Nota de autora: Ya llegó, ya está aquí... El esperado final de Cherry Popper. Pido (como siempre) una disculpa por la tardanza, pero he tenido un año muy loco de crecimiento profesional y decrecimiento personal que frenaron las ganas de escribir... Acerca de esta historia. En su lugar, empecé a escribir una historia que iba más acorde con mi estado anímico en ese momento. Todavía no decido si la publicaré o no.

Pero como lo prometido es deuda, he aquí la conclusión de esta historia. Un agradecimiento especial a las personas que siguen esto desde sus albores por allá en el año 2014 (seis años no se pasan tan rápido) y por supuesto a todas las personas que conocí gracias a este fic, algunas de las cuales me salvaron la vida en más de un sentido. Toda esta historia va dedicada a ustedes.


Capítulo XXVI: El mejor final posible


Ha pasado tiempo, ¿no? Ustedes disculparán. Fue un rato largo ya desde la última vez que he contado esta historia, pero supongo que podrán comprender lo ocupada que es mi vida entre mi carrera y Bonnie. Además, siempre se tiene más por contar cuando solo ocurren desgracias y este, afortunadamente, no es el caso.

Bien, veamos…

He estado saliendo con Bonnibel ya por más de tres años… Increíble, ¿verdad? Bonnie, la otrora homofóbica y polémica presidenta de Candy Kingdom me ha permitido soportarla por tres años ya. Ni me lo puedo creer a veces, pero entonces ella llega con una taza de café por la mañana y regreso a la realidad.

Por fortuna.

Ahora mismo la observo desde lo alto del escenario al que me han obligado a subir… No me malinterpreten; amo cualquier oportunidad que tenga para tocar y eso, pero esto es una encerrona y no puedo evitar sino sentirme estafada. Voy a tocar gratis en una boda, ni siquiera Adam Sandler llegó a eso. Pero ahora estoy aquí y puedo ver a Bonnie dándome una encantadora sonrisa socarrona que ya le borraré al rato. Volteando los ojos al cielo y sonriendo ligeramente, tomo el bajo para empezar a tocar con la banda que contrataron.

Creo que es necesario ponerles un poco en contexto: estamos en un bonito salón lleno de gente vistiendo ropa elegante y eso. Esta es una boda y afortunadamente no es la mía. Señoras y señores, están presenciando ni más ni menos que la boda de Laurel, la Grumosa. Ella está llorando mientras abraza a Bonnie, quien solo se deja hacer y se ríe de lo horrenda que luce con las lágrimas cayéndole por el rostro, o al menos eso es lo que me imagino porque no puedo pensar en otra cosa por la cual Bonnie podría estarse riendo. Al otro lado de Grumosa se encuentra Lady, cuya atención se encuentra dividida entre su amiga y esos pequeños esbirros del diablo que tiene por hijos, los cuales andan correteando libremente por ahí mientras su padre les grita para que se vuelvan a donde está él, sin éxito. Yo ya estoy tocando y el resto de la gente se anima, no así el trío central que sigue ensimismado en su mundo, hasta que Bon voltea a verme y me da una media sonrisa y una mirada de disculpa. Me río un poco para mis adentros y muevo la cabeza en gesto desaprobatorio.

Si me hubiesen preguntado hace algunos años dónde me veía en el futuro definitivamente no me habría imaginado que estaría aquí, rodeada de esta gente, en estas circunstancias. Lo cual es prueba de que uno podría llegar a estar incluso mejor de lo que su imaginación dicta.

Pero supongo que no están aquí para leer cómo me pongo profunda y todo eso, ¿verdad? Ustedes quieren saber lo que ha pasado en estos años, yo lo sé. Han pasado tanto drama con nosotras que seguro quieren asegurarse de que no haya ocurrido algún desastre, ¿cierto?

Bien, vayamos en sentido cronológico:

Bonnie y yo finalmente formalizamos nuestra relación, tal y como ella les narró la última vez. Hombre… once años de foreplay tiene que entrar en alguna clase de récord. Debo investigarlo y pedir reconocimiento o al menos alguna clase de indemnización. El momento fue íntimo, emotivo y todas esas demás bobadas que ya leyeron de parte de ella para que no se diga que yo soy la cursi de la relación. Honestamente yo me habría puesto a saltar de la felicidad, pero jamás me permitiría a mí misma alimentarle el ego de tal forma.

Una ola de inspiración me azotó a partir de ese momento. Creo que la última vez que me sentí tan prolífica fue justo cuando Bonnie me rompió el corazón y se ensañó con él, irónicamente, por lo que ahora me pregunto si se me está resarciendo por el daño causado. Ahora no sólo escribía cuando me sentaba en el sillón o frente alguna mesa con la intención de componer algo, sino que también lo hacía en servilletas, volantes y cualquier pedazo de papel que cayera en mis manos. La verdad es que si me pusiera a publicar toda esa música, seguro que no me daría el tiempo suficiente para plasmarla toda. Mi cabeza está llena de palabras y melodías que me inundan cuando pienso en Bonnie pero no estoy con ella, porque cuando estamos juntas dejo de pensar. Vaya, he dicho antes que no quiero que se me considere la cursi de la relación y vean todo lo que estoy diciendo.

Una vez escuché a alguien decir que estar enamorado convierte en poco productivo si de un artista se trata. La razón es que sólo piensas en quien te tiene así, al contrario de alguien con el corazón roto, quien no puede pensar en algo más que no sea dolor y se ve obligado a tomar toda esa plasta de sentimientos horribles y transformarla en algo hermoso. Pero no sólo canciones totalmente desligadas entre sí salían de mi cabeza; también escribí la mayoría de Stakes bajo ese estado de euforia.

Ah sí, por fin después de tantos años pude concretar Stakes, la obra musical que tenía ideada en mi cabeza y que tenía por objetivo continuar el legado de mi madre. No mentiré, ya sabía que iba a ser una tarea titánica revivir una obra creada más de veinte años antes y no podría sentirme más orgullosa del resultado. Fue incluido en listas como "Los mejores musicales de la historia" y "Los 100 discos que debes escuchar antes de morir". Todo apuntaba a que una vez más yo estaría debajo de los reflectores cosechando los frutos de mi arduo trabajo. Al final fuimos galardonados con cinco premios Tony, incluyendo "Mejor musical" y "Mejor música original". Ah, los padres de Bonnibel lloraron al ver el estreno y Hunson me tuvo abrazada por una eternidad mientras decía lo orgulloso que estaba de mí. Creo que eso fue mejor que cualquier galardón que pudiese recibir.

Yo estaba en la cúspide profesional y me sentía casi completamente realizada… Y digo "casi" porque me habría gustado no ocultarme de la luz pública. Era difícil balancear mi vida pública con mi vida privada, pero estaba dispuesta a concederle a Bonnie el tiempo necesario.

Aunque tampoco tuve que esperar demasiado. Recuerdo que llevaba poco tiempo de haber estrenado Stakes cuando llegué a ver a Bonnie. Yo me metí enseguida y cerré de un portazo, o al menos eso traté, porque el mecanismo de la puerta me lo impidió y me quedé recobrando el aliento frente a esta.

— ¿Qué pasa? ¿Se descompuso el elevador?

—No, es… —suspiré. —Me tuve que escapar del estudio como en una mala de película de acción.

— ¿Quién era ahora? ¿Entertainment Weekly?

—Y yo qué sé. —me encogí de hombros.

—Supongo que esto significa que ya no saldremos, ¿cierto?

—O podríamos… —aventuré con esperanza en mi voz. —Ya sabes, salir como personas normales. No tiene nada de extraño ver a dos amigas cenando juntas, ¿no?

Ella me dio una de sus sonrisas ladeadas de disculpas que secretamente comenzaba a odiar. Era hermosa pero yo ya podía adivinar lo que venía a continuación.

—Creo que preferiría quedarme.

Eso era lo que siempre me decía. Yo sólo sonreí con desgano y asentí. Así pasó tantas veces que perdí la cuenta.

Yo ya comenzaba a acostumbrarme a eso: las cenas en casa, las citas a escondidas… Era hasta divertido al principio. Me recordaba a esa vez que trataba de escaparme mientras Grumosa y Lady estaban en la sala. Aun así me preguntaba si a esto me limitaría el resto de mi vida con Bonnie, a esconderme como si hubiese hecho algo malo, pero luego recordaba la situación que orilló a Bonnie a hablarme después de tantos años y me calmaba. Bonnie era la infame empresaria homofóbica que a duras penas pudo limpiar su imagen y no debía ser fácil para ella.

Sé lo que deben estar pensando: que sacrifiqué parte de mi libertad por estar con Bonnie. No lo sé, puede que tengan razón, pero después de unos meses pasó algo y me pregunto si ella no lo hizo a propósito. Cuesta pensar que fuese tan hermética para de repente tener un descuido así.

Bonnie y yo habíamos estado corriendo esa mañana y al regresar pasamos por café. Yo estaba acomodando mi vaso para ponerme el cinturón de seguridad y casi lo suelto cuando Bonnie me tomó el rostro y se me acercó.

—Sin tocar. —dije apartándole la mano con suavidad. —Puede haber algún loco escondido detrás de los arbustos.

—No creo que después de tantos meses sigan con eso.

—Te sorprenderías. —respondí justo antes de que Bonnie me plantara un beso en los labios que duró más de un segundo.

—No hay nadie.

—Eh… Eso no lo sabes. —volteé mirando alrededor. Los vehículos cercanos estaban aparcados sin nadie en su interior y me calmé, aunque ni siquiera sabía por qué estaba tan nerviosa, en primer lugar. No fui yo quien inició el contacto. Pulsé el botón para encender el motor y salí de ahí, olvidándolo un rato después. Siguió haciendo lo mismo por unas tres semanas, primero tocando mi mano con discreción y luego dándome un beso furtivo cuando estaba segura de que nadie veía.

Creo que pasó una semana o algo así desde la última vez que lo hizo. Yo salía del gimnasio con Laurel mientras me tomaba algún batido asqueroso que ella me agitó ante las narices hasta hacerme ceder. Lo estaba bebiendo y pensaba que no era tan malo como pensé cuando por el rabillo del ojo vi un puesto de revistas con un ejemplar de un tabloide al frente. Ni bien logré ver el encabezado, palidecí y en vez de llevarme el shaker a los labios me derramé el contenido sobre la cara mientras Laurel se reía de mi aparente torpeza pero yo ya no la escuchaba, me fui directa a comprar todos los ejemplares de la revista ante la mirada curiosa de la chica que atendía el lugar.

—Oye, Marce, ¿qué mierda? —me preguntó Laurel alzando una ceja mientras miraba todas esas revistas en el asiento trasero del vehículo. Luego miró mi ropa, toda sucia por el batido que me tiré encima y se rio.

—Solo mira la portada.

Laurel me miró confundida; no obstante, obedeció y aunque yo iba concentrada en el camino escuché un "¡Mierda!" y el sonido de la revista siendo hojeada.

—Marce… ¡Qué mierda! —dijo agitando la publicación y negando con la cabeza.

—Sí, lo sé.

—Pero, ¿cómo ha pasado esto? Bonnibel es tan… Bueno, tan ella… Tú sabes, tan precavida.

—Ha estado haciendo eso últimamente, ¿sabes? —dije dando girando para entrar a una calle. —Robándome un beso aquí y allá… Súper raro.

—Mmm…

— ¿Qué? —volteé a verla un segundo. Ella tenía la ceja alzada.

—No creerás que lo hizo a propósito, ¿verdad?

— ¿Quién? ¿Bonnibel? —me reí.

—Sí, Bonnibel. —me dijo usando el tono de voz que usaba cuando quería obviar algo. —La misma que insiste en llegar una hora antes cuando vamos al cine.

Yo seguía riendo ante la idea tan ridícula de que Bonnibel hubiese hecho a propósito pero sonrisa murió lentamente en mis labios al escuchar a Laurel decir eso. Me quedé callada mientras quedaba detrás de un taxi esperando a poder avanzar.

—Mierda, tienes razón.

Ella hizo un sonidito de aprobación.

— ¿Por qué haría eso?

Se encogió de hombros.

—Tal vez ya se aburrió del clóset.

— ¿Qué? No. —volteé a verla y me quedé muda por un segundo. Luego volví a fijar la vista al frente, pero el tráfico no avanzaba. —Eso no puede ser. Bonnibel ama su pequeño clóset.

— ¿Lo hace? —podía escuchar incredulidad en su tono de voz.

— ¡Sí! Lo único que ama más que su clóset es…

Me quedé callada y lo que iba a decir no llegó a salir de mis labios. Durante varios largos segundos todo lo que se podía escuchar era el suave ronroneo del motor.

—Mira, igual y no conozco a Bonnibel tanto como tú. —dijo antes de darle un sorbito a su café. —Pero sí llevo más tiempo conociéndola.

—Yo… —tomé aire pero no encontré nada más qué decir y exhalé.

Manejé en silencio y pensé que hasta ahí quedaría el tema, pero Laurel volvió a hablar.

—Ella te ama. Lo sabes, ¿no?

Volteé a verla y de inmediato fijé la vista al frente otra vez. Era extraño que Laurel, una de las amigas más cercanas de Bonnibel, me hablara de los sentimientos de esta.

Resopló y por el rabillo del ojo vi que sonreía.

— ¿Qué? —pregunté. Empezaba a ponerme de mal humor. Estaba acostumbrada a que Laurel se comportara como la chiquilla que sabe un secreto que tú no, pero no era el mejor momento.

—De verdad lo hace, Marceline.

—Sí… Yo… —pero no sabía qué más decir.

—Tú no quieres tener una vida secreta para siempre, ¿verdad? —preguntó Laurel al notar que no lograba articular una frase entera.

—No. —me reí con pesadumbre. —Glob, no… ¿quién demonios querría eso?

—Bonnie.

Suspiré. No sabía cómo contestar a una verdad tan afilada como un cuchillo.

—Sí, bueno… Yo ya sabía en qué me estaba metiendo desde un inicio.

— ¿Te importa?

—Un poco. —admití, muy a mi pesar. —Quiero decir… Bonnie me hace feliz, ¿sabes? Pero es algo agotador mirar por el hombro una y otra vez, o cuidar cada palabra que dices.

Laurel comenzó a reírse y en vez de molestarme, alcé una ceja con genuina curiosidad.

— ¿Qué? Cuéntame el chiste para que yo también pueda reírme.

—No, es que… —tuvo otro ataque de risa. —Por alguna razón recordé esa escena en X-Men…

X-Men, ¿eh? No te tomé por una nerd…

— ¡Déjame hablar! Estaba recordando esa escena en que Magneto le dice a Mystique que gasta demasiada energía, concentración o lo que sea en tomar una apariencia "normal".

Abrí los ojos con sorpresa.

—Sí… Algo así. Creo que así me siento. —me reí yo también. —Quién diría que mi vida amorosa se puede comparar a una película de superhéroes.

—No creo que a Bonnie le guste vivir así tampoco. —dijo Laurel en cuanto recobró la seriedad, con expresión meditabunda.

— ¿De verdad? ¿Ya te olvidaste del circo, maroma y teatro que armó para ocultarle la verdad a todos los que la rodeaban?

—No, no lo olvido y por eso pienso que no le gustaría repetir sus payasadas. Fue estresante para ella aunque divertidísimo para mí.

— ¡Sí, claro! —le respondí sarcástica. —Me río por horas pensando en esa vez que me delataste cuando trataba de escapar mientras ustedes hablaban con Bonnie.

—Oye, fue divertido.

—Supongo que lo fue, y solo lo digo porque ya quedó en el pasado.

Podía sentir la mirada fija de Laurel sobre mí. Era profunda e intimidante igual que ella, pero además de eso podía sentir cierta gentileza que reservaba para unas pocas personas, incluyéndome.

—Estás asustada, ¿verdad?

—Cagada de miedo. —respondí suspirando.

—Relájate. —Laurel se estiró para coger una de las revistas que estaban desparramadas por todo el asiento trasero. —Bonnie no es tan idiota para dejarte por una nimiedad como esta… Se ha portado como imbécil pero no lo es.

Acababa de detener el automóvil y abrí la puerta trasera para sacar todas las revistas.

—Ayúdame a llevar esto arriba, ¿quieres?


Resultó que Bonnie no estaba histérica ni era presa de la desesperación. De hecho, apenas si volteó a ver la revista y actuaba con indiferencia hacia el tema. Todo parecía transcurrir con normalidad para nosotras y cada vez la notaba más suelta y relajada, incluso cuando lograba localizar el lente indiscreto de algún fotógrafo.

—No es tan malo, en realidad. —me respondió encogiéndose de hombros cuando le pregunté si no le molestaba. Luego volteó a ver por la ventana del apartamento con expresión ausente. —Me sentía peor cuando tenía que hacer malabares entre mi vida y… Esto.

—Tú sabías que esto pasaría, ¿verdad?

Dejó salir una risa desenfadada. No importaba cuánto tiempo pasase, mi corazón seguía llenándose de amor y alegría cada que le escuchaba reír.

—Claro que sabía, Marcy. Siempre supe que mis acciones tan estúpidas me traerían consecuencias, así como siempre supe que no me iba a poder pasar la vida ocultándome y peor aún, obligándote a ocultarte conmigo. —Me tomó la mano y la acarició con el pulgar mientras seguía hablando. —Esa no eres tú.

Se recostó levemente, apoyando su cabeza en mi hombro sin dejar de acariciar mi mano.

—Solía tener envidia de ti, ¿sabes?

— ¿Ah sí? —pregunté con genuino interés.

—Eras tan… libre, tan determinada. —volteó a verme y no vi nada más que adoración en sus ojos. —Tenías todo tan definido. Yo no podría ser así ni volviendo a nacer.

—No tienes que…

—No, pero se siente bien. —me dio un pequeño un beso en los labios. —No diré que ha sido fácil, pero siento que puedo hacer cualquier cosa si estás conmigo.

Le sonreí y ella se reía mientras intentaba besarle el cuello.

— ¿Por qué tienes que hacer todo tan complicado? Mira que dejar que nos tomaran fotos para una revista de chismes…

—No, eso no fue a propósito. Supongo que no se podía evitar, yo sólo quería un poco de libertad y visibilidad.

—Sí, olvidé que todo se complica por sí solo y sin esfuerzo cuando se trata de ti.

— ¿No es más divertido así?

— ¿Quién eres? —pregunté fingiendo estar estupefacta.

— ¿Quién eres tú? —rebatió ella. En todo el rato no había dejado de reírse. — ¿Cuándo te volviste tan asustadiza? Ya quita ese ceño fruncido, te saldrá una arruga y dejarás de gustarme. —dijo masajeándome el entrecejo con el pulgar.

—El compromiso me ha cambiado.

— ¿Ah, sí? —me echó los brazos alrededor del cuello y me besó despacio. —A mí también.

No es difícil adivinar qué pasó después: alguien consiguió tomar una foto nítida después de varios intentos y no quedó duda de que era Bonnibel Prince, la infame CEO de Candy Kingdom la que se besaba con la adorada Marceline Abadeer. Tras meses de especulación, el misterio por fin había sido resuelto: la carismática compositora e intérprete sí tenía una relación sentimental con la que fuese una de las figuras públicas más repudiadas por la comunidad LGBT+ en los últimos años. No hace falta describir el circo mediático que se desató.

—Es igual, la gente ya me odiaba por homofóbica. —comentó una mañana mientras se bebía su café y deslizaba el dedo por la pantalla de su tableta. —Ahora me odian por ser tu novia.

—Eso te pasa por tener una novia tan talentosa y encantadora. —dije moviendo las cejas de forma sugerente al tiempo que le daba una mordida a mi pan tostado.

—Ajá, y tan modesta también.

Por mi parte, creo que era quien más estaba disfrutando de todo. Al principio sentía un dejo de culpa, pero los memes de Bonnibel eran la mejor parte de mi día y las siguientes entrevistas que tuve después básicamente trataron de ella.

—Debería enojarme porque ahora los medios creen que tú eres lo más interesante acerca de mí.

— ¡Y yo debería enojarme por esa actitud tan ridícula que tienes! ¿Quieres dejar de sonreír de esa manera cuando hablas de mí?

Y es que tenía razón: uno no podría adivinar que pasé más de una década sufriendo por el amor de esa mujer, porque mi sonrisa era la de alguien que ha logrado comerse el pastel que se enfriaba junto a la ventana sin ser descubierto. Mi siguiente portada para una revista gay contenía un artículo titulado "Cómo enamorarse de una 'heterosexual' y no morir en el intento (y de paso quedarse con ella)".

Así que ahora estoy aquí, a dos años y con el furor del tema ya bien disipado. La gente ya parecía haberse acostumbrado a que Bonnie llegó para quedarse. Se le veía más relajada y rejuvenecida que nunca, y me gusta pensar que yo soy parte importante de esto, así como ella me hacía lucir así a mí.

—Hey… ¡HEY! ¡Su atención por favor! —habló Laurel por el micrófono después de carraspear.

"¿Por qué me interrumpes?", le pregunté con los labios y ella solo hizo un gesto para ignorarme. Suspiré e hice una seña para que la banda dejase de tocar.

—Es hora de aventar el ramo, así que… ¡ya saben lo que significa! ¡Sí, Marceline, tú también!

Dejé caer los hombros y no me atreví a discutir. Bonnie y Lord me arrancarían la cabeza si se me ocurre hacer enojar a Laurel en su boda.

Me acomodé al lado de Bonnie y puse cara de aburrimiento, pero por dentro estaba nerviosa porque ella estaba radiante, con una sonrisa que le había visto pocas veces y sabía que era por la boda. Para ser una persona tan fría y pragmática, se emocionaba muchísimo cada que íbamos a una, sobre todo cuando llegaba la hora de aventar el ramo. Nunca había tenido la suerte de atraparlo, pero sus ojos siempre brillaban y a mí me causaba un poco de miedo pensar en lo enojada que estaría si no lograba atraparlo.

—Marceline, quita esa cara. Es una boda, no un funeral.

—Bueno, entonces tú quita esa cara de loca. Me das miedo.

—No seas dramática.

— ¡No lo soy! Alguien podría ser lastimado si interfiere entre tú y tu precioso ramo.

—Tengo derecho a ilusionarme, ¿no? ¡Mira qué boda tan hermosa! Laurel y Johnnie se ven tan enamorados…

— ¿Es eso una indirecta?

Al fondo se escuchaba la voz de Laurel por encima del grupo de mujeres delante de nosotras que gritaba con emoción cada vez que esta hacía ademán de arrojar el ramo hacia atrás por fin.

— ¿Indirecta? ¿De qué? —me preguntó genuinamente extrañada.

—No lo sé, hace meses que hablas acerca de lo increíble que es que Johnnie y Laurel se casen a pocos meses de iniciar su relación. A veces se siente como si me lo echaras en cara. —me empecé a reír hasta que algo me golpeó la cara y solté un gritito.

— ¡Oh… por… GLOOOOOB! —gritó Grumosa mientras todos estaban en vítores. Logré quitarme lo que fuese que me hubiese caído encima, despeinándome un poco. Estaba lista para arrojar el objeto ofensor bien lejos hasta que lo miré bien.

Bonnibel también lo miraba con los ojos abiertos de par en par. Tenía el maltrecho ramo apretujado en las manos, con algunos pétalos cayéndose y con aspecto de haber visto mejores tiempos. Estábamos alternando miradas entre el ramo y nosotras hasta que Laurel llegó y nos arrastró a donde había un fotógrafo.

— ¿Por qué tienes que ser tan alta? Yo también podría atrapar el ramo si midiese lo mismo que tú… Vaya, así que te vas a casar. —murmuró Bonnibel.

—Pues tendría que ser contigo.

—No fui yo quien atrapó el ramo.

—Ay, Bonnibel, solo dile que sí y volteen hacia la maldita cámara. —murmuró Laurel entre dientes mientras ponía su mejor sonrisa de comercial y nosotras la imitábamos.

— ¿Me estás proponiendo matrimonio? —preguntó Bonnie, incapaz de contenerse por más tiempo.

—Sí porque no quiero que te enojes por no atrapar el ramo, como es tu costumbre.

—Pero qué romántica.

—Oigan, estoy muy feliz por ustedes, pero miren a la jodida cámara.

—No seas sarcástica.

—No lo soy. No sabía que podías llegar tan lejos solo por complacerme. Bueno, sí lo sabía, pero me gusta que siga siendo así.

—Me rindo. —Grumosa dejó caer los brazos a cada lado, exasperada. —Procuraré arruinar las fotografías de su boda y estaremos en paz.

— ¡Oye, tampoco estuvo tan mal! —le grité mientras se marchaba a seguir bailando. Una conga gigante se formaba con ella a la cabeza. Volteé a ver a Bonnie. —Así que te gusta ver el poder que ejerces sobre mí.

—Sí, siempre es agradable saber que no sólo soy yo la afectada. —dijo rodeándome el cuello con los brazos mientras yo le tomaba la cintura.

— ¿No estás molesta?

— ¿Por lo del ramo? Un poco, sí. Lo hiciste trizas, Marceline.

—Más bien me refería al hecho de que acabamos de comprometernos en la boda de una de tus mejores amigas después de que una vez más se te escapara el ramo.

—Ah, eso. —entornó los ojos y sonrió. — ¿Cuándo hemos hecho algo de manera tradicional?

—Creo que nunca.

—No me parece buena idea empezar ahora.

—A mí tampoco.

—Ahí tienes tu respuesta. —se puso de puntitas para darme un beso y me jaló hacia la pista. —Ahora vamos a bailar antes de que Grumosa nos reclame por robarle el protagonismo en su día.

Tenía diez años cuando Simon me regaló una edición ajada de Las Aventuras de Tom Sawyer que leí sin demasiado interés. Recuerdo que una de las líneas finales rezaba que las historias de grandes terminan con un matrimonio, y las historias de chicos terminan donde más buenamente se pueda. Creo que podríamos decir entonces que hemos tenido una buena conclusión para esta larga historia, ¿no? Una boda, un compromiso y alcohol… Cantidades industriales de alcohol.

Eso me hizo recordar…

—Oye, ¿quieres un Cherry Popper?

— ¡No!

FIN.

Finalizado el 15 de mayo de 2020 a las 00:55 (UTC -06:00)