Manuel resopló y se acomodó en su asiento. Su inspiración aún no llegaba y definitivamente quería terminar de escribir esa historia. Su mente daba vueltas y vueltas, y nada. No se le ocurría nada. Cero.

Sus manos se movían muy lentamente en el teclado.

—Che...

No, no otra vez.

—Che, Manu...

Ignóralo, Manuel, ignóralo.

—Che, Manu, escuchame~

No le hagas caso.

—¡Manu!

Volteó sin poder aguantar a ese argentino y su voz de cacho.

— ¡¿Qué queri', weon?!

Martín sonrió al ver que al fin le hacían caso.

—Nada, boludo, te quiero.

Y Manuel volvió a su historia, sonrojado e intentando ocultar una leve sonrisa.

Pero esta vez sí estaba inspirado.