IV. Embarazo inesperado

—¿Y ahora qué? —preguntó Teddy, con la cara pálida y la mirada fija en ninguna parte.

—No lo sé —contestó Victoire, que tenía la misma expresión que su novio.

—¿Pero cómo ha ocurrido?

Victoire giró la cabeza lentamente, entornando los ojos.

—¿He de explicártelo?

—No, claro que no. Pero tuvimos cuidado. No me explico cómo ha podido pasar.

—En menudo lío estamos. Si apenas he acabado Hogwarts, ¿qué vamos a hacer? ¡Ay, mi madre! —exclamó, llevándose las manos a la cara, y dio un respingo— ¡Mi madre! Me va a matar... —lloriqueó y dio otro respingo, abriendo más los ojos—¡Y mi abuela!

—¿Tu abuela? ¿Y la mía qué? Ella es aún peor que la tuya.

—Mi abuela es una Weasley, ¿recuerdas? Nunca enfurezcas a una Weasley.

—La mía es una Black, ¿recuerdas? Nunca hagas enfadar a una Black.

Ambos se miraron a los ojos, temerosos.

—¡Vamos a morir! —exclamaron al unísono.

Teddy se levantó de su sitio y comenzó a pasear por la habitación, pensativo. Tenían que pensar en algo.

—A ver, no perdamos la calma —dijo, intentando tranquilizarse—. ¿Y si nos vamos lejos?

—¿Y a dónde nos vamos? —preguntó, poniendo los brazos en jarras.

—A París, por ejemplo.

—¿A París? ¿Con mi otra abuela? ¡Tú quieres morir de verdad!

—Bueno, pues... ¿a Rumanía?

—Hum... Allí está mi tío Charlie.

—Sí, le recuerdo. Era el de los dragones, ¿no?

—Sí, seguro que nos apoyaría.

—¡Qué bien me cae el tío Charlie! —exclamó emocionado.

—Sí, y podríamos criar al pequeño entre dragones —comentó sonriente.

—Sí, eso sería perfecto.

—Y que aprendiera desde pequeño a montar en uno.

—Oh, eso sería maravilloso.

De pronto, Victoire le dio un collejazo en el cuello.

—¡¿Pero tú estás tonto o qué te pasa?! ¿Cómo voy a dejar a mi hijo junto a esas bestias?

—Vale... —contestó Teddy, masajeándose la zona dolorida—. Pensemos en otra alternativa.

—Lo mejor será afrontarlo sin más y que pase lo que tenga que pasar.

—Si eso es lo que quieres...

Teddy se quedó nuevamente pensativo y miró el frasco de la prueba de embarazo. Lo cogió y se quedó observándolo unos segundos.

—Cariño, ¿de qué color dijiste que tenía que ponerse el líquido?

—Rosa, ¿por qué?

—Pues porque, o yo soy daltónico o esto es morado.

Victoire le arrebató el frasco de las manos y lo observó detenidamente. Cogió el pergamino con las instrucciones y lo leyó.

—«Si el líquido se pone rosa, es positivo, pero si se torna de otro color, es negativo». —Miró a Teddy y le abrazó, eufórica—. ¿Sabes qué quiere decir?

—Sí, que estamos salvados.

—Sí —murmuró sonriente—. Aunque... Quiero que sepas que quiero tener hijos algún día, pero ahora no es el momento.

—Yo también, pero antes mejor que haya una boda de por medio y nos evitamos morir a manos de nadie.

—Sí, eso suena bien —dijo mientras lo abrazaba y miró el frasco—. Cariño...

—¿Sí?

—Deshagámonos de las pruebas, por si acaso cambia de color.

—Sí, mejor.