Lamento mucho haber dejado esta historia por mucho tiempo, no sé si a estas alturas alguien quiera seguir leyendo, deberás quiero pensar que sí, pero entenderé si no sucede, los fandoms cambian, los intereses cambian, pero quiero continuar como reto personal, así que dejaré aquí este capítulo nuevo.
Capítulo 4: Paciencia
Otto y Belardo inspeccionaban el bosque en busca de cualquier pista que les ayudara a encontrar a su compañero robótico. Sus pasos se veían entorpecidos constantemente por su escaso conocimiento del lugar donde se hallaban y no fue hasta que el sereno de la noche comenzó a humedecer el bosque cuando encontraron algo que les fue realmente útil en su búsqueda.
―¡Mira Brito! ¡Es el sombrero de Larry! ―exclamó Otto, observando a su compañero recoger la prenda que había señalado―. ¡Y sus huellas!
Las temblorosas manos del pelirrojo cubrieron el gesto de angustia en sus labios al descubrir las pisadas de un mamífero de gran tamaño. No había duda, eso era otra prueba de los que tanto temían, ¿si el animal había alcanzado a L-3000? Un rugido resonó a unos metros adelante; pronto tendría la respuesta que tanto le aterraba conocer.
―¡Maldición! ―expresó Belardo, corriendo a toda prisa con la esperanza de llegar a tiempo.
Debía salvar al robot. A pesar de todas sus inconformidades, las cosas de delicadito, los constantes regaños y los dramas de reina totalmente innecesarios durante las misiones, Lorenze era su compañero, su amigo y desde que el pequeño Lino se unió al equipo, comenzó a considerarlo parte de su familia.
―¡¿Qué demonios?! –dijo Brito, frenando de golpe su carrera.
El oficial observó pasmado al borde de un agujero de gran tamaño. Tan solo hubiera avanzado unos milímetros más y hubiera caído en la abertura en la Tierra que tenía preso al oso de las cavernas que esa misma noche había perseguido a Otto y su colega robótico.
―¿Crees que Larry… ―comenzó el pelirrojo, sintiendo un estremecimiento desagradable que le recorría toda la espina dorsal.
―No lo creo ―dijo el adulto, tomando entre sus manos la mitad de una lanza.
El sonido relajante del agua, estaba acompañado con pisadas ruidosas que interrumpían brevemente el curso uniforme del río cada vez que lo atravesaban sin ningún tipo de delicadeza.
―¿Se puede saber a dónde me llevas?― preguntó el robot, quien ya ni siquiera se molestaba en seguir forcejeando, y muy a su disgusto sólo recibió un gruñido como respuesta―. Lo que me faltaba otro troglodita como Belardo. ¿Al menos puedes ir más despacio? Estas mojándome las enaguas (1).
Su captor simplemente lanzó otro par de refunfuños, haciendo que Larry se cruzara de brazos en señal de frustración. Había un grave problema de comunicación y por raro que pareciera, aunque había prometido no hacerlo por el bien de Otto, prefería discutir con su oficial del tiempo en ese momento, pues aunque sus argumentos en su mayoría eran bastante flojos y escasos en brillantes al menos a él podía entenderlo.
―¡Eres tan elocuente! ― exclamó Larry con fastidio.
―¿Qué no tenías un radar para localizar a Larry en casos de contingencia?― cuestionó el pequeño.
―Yo lo dejé en la base. No creí que lo necesitaríamos― respondió Belardo y agregó sintiéndose un enorme tonto―. L tenía razón, si tan sólo le hubiera hecho caso, no nos hubiéramos metido en este lío. Él estaría con nosotros si yo no lo tratara como si fuera una chatarra a mi servicio.
¿Qué era aquello reflejaban las palabras de Brito Belardo? ¿Culpa? Sí, había culpa y también arrepentimiento, pero no era solo eso. Era algo más intenso y Otto se había dado cuenta desde hacía ya tiempo. Belardo, aunque mayormente se le pasaba peleando con Larry, en verdad lo apreciaba a "su chatarra" más allá de lo expresaba, no solo era un robot era parte de su vida y si algo llegara a pasarle jamás volvería a ser el mismo.
―No te culpes por esto Belardo, lo importante es encontrar a L ― dijo el niño tomándole de la mano.
―¡Tienes razón chico, pongamos manos a la obra! ―exclamó Belardo
Sin perder más tiempo los viajeros del tiempo comenzaron a observar cada rincón del lugar en la búsqueda de pistas. No paso mucho tiempo para que Brito divisara huellas humanas bastante similares en tamaño y forma a las suyas. Este descubrimiento los orientó hasta un riachuelo que se segmentaba unos metros adelante. Ahora había al menos dos posibilidades de encontrar a Larry.
―Aquí es donde termina el rastro ―expresó con seriedad Brito.
―Es muy listo, debió haber caminado todo el tramo de vuelta a su campamento para ocultar cualquier rastro de su paso por esta sección del bosque ―explicó el pelirrojo―. ¿Crees que se haya llevado a Larry?
―Es lo más probable, el rastro de L-3000 termina justo donde empieza el suyo. Debemos encontrar al sujeto y darle una paliza ―dijo el adulto impactando su puño derecho con su palma enérgicamente.
―¿Cómo descifrar qué camino tomó? ―preguntó el pequeño para sí mismo y al poco tiempo para sorpresa de su tutor exclamó―. ¡Eso es! ¡Belardo, debemos regresar!
―¿Qué dices hijo? ¿No quieres saber dónde está Larry? ―preguntó el hombre de acción completamente desconcertado.
―¡Sí Belardo! ¡Es por eso que debemos regresar! ―Otto tomó de la mano de su superior y con determinación agregó―. ¡Démonos prisa, sé que debemos hacer para encontrarlo!
Después de un largo viaje Og llegó a la tribu. Saludó a los vigilantes en turno, quienes se extrañaron de verle regresar a una hora tan avanzada y sobre todo, verlo cargando lo que parecía ser una mujer sobre sus hombros, sin embargo, por mucho que quisieran averiguar sobre su jefe y su carga, ninguno de los suyos se atrevió a cuestionarle. El líder se limitó a caminar entre las tiendas que conformaban su comunidad a excepción de los que hacían guardias todos estaban profundamente dormidos o al menos eso pensaba él, pues al llegar a su tienda notó una figura pequeña en la entrada que le pareció bastante familiar. Así que tomando su antorcha ilumino donde su visitante.
―Mom, ¿cómo sabías que regresaría hoy? ―preguntó el líder con interés, comenzando una conversación en un dialecto primitivo que no se encontraba en la base de datos de Larry.
―No eres el único que tiene premoniciones joven jefe ―dijo la mujer mayor y señalando sobre el hombro de Og agregó―: ¿Es lo que creo?
―Sólo digamos que mi premonición parece haberse cumplido ―expresó el cavernícola sonriendo como rara vez lo hacía.
«¡Y yo que pensaba que solo sabía gruñir! ¿Con quién estará hablando?», pensó Larry.
―Ya veo ―contestó la mujer con simpleza.
―Dime, ¿tenías algo que decirme? ―cuestionó el más joven.
―Puede esperar, recuerda que la paciencia es la clave para cumplir cualquier anhelo ―habló la anciana sonriendo.
¿Anhelo? ¿Por qué Mom insistía con eso?
―¿Estuviste esperándome y eso es lo único que me dirás? ―preguntó el cromañon confundido.
―Así es ―fue la respuesta de Mom, quien se acercó para ver mejor a la persona sobre el hombro de Og―. ¡Vaya tenías razón! Sus ojos brillan como el orbe del cielo nocturno.
«¿Una ancianita adorable? ¿Será su madre?», pensó Larry devolviéndole la mirada a la mujer. Ella sonreía con una calidez como pocas veces había observado en un humano antes.
―A veces, simplemente no te entiendo. Es como si por cada frase que me dices hubiera alguna especie de verdad oculta ―manifestó el líder.
―Mi joven líder, hay cosas que es mejor experimentar por ti mismo. Es momento de retirarme querido. ¡Buenas noches!―expresó la sabía mujer caminado hacia su tienda.
―¡Buenas noches anciana Mom! ―dijo Og, aunque deseaba respuestas.
―Solo recuerda la paciencia es la clave ―finalizó la mujer dejando más confundido a su líder.
El cromañon estaba tratando de encontrarle sentido a la plática cuando volvió a sentir patadas sobre sus pectorales. Ese fue su pie para seguir la caminata. Ya dentro de su tienda arrojó a Lorenze, sin ceremonia alguna, sobre un montón de pieles que curiosamente no recordaba tener. Finalmente, colocó su antorcha en el centro de la tienda impregnando el lugar de un tono amarillento que a pesar de su intensidad no pudo opacar los ojos resplandecientes de su acompañante.
―¡Oye, yo no me llevo así contigo! ―reclamó Larry levantando la voz, sin embargo, se arrepintió poco después de haberlo hecho, pues el humano comenzó a caminar hacia él sin quitarle la mirada de encima―. ¿Por qué te me quedas viendo?
El hombre cromañón no podía esperar a tener aquellos majestuosos orbes frente a los suyos. Sin darle tiempo a Larry de reaccionar se inclinó sobre él dejando una pequeña brecha entre su corpulento cuerpo y la delgadez de Lorenze.
―Por lo que veo aún no han inventado en concepto de espacio personal ―expresó Larry volteando el rostro por lo incómodo de su situación actual.
Para el robot la sola idea de estar atrapado en un espacio tan reducido con aquel hombre enorme le aterraba sobremanera. ¿Qué es lo que quería exactamente? Tal vez pensaba que era comestible o algo por el estilo. Y aquella hipótesis parecía convertirse en realidad cuando el salvaje frente a él tomó su muñeca con firmeza y comenzó a olerla sonora y descaradamente.
―Yo no estoy hecho de materiales comestibles, créeme ―dijo el robot sin el suficiente valor para apartarse.
Para el humano aquel aroma era indescriptible, era la primera vez que sus fosas nasales se topaban con una fragancia de esa naturaleza, podía decirse que tan desconocida como excitante. En su deseo de sentir más de aquel nuevo aroma comenzó a recorrer ambos brazos de Larry con mayor entusiasmo. Avanzaba un poco con el izquierdo y luego otro poco con el derecho hasta que su nariz se tomó con los hombros del robot justo donde dos pedazos de tela estaban conectados al resto de su extraño vestido pálido que solo alcanzaba a cubrirle la parte delantera. Og que tal vez "ella" había perdido el resto de la prenda durante su escape de oso cavernario, de cualquier forma el humano sentía la necesidad de indagar más allá de aquella prenda tan singular. Sin previo aviso palpó el panel de control de Larry con entusiasmo.
―Oye primero invítame a salir ¿no? ―reclamó Larry y cubriéndose con ambas manos.
Og gruñó enojado por la negativa que Lorenze mostró ante su tacto, aunque ahora que lo pensaba su pecho era sospechosamente firme. Fue así que el líder tuvo el descaro de mirar debajo del extraño atuendo de su acompañante. Larry logró bajar el mandil totalmente avergonzado, pero ya era tarde Og había visto suficiente, no había ni el mínimo rastro de virilidad en aquella persona.
Larry entrecerró los ojos, eso lo había asustado. ¿Por qué tanto manoseo? ¿Era una manera extraña de inspeccionar sus partes de algo que quisieras comerte? A menos que ese hombre primitivo en realidad quisiera… No, por favor, que no fuera lo que estaba pensando.
El humano sonrió de una manera que a Lorenze le pareció aterradoramente familiar, pero fue la sensación de sus muslos robóticos siendo tocados con lascivia lo que confirmó sus sospechas: ese hombre quería intimar con él.
―¡No me toques! ―expresó Larry, impactando su palma contra el rostro de la Og.
El impacto fue lo suficiente fuerte como para hacer que el humano se detuviera. L-3000 tan solo lo miró asustado mientras Og le tomaba en brazos, y lo llevaba hacia su lecho prehistórico. Terminó sentándole en él, aunque esta vez fue un poco más delicado. De nuevo su mirada estaba fija en los ojos azules de Lorenze.
―¿Ya valí, verdad? ―preguntó el robot, pero no hubo respuesta, ni siquiera un gruñido por parte del temible jefe de la aldea ―Yo… lamento mucho haberte golpeado grandulón.
El humano seguía frente a él sin inmutarse. ¿Cómo es que había llegado a esa situación? ¿Por qué este salvaje le estaba haciendo esto si él no le había dado ninguna razón para pensar en cosas inapropiadas? De pronto, todo el miedo que había sentido se transmuto en ira exaltada. ¿Y quién demonios se creía para tratarle así?
―¡Mira animal no quería decirlo, pero conozco perfectamente a los de tu tipo! ¡Así que yo mismo te ahorraré el trabajo! ―exclamó Larry indignado, desatándose el mandil para lanzarlo al rostro de su captor que hasta ese momento solo había mostrado carencia de modales.
La prenda se deslizó graciosamente del rostro de Og, quien se encontraba desconcertado por el griterío del robot y su posterior despojo de la única prenda lo separaba de la desnudez total, sin embargo, su falta de entendimiento de los hechos no lo contuvo de atraer a Larry hacia su pecho tibio y el robot no pudo evitar tiritar nervioso con aquel contacto.
―Al menos no entenderé si me llamas de formas obscenas ―expresó recordando aquellos encuentros diplomáticos en los que no tuvo más remedio que ceder a las exigencias de la lujuria humana.
Lo peor de todo es que su programación jamás le permitió apagar sus receptores sensitivos, pues para su desgracia aquel humano, ¿era un embajador? ¿Acaso un gobernador? ¿Alguien del parlamento? ¡Demonios ni siquiera podría recordar quien había sido! Bloquearon esa información de su base de datos hace tiempo, antes de unirse al Escuadrón del Tiempo.
Sólo tenía destellos de aquellos encuentros repugnantes en los que escuchaba las instrucciones detalladas del sujeto que mayormente se referían al cuándo y cómo debía hacerlo. Recordaba un brillo perverso en la mirada ajena, de quien lo obligaba a estar con él, todo sea por el bien de la nación o al menos eso es lo que el humano le decía, mientras el poder de la carne viva se adueñaba de su cuerpo artificial de formas tan obscuras que Larry deseaba con todas sus fuerzas poder formatearlas de su memoria, si tan solo lo tuviera permitido. Al menos esta vez podría borrar lo que le sucediera ¿verdad? Esta vez los humanos de su tiempo le dejarían olvidar ¿no es así? ¡Tan solo era una esperanza vacía! Eso jamás sucedería, si se atrevería a exponer su situación actual, sería desmantelado y vendido como refacciones para los modelos clásicos que aún estaban en funcionamiento; Belardo sería destituido y Otto, ¡oh el pobre niño sería enviado a su tiempo para sufrir de nuevo bajo las ordenes de esa monja malvada que no hacía más que odiarlo por el simple hecho de ser más inteligente que el resto de los huérfanos. Estaba en esto solo y no podía implicar a nadie con él, aún si eso significaba sufrir en silencio.
―Lo que quieras hacer conmigo, sólo hazlo, pero no creas que te veré a la cara ―expresó el robot con firmeza.
El líder del clan del mamut intentó girar el rostro de Lorenze para ver de perfil esos preciosos ojos celestes que lo habían fascinado, no obstante, el robot se reusaba a mirarle, le ordenó en su idioma que le dejara observarle, pero solo logró que su acompañante se cubriera con ambas manos los ópticos con fuerza.
―No te voy a mirar ―insistió Larry tratando de parecer fuerte y con al menos un poco de control de la situación, sin embargo, su temblor corporal aumentó cuando con dolor agregó―: No quiero tener otros ojos perversos grabados en mi memoria.
Aquello paró el plan de acción del humano súbitamente. Ese tono, lo había escuchado antes, aunque no podía recordar donde exactamente. Tal vez estaba actuando con demasiado ímpetu con la hembra de belleza inusual. Prueba de eso era que ahora estaba privado de esos hermosos ojos celestes. ¡Esto no estaba bien! Era probable que ella ni siquiera estuviera en celo y lo mejor en casos como este era la esperar. Más luego que tarde recordó las palabras de Mom: "Solo recuerda la paciencia es la clave".
(1) Según la DEL es una "prenda interior femenina que se usa debajo de la falda". Cabe aclarar que solo fue una expresión, ya que lo que se estaba mojando era el mandil de Larry. También hago referencia con esto a una frase de la canción "EL chorrito" de Francisco Gabilondo Soler, mejor conocido por su nombre artístico, "Cri Cri".
Aquí los nombres de las personas bellas que me dejaron alguna palabra de aliento, en el tiempo que esta historia ha permanecido en línea en esta página.
Gracias a Voltina Snape, NMLS, Kina-asper, Luna Omsi y Ren por sus lindos comentarios y a BoaSanAmorsito13 y Lavieru por sus alertas. Ustedes me motivaron a seguir, aunque tal vez sea demasiado tarde para darles agradecerles por su tiempo, quiero hacerlo. ¡Ustedes son geniales, gracias por inspirarme!