Disclaimer:

1-Hecho sin fines de lucro.

2-InuYasha y compañía son propiedad de Rumiko Takahashi.

3-Fic de "Reto 7 días:Pecados capitales" que se hace en el foro ¡Siéntate! ( www. /forum/ Si%C3%A9ntate /84265/).

Este es el último capítulo, espero que les haya gustado, gracias a lo que dejaron comentarios y a los que no igualmente gracias por tomarse el tiempo de leer :').

Eso es todo por el momento, nos leemos en el próximo escrito. Bye Bye.


Siete

"Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso"

Johann Wolfgang Goethe.


7

Soberbia.

Se encontraban todos reunidos en el salón de siempre; Naraku, Kanna, Kagura, Yura e incluso los soldados, los cuales habían huido del lugar apenas se dieron cuenta de la ira creciente en su amo.

Ni siquiera se sabía el motivo, a ciencia cierta de porqué Kagura se encontraba a punto de explotar, pero sí sabía que la misma no era alguien que se guardara sus opiniones.

—No todo es sobre ti, Naraku —dijo Kagura a regañadientes, apretando los puños a sus costados.

El aludido se carcajeó cínicamente y sonriendo de lado, con una mirada que dejaba claro que él sabía algo que las féminas no.

—No te equivoques, Kagura —dijo ladeando la cabeza, con la sonrisa aún en su rostro y mirando detenidamente a cada una de las presentes—, esto siempre ha sido sobre mí, incluso antes de que el Naraku mismo existiera… y así seguirá siendo hasta el fin de los tiempos.

Era patética su ideología; un estúpido narcisista, ególatra incauto ¿creía que él y su legado serían eternos?, se burló Yura mentalmente.

—Ni siquiera a los dioses se les recuerda eternamente, y tú Naraku, no eres un Dios… ni siquiera eres un demonio —escupió la demonio de los vientos con veneno impregnado en sus palabras.

Interesante riña, pensaba para sus adentros la otra mujer. Se fue a recargar a una pared, para observar mejor desde allí, era sólo ellos tres en la habitación; pues Kanna apenas contaba. Yura sintió una pizca de admiración por la otra mujer, no cualquiera se le enfrentaba al remedo de demonio ése.

—Tal vez, tengas razón —concedió Naraku con una mirada maligna y una soberbia que se le escapada por los poros—, pero en tu vida yo soy el Dios que rige tu destino —dijo él, mostrando su mano en la cual se hallaba el corazón de Kagura.

Y en ese momento la altivez de la primera creación se fue al caño, así como el sentimiento que había despertado en Yura.

El miedo a veces te aprisiona más que el yugo mismo.


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