Como hoy se celebra el día del amor, amistad y demás cursiladas, decidí dejarles un pequeño regalito a todos los shippers JXB que rondan por aquí.

Como siempre, si quieren más capítulos y/o fics, recuerden dejar su review.

Y aunque no haga falta, les recuerdo que los personajes NO son míos. Si fuera así el poniente se repoblaría con rubios altísimos de lindos ojos verdes y azules. ;)


Tyrion tuvo que estirarse hasta sus límites para tener una vista clara de lo que pasaba en el patio de entrenamiento. Por supuesto, no necesitaba grandes habilidades deductivas para entender quienes eran las dos únicas personas que estaban ahí, aprovechando las últimas luces del sol. Ambos rubios, altos y capaces de seguir danzando espada en mano durante toda la noche.

Los observó por largo rato, Tyrion estaba lo suficientemente lejos para escuchar lo que decían, pero no tanto como para ser incapaz de analizar las expresiones de sus rostros.

Ambos se dedicaron algunas palabras al terminar el entrenamiento, aún con las mejillas sonrosadas por el ejercicio, sonrientes como si hubieran olvidado que seguramente ésa era la última vez que tendrían la oportunidad de estar juntos.

A la mañana siguiente Brienne partiría definitivamente rumbo a Evenfall para estar a lado de su padre gravemente enfermo y encargarse de llevar a termino la reconstrucción de Tarth, misma que la deteriorada salud de Lord Selwyn había dejado inconclusa.

Durante meses se había considerado la posibilidad de un punto de vigía al norte del muro para evitar las bajas que la guardia de la noche seguía sufriendo con los caminantes que aún quedaban. Lo extremo del clima, aunado al resto de los peligros ya conocidos hacía de esa una misión suicida que jamás se había tomado en serio. Aquella tarde la reina había solicitado la presencia de Tyrion para informarle que su hermano, Ser Jaime Lannister, se había ofrecido como voluntario para emprender esa misión con un grupo de condenados a muerte que preferían jugarse la suerte en el norte que enfrentarse a la certeza de la horca. Lo único que había pedido a cambio es que el asunto se mantuviera en secreto hasta después de la marcha de Lady Brienne.

En lo fundamental, Jaime seguía siendo el idiota sentimental de siempre, dispuesto a las cosas más estúpidas en nombre del amor. Por lo menos ahora —pensó Tyrion— sus sacrificios tenían un fin mucho más altruista.

Como si repentinamente la pareja hubiera cobrado conciencia de su inminente separación, sus rostros se ensombrecieron e instintivamente se acercaron uno al otro hasta quedar a un paso de distancia.

Jaime habló primero, pero evitando cuidadosamente mirar a su compañera a los ojos. Ella asintió un par de veces tratando de sonreír. Cuando fue su turno de hablar fue breve, parecía sufrir con cada palabra salida de sus labios y en un momento pretextó distraerse por un sonido a su espalda para poder limpiar de su rostro un par de lágrimas con disimulo.

Finalmente se miraron a los ojos apenas por un instante, Jaime se acercó a ella con timidez, casi con miedo le rozó los labios. Fue un gesto más propio de un crío de seis años que de un hombre adulto; tan inocente y dulce que no merecía siquiera llamarse beso. Después, con algo más de confianza, besó la mejilla mutilada de Brienne antes de separarse un poco de ella, tomar finalmente su mano y besarla con delicadeza.

Aun a la distancia era obvio que ella temblaba mientras él se inclinaba ante ella como una cortesía final. Una sola palabra salió de la boca de la Doncella de Tarth antes de girar y alejarse a toda prisa.

Tyrion no necesitó ser un genio para entender lo definitivo y amargo de esa última palabra: Adiós.

Jaime Lannister permaneció inmóvil, con la vista fija en el punto por el que ella había desaparecido. Por toda compañía le quedaba una capa blanca, y un muñón como único testigo del honor que finalmente acompañaba a su nombre.

Cansado, Tyrion pensó en dirigirse a sus habitaciones. Necesitaba un trago para olvidar el melodrama que acababa de presenciar y que no era de su incumbencia. Necesitaba un trago para recordar que a pesar de haber perdonado a Jaime le seguía guardando rencor porque el veneno de la memoria de Tisha lo había contaminado por demasiados años. Necesitaba un trago para olvidar que no había forma de comparar lo que Tisha —a quien había conocido apenas por unos días— representó en su vida con lo que Brienne era para Jaime. Necesitaba un trago para recordar lo traicionado que se había sentido cuando su hermano le confesó su participación en la maquinación de su padre. Necesitaba un trago para olvidar que durante su infancia había conocido el cariño y la ternura gracias al trato con su hermano.

Por años había soñado con el placer de ver a Jaime tan roto y vacío como él se había sentido por Tisha. Ahora que finalmente los dioses le concedían su deseo, no encontraba satisfacción alguna en la imagen derrotada y vencida de el León de Lannister.

Quizás cuando lograra embriagarse el sentimiento se pareciera más a lo que había imaginado. Quizás entonces disfrutara de la que podía ser la última vez que viera a su hermano con vida.

Tal vez ya estando borracho como una cuba le parecería divertido que dos de los grandes héroes del norte tuvieran un final tan poco digno de canciones y leyendas: uno con el culo congelado hasta el tuétano y otra, si los dioses eran bondadosos, casada con un hombre que se limitara a humillarla y despreciarla en privado.

Empezó a recorrer el camino hacia su torre; necesitaba demasiados tragos y él era, después de todo, un hombre muy pequeño.