Lo Irresistible

Capítulo 4: Sobre aquel fuego

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Disclaimer: Todo el argumento, la mitología, el universo y la concepción de la Tierra Media como la conocemos pertenece a J. R. R. Tolkien; sin embargo, este fanfiction está basado en la ilustración que realizó el director Peter Jackson en sus versiones cinematográficas, por lo que también le atribuyo derechos a él y a Warner Bros, New Line Cinema y MGM. Nada será utilizado con fines de lucro.

Advertencia: En esta historia existe contenido homoerótico/slash; por lo que si eres una persona sensible a estos temas, te suplico abstenerte de leer.

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Agradecimiento: A mi querido amigo Braulio, gracias a él no me desanimo respecto a continuar esta historia: me alienta a seguir escribiéndola con pequeños gestos de apoyo.


El último día que descansarían cerca de la Gran Roca, todos trabajaron arduamente para levantar el campamento y prepararse para continuar su camino con premura. El día de Durin estaba por llegar y la compañía se sentía asfixiada por el poco tiempo que les quedaba para terminar su misión.

Thorin se dedicó únicamente a coordinar los futuros movimientos de la compañía, absorto en su tarea como líder. Un par de horas antes del ocaso, Bilbo se acercó a Escudo de Roble, esperando el momento adecuado para poder abordarlo a solas y así evitar otra muestra de afecto en público, pues Bolsón sabía que se tardaría en adaptar a aquellas indiscreciones tan embarazosas para él.

El mediano se aclaró la garganta para solicitar la atención del príncipe quien estaba inmerso en la tarea de trazar la ruta en uno de los mapas de Ori con precisión.

—Thorin.

El enano giró su rostro con el objetivo encarar al dueño de aquella voz tan familiar. Lo observó por algunos segundos, aún distraído con su labor en el mapa, pero no lo suficiente como para hacerle olvidar que el hobbit llevaba puesta la esclava de oro que le había regalado como prueba de sus intenciones.

— ¿Sucede algo, Bilbo?

Para el mediano de rizos dorados el que Thorin lo llamara por su nombre común con tanta ligereza le provocaba un placentero cosquilleo en lo más profundo del estómago. Así que tragó saliva con dificultad, esperando no haber transmitido al príncipe la turbación que acababa de sentir.

—Óin me informó que no has cambiado el vendaje de tus heridas desde hace dos días.

—No hay suficiente vendaje para todos. No somos una raza tan frágil como te imaginas, Bilbo, me encuentro bien.

—Supuse que dirías eso —confesó el hobbit sonriente de haber realizado una correcta predicción—. He cargado con vendas extras desde que dejamos Rivendell y afortunadamente lograron salvarse después de todo. Las he lavado y he preparado un ungüento medicinal para ti, por favor, permite que trate tus heridas —

Un momento ¿Bilbo pretendía mancillar su cuerpo con repugnantes telas seguramente de origen élfico? Escudo de Roble comenzó a comprender aquella imperiosa fuerza natural de la que su padre le había advertido cuando era un muchachillo todavía debido a que aquel acto tan escandaloso dejó de tener importancia cuando razonó el hecho de que el mediano estaba preocupado por él y había preparado un tratamiento de curación especialmente y sólo para él.

—Terminaré con esto en unos momentos. Luego hablaremos de mis heridas —Los ojos de Thorin brillaron con ardor. Bolsón retrocedió un paso involuntariamente por precaución.

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Esta vez fue el príncipe quien se encargó de hallar un espacio alejado de la ruidosa e inquieta compañía. Los ojos de Gandalf siguieron al hobbit y al enano hasta la enorme roca detrás de la cual ambos se colocaron, a orillas del río.

—Por favor, Thorin, toma asiento —solicitó el mediano amablemente, señalando alguna de las piedras aplanadas que servirían para la ocasión.

— ¿No se supone que debería quitarme la ropa antes? —La intención de Escudo de Roble no había sido alguna clase insinuación, su tono había sido perfectamente neutral; sin embargo, Bilbo enrojeció hasta la punta de sus afiladas orejas y el príncipe se dio cuenta del malentendido que había provocado; no obstante, la reacción virginal de Bolsón de cierta manera le complació.

—El señor Óin señaló que recibiste heridas en el torso, los brazos y el rostro. Sólo necesitas desprenderte de la ropa que me impida trabajar sobre esa zona —aclaró el hobbit apartando la vista de los ojos azules de Escudo de Roble, recuperándose de su bochorno.

—Es una lástima —murmuró entre dientes Thorin.

Así que el príncipe se deshizo de su abrigo y lo colocó con celeridad en una de las rocas achatadas a su alrededor. Luego, se liberó del cinturón cuya orgullosa hebilla representaba su símbolo personal y colocó a Orcrist cerca de él. Posteriormente, se deshizo con movimientos pesados de la armadura y demás implementos de protección cuyo principal material era hierro. Finalmente aún restaba la última prenda: una delgada camisa de algodón azul marino.

—Déjame ayudarte —declaró el mediano invocando un poco de la valentía que había despertado en él durante todo aquel viaje.

Abrumado por aquella demostración de cuántas capas de ropa existían antes de llegar a la piel de Thorin, el hobbit decidió comenzar a moverse o se quedaría con aquella expresión embobada durante todo el día. Por lo tanto, intentó cargar la armadura del príncipe para colocarla en alguna roca, tarea que le resultó más complicada de lo que hubiera esperado pues el peso de la misma era considerable.

Justo en el momento en que recogió el último protector del antebrazo izquierdo, Bilbo levantó la vista y contempló el torso desnudo de Escudo de Roble.

— ¡Pero mira qué mal aspecto tienen esas heridas, Thorin! —Bolsón olvidó por completo lo embarazoso de aquella situación cuando encaró de cerca las viejas vendas con sangre seca que se sostenían débilmente alrededor del cuerpo del enano.

Concentrándose por completo en su misión, Bilbo comenzó con el tratamiento con sumo cuidado y dedicación. Primero, deshizo el vendaje de emergencia que Gandalf había realizado desde el día en que las águilas habían salvado a toda la compañía. Durante este primer paso, el cuerpo del príncipe reaccionó al dolor en algunas ocasiones tensándose; no obstante, la expresión en el rostro de Thorin era inmutable.

—Debe ser doloroso —comentó Bolsón mientras pasaba la venda debajo de una axila derecha.

—En absoluto.

—No me refiero a esto.

— ¿Disculpa?

—Debe ser doloroso soportar tanto dolor y no ser capaz expresarlo ni recibir consuelo. No me refiero solamente a las heridas físicas.

En ese instante, el hobbit terminó de retirar el sucio vendaje inservible y llevó una bandeja de madera al río para llenarla. Regresó enseguida a un lado del enano y tomó dos trozos de tela de algodón limpio, uno lo sumergió en el agua y, posteriormente comenzó a lavar las heridas a lo largo del pecho, los brazos y, ocasionalmente el rostro.

La evidente consecuencia fue un momento íntimo entre ambos. Bilbo trazaba el camino de su mano a través del poderoso torso del príncipe, siendo un trozo de tela el único impedimento para un contacto directo. Los músculos de Thorin eran firmes y duros como el hierro mismo; sin embargo, no eran igual de fríos: la temperatura de aquella piel era agradablemente tibia. Como era de esperarse, una abundante capa de vello cubría el pecho y los brazos, lo que ocasionalmente impedía que Bilbo pudiera limpiar tan fácilmente estas zonas, a las que debía dedicar más tiempo.

Cuando Bolsón terminó esta primera labor, levantó la vista y miró directo a aquellos ojos azules que lo devoraban y lo quemaban al mismo tiempo.

— ¿Los enanos están hecho de hierro?

—De piedra y tierra.

Bilbo sonrió y entonces recordó que en uno de sus libros había echado un vistazo rápido a aquella leyenda del origen de la raza que Äule había creado ¿Habría imaginado en aquel entonces que terminaría involucrándose sentimentalmente con un príncipe enano? ¡Por supuesto qué no!

Una sedosa risa brotó de los labios del mediano, lo que ocasionó que el ardor en los ojos de Thorin aumentara proporcionalmente.

—Ansío susurrar a tu oído las canciones que Mahal cantaba a su esposa Yavanna.

Bilbo suplicó en su interior que si esto ocurría pronto, el príncipe lo hiciera en khuzdûl, pues comenzó a hiperventilar con la simple idea de que el aliento de Thorin acariciara sus nervios auditivos tan sensibles. No quería imaginar que sucedería si comprendía cada palabra que le fuera dedicada acerca de estas canciones que desconocía por completo.

Bolsón continuó con su tarea de sanación: utilizando el segundo pedazo de tela de algodón comenzó a untar un aceite de olor cítrico a lo largo de las zonas a tratar. Finalmente desenvolvió con cuidado el ungüento que especialmente había preservado en hojas de menta y, con sus dedos desnudos, recorrió por tercera vez el camino sobre los músculos de Thorin quien esta vez tuvo que hacer uso de un sustancial esfuerzo mental para soportar con naturalidad la sensación de las manos de su hobbit en contacto directo con su piel.

El último paso fue el vendaje, el cual ocurrió sin menores percances. En el momento en que el mediano terminó su labor, apenas emitió un largo suspiro a modo de conclusión, cuando el príncipe atrajo el cuerpo de Bilbo hacia el suyo, aprisionándolo entre sus dos poderosas piernas las cuales afortunadamente estaban cubiertas con ropa.

El hobbit no supo cómo reaccionar, pero su pensamiento resultaba lento en comparación con las acciones concretas de Thorin quien ya lo había envuelto en un abrazo con aroma a hierbas medicinales.

— ¿Me permitirías abusar de tu generosidad? —murmuró el príncipe.

— ¿Qué es lo que deseas de mí?

—Tus labios.

—Son tuyos.

El segundo beso de ambos fue menos tímido que el primero; sin embargo, no dejó de ser suave y lento. Thorin no había besado a nadie en los labios antes que a Bilbo, por lo que quería aprender poco a poco de esta sensación que le causaba un placer extraordinario. La sensación resultaba tan desconocida que deseaba explorar aquella caricia con sutileza, pero continuamente. El hobbit, por otra parte, ya tenía unas pocas experiencias en esta clase de contacto, aunque por completo insípidas en comparación con los besos del príncipe.

Para la pareja no fue suficiente sólo un beso o dos por compartir en aquel espacio tan íntimo, por lo que perdieron la cuenta del tiempo que pasaron reconociendo sus bocas por primera vez. Bilbo permitió a Thorin sentarlo en su regazo y no cayó en cuenta del momento en que había rodeado el cuello de Escudo de Roble para ahondar el contacto de los besos.

Justo cuando el príncipe enano comenzó a deslizar su lengua por la comisura de los labios de su hobbit, fueron interrumpidos inesperadamente por un mago.

Gandalf no necesitó de palabras o carraspeos para hacer notar su llegada, pues Bilbo percibió la poderosa presencia del mago enseguida, separándose con vehemencia de Escudo de Roble con movimiento exagerados, empujándolo inconscientemente. El rostro del mediano había adquirido un adorable y brillante color carmín por haber sido atrapado por el mago en un momento de tanta privacidad.

—Gandalf —gruñó el príncipe mirándolo con acritud. Thorin había notado la presencia del mago acercándose hacia ellos mucho antes que el hobbit; sin embargo, prefirió ignorarlo antes que detenerse.

— ¡Oh, qué situación tan incómoda! —comenzó a lamentarse Bilbo hundiendo su rostro en sus manos incapaz de mirar al futuro rey o al mago.

—Bilbo, comencé a preocuparme por ti debido a que estabas tardando tanto.

— ¿Por qué habrías de preocuparte por él si sabías que estaba conmigo, Gandalf? —gruñó Thorin.

—Ciertamente.

El mago y el enano sostuvieron la mirada con dureza por largos segundos.

—Prometí a Bombur y a Bofur que les ayudaría con la cena de esta noche, debo irme ahora —Bilbo comenzó a recoger a prisa las cosas que había traído consigo para el tratamiento. Luego, dedicó al príncipe una mirada de disculpa y salió del escenario evitando a toda costa acercarse a Thorin o mirar al mago a los ojos.

—No tienes ningún derecho a meterte en los asuntos del hobbit y los míos, Gandalf.

—Como ya he dicho, simplemente me preocupo por la seguridad de Bilbo.

—Yo también lo hago, no te entrometas.

Thorin comenzó a vestirse, ignorando la presencia del mago a un lado suyo.

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Aquella era la última noche que pasarían bajo la sombra de la Gran Roca. El equipaje, las provisiones y sus armas estaban listos para continuar el viaje, pues la compañía partiría antes del amanecer. La cena había transcurrido con tranquilidad. Fíli y Kíli se acercaron a Bilbo para compartir con él la sobremesa.

—Fíli y yo hemos estado entrenando para patear traseros de orcos y elfos la siguiente vez que decidan entrometerse en nuestro camino.

Bolsón miraba divertido las nuevas posturas de combate que Kíli le mostraba intentando imitar las poses gallardas de Dwalin con exageración. El otro enano rubio sonreía; sin embargo jamás intentó acompañar a su hermano en la realización de aquellas pantomimas.

— ¡Thorin también ha estado poniéndose en forma! —comentó el príncipe más joven, orgulloso de su tío.

—Por supuesto —agregó Fíli con convicción—. Él encontró a alguien a quien debe proteger —

— ¡Por eso debemos de dejar de ser una carga para él! —insistió Kíli —. Debemos mostrarle que podemos cuidarnos solos —

— ¡Oh, basta! No le quiten el derecho a su tío de preocuparse por ustedes dos —amonestó Bilbo a ambos príncipes —. Él los ama y siempre tendrá los ojos puestos sobre ustedes les guste o no —

Ambos hermanos se congelaron debido a aquellas palabras tan inesperadamente llenas de veracidad. Luego, Kíli comenzó a emitir una risa boba.

— ¿Qué sucede? —preguntó el hobbit.

—Acabamos de entenderlo —aclaró Fíli.

— ¿Entender qué?

—Porque le gustas tanto a Thorin —completó la idea Kíli.

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Dwalin entrenaba aquella noche al lado de su príncipe. Ambos se encontraban visiblemente agotados, ya respiraban con pesadez y el sudor perlaba sus barbas y sus frentes.

Justo en esos momentos estaban llevando a cabo un combate amistoso. El poderoso enano calvo se encontraba en problemas, pues la fuerza y destreza con la que Thorin blandía a Orcrist contra su pesada hacha era tal que el hijo de Fundin ahora estaba acorralado contra un árbol. La batalla finalizó cuando Dwalin quedó desarmado y el filo de la milenaria espada del príncipe apunto sin obstáculos a su yugular.

El enano más musculoso comenzó a reír carcajadas mientras aceptaba su derrota. Thorin puso los ojos en blanco y ayudó a su viejo amigo incorporarse de nuevo.

—Relájate un poco, Thorin. Incluso tus sobrinos estás preocupados por ti.

—Esos dos deberían aprender a cuidar más sus espaldas antes que pretender cuidar la mía.

—Tengo curiosidad —habló Dwalin levantando su ceja izquierda inquisitoriamente — ¿Cómo se siente? Sigues hablando y actuando exactamente igual que siempre. Te irritas un poco más de la cuenta en ocasiones, pero sólo eso —

— ¿A dónde quieres llegar? —Thorin guardó su brillante espada en su funda, dejándola descansar. Luego, se cruzó de brazos. Sabía perfectamente a qué se refería su viejo amigo.

—Todos estamos impresionados. Creí que nunca llegaría el momento en que desearas recitar las canciones de Yavanna a alguien ¡Nunca! —el hijo de Fundin carraspeó un poco para disculparse por el arranque de exaltación que acababa de tener —. Por supuesto, eso no es todo sino que además has hecho tu oferta de cortejo en oro a un hobbit y, además, a un ejemplar masculino —Dwalin suspiró rendido —. No me malinterpretes, jamás cuestionaré esta decisión tuya, ni yo ni cualquier otro enano bajo tu mando. Quiero saber cómo se siente y por qué resulta tan irresistible para cualquier enano a quien le llegue la hora —

Thorin escrutó a su viejo amigo con la mirada antes de contestar.

—No lo sabrás hasta que lo sientas en carne propia, cualquier cosa que te diga al respecto ya la habrás escuchado seguramente desde que eras un muchacho — El príncipe hizo una pausa y respiró profundo —. Si ustedes son los sorprendidos de que Bilbo Bolsón me haya cautivado por el resto de mi vida, imagina lo contrariado que estuve conmigo mismo por muchas semanas sin poder dormir pensando en lo controversial que resultaba el hecho. Pero no pude contra aquella fuerza irresistible que es parte de la naturaleza con la que Mahal nos creó. Pensé que me liberaría de esta opresión en cuanto dejara a mi corazón hablar delante de él; estaba equivocado, ahora es mucho peor, pues un fuego abrasador me consume con la simple existencia de Bilbo en mis pensamientos y cuando estoy cerca de él tengo la sensación de que este calor interior me hará estallar si no lo toco al menos —.

— ¡Ozodl! —Maldijo Dwalin en khuzdûl — Eso suena terrible, pareciera como si los cobardes elfos te hubiesen echado una maldición demasiado cruenta —

Una sardónica carcajada solitaria escapó de la boca de Thorin.

—No creerás entonces que todo lo que me hace sentir el señor Bolsón de alguna manera resulta placentero y revitalizante, aunque doloroso también.

Dwalin se llevó las manos a la calva y se frotó nerviosamente, lleno de confusión.

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Bilbo se había ofrecido para tomar el primer turno de guardia junto con Dori. Al terminar el tiempo acordado, ambos despertaron a sus relevos: Bombur y Fíli y se prepararon para descansar algunas pocas horas antes de partir.

Cuando el hobbit estaba preparando su bolsa para dormir, se percató de que Escudo de Roble observaba hacia el horizonte sumamente pensativo, su mirada estaba puesta hacia el este como lo había estado todos los días de su vida desde que Erebor se perdió a manos de un dragón.

—Tienes que descansar —Se acercó Bolsón al príncipe —. Tenemos días muy largos por delante —

Thorin dirigió sus profundos ojos azules hacia el mediano, saliendo de su sopor.

—No puedo dormir frecuentemente, temo que eso se ha convertido en un hábito de mi parte, señor Bolsón.

—Y es un pésimo hábito, si me permites opinar al respecto. Me preocupa — Bilbo se mordió el labio debido a la sorpresa de haber sido nombrando con la cordialidad de antaño por parte del príncipe.

— ¿Te preocupo?

— ¡Por supuesto! ¿Sabes? Deberías dejar de sobre esforzarte tanto, existe gente a la que le importas. No todo el peso del mundo está sobre tus hombros, sino también sobre los de la gente que te ama.

Thorin soltó un bufido ante las palabras del hobbit, luego acortó la distancia que protegía el espacio personal de ambos y tomó a Bilbo por la barbilla, levantando su rostro. Entonces el hijo de Thráin disfrutó del espectacular color esmeralda de aquellos ojos.

— Vayamos a dormir entonces.

Las pupilas del mediano se dilataron y sus ojos se abrieron sorprendidos.

— ¿Me permitirás poner mi bolsa de dormir cerca de la tuya? —se apresuró a aclarar el enano y enseguida la expresión de Bolsón se relajó.

—Sí, claro que sí.

Unos minutos más tarde, ambos estaban acostados en bolsas separadas por varios centímetros. La respiración acompasada de Bilbo le hizo saber a Thorin que su hobbit había caído presa del sueño muy rápido.

Y el fuego que lo invadía en el interior a causa de Bilbo ardía al contemplarlo dormir. Cuánto ansiaba abrazarlo y acunarlo entre sus brazos, acariciar esos rizos dorados y besar aquellas mejillas lampiñas ¡Ah, y ahí tendrían que detener forzosamente a su imaginación! ¿Pero cómo podría parar sus pensamientos volátiles teniéndolo tan cerca?

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Continuará

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Gracias a los que leen este relato y me apoyan al expresar su agrado hacia este fanfiction. También tomo muy en cuenta las retroalimentaciones que me hacen de cualquier tipo aunque parezcan mínimas. Siempre recibiré con gusto sus comentarios.