Protocolo 1


El cielo estaba arriba. El suelo, abajo. La rotación de la Tierra era de oeste a este. Todo estaba tal cual recordaba la última vez que había abierto los ojos para constatar que, en efecto, todo estaba como debería de estar.

O casi todo.

Estaba recostado sobre la hierba en el pequeño jardín interior de aquella gran casa remodelada como una pequeña clínica. La tarde estaba ya avanzada, pero como el sol seguía brillando en el firmamento, tuvo que ponerse su sombrero de paja sobre el rostro. Y tras constatar que todo estaba como debería de estar, continuó con su siesta.

Una hora más tarde volvió a despertar para notar que todo seguía igual. La frustración del hecho terminó por apoderarse de su cuerpo; comenzó a girar y dar vueltas sobre el césped de derecha a izquierda y al revés, a lo largo y ancho del jardín.

A unos metros de distancia, mirándolo por una ventana, estaba el médico en jefe de la clínica.

-¡Law! -gritó el más joven, deteniendo su rutina giratoria sobre el césped al ver que lo observaban por la ventana. Se puso de pie de un salto y corrió hasta la ventana.

-No -dijo Law, mirándolo desde el otro lado de la ventana.

-¡EEEEEEHHH! -gritó el primero, comenzando un pequeño berrinche-. ¡Aún no he dicho nada!

-Luffy, cállate -ordenó Law-. Esto es una clínica.

-Y tú un mentiroso.

-Se llama trabajo.

-Se llama arruinar el día -se quejó Luffy, cruzándose de brazos sobre el alfeizar de la ventana al tiempo que le hacía un puchero-. ¿Ves el sol? No falta mucho para que se vaya. No es un día para estar encerrado trabajando ni tampoco para pasársela durmiendo. ¡Deberíamos salir y disfrutar de lo que queda de día!

-Estoy trabajando.

-Según yo los médicos necesitan pacientes para trabajar.

-Luffy -comenzó a decir Law, perdiendo lo poco de paciencia que tenía-, el que ya no tenga pacientes en consulta no significa que no tenga trabajo por hacer.

-Y el que yo esté aquí no significa que tengas que prestarme atención, ¿verdad?

-Sabes perfectamente qu…

-¡Dijiste que trabajarías hasta mediodía! -lo interrumpió Luffy-. M-E-D-I-O-D-Í-A.

-Lo dije ayer. Hoy las cosas cambiaron.

-¡Cambiaron porque dejaste que cambiaran! ¡Llevo aquí desde el medio día y no he visto que nada urgente pasara!

-Te la has pasado dormido.

-¡Así de aburrido ha estado! -se defendió Luffy-. No he visto ninguna emergencia ni nada grave que no pudieras atender mañana.

-Tú no decides eso.

Las últimas palabras de Law sonaron como el final de la discusión. Hacia minutos que había perdido lo poco de paciencia que le quedaba, y no tenía ni tiempo ni ganas para continuar esa estúpida conversación con un mocoso que no quería entrar en razón.

-No creas que no entiendo -dijo de pronto Luffy, muy serio y mirando fijamente a Law-. No digo que las personas que han venido a verte no sean importantes. Todas las personas son importantes. Pero importante no es igual a urgente. ¡Si hubieran sabido que atenderías hasta el mediodía entonces no habrían venido por la tarde!

-Luffy, ya basta -se quejó Law.

-¡Es que tú nunca cumples lo que dices!

-¡Suficiente! -respondió Law, alzando la voz y sin poder contenerse-. Si desperdiciaste tu día por estar aquí, eso ha sido decisión tuya. Pudiste haberte ido antes.

-¡Fuiste tú el que me dijo que te esperara!

Law ya no podía continuar con tanta estupidez. Se dio la vuelta y fue a sentarse del otro lado de su escritorio.

-¡Hey! ¡Law! -gritó Luffy-. ¡LAW!

Al no obtener respuesta, Luffy se metió en la habitación saltando por la ventana.

-¡Luffy, no puedes entrar al consultorio así!

-¡Pero tú no quieres escuchar!

-¡Aquí atiendo a los pacientes! -gritó Law.

El grito desconcertó a Luffy, que se detuvo para mirarse a sí mismo. Estaba hecho un asco. Dar vueltas y haber peinado con el cuerpo todo el césped del jardín no había sido buena idea. Entendía que no podía ensuciar el consultorio. Pero si Law no hubiera roto su promesa, ¡él no habría tenido que hacer aquello!

-¡Ha sido culpa tuya! ¡Tú no…!

-¡LARGO! -lo interrumpió Law, totalmente exasperado.

-¡AAAAARGH! -gritó Luffy, quejándose aun más alto que Law.

Luffy se dio media vuelta y salió del consultorio por donde había entrado.

Law suspiró ruidosamente y se llevó una mano a la frente cuando estuvo solo. Luffy lograba sacarlo de quicio cada vez que hablaban, que discutían. Y aquello era lo único que habían estado haciendo las últimas dos semanas. El maldito mocoso estaba insoportable.

De pronto, Law escuchó unos pasos por el pasillo que se acercaban peligrosamente a él.

-¡LAW! -gritó Luffy al abrir la puerta del consultorio con brusquedad.

-¡¿Pero qué dem…?!

Luffy se había quitado las zapatillas y la chaqueta; los llevaba bajo un brazo. Tenía el sombrero colgando en la espalda y le goteaban gotas de agua por el cabello, el rostro y las manos. Parecía que había tomado una ducha rápida sin haberse quitado toda la ropa.

-¡Ya no tienes pacientes en espera! ¡Estoy limpio y además estoy fuera del consultorio! -gritó Luffy desde la puerta.

Y con eso Law no tenía excusas para echarlo de ahí.

-¡Luffy, tú…!

-¡¿Por qué no quieres escuchar lo que te digo?! -lo interrumpió Luffy.

-¡Porque no tiene caso!

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo que no?! -respondió, indignado, Luffy-. ¡Cómo no va a tener caso si para empezar eres tú el que no…!

-¡Suficiente! -lo interrumpió Law.

-¡¿Quieres callarte un segundo?! ¡Sólo quieres botarme y nunca me escu…!

-¡Estás mojando el piso! -volvió a interrumpir Law.

-¡DEJA DE INTERRUMPIRME!

-¡Deja de gritar!

-¡AAAAARGH!

Luffy cerró la puerta del consultorio tan fuerte, que la madera rechinó con el portazo. Un segundo más tarde, Law escuchó a Luffy volver a gritar aun más alto que antes y quejarse de él (entre los gritos pudo reconocer frases como "estúpido Law" y "me cago en ti"). Le siguieron unos retumbantes sonidos de golpes contra la pared, pero después de unos segundos todo se volvió un sospechoso silencio. Pasado un rato más, la puerta se volvió a abrir.

-Ya -dijo Luffy.

-¿Terminaste con tu berrinche?

-¿Terminaste de hacerte el idiota?

-…

-Si ya no tienes trabajo, ¿por qué estamos discutiendo?

-Tengo trabajo.

-Dijiste que no tenías trabajo y que sólo atenderías hasta mediodía.

-Suficiente, Luffy. Deja eso de una vez.

-Dijiste que dejara de gritar, no que no te repitiera lo mismo.

-¡¿A qué quieres llegar?!

-¡¿Por que tú puedes gritar y yo no?!

-¡LUFFY!

-¡Porque habíamos quedado hoy! -dijo de prisa Luffy, tratando de terminar de hablar sin ser interrumpido-. Tuviste trabajo hasta tarde ayer y antes de ayer y el día anterior a ese. También trabajaste el fin de semana. Estuve esperándote tooooodos los días. ¡También el sábado y el domingo! El mes anterior sólo te vi por esa ventana. ¡Ya me sé el lugar de todas las piedras del jardín! ¡Lo único que has hecho ha sido trabajar!

-Es lo que hago -dijo Law.

-Pero aun cuando no estás trabajando te las arreglas para seguir ocupado.

-Si sabes que estoy ocupado, ¿por qué vienes?

-¡Porque si no vengo, nunca nos veríamos!

-Estás gritando.

-Porque si no vengo, nunca nos veríamos -repitió Luffy en un tono mucho más calmado.

Law se llevó otra vez la mano a la frente. No podía dar con una solución para sacarse al maldito mocoso de encima. Era increíble la manera en la que Luffy se las ingeniaba para emputarlo más incluso cuando ya lo estaba, y en un buen nivel. Era imposible razonar con él. Maldijo el puto momento en el que se metió con un jodido universitario.

-¿Qué quieres? -preguntó al fin Law.

No había manera de hacer entrar en razón a Luffy. Aquella discusión no tendría fin. Y Law no subestimaba las habilidades inhumanas de Luffy para esforzarse con tanto esmero en seguir jodiéndole la existencia durante horas hasta conseguir lo que quería.

El médico caminó hasta su escritorio y se sentó detrás de él. Echó la cabeza hacia atrás para descansar; tenía los hombros tensos y el cuello le dolía.

-Quiero salir contigo. Comer, caminar, ¡cualquier cosa! Sólo quiero estar contigo.

-Está bien -dijo con desgano.

-¡¿Es en serio?!

-Sí. Pero ahora no. Tengo cosas por hacer. Tardaré en desocuparme. Mañana…

-¡Mañana podemos salir! -dijo Luffy, completando la frase de Law-. ¡Dijiste eso ayer! ¡Dijiste eso toda la semana! ¡LLEVAS DICIENDO LO MISMO TODO EL MES!

-Luffy, ¿qué parte del "estoy ocupado" no puedes entender?

-¡Yo también lo estoy!

-¿Qué tan ocupado puedes estar? Ir a clases no es complicado.

-¡Hago otras cosas aparte de ir a clases! -se defendió Luffy-. No eres el único que tiene cosas que hacer. ¡Si salieras de esta habitación sabrías que tengo una vida allá afuera!

-¿Y por qué no estás allá afuera, entonces?

-¡Por ti!

-Por favor, Luffy -se quejó Law-. No trates de culparme. Lo haces porque quieres, no por mí.

-¡Está bien! -aceptó Luffy, resignado-. Lo hago por mí. ¡Pero también lo hago por ti! Si no yo lo hiciera, tú no harías nada.

-Crees que aguantarte los berrinches no es hacer nada.

-¡No me trates como a un niño!

-No te comportes como uno.

-¡Pero ya no sé qué hacer contigo! -explotó Luffy-. ¡Tú nunca me llamas, ni me buscas, ni nada! Si yo no viniera, tú nunca me buscarías. Entiendo que estés ocupado... ¡pero siempre lo estás! ¡Siempre soy yo el que tiene que dejar lo que esté haciendo para venir aquí! ¡Y siempre estás ocupado!

-Siempre estoy ocupado porque estoy trabajando y éste es mi trabajo. ¿Qué es lo que quieres? ¿Que me aparezca en tu universidad a joderte la vida?

Aquello no se lo esperaba Luffy. Entendía que aquella clínica era el trabajo de Law y por ello trataba de no involucrarse, pero si no lo hacía, Law no se daría por enterado de su existencia.

-A mí tampoco me hace gracia venir a tu trabajo, pero tú prácticamente vives aquí. ¿Dónde más podría buscarte? Sé que tu trabajo es importante... ¡pero mis clases también y de todas formas no estoy tan ocupado como tú!

-Son cosas diferentes.

-¡No lo son! ¡Tú te dedicas al trabajo y yo a la universidad! ¡También tengo un trabajo de medio tiempo, voy a un club y tengo amigos! ¡He dejado cosas para poder venir!

-No me importa.

-¿…Qué?

-Basta, Luffy. Si sólo vas a quejarte, vete. Si tanto te molesta el haber tenido que dejar tu vida, regresa a ella.

-¡¿En verdad no te import…?!

-¡SUFICIENTE! ¡Si vas a seguir con eso, lárgate!

-¡Law…!

-¡LARGO!

Un silencio incómodo se apoderó del consultorio. Law, aun con la cabeza tirada hacia atrás en su cómoda silla, agradecía para sus adentros el silencio. Esa estúpida discusión por fin había terminado; le había dedicado demasiado tiempo y no había servido de nada.

De haber prestado más atención, empero, se hubiese dado cuenta de que en verdad el consultorio no estaba tan silencioso. De haber querido, se hubiese dado cuenta de que debajo de ese falso silencio, Luffy estaba llorando.

-En verdad no te importa -dijo al cabo de un rato Luffy-. Nada de lo que dije te ha importado.

-Suficiente -dijo Law. Ya no gritaba ni estaba molesto: aquello era más una súplica que una orden-. Lárgate y déjame en paz.

Pasado unos segundos Law, por fin, se inclinó hacia delante sobre su silla para buscar con la mirada a Luffy, le parecía raro que éste no le hubiera contestado con alguna de sus respuestas-jode-paciencia. Luffy seguía de pie en la puerta sin moverse.

-¿Te vas? -preguntó Law.

-¡VETE AL CARAJO!

Luffy le lanzó a Law lo que llevaba en las manos. Sus zapatillas cayeron con tal fuerza sobre el escritorio, que el golpe las hizo rebotar hacia direcciones opuestas. Por otra parte, su chaqueta terminó, con una excelente puntería, pegándole de lleno en pleno rostro a Law.

Law, con la chaqueta encima y tapándole toda visibilidad, sólo llegó a escuchar cómo Luffy golpeaba con fuerza la puerta al irse y corría pasillo abajo.

-Odio a los universitarios…

Law cerró los ojos, tratando de relajarse. Realmente estaba cansado. Podía atender pacientes durante semanas sin que aquello lo afectara de alguna manera, pero discutir unos minutos con Luffy lo hacía mierda. Estaba tan cansado, tan harto de las discusiones, que luego de tener una, simplemente ya no le quedaban ganas de nada. Por ello, durante las últimas dos semanas había estado alargando tanto los encuentros como podía: si de todas maneras iban a discutir, mejor hacerlo al final del día laboral. Cosa que el berrinche de Luffy no afectaría su rutina en la clínica.

Pero como sea que hubiese ocurrido, el hecho es que ocurrió. Habían discutido y Luffy se había largado. La paz había regresado y Law por fin podría tomarse un descanso. Aunque… admitía que realmente no había tenido mucho qué hacer en la clínica ese día: el cansancio sobre sus hombros era culpa de Luffy.

Pero el mocoso ya no estaba y todo debería regresar a la normalidad.

Horas más tarde, Law despertó de su larga siesta. Se inclinó hacia delante, desperezándose, cuando la chaqueta de Luffy cayó de su rostro a sus piernas. Tardó unos segundos en acostumbrarse a la oscuridad. Hacía mucho que el sol se había ocultado y lo único que distinguía en la oscuridad era la pequeña línea de luz debajo de la puerta. ¿Cuántas horas había dormido? Buscó su celular en un bolsillo de su blanca bata y se sorprendió al ver que habían pasado casi 4 horas.

Law nunca dormía en el trabajo, ni siquiera aunque no tuviera nada que hacer (porque en teoría él siempre tenía algo que hacer). Se tomó el pulso solo por manía y para confirmar que todo estuviera normal. Se puso de pie y se acercó a una esquina de la oficina en busca del perchero. No necesitaba encender las luces: sabía dónde estaba todo. Primero colgó la chaqueta de Luffy y luego se quitó la bata para también colgarla. Recordó entonces que las zapatillas de Luffy debían estar en algún lugar, regadas por el consultorio. Maldito mocoso, se quejó en silencio. Tuvo que encender las luces para dar con el par de zapatillas y dejarlas a los pies del perchero, alineándolas simétricamente con la chaqueta. Maldijo otra vez. Le ardían los ojos. No debería hacer encendido las jodidas luces.

Antes de irse, Law tomó por última vez la chaqueta: tenía el aroma de Luffy. No quería admitir que aquel olor le gustaba. Lo seducía. Siempre, luego de tener sexo, Law esperaba a que Luffy se durmiera para abrazarlo y dormir pegado a él sintiendo su olor. Sintiéndolo a él. Aquella era la única manera en la que Law realmente podía dormir de común. La única forma en la que olvidaba el trabajo, sus asuntos pendientes, su vida. Quizás no había sido buena idea echar a Luffy. Bien pudo haber soportado su berrinche un poco más y dormir con él al final del día en vez de tener que conformarse con su aroma impregnada en la ropa.

Law dejó la chaqueta y salió del consultorio. Afuera se encontró con el resto de los chicos de la clínica, sorprendidos de verlo: juraban que hacia horas él se había ido a casa. Se habían tomado la libertad de cerrar la clínica por ello mismo, y se dedicaron a otras cosas en el entretiempo. Tras despedirse de ellos, Law regresó a casa para ducharse, comer algo y dormir, aunque ya no estaba cansado ni tenía sueño. Pero quería completar su rutina diaria para comenzar otro día.

Para sorpresa de Law, su rutina continuó el día siguiente, y el siguiente a ése. Había tenido un par de tranquilos días de trabajo, sin ninguna razón de qué quejarse. Tanta tranquilidad se hacía sospechosa.

La semana terminó y tras otro día de trabajo, se acercó al perchero para colgar su bata. Notó que la chaqueta de Luffy aun estaba allí. Y como en una revelación, encontró la explicación a tanta paz: Luffy no se había aparecido por la clínica en días. Law no recordaba con exactitud cuánto hacia que no veía a Luffy: aunque recordaba la última discusión, había olvidado la fecha exacta en que tuvo lugar. Después de todo, habían estado discutiendo todos los días durante las últimas dos semanas. Law sacó su celular y buscó entre sus mensajes el último que había recibido, un mensaje de Luffy con fecha de una semana atrás. Aquello resultaba más que raro: una semana sin Luffy dando vueltas por la clínica, ni ninguna llamada perdida o mensaje sin leer en su celular.

Aquello era raro, pero no imposible. Law regresó el celular a su bolsillo y salió del consultorio para verificar unas muestras al laboratorio de la clínica y, en general, conseguir algo de trabajo extra antes de irse. Law no tenía porqué llamarlo ni porqué preocuparse. Si algo hubiera pasado, Luffy ya lo habría llamado.

Pasó otra semana y Law seguía sin tener noticias de Luffy. No estaba preocupado, pero sí admitía, para sus adentros, que sentía curiosidad por saber qué estaba haciendo por otra parte para no dar señales de vida en su clínica. Ya había terminado con el trabajo por ese día y sus muchachos estaban cerrando la clínica. Era el momento indicado para que llegara algún visitante inesperado y se autoinvitara a entrar y joderle la paciencia.

Apenas terminó de formular el pensamiento, la puerta se abrió con brusquedad y dejó pasar a un ruidoso ser cubierto de joyas y detalles metálicos adheridos a su ropa que tintineaban con cada uno de sus excéntricos movimientos. Su cabello rojo y su maquillado rostro brillaban bajo las blancas luces de la clínica. De hecho, las luces parecían chillar al tocarlo. El sujeto en sí era un escándalo.

-Eustass -dijo Law. La forma en que pronunciaba el nombre ya parecía un insulto.

-Argh -se quejó Kid-. Este lugar es demasiado blanco. Estar aquí me enferma.

-Esa es la única razón por la que te dejo venir.

-Y eso siempre me ha intrigado. No importa la vida de mierda que lleve, desde que te conozco nunca me he enfermado. El destino no quiere que me toques.

-Yo tampoco quiero.

-¿Tengo cara de querer saber qué mierda quieres?

-No -dijo Law-. Pero igual te lo diré: quiero que te largues.

-No sé qué es peor: venir a tu clínica o el hecho de que sea tuya.

Law tenía que admitir que sí estaba a la espera de un inesperado visitante que gustaba de autoinvitarse y que amaba joderle la paciencia... pero en vista de las circunstancias había preferido medio millón de veces que fuese Luffy y no Kid. Law no se explicaba cómo carajos le hacía para estar rodeado de sujetos cuyo talento para joderle la existencia estuviera tan desarrollada. Con Kid al menos era más una cuestión de consecuencia a largo plazo: se conocían de años y tenían lo que podría llamarse una amistad de un par de décadas, o al menos algo que se asemejaba a una "amistad". Pero a Luffy apenas lo conocía un año y ya le reconocía tanto potencial jodístico como a Kid. Debía de ser talento puro en el caso de Luffy.

-¿Hay alguna razón por la cual tengamos que vernos? -preguntó Law.

-No. Sólo ignórame -contestó Kid, entrando en la oficina.

-Es lo que trato de hacer desde hace veinte años.

-Trata con más ganas.

-¿Qué buscas?

-Esto -dijo Kid, frente al perchero.

Kid sacó la chaqueta del perchero y revisó los bolsillos; en uno de ellos encontró una pequeña libreta de apuntes. Tras echarle una rápida mirada a las páginas, la cerró y volvió a meterla en el mismo bolsillo. Luego, se echó la chaqueta al hombro.

-Y, bueno, ha sido una puta desgracia el vernos esta noche -comenzó a despedirse Kid-. Esperemos no se repita en mucho tiempo.

-¿Qué haces?

-Haciendo que Luffy me deba un favor.

-¿Te ha pedido que le lleves eso? -preguntó, sorprendido, Law.

-Sí -respondió Kid, dirigiéndose a la puerta-. Y le costará muy caro.

-¿Por qué?

-¿Por qué, qué? -dijo Kid, sin entender la pregunta-. Momento…

Algo en la mente de Kid comenzó moverse. A retorcerse.

-Tú no entiendes lo que pasa -se aventuró a decir Kid luego de cavilar unos segundos.

-¿De qué hablas?

-Así que no lo sabes -dijo Kid, con una gran y reluciente sonrisa en sus maquillados labios.

Law sabía que Kid era un maldito bastardo que no desperdiciaría ninguna oportunidad para joderle lo poco de paciencia que podría haberle sobrevivido luego de veinte años de "amistad". Pero, aun así, había algo más tras esa puta sonrisa.

-Trafalgar -comenzó a decir Kid con su clásico tono arrogante-. ¿En verdad esperabas que Luffy regresara?

¿Qué mierda pasaba con esa pregunta? Law estaba desconcertado. ¿Por qué Luffy no lo haría?

Kid notó el efecto de sus palabras en la reacción de Law y no pudo evitar echarse a reír.

-Yo estoy mal -dijo Kid, aún sin poder parar de reír-, pero tú estás en la mierda. Qué tan arrogante hijo de puta puedes ser para creer que Luffy va a regresar después de que terminaras con él.

Law escuchó a Kid sin entender lo que decía. Él no había terminado con Luffy. ¡Ni siquiera se habían visto! Cómo iba a terminarlo si hacia semanas que no se hablaban.

Y entonces Law recordó la última conversación que tuvieron.

-Qué estupidez -dijo al fin.

No era posible que Luffy hubiese malinterpretado sus palabras. Ese idiota. Aquella había sido una discusión normal. Una como todas las anteriores que habían tenido. Pero… Haciendo un poco de memoria, recordó: nunca antes le había gritado que se largara, o que lo dejara en paz. Ni tampoco le había gritado que no le importaba lo que dijera. Y mucho menos que regresara a la vida que había tenido antes de conocerlo.

Law se llevó una mano al rostro mientras recordaba todas las estupideces que le había dicho a Luffy.

-Hace dos semanas Luffy se apareció en mi casa -dijo de pronto Kid, recostado contra el quicio de la puerta como si hubiese estado esperando el momento indicado para hablar-. Dijo que discutieron, que lo trataste de la mierda y que al final lo echaste. ¿Era necesario todo eso? Con terminarlo bastaba.

Kid hizo una pausa para ver si Law agregaba algo a su último comentario, pero éste no dijo nada. Parecía que Law apenas estaba dándose por enterado.

-Nunca me he metido en tus asuntos -siguió diciendo Kid-. Asuntos personales, al menos. Pero en vista de que ya no son novios, voy a advertirte algo: la siguiente vez que termines con alguien, que primero yo no sepa quién es o viceversa. Y segundo, no seas tan hijo de puta. Por lo menos deja que termine de llorar antes de echarlo a patadas.

¿Luffy estaba llorando cuando lo echó? Law no lo sabía. Law… ni siquiera lo había mirado al echarlo.

-¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?

-Hace unos días. Se apareció en mi casa preguntando por una libreta con información que necesitaba.

-¿Tu casa?

-Iba a mi casa cuando se cansaba de esperarte afuera de la clínica y tú decidías quedarte hasta quién mierda sabe qué horas trabajando. Él perdía el último tren y no tenía dónde quedarse.

Law nunca lo había sabido.

-Siempre he tenido algunas de sus cosas en mi casa. Cosas que olvidaba llevarse -se quejó el pelirrojo-. Como no quiere verte, vine yo a recoger las que dejó por acá. La verdad, yo tampoco quiero verte, así que lo entiendo.

-¿Cómo está?

-Va a estar bien -contestó Kid, despreocupado-. Ha estado jodidamente enamorado de ti para haberte aguantado todo este tiempo. Pero supongo que un año amarrado con un doctor diez años mayor que él y obsesionado con el trabajo debe ser fácil de superar a su edad. Es joven y está rodeado de gente que quiere acostarse con él. A lo mejor y ya tiene tu reemplazo.

-¡¿Qué?!

-¿Hace cuánto tiempo que no sales de esta habitación? -preguntó Kid, levantando una ceja-. Luffy es popular. Yo lo conocí mucho antes de que tuviese la mala idea de acostarse contigo. El mocoso es casi un héroe nacional.

-Vete al diablo.

-No me crees -se burló Kid-. Te pasaré luego algunas cosas para que leas y te informes,. Después de todo, no veo que vayas a moverte de aquí. Mira, Trafalgar, el que hayas terminado con Luffy por las razones por las que se te pegara la gana es tu puto problema. No estoy a favor ni en contra. Pero lo que sí te digo es que la cagaste con aquello de decirle que regresara a su vida. Su vida sin ti es la vida por la cual cualquier chico de su edad mataría.

-Cierra la puta boca.

-De nada -volvió a burlarse Kid.

-Lárgate.

-Oh, vaya. Me hechas luego de que te ayudara a enterarte de qué tan cagado estás. Luffy ni siquiera puede sentirse especial porque lo hayas echado. Tú echas a todos.

Dicho eso, Kid se fue tarareando una canción mientras que todo él tintineaba y brillaba bajo las luces de la clínica.

Law se apoyó sobre su escritorio, tratando de pensar en algo. Conocía a Kid y era tan bastardo como él, razón por la cual los dos eran capaces de aguantarse mutuamente. Pero las cosas que le había dicho sobre Luffy tenían que ser verdad. No le encontraba otra explicación a su ausencia durante esas últimas semanas. Aun así, Law quería negarse a creerlo. Admitía que se había pasado de hijo de puta con Luffy, pero tampoco le había dicho explícitamente que estaba terminando con él. Entendía que Luffy debía de estar molesto. Quizá sólo necesitaba un poco más de tiempo para notar que aquella discusión estúpida solo había sido eso: una discusión estúpida.

...Pero si Luffy en verdad pensaba que habían terminado y no quería verlo, entonces… Entonces, más tiempo sólo significaba más posibilidades de que encontrara a alguien más con quien salir.

Law golpeó con fuerza el escritorio. Y una mierda, pensó mientras sacaba el celular de su bolsillo. No quería llamarlo, pero tampoco quería pensar que todo aquello era verdad, que habían terminado y que estaba saliendo con otra persona.

Marcó el número y una grabación le informó que aquel número ya no existía.

Law dejó caer el celular de sus dedos. Si Luffy no iba a la clínica a verlo, el celular era la única manera de comunicarse con él que tenía.

Y Trafalgar Law ya no tenía ni siquiera eso.


CRÉDITOS

Créditos y agradecimientos a mi beta reader: Scyllua.