-Solo hasta que pase la tormenta-
Aquella carta llegó sin previo aviso. Llevaba una noticia escrita en ella. Una noticia que era como un arma de doble filo, como una moneda con sus dos caras: la buena y la mala. No era que la noticia no fuese del agrado de muchos pero en la mayoría despertó una profunda tristeza. Saber que una persona como él se iba a marchar muy lejos, a saber por cuánto tiempo, era algo horrible. Sin embargo, él iba a tener la oportunidad de luchar por un futuro brillante, un futuro con mucho dinero, propiedades y, lo más importante, haciendo lo que más le gustaba.
Sora intentó sonreír cuando se lo dijo, intentó sonar calmada, animada, contenta de que aquella notificación hubiese llegado. Procuró por todos los medios mostrarse feliz por él, porque se lo merecía. No obstante, esas buenas intenciones duraron menos que un tráiler de película, en cuanto abrió la boca no pudo decir nada positivo, porque nada le veía de positivo a aquella idea. A medida que reaccionaba peor a la noticia, el rostro de Tai también se ensombrecía, parecía desesperado, necesitado de una mano amiga que lo ayudara a decidir. Pero, ella no podía ofrecerle la ayuda que necesitaba, no iba a ser capaz de hacerlo como había hecho tantas otras veces. No podía decirle que se fuera tranquilo, que aquí todos estarían bien. El moreno bajó la mirada apesadumbrado. Aquella mañana había recibido una carta de un club de fútbol alemán, cuyos ojeadores fueron a verlo jugar durante el último campeonato. Nunca hubiese imaginado que le diesen una oportunidad de aquel calibre, ni en sus mejores sueños había imaginado que aquello iba a pasar. No obstante, en lugar de alegrarse como hubiese hecho cualquier otra persona, empezó a sentir una especie de pesadez en el pecho. La primera reacción fue ir a casa de Sora, necesitaba a alguien que le ayudase, que le orientase en la dirección correcta. Sin embargo, al ver la expresión desconcertada de Sora…
─ ¿Sora? – preguntó preocupado al ver que ella no decía absolutamente nada. Tenía la cabeza baja, el pelo anaranjado le caía sobre el rostro, ocultando sus facciones. El muchacho sintió un nudo en la garganta cuando vio una primera lágrima estrellarse contra el suelo. La chica se apresuró a secar sus ojos antes de alzar un poco la cabeza pero sin pronunciar palabra.
─ ¿Cuándo vas a marcharte? – dijo ella sin más preámbulo. ¿Para qué alargar el momento de la despedida? Mejor hacerlo del tirón y sin anestesia. Rápido.
─ ¿Solo vas a preguntarme eso? – susurró él con voz ahogada. No había pensado que Sora se lo tomaría genial, ni mucho menos. Tan solo esperaba que fuera alguien como ella, su mejor amiga, la chica de la que se había enamorado, la que le dijese lo que quería y necesitaba escuchar. Un simple y llano "no te vayas". Desde que había abierto la carta había empezado a sentirse inseguro, solo quería que alguien le dijera que quedarse allí, en su país, con su familia y sus amigos también era una buena idea. Tal vez, mejor idea incluso que la de viajar a Europa.
─ ¿Cuándo vas a marcharte? – ella repitió la cuestión. Tai hundió los hombros, metió las manos en los bolsillos de los vaqueros antes de girar la cabeza para no mirarla directamente.
─ En unos días…
─ Vale, iré a despedirte – ya no hubo más palabras entre ellos, ella le hizo un gesto para que saliera de su casa. No tenía ganas de hablar. Pensaba que eran amigos y que ante un caso así, él iba a acudir a ella para tomar una decisión pero se había dado cuenta de que era una ilusa. Ella para Tai no era más que una amiga, ¿por qué demonios tenía que consultarle sobre algo que iba a decidir de aquella manera su futuro? Había sido una tonta, estaba claro que él solo había ido a notificarle la decisión, porque ya había tomado esa decisión de antemano.
Lo acompañó a la puerta, él se quedó de pie unos segundos en el umbral, frente a frente con ella. Esbozó una sonrisa triste, Sora lo miró a los ojos unos segundos y supo a ciencia cierta que él ya había tomado una decisión y que se iba a marchar. El chico se acercó unos pasos, le puso una mano en la nuca y la utilizó para acercar el rostro de ella para darle un beso en la frente. Ella cerró los ojos, dos gruesas lágrimas le resbalaron por las mejillas.
─ Sora, yo… – iba a decirle que necesitaba quedarse un poco más con ella, quedarse para hablar o simplemente para no hacer nada pero ella negó con la cabeza. Lo empujó suavemente por el pecho hasta que él estuvo en el pasillo, ya fuera del apartamento. Tai sacudió la cabeza, desconcertado, nunca había sentido a su amiga tan distante, tan fría con él. ¿De verdad le parecía bien que se marchase? ¿Acaso lo que sentía en aquellos momentos era unilateral? Suspiró, posiblemente, lo que sentía no era correspondido y, por eso, a Sora no le importaba demasiado el hecho de que él se fuese. Eran amigos, sí. Pero nada más. Ella no tenía porqué empezar a pedirle que se quedase allí y él tampoco tenía derecho alguno a exigírselo. Probablemente, ni siquiera tenía derecho a esperarlo. Aquel razonamiento provocó que el chico esbozara una nueva sonrisa más amarga que la anterior si cabe antes de dar media vuelta y empezar a caminar lentamente por el pasillo hacia las escaleras. Sora apretó los labios con fuerza, se los mordió hasta hacerse daño y cuando lo vio desaparecer por el hueco de las escaleras se dejó caer de rodillas al suelo, apoyó las manos sobre el piso de mármol y dejó que las lágrimas cayeran. Suaves sollozos brotaron de su pecho unos segundos después.
Tai se sentó en la escalera tras bajar unos pocos escalones, apoyó la espalda en la pared, se masajeó el puente de la nariz con los dedos, le escocían los ojos. Suspiró, si Sora no le había dicho que se quedara, nadie se lo iba a decir. Escuchó algo similar a un sollozo entrecortado pero supuso que sería el hijo pequeño de los vecinos de Sora. Si se hubiera asomado de nuevo al pasillo hubiese descubierto que esos sollozos provenían de otra persona.
La pelirroja se metió en su casa unos minutos después, en cuanto consiguió calmar aquella avalancha de angustia. Fue a su habitación, se sentó junto a la ventana, apoyó la cabeza contra el cristal. Las gotas de lluvia impactaban sin cesar contra el vidrio contra el que ella estaba apoyada, chocaban con fuerza, casi con rabia. Poco después vio salir a Tai de su bloque de apartamentos, el muchacho se echó la capucha de la sudadera para cubrirse la cabeza. Sora se levantó de la silla, estuvo tentada de seguirle, retenerle y pedirle que se quedase hasta que pasase la tormenta. Pero no lo hizo, simplemente se quedó mirando como el chico estaba allí, de pie. Vio que su amigo levantaba la cabeza en dirección a su habitación, no se movió de su sitio hasta que él bajó la cabeza y se marchó.
Este es el inicio de un fic de pocos capítulos, pensaba hacerlo one – shot pero ya que tengo escrito el inicio he decidido subirlo. Está basado en la canción que le da nombre, "Solo hasta que pase la tormenta", esta canción no me pertenece, es de El Canto del Loco y Despistaos. Mencionar que los personajes tampoco son míos, solo la trama de la historia.
Un saludo a todos los que lean esto,
Takari95