que decir, estaba aún en shock ante lo ocurrido. Retrocedí cuando mi prometido salió del coche, aún en bóxer con una prominente erección, pude ver su intento patético por tapar su mancha de líquido pre seminal.

— Bella — Él se estaba empezando a colocar la camisa ahora arrugada.

Yo miraba por encima de él, como la castaña se había puesto por encima su vestido y ahora intentaba recomponer su estropeado maquillaje a las prisas. Mi prometido se colocó delante, intentando… ¿protegerla?

— Isabella… ¿Qué haces aquí?

— Mis…sandalias…están dentro, me las saqué cuando llegamos. Siguen en el coche…aún.

El me miró con cara de sorpresa, miró mis zapatos de tacón de diez centímetros que empuñaba hacia él, de manera inconsciente y luego miró al coche.

Una vez que se recompuso de la sorpresa, muy despacio se giró, como si yo fuese un animal asustado que pudiese atacar ante el mínimo movimiento amenazador y buscó las sandalias que estaban en el asiento trasero, debajo de mi asiento.

Una vez en mis manos, hice un movimiento de cabeza como agradecimiento y me dediqué a mirarlas.

Eran unas sandalias que tenían una cinta de cuero negro que separaba mi dedo gordo del resto del pie, se unía a otra cinta que se anudaba alrededor de mi tobillo y luego dos cintas por los lados las ataban a la suela de la sandalia. Pero lo que llamaba la atención era la cantidad de piedras preciosas que la adornaban, sin duda me había enamorado de ellas por eso. Brillaban por si solas, pero aquella noche, todo su brillo se había quedado horas atrás, en Northampton.

— ¿Qué haces aquí? — Me puse mis sandalias apoyándome contra la puerta abierta, mientras me sorprendía de mis buenos modales ante tal situación.

— Isabella… — él hizo ademán de acercarse a mí.

— ¡No me toques maldito! ¿Y quién coño es esa? — Apunté con mi zapato hacia la chica, la cual desvió la mirada hacia otro lado, atrapada dentro del coche. Mi prometido estaba echando un polvo en el coche donde se suponían que irían nuestros futuros bebes en la boda de nuestros mejores amigos. No iba a llorar delante de él, el cual estaba tirando diez años de relación por un polvo en un aparcamiento.

— Ella..ella..es Jessica.. —la miró por unos segundos, en los que pude ver como una sonrisa sincera de esas que yo ya no recordaba, se dibujaba en su rostro al verla. Mi corazón dolió en ese mismo segundo. — Llevamos jugando al tenis…y…

— ¿Esto le llamas tú a jugar al tenis Mike? Maldita sea, ¿no has estado jugando con Eric, verdad? — No sabía si pegarle a él, abofetear a la zorra, gritar o salir de allí corriendo, fingir que nada pasó.

— No.

— Y tampoco has estado trabajando hasta tarde. —Miré hacia el cielo, a lo lejos una tormenta comenzaba a formarse, todo encajaba, maldita sea. — ¿Lo sabe Eric?

—Tampoco. —Respondió él hundiendo sus hombros en símbolo de aceptación contestando mi primera pregunta. Cuchillos atravesaron mi pecho. — Y bueno, él si lo sabe… a medias…

— ¿Quién más lo sabe? ¿Lo sabe Angela?

— Yo… esto…nosotros… —comenzó a balbucear intentando encontrar las palabras para no hacerme daño, lo conocía tan bien.

— ¡Quién mierda lo sabe! ¡Suéltalo de una jodida vez!

— ¡Sí! Quiero decir…bueno, ellos jugaban dobles con nosotros…pero, no estoy seguro.

Ella lo sabía y al preguntarme si era feliz me estaba preguntando para averiguar si yo lo sabía.

Apreté mis labios intentando no vomitar, todo el champagne amenazaba con salir a los pies de no ya tan prometido. Apreté mis zapatos más fuertes, girándome de nuevo hacia la mansión, ignorando los gritos patéticos de Mike, el cual se apresuraba a vestirse.

No sé en qué momento mis sandalias comenzaron a correr.

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Entré a nuestra habitación, cerrándola con llave, comencé a hacer mi equipaje como loca, recogiendo todas mis cosas, menos mal que solo iba para dos días, en menos de cinco minutos tenía todo listo. Tocaron mi puerta y abrí dándole mi bolso a un botones que me miraba confundido, le pedí tenerme listo un coche en la entrada para llevarme al pueblo más cercano donde hubiera un aeropuerto. Dispuesta a pagarle hasta quinientas libras al primer chofer desocupado a esas horas.

Mi reflejo ahora me devolvía a una mujer, la cual tenía todo su vestido manchado en la parte baja, en algún momento al correr se me había hecho un tajo y mis suaves hondas ahora estaban aplastadas debido a la fina lluvia que había caído mientras volvía a la mansión. Mis ojos no reflejaban emoción alguna, con ese último recuerdo, bajé las escaleras hacia la fiesta.

Allí estaban, nuestros mejores amigos, esperando a que el DJ anunciara su primer baile cuando Angela me vio, allí parada, con mi vestido de sirena manchado de barro en las puntas, mi pelo hecho una mierda y temblando.

— Bella… — dijo cuándo me detuve enfrente de ellos abriéndome paso entre las damas de honor un poco bebidas.

— ¿Por qué no me lo dijiste? —grité sin preocuparme ya en estropearle su boda. Mi mundo se había caído en menos de quince minutos.

— Isabella…mejor vayamos a un sitio más privado por favor… —Eric puso una mano en mi antebrazo, sentí que mi piel se quemaba. Rápidamente lo aparté de un manotazo rasgando la piel de su mano con mi tacón.

— Basta de decir mi puto nombre como si eso fuera a calmarme ¡Acabo de pillar a Mike teniendo sexo en el coche con vuestra amiga del tenis!

Trescientos invitados me miraron y luego a Mike el cual acaba de entrar con aún pintalabios en su cuello y mejillas. Daba pena con los pantalones manchados por el barro, descalzo y la camiseta toda arrugada.

—Isabella… —gimoteó Angela — intenté decírtelo, yo…yo pensé que ya debías saberlo, en tu interior…debías…

— ¿Y en qué momento lo pensaste? ¿Cuándo te dije que iba a casarme con Mike aún? ¿Cuándo no te dije que mi prometido era un cabrón infiel? ¿O cuando empezasteis a jugar al tenis con él y su zorrita?

Angela estalló en lágrimas saliendo del salón, pero mientras salía se topó con que traían la tarta nupcial y no pudo evitar chocar con ella, tirándola al suelo y manchándose ella de paso. Eric pasó a mi lado corriendo a ayudarla, mientras Mike intentaba ir hacía mí nuevamente.

Por el rabillo del ojo vi a mi madre acercándose hacia mí con una expresión para nada amigable.

Rápidamente salí por una de las puertas traseras, corriendo hacia la entrada, un flamante Roll Royce me esperaba con la puerta abierta. Cortesía de Eric para llevar a los invitados al aeropuerto, había alquilado como cien de esos coches.

No dudé, ni por un momento y me subí, rasgando aún más mi vestido, cerré la puerta y miré al conductor, al lado mío estaban mis pertenencias. Me permití volver a respirar por unos segundos.

— ¿A dónde la llevo señorita? — Agradecí silenciosamente que no preguntara por mis pintas y mucho menos como había corrido como una loca hasta la entrada.

— No lo sé… solo quiero ir casa… — Mis lágrimas ahora ya no podían seguir aguantándose y comenzaron a salir a mares.

— Al aeropuerto estaría bien…en principio, ¿qué me dice?

Asentí en silencio con un nudo en la garganta.

Mientras el coche arrancaba, mis ojos veían como rápidamente se perdía en la oscuridad la mansión y sus campos verdes. Quería ir a casa, aunque ya no sabía si mi casa seguía estando en Londres.

Todo parecía ahora tan falso…

Necesitaba ir a mi hogar de verdad.

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Sus pasos resonaban a lo largo del pasillo mientras se cruzaba con su personal, los cuales le saludaban amablemente. Sus gafas ocultaban parte de su rostro dejando solo a la vista su enigmática sonrisa torcida.

Dejó una bolsa de deporte marca Nike encima de la mesa de su secretaria sin miramientos, mientras miraba su móvil táctil camino a su oficina.

—Tanya, lleva la bolsa a la lavandería, anula mi citas, dile a Brandon que me recoja a las siete para ir a la fiesta de las hermanas Olsen y que me busque a las ocho y media, que me lleve al restaurante de la quinta avenida, donde tengo una cena de negocios con Adidas...y... ¿DONDE ESTA MI JODIDO CAFÉ? — Dijo extendiendo su mano sin tan siquiera mirar a la rubia.

La mujer se apresuró a dárselo mientras trataba de memorizarlo todo.
El joven se dirigió a su escritorio donde se acomodó en su silla de cuero y por fin se quitó sus gafas de sol.
Sus ojos color verdes miraron a la chica que se había quedado congelada con aquellos ojos tan eróticos, el joven la ignoro y encendió su ordenador.

— Pero…tiene una junta a las diez y a las once una reunión sobre la portada del próximo número…

— Anúlalas. — Dijo el dándose la vuelta y mirando por el amplio ventanal de su oficina

— Pero...

— He dicho que las anules, vamos a follar toda la mañana nena. Y por cierto...este café da asco...tráeme unos cigarro. Rayos...necesito otra asistente Tanya...tu no sirves para esto.

La joven se quedó allí quieta, su jefe, la había vuelto a mojar con tan solo una frase, maldito cabrón… ALTO, ¿la iba a despedir?

— Por eso he decidido ascenderte a mi secretaria, así solo te ocuparas de lo más difícil.

Cuando se refería a lo "más difícil" se refería a las llamadas...organizar cenas, mirar su agenda…y un largo y aburrido etc.

Se habían acabado los pases VIP, las cenas, los desfiles, ¿las after parties?

— Necesito una nueva asistente personal.


Como siempre, no puedo ser menos si no dedico mi nueva historia a aquella personita que via MP me ha estado jodiendo y jodiendo para que suba esta historia adaptada al mundo Bella/ Edward.

También a Sissy, una de mis reviews en Imprimandome de ti que me pidió Lemmon, y lo tendrás en el segundo capítulo.

Y bueno, a todos, a los que me leen de siempre y a los que recién están comenzando a leearme, gracias.

Contadme en las reviews, opiniones, que os ha parecido, si quereis que esto siga... las actualizaciones depende en parte de vosotros, sois mi mayor motor para inspirarme.

POR CIERTO, en mi perfil encontrareis mi Twitter en donde subiré fotos y trocitos de lo que vaya escribiendo, para los interesados!

Hasta el próximo capi.