Advertencia: Capítulo aún no beteado, lleno de errores y mala redacción. Si no puede soportarlo retroceda y vuelva cuando haya pasado (el capítulo) por una revisión.
Capítulo 9: Voler
La ocupada vida de Lucius seguía tirando con frecuencia de su vida privada aún después de dejar a su hijo en la estación rumbo a Hogwarts, ya no tenía que fingir frente a su vástago la estabilidad de la alguna vez existente relación con su esposa, esto le proporcionaba más posibilidades para encontrar huecos en su ocupado horario de negocios y política para encontrarse con su amante. Remus le daba la bienvenida con los brazos abiertos y la ternura de su ser expuesta para que así Lucius se alimentase de ella.
El mundo de los Sangre Limpia era un frio tempano de hielo sobre el que eran instruidos a deslizarse con gracia e impasibilidad. Remus a cambio era una taza de té caliente para reconfortarse, con su ignorancia de temas tan profundos como las finanzas de empresas trasnacionales y tratos millonarios, Lucius adoraba el fuego en su mirada, el albedrio casi salvaje que los ojos ámbares abrazaban en sus irises refulgentes.
Lupin había sido parte de sus sueños incluso cuando era adolescente y fingía no prestarle atención al chico desgarbado que se la pasaba con Black, Pettergrew y Potter. Pero en sus noches más lucidas se masturbaba con los recuerdos más nimios que tuviera del muchacho, la caída de sus pestañas al sonreírle a uno de sus amigos mientras caminaba por el pasillo pasando junto a Lucius, o el sospechoso bamboleo de sus caderas al caminar.
Masturbarse y pensar en un varón mestizo era deshonroso para su familia, pero Lucius lo hizo.
Tras las cortinas cerradas de su cama, tras capaz y capaz de hechizos que silenciaran su abominable comportamiento.
Cuando se enteró de que Remus era un Gignere unos años después dejo de sentirse traicionado por su cuerpo y finalmente pudo hacer las paces con el ardiente deseo que aún conservaba por Remus, pero para ese tiempo ya estaba a unos pasos de su boda con Narcissa y el chico Lupin estaba viviendo con Black.
Eso le llevó a sentir celos de Sirius Black por años, el hombre era todo lo que Lucius pudo ser, un Sangre Pura libre con el chico lindo que siempre persiguió en el colegio como un sabueso tras un hueso, disfrutando la vida despreocupada mientras una criatura de ensueño calentaba su cama sin la necesidad de zambullirse en un apresurado matrimonio con una persona que apenas conocía.
Y a pesar de su posición, sus sentimientos por Narcissa fluyeron con ternura y devoción hacía la admirable mujer que le acompaño por años, mas su implacable antipatía por Black se mantuvo hasta que al fin pudo arrebatar a Remus de Sirius. Arrancando hasta el último hilo frágil que los unía a ambos; el hombre se había mudado de la casa compartida con Black en Godric Hollow por una pelea que, en secreto, Lucius celebró. Después de un par de semanas viviendo en El Caldero Chorreante Remus aceptó de la mano de la cabeza de la familia Malfoy una discreta casa de campo cerca de Wilshire donde pudiera vivir cómodamente con sólo una sirvienta que fuera a limpiar y hacer la colada tres veces por semana, nada muy ostentoso a opinión de Lucius.
Una acogedora cabaña de dos pisos lejana a los suburbios con cuatro habitaciones, salón, cocina, una pequeña biblioteca y un jardín lleno de flores. Perfecta para Remus, la primera vez que la vio cavilando en alojar al hombre fértil allí pensó en la linda postal que Remus haría en ella, reclinándose en una mecedora con un niño en sus brazos o paseándose por allí preocupado por cosas tan estúpidas como regar las plantas con su vientre hinchado abrigando el milagro de una vida.
El ofrecerle un hospedaje a Remus le hizo consciente de sus intensiones para con él, al principio vio su amorío con el hombre como una desintoxicación. Lucius había sido obstinado desde su niñez, tan acostumbrado a obtener lo que quería desde su edad más tierna, tuvo que aprender con constancia el que había cosas que no podía arrebatar para complacer su codicia, Remus fue una de esas cosas, tuvo que desearlo por días, meses, años, antes de que una minina posibilidad (la del entonces chico presentándose como Gignere en sociedad) se exhibiera ante él abofeteándole en la cara, una vez más, el que Remus no podría ser suyo. El hecho, al contrario de amilanarlo, simplemente pareció agrandar su envidia, llenarlo de la poderosa obsesión que dominaba sus pensamientos al pesar en él.
Especuló que sólo debería de hacerlo suyo para calmar el monstruo en su pecho que clamaba por la carne de Lupin, follarlo largo y tendido sobre su cama, llenarlo de marcas en cada milímetro de esa cremosa piel y escuchar sus gemidos resonar en sus oídos hasta que sólo pudiera oír los jadeos de placer repitiéndose en su cabeza como si fuese la más hermosa canción compuesta por manos expertas, sus propias manos. Pero probarlo le hizo más adicto, y como un enfermo buscando su medicina Lucius se encontró volviendo a caer en las redes de Remus, anhelando su piel suave y la comodidad de su sexo, pasando de la fornicación, sin sentido más que el de la satisfacción, a tomar al mestizo entre sus manos y ablandarlo con besos, suaves caricias que no apresuraban nada, ni el orgasmo ni su inevitable partida a la mañana siguiente.
Se encontró, por lo tanto, comprendiendo que Remus no era una simple obsesión, que con los meses empezó a ser un simple amante a una persona querida cuyas sonrisas eran un regalo. Le quería, no le amaba, pero sentía afecto por él, por su figura delgada y sin aparente gracia, la falta de tacto que tenía para señalar sus errores u regañarle. Sin importarle si Lucius era un Sangre Limpia, sin tomar en cuenta los millones de Galeones que podría alcanzar sólo con poner una de esas tiernas miradas que solía esbozar cuando estaba distraído.
Quería a Remus, lo suficiente como para que su pecho doliera con una herida abierta por no poder tenerlo en plenitud, de no poder satisfacer el petito de su afecto y volver realidad la ilusión de un pequeño niño idéntico a Remus con la sangre Malfoy en su venas que caminara por allí dándole problemas al Gignere.
Pero a pesar del deseo irrefrenable de Lucius palpitante en su pecho como una brasa ardiente era un hombre orgulloso chapado en las antiguas costumbres de su mundo, no importando el deseo por volver ese pensamiento (El Remus, precioso, acunando un bebé de cabello tan rubio como el de Draco y luciendo una sortija en su dedo) una palpable realidad. También comprendía que su deseo era egoísta, tanto para Remus como para la enferma Narcissa.
Era posible que Narcissa hubiera aceptado el dejar de ser su amante para convertirse en una conyugue sólo de nombre hasta que el tiempo adecuado para divorciarse llegara, pero no le haría sufrir la humillación de un hijo fuera del matrimonio. Narcissa también era una orgullosa Sangre Pura y la mayoría de ese orgullo residía en ser una honrada esposa y dedicada madre, que su imagen se viese manchada por los escándalos de su esposo sería un golpe bajo para su ya decaídos ánimos.
Remus, por su parte, se merecía más que eso: el simple amante con un hijo bastado que no llevaría el nombre de su padre por simple hecho de que este ya estaba casado y admitir ante un notario que efectivamente el niño concebido fuera del matrimonio era suyo sería una humillación para todo su linaje, dejar a entrever que los Malfoy no era menos que perfectos, seres impecables e insondables posicionados en lo más alto de la sociedad mágica. Y por el simple hecho de no ser aceptado más que en secreto, tras la intimidad de las paredes de su lugar secreto, sería negado como más que un descarado rumor de calle. No era justo para Remus, y Lucius esperaba fuese paciente por unos cuantos años más, cuando su divorcio con Narcissa se diera, para poder darle una vida más adecuada a su lado.
Del otro lado estaba Draco, podría no ser un padre ejemplar, pero no dejaría sufrir a su hijo la pena de tal escándalo a tan corta edad, era un niño y los niños debían preocuparse por cosas tan estúpidas como el Quiddicth escolar, primeros besos torpes y exámenes de fin de curso.
Y eso lo llevaba de vuelta al presente, venía del pequeño escondite de Remus en su tiempo libre. Estando allá un mensaje de su hijo le llego, el chico le pedía la escoba más nueva del mercado para poder participar en las audiciones del equipo de Quiddicth de Slytherin. A pesar de ser un padre estricto Lucius adoraba a su hijo, el chiquillo era capaz, bien portado y llevaba con orgullo el peso de la familia Malfoy sobre sus hombros. Llenaba el pecho de Lucius con orgullo, uno crudo y poco ocultable, en consecuencia Draco lo tenía envuelto en su meñique logrando conseguir cosas de él con una facilidad descarada.
Una vez arribo a Malfoy Manor una sirvienta le quitó el abrigo para colgarlo en el perchero y le ofreció una taza de té antes de visitar a Narcissa en sus aposentos. El hombre rubio disintió, arreglando su largo cabello envuelto en un lazo de seda negra con dignidad, le extrañó oír de la mucama la notica de que su esposa no había abandonado sus aposentos en todo el día, era inusual, Narcissa era férrea en su decisión de mantenerse activa, no sentirse inútil era uno de sus mejores mecanismos de autodefensa y que lo pospusiera por un día le alarmó, la expresión no traspasó su fría mascara de tranquilidad, pero estuvo cerca.
Ya que Narcissa se había mudado a sus propios aposentos para dejar libre la suite conyugal Lucius tuvo la necesidad de tocar antes de entrar esperando como el debido protocolo dictaba. La suave voz de su esposa le dio el pase, Lucius empujó la puerta con reticencia observando con detenimiento las nada familiares habitaciones hasta obtener un vistazo de Narcissa sentada en el diván del salón formal de sus recamaras.
Lucía pálida, el contorno de su cabello rubio acentuaba la delgadez de su pétreo rostro, el vestido color crema de intrincados patrones de hilo blanco se ceñía a su menuda figura de muñeca y caía por sus rodillas hasta ocultar sus pies vestidos con unas zapatillas cómodas.
— Lucius, querido, has llegado temprano. — Reincorporándose del diván con un tambaleo sospechoso ella le sonrió, sus perfectos dientes alineados tan perfectos como su cutis y vestimenta, el cabello sujeto con un moño que dejaba caer con presunta naturalidad mechones ondulados de cabello a las alturas y cantidades necesarias sobre su cuello y rostro. — ¿Quieres un poco de té? Hare a un elfo traer algo para abrirnos el apetito para la cena.
Lucius no se percató de lo delicada que Narcissa lucía hasta ese momento, cuando la vio, tan perfecta como antes, intentando ocultar el dolor que le causaba mantenerse de pie, ante cualquier otra persona la postura erguida y sonrisa encantadora pudieron haber sido tomados como señal de buena salud, pero para Lucius, que la conocía un matrimonio entero, era fácil ver tras su máscara como para ella era fácil ver tras la de Lucius.
— Narcissa, para, no es necesario que finjas.
Ella suspiró, dándole instrucciones a un elfo sobre los aperitivos que deseaba. No volteó hasta haber terminado con el elfo domestico, al este retirarse ella lo enfrentó sin un sentimiento claro en sus ojos azules.
Conocía a Narcissa, pudiera no amarla como una esposa pero si como una compañera, había sido su luz durante años y le había obsequiado a Draco a su legado. Se sentía orgulloso de poder caminar a su lado como esposos todos esos años. No la vería sufrir sin recriminarle.
— No te alarmes, Lucius, puedo resistirlo. — Tan pálida como su vestido Narcissa se sentó sobre el diván de nuevo invitando con un gesto lánguido a su esposo para que se sentase en el sofá contiguo. —, las pociones analgésicas consiguen ponerme algo somnolienta.
Lucius torció el gesto. Las arrugas se veían extranjeras en el rostro siempre impasible.
— ¿No estás tomando las medicinas? — El hombre rubio le exigió.
— Dime, ¿Cómo está Lupin?, ¿Le gusta su nueva casa?
— Está bien mas, conozco, Remus es un tema que no te es agradable. ¿Llevas tus medicinas al día?
La mujer dejo caer su porte con una exhalación, las pestañas claras rozando los pómulos altos mientras inhalaba, en una obvia mueca de impotencia.
— Cada hora y día cubierto. — Informó con voz baja, abatida. — Sin embargo nunca disminuye el dolor, me siento cansada Lucius, sabes muy bien que no tiene cura. Has contratado a cada médimago versado en el tema y todos han dado la misma respuesta.
Era cierto, los primeros meses Lucius había removido cada piedra existente en el mundo mágico en busca de un médimago que les pudiera dar una respuesta distinta, pero luego de intentos fallidos y terapias costosas todos concluían en lo mismo, no había cura, el sistema inmune de Narcissa colapsaba lentamente debido al veneno y no había nada existente en el continente para retroceder la enfermedad.
Los analgésicos ayudaban para el dolor y otras pociones a contrarrestar en menor medida el avance del desgaste óseo-muscular, pero Narcissa no saldría viva de esa lucha. Verla en persona después de días hacia tal hecho tan palpable como la propia vida que perdería. Su esposo se sintió culpable por estar hace minutos reposando con su amante sin pensar en las desgracias que caían sobre su esposa.
Narcissa se entregaba sin más, sin importarle si ella moría lentamente y su esposo, aquel que no le amaba pero que ella si adoraba de vuelta, acogiera a su amante en una residencia apartada, planificando una vida lejos de ella para criar más hijos, casarse y sustituirla a penas se diera la oportunidad.
Era cruel, era egoísta.
— Hago mi tiempo, Lucius. Sólo empujo este cuerpo hasta la boda de Regulus, — La suave voz femenina lo sacó de su ensimismamiento. —, luego podre descansar, sin medicinas molestas ni analgésicos que me hagan dormir todo el día. Sólo yo y mi cuerpo enfrentándonos, a la suerte del que gane.
El elfo con los aperitivos apareció evitando que Lucius interrumpiera las divagaciones de su esposa, con una reverencia sinuosa acomodó el servició de té, la tetera sirvió sola los gramos exactos de té, las azucarillas volaron hasta los bordes de porcelana humeantes, la leche y la crema se acomodaron después.
Una vez el elfo se retiró y Narcissa tomó su taza de té mezclada con infusiones analgésicas melosas para llevarla a sus labios Lucius pudo decir en voz alta sus inquietudes.
— Hablas como si abandonaras la esperanza de vivir después de esa boda. — El hombre masculló, mas su tono de voz recatado no menguó, con sus ojos perspicaces fijos en la expresión pacifica de Narcissa tomó su taza de té negro hasta su boca para darle un sorbo. Narcissa no reveló nada en su expresión tranquila, no elevó sus cejas ni frunció los labios, su faz era una simple pintura calma frente a la luz que la espaciosa ventana distribuía por la habitación.
— No me queda mucho tiempo Lucius, no quiero pasar parte de él dormida o en cama, adoro a Draco, no le haría sufrir ese dolor.
— Narcissa-
— Lucius. — Era un don impresionante el que Narcissa Malfoy tenía, el callar a Lucius sólo con su voz fina y aquella mirada suave, orgullosa, como digna esposa de un Malfoy siempre estuvo dispuesta a aprender para y por Lucius, acompañar las costumbres de éste hasta adueñarse de éstas como suyas, respirar su mismo aire como sus frustraciones; aprendió, a través de los años, como callarlo sin lucir autoritaria, sólo insinuando con un pequeño gesto el que sería mejor callar mientras ella hablaba. Eso, para su exclusivo placer, nunca lo aprendería Lupin.
El hombre suspiró, asintiendo. Su figura gallarda abrazada por la túnica negra y los pantalones de diseñador contrastaban con su cabello claro sujeta a una coleta baja reposaba en su hombro.
— Mi enfermedad no me dejara avanzar más, comprendo tú miedo, también fue el mío. Pero es lo mejor, nunca me quisiste Lucius, y me engañe creyendo que algún día te entregarías a mí como yo lo hice contigo, creo es hora de que me dejes ir.
— No puedes decidirlo de forma tan práctica. — Lucius apretó sus manos entre sí, frustrado consigo mismo, sin atreverse a mirar a los ojos a la mujer que fuera su esposa por más de 12 años. — Es tú vida de la que hablas, comprendo que no puedo retenerte, he sido egoísta y te he descuidado.
— La causa no es Lupin. — Negó ella, conociendo ya los pensamientos de su esposo. — Envidio a tu amante Lucius, pero no es la causa, me debilito con cada día, ninguna poción, elixir o té puede cambiar ese hecho. Quiero dar todo de mí para los que amo hasta que pueda sostenerme con dignidad. Ya me abandonaste Lucius, ya he llorado sola y lo he superado. Concédeme mi último deseo: el respeto a mis palabras.
Él lo sopesó por un largo minuto, silencioso, antes de volver a mirar a los ojos a su esposa.
— Draco quiere una escoba nueva, una Nimbus 2001 para aplicar al equipo de Quiddict de Slytherin.
Ella sonrió, de esa forma dulce, indulgente, que Lucius había aprendido a amar.
— Sera un buen buscador, habla de ello desde que aprendió a sostener una escoba.
— Podría comprarla en vez de hacer un pedido, podríamos…
Una mano blanca suspendida en el aire paró las palabras de Lucius.
— No te esfuerces. — Le susurró, muy en lo profundo, herida. Al intentar ponerse de pie y trastrabillar también se negó a aceptar el brazo que Lucius le ofreció. — No saldré hoy, estoy cansada, ¿Cómo está Lupin?
— No es necesario, Narcissa.
— No me duele Lucius, ya no. — Etérea, como la estatuilla de un ángel caído del cielo, ella le regaló un gesto compresivo. — Yo también te hubiese robado en su lugar.
— Está perfectamente.
Ella asintió y con sus delicadas manos pálidas Narcissa acunó el rostro de su esposo para depositar un beso en su mejilla. Él lo acepto con resignación.
— Regulus lo sabe, — Le dijo antes de que saliera de la habitación, Narcissa paró su menuda figura a mitad del camino a la puerta. ¿Aceptaría eso también? La humillación de saber que su primo que siempre le adoro como un modelo a seguir descubriera que no fue lo suficiente para su esposo, quería verle luchar al menos por ello, confirmar el que no estuviese tan resignada a su destino como para abandonar hasta el único grado de orgullo en su ser. — , sobre Remus.
Un leve suspiro escapó de los labios pintados de Narcissa, exhausta, el sonido estremeció la piel de Lucius.
— ¿Lo entendió?
— Estaba furioso.
La sonrisa indulgente de la mujer rubia hirió el pecho de Lucius.
— Lo comprenderá.
"Lo comprenderá"
¿Cuánto daño le hizo a Narcissa como para dejar a la imponente mujer lo suficiente débil como para decir esas dos palabras? Ella, que lo había sido una firme base en su vida, estando allí como un apoyo tácito.
"Lo comprenderá"
-AprenderAVivir-
Volver a Hogwarts como estudiante de segundo año fue reconfortante para Harry, casi natural, sin Malfoy molestándolo o buscando pelea por su estatus de sangre la vida parecía más sencilla y ambos parecían apreciarlo, ninguno dispuesto a mencionar el bochornoso beso en la Mansión Black. Pero había cosas más incomodas para Harry, como la clases de DCAO, era una de sus asignaturas favoritas y tenía cierta facilidad para aprender los hechizos de defensa.
Ese día estudiaban los Doxys, el plan de estudio de todas las materias parecían estar sincronizadas y El Ministerio ya había anunciado varios casos de mordedura de Doxy durante todo el verano, había una proliferación de las molestas criaturas. En Cuidado de Criaturas Mágicas habían visto a los pequeños bichejos pulular en una jaula de bronce, en Defensa Contra las Artes Oscuras les tocaba aprender los efectos de su mordedura y hechizos útiles para evitar las plagas, era la clase más aburrida que habían tenido hasta ese momento.
Pero no era de lo que Harry se quejaba, podría haber oído de Doxys, sus huevos pestilentes y el veneno de sus pequeños colmillos si así podía evitar la firme mirada escarlata fija en él toda la clase.
Era sólo de vez en cuando, muy bien disimulado, pero Harry podía sentir la incesante curiosidad del profesor en él, evitándole a sus pulmones respirar.
— Hay un muñeco encantado en las gavetas de sus pupitres. — Anunció el profesor con tonos resueltos. — Tómenlo y practiquen el hechizo contra plagas en él, si lo hacen bien se tornara color amarillo.
Hubo un revuelo general por sobre el usual silencio sepulcral que Riddle manejaba en su clase mientras todos buscaban su muñeco. Neville, como siempre, parecía no encontrarlo. Hemrione le lanzó una mirada de soslayo y con sólo introducir la mano dentro de la gaveta del niño le entregó en las manos el muñeco con una expresión de circunstancias.
Las orejas de Longbottom, al igual que sus mejillas, se volvieron rojo brillante.
El muñeco era apenas del tamaño de una palma, color negro obsidiana hecho de tela sobrante de túnicas escolares, Harry miró sus ojos de botón preguntándose si el profesor Riddle los había hecho para la clase, no se imaginaba al serio profesor Riddle cosiendo como lo hacía su madre o lanzando un hechizo de costura como lo hacia la señora Weasley.
Empezando a dar instrucciones más detalladas el profesor les indicó dejar el muñeco de tela en la mesa, enseguida la tela inerte se levanto sobre la madera del pupitre quedando suspendida a tres centímetros por encima, moviendo sus apéndices de forma burlona, retando a los estudiantes a lanzar el hechizo.
— Recuerden mover la muñeca. — Les recordó el hombre de ojos rojos antes de darles una señal para que empezaran.
Muchos no hicieron caso, el nerviosismo les hacía pronunciar mal el hechizo o dejar rígida su muñeca, el resultado eran muñecos explotando o convirtiéndose de color rosa chillón. Seamus fue el primero en explotar la suya.
—No me extraña. — Se quejó Lavender pavoneándose de su muñeco con algunas motas de color amarillo, el trapo se movía con lentitud, pero seguía dando lucha. —Explotas todo lo que tocas, me extraña que tu cama no lo haga.
— ¿Y tú no sabes cerrar la boca? — Seamus le sacó la lengua.
Harry lo había hecho mal al primer intento, Ron pronunciaba una y otra vez el encantamiento esperando atinarle alguna, era uno de los que tenían su muñeco empapado de una sospechosa gama de colores tornasol, todos menos el amarillo. Hermione lo había logrado a la primera, contenta de su muñeca completamente amarilla que no movía ni la más mínima hilacha.
Harry suspiró, practicó entre susurros de nuevo el hechizo y procedió a lanzarlo apuntando su varita al muñeco.
Lo logró, el negro se volvió lentamente color amarillo y el trapo perdió todo movimiento de forma abrupta.
Harry estaba a punto de celebrar su logró hasta que una voz tras sus espaldas lo interrumpió.
— Fantástico, Señor Potter, preciso y sin descuidos, será usted un buen mago con una magia muy potente. — La figura alta estaba inclinada para poder mirarlo a los ojos cubriendo así parte del espació del niño, a la vez una pequeña y enigmática sonrisa colgaba de los labios perfectos de Riddle, repentinamente, Harry ya no se sentía orgulloso de su logró.
Hermione se inclinó sobre el hombro de Ron, mirando con cierto celo como el profesor le daba felicitaciones.
— Ah, señorita Granger.
— ¿¡Si, si!? —Como si hubiese sido tomada In Fraganti Hermione retorció sus pulgares contra los índices en un gesto de vergüenza, la cara de un ligero color rosa.
—Muy bien hecho, es una buena estudiante, procure obtener más naturalidad en su balanceo, la rigidez de su muñeca le resta fuerza a los hechizos, pero del resto, es usted una muy buena pupila. — La niña asintió, está vez con un sonrojo más notable en sus mejillas rechonchas aún por la grasa infantil, Ron observó al profesor y luego a Hermione con una expresión que muchos habrían confundido como fastidio.
Aún después de haber felicitado a Hermione la mirada del profesor volvió a él, una mano casi fantasmal se apoyó en su hombro acompañado de una mueca amistosa por parte del hombre mayor, el toque dejo detrás de él un pinchazo hormigueante en el lugar.
— Espero sigan mejorando, estaré al pendiente de ustedes.
"De ti" casi pudo escuchar, su piel de gallina advirtiéndole que era más que un simple presentimiento.
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La paz auto impuesta duro poco entre ambos, un día en una clase de pociones Snape los castigó a ambos por no prestar atención, algo sobre estar chismeando con sus compañeros. Si Harry era sincero consigo mismo no había hecho nada malo, sólo le había preguntado a Hermione qué era el forúnculo de escarabajo y Draco por su parte se negaba con rotundidad a admitir que estaba riendo con Blaise sobre una broma tonta sobre Granger y un escobillón.
Así que el tiempo restante de la tarde por esos simples deslices, tendrían que limpiar el piso pegajoso del aula de pociones acompañados con dos mopas de limpiar, un cubo auto recargable de agua y otro auto vaciable.
Harry intento lucir digno dando el primer paso para tomar el mango de la mopa.
— Apresúrate Malfoy, mientras más rápido trabajes más rápido saldrás de aquí.
Malfoy lucía como si hubiese sentido una cucaracha subir por su cabello rubio platinado.
—Estas bromeando, ¿Cierto?— Rezongó con su irritante tono de voz arrastrado. — Nunca he tocado una de esas cosas.
Señaló la mopa como si fuese un monstruo repugnante, claro, debió preverlo.
— ¿Qué? ¿Te da miedo? — Harry apoyó sus brazos sobre el palo con una sonrisita benevolente en el rostro aún infantil, el verano le dio su pequeño estirón como al resto de la clase, haciéndolo más delgado, mas al contrario del resto de sus compañeros varones su cintura se había mantenido estrecha, los huesos de sus caderas se habían redondeado y crecido un poco más. Nada muy notable bajo el uniforme escolar, pero Harry había notado casi con preocupación las diferencias en el baño compartido del dormitorio, los cuerpos de sus amigos se habían endurecido y tomado musculatura mientras que el suyo ablando suaves curvas tersas, los pezones hinchados y vientre plano.
La diferencia era incluso más notable con Neville y Ron, ambos altos y con la espalda ensanchada luciendo encantadores con sus sonrisas resueltas y manos grandes.
— ¿Has crecido un poco y ya te crees la gran cosa, enano? — Draco le apuntilló con voz osca, el también se había dado el estirón del verano. Lucia piernas más largas y hombros más pronunciados, todos se estaban volviendo hombres y Harry no sabía que estaba pasando con él.
— ¡No soy enano! — Harry se estiró.
— Si lo eres, por eso Astoria te beso, porque eres al único al que ella puede alcanzar. —Bromeó el niño rubio, Harry dejo de protestar, los ojos vidriosos miraron a Draco directo al alma.
— ¿Y por qué me besaste tú?
La pregunta cayó como un balde de agua fría sobre Draco, repentinamente se quedo sin palabras. Su cerebro gritaba "Porqué eres lindo, y te sonrojas tan hermoso y tus labios son tan suaves que sólo quiero besarlos, besarlos, besarlos-"
— ¡No! — Se gritó a sí mismo negando todo pensamiento fuera de lugar que hubiese en su cerebro, a él le gustaban las niñas, suaves, bonitas y delicadas, o los Gignere. Sí, él no se enamoraría de un chico. — No hables de eso. — Chistó. —, será mejor que lo olvides, fue sólo un malentendido.
— Oh.
De alguna manera, Harry se sintió decepcionado.
—Pues fue asqueroso. — Dijo al cruzarse de brazos, enfurruñado.
— Sí, lo fue. — Draco asintió.
— No hablemos de eso nunca más.
— Sí.
Y con un implícito pacto entre ambos, se dispusieron a limpiar el salón pegajoso, nadie tocó el tema en ese año. Siendo el asunto del beso lo único que les impedía actuar como antaño, las peleas empezaron una semana después por una cosa tan estúpida como al selección de libros de Hermione, una pila extensa sobre costumbres mágicas y leyes aún vigentes que regían al Ministerio.
— No deberías prestarle tanta atención. — Le sugirió Cedric, su tono conciliador hizo sonreír a Harry, estaban sentados debajo de un árbol frondoso cerca del lago negro, los pequeños grillos cantaban divertidos y las mariposas de verano flotaban aún en el aire entibiado.
— Es sólo que, su presencia me hace hervir. — El pequeño gruñó, el collar relucía por encima de su corbata luego de la pelea con Malfoy, el Tercer Año sonrió con su fresca expresión llena de varonil juventud y alborotó los cabellos de Harry.
— Eres un mocoso adorable. — Rió, deleitándose con el sonrojo de Harry.
— ¡O-oye!
— Pero debes distraerte con algo más, sabes, si es cierto que tú padrino te compró esa Nimbus 2000 puedes aplicar al equipo de Gryffindor, me gustaría verte en la cancha.
Harry lo sopesó, siempre le ha gustó la idea del Quiddict, había aprendido más de cómo manejar una escoba durante el verano con los Weasley. La idea repentinamente sonaba tan atractiva que le era imposible descubrir como nunca se le ocurrió.
— La Nimbus es muy buena, Charlie, el hermano mayor de Ron, dice que probablemente la 2001 sea más maniobrable pero la 2000 aún sigue siendo más rápida. — Barbulló con timidez. No sabe porque quiere verse más maduro a ojos de Cedric, pero este le recompensó con una gran sonrisa espontanea.
— Vaya que sabes de escobas, ¿Eh? — Estrechó a Harry en un abrazo, encajando su marco más pequeño entre su pecho firme por los entrenamientos, el pequeño Potter obtuvo un ligero tono rojo en su mejillas que se extendió hasta sus orejas.
Bromeó un poco más con Cedric hasta que Hermione lo interceptó desde la lejanía llamándolo con curiosos gestos. Se despidió de Cedric con un asentimiento para correr donde la niña cargaba seis libros sin ayuda.
— ¡No sabrás lo que encontré! — Ella jadeó sorprendida por su propio descubrimiento, Harry bufó aburrido, Hemrione solía hacer eso, se entusiasmaba con libros extraños y cuentos sin aparente gracia. — ¡Sobre las leyes que controlan los matrimonios para preservar la pureza de sangre y un libro de biología mágica sobre los Gignere!
Ah, Gigneres, sabía poco de ellos así que una imagen preconcebida se había formado en su cabeza. Debían ser bonitos, como Remus o Regulus, según ese concepto serian o bien muy amables o presumidos con poco en la cabeza.
— Ya sabes, como el chico Creevey que entró este año. —Caminaron un poco para sentarse al lado de un rosal rozagante y oloroso, la niña abrió un libro repleto de polvo escrito en letra inclinada. —Aquí dice que los Gignere tienen el sistema reproductivo de una mujer y un pseudo sexo masculino, nacieron en la época de la inquisición cuando los magos menguaban su población, era una manera de proteger la descendencia de los magos ya que las mujeres eran el blanco principal de la inquisición. Dice que cuando tenga su primera L-lo- ¿Lonca?
Un poco de tinta había caído sobre la palabra y Hermione lo miró como si fuese el rompecabezas más complicado del universo.
— Luna. —Harry apuntó a las ligeras curvas que sobresalían de la tinta formando una N y una A que podía entender gracias a las clases de caligrafía de su abuela Dorea.
— Claro. — Ella asintió, el ceño fruncido delatando su extrema concentración. —, durante su primera Luna, segregaran un liquido sanguinolento para anunciar su maduración sexual
Harry frunció el ceño, miró hacía Hermione que estaba sonrojada como un tomate.
— Ew. — manifestó con la lengua afuera, como si la mención a una sustancia "sanguinolenta" fuese un sacrilegio en su mera existencia.
—Bueno,— Ella tomó el otro libro abriéndolo sobre su regazo para cambiar de tema. —, también están la leyes para casar a un Gignere mestizo, ¿sabes que Colin Creevey es un nacido de Muggle?, es inusual que un Gignere nazca de una familia de no magos.
Harry rememoró al pequeño chico que entró ese año a Gryffindor, una pequeña cosa preciosa de ojos miel y humor parlanchín. Muchos se sorprendieron al encontrar un tercer dormitorio ese año, Gryffindor no había tenido a un Gignere entre sus integrantes desde hace una década. El resto de casa tenía uno o dos, pero Harry no logró asimilar la presencia apabullante que significaban los Gigneres, siendo figuras idílicas como Remus u lejanas como Regulus.
— Son injustas. — Con la cabeza en otra parte Harry arrancaba pequeños trozos de hierba. Hermione sacudió el libro con un estornudo afirmando con asentimiento.
— Lo son. — Un pequeño dedo bordeó la línea donde recitaba un antiguo verso sobre la pureza de la familia.
— Nymphadora se casara en dos años, — El Ministerio ha llegado a un pequeño acuerdo con la familia Black sobre comprometer a la bulliciosa chica con uno de los hermanos Lestrage. Harry daba la noticia con una pena palpable en su joven rostro. — No es justo.
— Ojala pudiéramos hacer algo. —Hermione leyó la siguiente línea de la estrofa con disgusto, cerró el gran tomo dispuesta a retomar la lectura luego, cuando la desazón que se instalaba en su pecho al leer las leyes misóginas no fuese tan palpable. —, nacidos de Muggles con Mestizos y Mestizos fértiles con Sangre Puras. ¿Y si un mestizo se enamora de una sangre pura? ¿O una nacida de Muggles de un… Sangre Pura?
— No pueden casarse, no si no lo admite El Ministerio— Harry recordó a su madre en casa, su padre había sobornado a funcionarios de El Ministerio para casarse con Lily. A causa de ello había sido desheredado, posteriormente reintegrado a la familia cuando Lily quedo embarazada de Harry pero sin la misma aceptación que hubiese tenido con anterioridad, cumpliendo sólo con las obligaciones sociales necesarias.
— ¿Y tú madre?
Harry negó, recordando muchas veces de las que oyó a su madre llorar en una habitación solitaria pensando que nadie le escuchaba luego de ser atacada por los Blacks o los Potters, durante alguna reunión familiar peculiarmente intensa.
La niña entendió el que no era el momento adecuado para hablar de ello.
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La presencia de Dorea en la mansión Malfoy fue un hecho que asombró a todos menos a Narcissa, la matriarca Potter entró a la habitación sin siquiera presentarse, un escándalo considerando lo estricta que Dorea era con las reglas Narcissa supo que no era una visita amigable.
Con el ceño fruncido la ya madura mujer arrojó un par de fotos sobre la mesa de té en la cual Narcissa tomaba su té de la tarde. Lucia regía con un moño recogiendo los cabellos donde ya se avistaban hilos de seda grises, el vestido tradicional negro de bordado y cuello alto le daba una apariencia sombría a su porte de reina.
— ¿Qué me tienes que decir sobre esto?
Las fotos desperdigadas en la mesa no eran más que un par de instantáneas móviles de Remus Lupin cuidando de un jardín frondoso, otra con Lucius sorprendiendolo al cargarlo por detrás y una más donde se besaban sonrientes como una pareja enamorada.
Eran escenas cotidianas, escenas que tal vez pasaban desapercibidas para ambas personas retratadas por su usual ocurrencia, pero para Narcissa era un pequeño mundo desconocido tal candidez entre parejas. Lucius nunca la había visto, ni besado, así. Sus ojos no se habían iluminado con tanta devoción desde que viera a la pequeña bola cubierta que fue Draco recién nacido, él era feliz con Lupin, una bola de celos ardiente en su pecho fue apagada instantemente por la misma razón por la que se encendió: él era feliz.
— Regulus habló contigo, ¿No es cierto? — Narcissa lució desinteresada, la estricta orden de no hacer magia a su alrededor podía ser ignorada sólo por los elfos domésticos, así que ya no podía lanzar un simple hechizo para que su taza de té flotara hasta la tetera para rellenarse, con un crujido en sus huesos y una expresión de sufrimiento en su rostro se acercó a la tetera.
—¿Puedes dejar que tú vanidad sea lastimada de esta forma sin hacer nada al respecto?.— Dorea alcanzó la tetera y la obligó a recostare de nuevo en el amplio sofá, le sirvió media taza de té con azucarillas.
— Lucius nunca me ha amado, no lo obligare ahora que al fin ha encontrado a alguien. —Ella negó.—No en ésta condición.
— ¿Así sin más? — Su tía protesto entre refunfuños mientras se sentaba a su lado y ser servía su propio té sin pedir permiso para sentarse o servirse como era usual ver en Dorea con sus impecables modales de Sangre Pura. El disgusto presente en cada gesto brusco de sus dedos.
— No esperes que pelee por el amor de un hombre que nunca me fue dado.
Dorea intento calmarse, sus hombros erguidos destensádose permitiendo que su rostro adquiriera una expresión más calmada, casi calculadora.
— Tengo un trato para ti, — Murmulló mientras le daba su primer sorbo al Early Grey. — Draco es un buen chico, dudo que seas indiferente a la relación algo sospechosa que sostiene con mi nieto, la alenté y lo sabes, debes sospechar aunque sea un mínimo de mis intenciones, eres mi sobrina favorita después de todo.
—Harry es un buen niño. — Narcissa recordó al pequeño de ojos verdes y viva imagen rozagante, era hermoso. Tan bonito como la hija o el Gignere que quiso tener en su presunta perfecta relación con Lucius, pero ahora que su enfermedad representaba una nula posibilidad de cumplir sus deberes como esposa Lucius las buscaba en otro.
— Es sobre él de lo que quiero hablar, — Hubo una pausa, casi tediosa. Dorea dejó su taza de té, despojándola de sí como si el mero tacto pudiera hacerla quebrar, las manos quietas se frotaron entre sí. —, es un Gignere y no deseo que El Ministerio se apropie del derecho que tiene de vivir con independencia, soy una mujer tradicional pero ya hice sufrir a James. Lo perdí por años, no quiero que sea igual con mi nieto.
El gesto sorprendido de Narcissa fue borrado luego de un breve minuto, apretó en su regazo las pequeñas manos blancas y con sus labios pálidos susurró un: — Prosigue.
— Su Primera Luna empezara a ser un hecho en un corto tiempo, para ese momento el Registro Automático Mágico de Magos Elegibles en Matrimonio será actualizado y no podrá escaparse de la injerencia del ministerio.
Un silencio culposo se extendió en el aire, Narcissa volteó su delicado rostro y soltó un suspiro tan frágil como lo parecía su cuerpo.
—A menos que este comprometido para la fecha, comprendo. —Miró hacía uno de los cuadros de la sala de té, donde un sonriente Draco exhibía su primera escoba de carreras con orgullo apenas a los ocho años. Su pequeño creía con tanta rapidez que era imposible recordar un tiempo en el que no fuera tan adulto como lo era en esos tiempos—, podrán elegir, después de todo. No tendrían que saberlo. — Murmulló. — Comprendo.
Los inteligentes ojos azules brillaron con la empatía. Dorea puso una mano en las huesudas de Narcissa para apretarlas, una promesa tacita entre ambas.
— Toujours pur. — Le susurró.
— Toujours pur. —Narcissa asintió.
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Harry entrenó en sus horas libres con Cedric las primeras semanas hasta afinar sus habilidades, un lunes por la tarde el pedido para aplicar en el equipo de Quiddich fue puesto en los avisos de la sala común. Participar fue como un sueño, primero probaron su destreza como golpeador, Oliver Wood un chico alto de hombros anchos, enseguida lo descartó.
— Muy pequeño. — Le palmeó los hombros, haciendo que las rodillas de Harry casi cedieran como si fuese un mero juguete de tela. — No hay firmeza para el bate, pero…
Los ojos inteligentes de Wood lo miraron con una sonrisa, en el fondo de las gradas Hermione y Ron observaban el proceso de selección con atención con el resto de los miembros de Gryffindor que habían sido, o rechazados o ido originalmente a sólo observar. Había unos pocos de otras casas, incluso, Slytherins. La última casa en hacer su proceso de selección ese año era Gryffindor, el resto ya había reabastecido sus equipos o en un principio no habían necesitado ninguno como el equipo de Hufflepuff.
El equipo de Slytherin estaba apostado al otro extremo, observando con saña para tomar el derecho de la cancha una vez la selección estuviese completa. Entre la multitud de capas deportivas color musgo una cabellera plateada se destacaba, Malfoy había sido elegido como buscador de Slytherin y exhibía su uniforme tanto como su Nimbus 2001.
Eran una amenaza latente que cargaba de cascarrabias a todo el equipo de Gryffindor.
— ¡Katie!— Oliver le grito a una chica de piel tostada, ella estaba dando instrucciones antes de voltearse y gritar un "¿¡Qué!?" casi hostil. —Trae la Snicth.
La chica obedeció, corrió hasta el baúl de las pelotas y metió su mano enguantada para sacar una pelotita dorada, a Harry le resonaba la sangre contra los oídos "Buscador, me quiere para buscador" con la boca seca vio acercarse a la chica que le entregó la pelota a Wood, sus labios se torcieron en una mueca dudosa.
— ¿Estás seguro?— Le susurró al oído.
Wood la miró ofendido, luego con un gesto brusco analizó a Harry de pies a la cabeza, desde sus delgadas piernas hasta su rostro aniñado.
— Si.— Dijo con convicción, procedió a inclinarse frente a Harry para mostrarle la pelota sosteniéndola con el dedo pulgar e índice, en respuesta la pequeña replegó sus alas.—Tengo esperanzas de que conozcas esto.
Harry asintió con vehemencia haciendo que los mechones de su cabello enrollado cayeran sobre sus lentes, los sopló con las mejillas rojas y el corazón aplastado contra su pecho.
— La Snicth. — Dijo en un hilillo de voz.
— Bien, sabes su nombre, veamos si la sabes atrapar. — y sin decir más, la soltó. Harry la vio atónito perderse en el profundo azul de cielo como un leve destello antes de que Wood le gritara "¿¡Qué esperas!? ¡Ve por ella!"
Desde las gradas Draco vio a Harry subirse a su Nimbus 2000 abrigado con los cálidos vientos residuales del pasado verano, su forma pequeña le dio una ventaja contra la resistencia del aire, dio un par de vueltas y navegó en zipzap pareciendo una pequeña palomilla flotante hasta que descendió en picada con descenso limpio, creyó que se había rendido hasta que presento la pequeña pelota de color dorado a Wood, los estudiantes de Gryffindor explotaron en una algarabía estruendosa mientras Oliver Wood le daba otro manotazo a Potter como gesto de compañerismo, confirmando que Gryffindor ya tenía nuevo buscador.
Pudo ver el pequeño vistazo que Potter le dio desde aquella distancia, hubiese sido imposible no notarla por la consciencia que, de un momento a otro, tuvo sobre el otro muchacho. Sobre cómo se extendía una sonrisa orgullosa empapada de profunda satisfacción en su rostro sonrojado y lo rojo que parecían sus labios tensados, sobre la postura erguida de su cuerpo mostrando pequeñas curvas suaves en su pequeño cuerpo de niño, como todo su constitución gritaba un; "Gáname esta vez, Malfoy" que hizo su sangre hervir y apretar algo en sus pantalones.
—Es bueno. — El capitán de Slytherin masculló entre quejidos, Draco tenía problemas más urgentes que Flint enojado.
A los doce años y por una estúpida mirada de Potter, Draco Malfoy había tenido su primera erección.
Para su suerte, los vestidores estaban cerca y las capas deportivas tapaban la vista de su entrepierna.
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Una boda entre Sangre Puras era más complicado de lo que muchos creerían, tres actos eran necesarios para completar un ciclo de fertilidad, amor y la eterna bendición de Dios a un matrimonio. Primero estaba el rito de presentación, un ritual informal entre las mujeres o Gigneres de la familia para bañar y vestir al desposado, era una tradición de milenios que había sido perdura hasta los tiempos actuales.
Luego estaba la Consagración, una ceremonia formal que sólo incluía a los familiares cercanos en el templo de la familia, donde ofrecerían sus almas para unirlas en matrimonio. Sólo los niños mayores de once podía estar presentes, y sólo aquellos que conservaran o pudiesen conservan la sangre pura de su legado podían observar el ritual. Así que Harry no pudo entrar al igual que su madre y padre, Nymphadora le prometió decirle con muescas y señas todo lo que pasara dentro del gran templo puesto en las profundidades de los jardines de la mansión Black, acompañada por su ceñudo prometido, Rabastan Lestrage.
Draco si pudo observar el proceso, el templo era una estructura semi redonda con paneles en forma de flor, dentro miles de lucecitas doradas brillaban con las enredaderas de flores que llenaban el aire de fragancias misteriosas, un pedestal, donde se presentaban los novios envueltos en túnicas sobrias que representaban la seriedad del tal acto, estaba rodeado de decenas de sillas para que los asistentes se sentaran. Su madre estaba sentada a su lado, había necesitado la ayuda de su padre para poder trasladarse de una silla de ruedas al asiento, una de sus delicadas manos descansaba en el regazo de Draco, y este la acunaba como si fuese el objeto más preciado del mundo.
El oficio era auto asistido y se finalizaba con beber de un cáliz compartido, uniendo así ambas almas en una sola. Un notario presenciaba el acto para dar fe de él y así archivarlo en el Registro Mágico.
Cuando dio por finalizada la ceremonia los novios bajaron del pedestal mostrado sus anillos de matrimonio con orgullo, Regulus vestía con una ligera túnica de seda que acunaba la curva de su pequeña barriga y Sirius lo abrazaba con los ojos iluminados.
Salieron del templo, juntos y silenciosos, solemnes, como mandaban sus tradiciones, aplausos se oyeron cuando se presentaron ante la recepción de magos en los jardines, decorados para las festividades.
Narcissa fue cargada por Lucius para volver a reclinarse en su silla de ruedas, muggle, ya que no se podía comprar una mágica por su riesgo en la salud de su madre. Draco se dispuso a cargarla teniendo cuidado con las escaleras al salir de templo. La colocó en una mesa junto a sus hermanas que hablaban sobre la encantadora túnica de Regulus.
En el jardín se desperdigaban mesas llenas de comida y flores de decoración, pilares de tela flotante daban la ilusión de un salón de baile mientras la pista dentro de la mansión era lentamente llenada por parejas que bailaban una cuadrilla. La noche estaba iluminada por un dorado color divino, espolvoreando los magníficos jardines y estatuas móviles de dioses griegos.
Nymphadora Tonks bostezaba junto a Rabastan mientras este hablaba con un renombrado político tomando hidromiel. Su padre, Lucius, no estaba muy lejos, charlando con viejos amigos de El Ministerio muy cerca de una mesa donde la familia Potter, un hombre bajito y Remus Lupin agitaban sus manos llamando la atención del novio.
Regulus y Sirius se acercaron entre la multitud que les daba felicitaciones y las esperanzas de un matrimonio prospero.
— ¡Felicidades, viejo amigo! — Gritó el vozarrón de James Potter por encima de la música alegre del salón. — ¡Alguien al fin te ha cazado! ¿Quién diría que sería el pequeño Regulus?
Regulus se sonrojó, Lily Potter, la mestiza esposa de James. Le palmeó con delicadeza el hombro en una especie de sutil reprimenda, al parecer, ya estaba borracho.
Siguieron charlando, el hombre bajito llamado Pettigrew bramaba lo imposible que parecía que el eterno solterón de Sirius al fin pudiera casarse, y codeaba a Lupin como si este conociera de qué hablaba, sin darse cuenta que el hombre estaba sonrojado hasta las orejas sosteniendo a un bebé pelirrojo, el hermano menor de Potter, para disimular su pena.
Harry apareció luego, luciendo tan bonito como un pequeño muñeco envuelto en túnicas de fiesta color blanco, traía de la mano a Nymphadora Tonks y por lo tanto a su prometido. Draco se sonrojó, recordando lo que tuvo que hacer en los vestidores de Slytherin por una de las sonrisas de ese estúpido muchacho. Había sido satisfactorio pero el recuerdo de la vivida imagen que su cerebro invocó para que lograra correrse era aberrante, digna de ser borrada de su mente.
Sacudió la cabeza llamando la atención de su madre, a él le gustaban las niñas y los gigneres, las niñas y los gigneres.
— ¿No te gustaría saludar a Regulus? — Narcissa ofreció con un trémulo suspiro, su tía Dorea dio un vistazo a la mesa donde la pareja estaba actualmente.
— Y, aprovechando, saca a Dora a bailar. — Dijo la mujer idéntica a Bellatrix, la tía Andromeda. — Rabastan no la deja respirar.
— Así era Rodolphus. — Protestó Bellatrix. —Los Lestrage tienen una horrenda vena posesiva. —Bufó con gracia, observando a su esposo invitar a una pequeña dama a bailar con él como cortesía frente a sus padres, a Bella no le importaba.
— Iré. —Draco le dio un beso en la mano enguantada a su madre para caminar hacía la mesa donde aún los novios charlaban, aunque Regulus parecía más refunfuñado mirando a Lupin.— Buenas noches.
—Ah Draco. — Regulus le regaló una exquisita sonrisa de dientes blancos, junto a Sirius era una postal que le daba celos a chico, desde su infancia Regulus fue su amor platónico, verlo casarse era una herida en su joven corazón.
— Vengo. — Se aclaró la garganta, miró hacía Tonks con el rostro sonrojado. — Me ha dicho su madre, prima, que sería buena idea invitarla a bailar.
Nymphadora se echó una espontanea carcajada cambiando su pelo a amarillo chillón, dando una imagen muy contraria a la que anteriormente dio como una perfecta dama de sociedad envestida en encaje blanco con bordados y una sobrio cabello negro recogido en un peinado con mariposas móviles en un moño.
— ¿Parezco solicitada hoy?— Paró de reír cuando Rabastan se aclaró la garganta, obviamente avergonzado por las formas de su prometida.—Pero ya Harry,—agitó el brazo para hacer notar la presencia de Potter, Draco lo miró como si fuese la pulga más sucia del planeta o, aún peor, el Doxy que había mordido a su madre. —, me lo pidió. Pero Remus está libre, creo que su trasero estaría feliz de levantarse de esa silla que lo ha aplastado por toda la noche.
Rabastan suspiró resignado al escuchar la palabra trasero salir de los labios de Nymphadora.
— ¿No son muy jóvenes para bailar la cuadrilla?.—Remus murmulló, avergonzado, a ojos de otros, por tener que ser dirigido por un niño de doce años, en su interior, por tener que bailar con el hijo de su amante.
— Sólo se es demasiado jóvenes para las niñas. — Se quejó Nymphadora, Remus se vio obligado a dejar a Adrian en los brazos de su madre y levantarse de la silla halado por Tonks. — Te veo después, cariñito.
Tonks dejó un beso al aire para Rabastan mientras este bufaba por el falso apodo. No había otra mujer elegible, se dijo, era eso o volver a entrar en la lista de solteros para que El Ministerio le buscase un conyugue y por Merlín que había hecho mucho con hacer tratos bajo la mesa con El Ministerio para que Nymphadora le fuese dada en compromiso como se acordó con los Black. Era ella o nada.
Draco y Harry los siguieron con un medido espació entre ambos.
—Para que quede claro. —Harry le susurró cuando se acomodaron para empezar el baile. — Te detesto.
—El sentimiento, —los violines empezaron a sonar en el iluminado salón decorado con flores y luces destellantes, hombro con hombro presentaron sus parejas al centro del circulo bien organizado—, es mutuo.
Remus fue el único que soltó una risita al observar tan peculiar intercambio.
La cuadrilla prosiguió con la delicada música de los violines hasta que un ráfaga de viento apagó las velas del salón, las puertas que conducían al jardín se cerraron y un grito desgarrador rebotó en la silenciosa habitación.
— ¡Esta muerto! ¡Esta muerto! — Una mujer sollozaba, entre la oscuridad Remus encontró a Harry, Draco y Nymphadora, los abrazó contra su pecho mientras los murmullos aumentaba y el ruido del exterior pasaba por los delgados vidrios del salón como un eco brumoso. Alguien intento abrir las puertas con un hechizo mas no funciono, intentaron conjurar Lumos pero las varitas sólo chispearon dando pequeños vistazos de rostros angustiados, entre la confusión una persona a su lado intentó de nuevo conjurar un Lumos logrando que una tenue luz se sostuviera antes de dimitir, entre las penumbras Remus casi pudo ver una figura encapuchada con una máscara torcida como un pico de cuervo (1*) sobre el rostro.
Cuando el pánico empezó a surgir y las personas empezaron a golpear las dobles puertas estas se abrieron con brusquedad y las velas volvieron a encenderse. Todos estaban pálidos, jadeaban sondando la habitación con ojos temerosos.
Encontraron a la mujer sollozante: Grenilda Brown, una mujer rechoncha ya mayor, sostenía entre sus brazos a su esposo muerto, un mestizo miembro de Wizengamont. El hombre tenía un gran agujero en el pecho donde faltaba su corazón, y alrededor de ellos, justo en medio del salón, el dibujo de un esqueleto de serpiente se comía a sí misma en su círculo perfecto de carbón, bajo los pies de Grenilda rezaba en letra cursiva e intricada la palabra "Pur" en oro líquido.
— ¡Está muerto! — Ella sollozaba, los mechones que antes fueron un hermoso peinado desgreñado sobre su rostro desencajado.
— ¿Qué está pasando? — Draco y Harry se removieron en su abrazo, los apretó más contra su pecho, Nymphadora no se atrevía a voltear.
— No, no lo hagan. No se volteen. — Remus susurró. No se movió de su lugar hasta que Lucius, Rabastan, James y Andromeda vinieron por los niños en sus brazos, Lucius lo llevó hasta un lugar apartado y lo confortó con caricias.
"Pur" rezaba en sus retinas, "Puro".
Notas:
Ñanñanñan. ¿Veis que si estoy actualizando más seguido, veis?, fue un mes y medio, no seis meses. ¡Yo cumplo! Mentira, tarde seis. ¿Podrían perdonarme? Espero que el capítulo haya sido de su agrado quise introducir un poco de contenido más maduro porque los niños ya a los doce son un manojo de hormonas, también quise destacar el paralelismo entre Draco y Lucius como padre e hijo. Ambos son muy parecidos ¿No creen? ¡Viva Harry! Es el nuevo buscador de Gryffindor. Oh, sí, también estamos entrando al arco principal de la historia.
Y malas noticias para ustedes (buenas para mí) mi universidad volvió a su funciones normales, eso significa que me verán aún menos por aquí. So sorry!
Es un placer tenerlos de lectores, gracias por leer.
Aclaraciones:
(1*) Mascara de la peste: En los siglos donde la peste fue una gran epidemia los médicos utilizaban mascaras retorcidas que emulaban el pico de aves de mediano tamaño como los cuervos, desde esa época y por el gran alcance que tuvo esta enfermedad en la época pre industrial, la máscara se relaciona con la llegada inevitable de la muerte.
Respuesta a anónimos:
LinZu ( Perdoname por mi tardanza, espero puedas disfrutar este cap- o al menos recordar que este fic existe-)
Guest 1 ( Pero el StarIncest es amor y corazoncitos gays! Es hermoso, terminaras amándolos, anda, si sigues leyendo por supuesto. Bebé entre Rems y Lucius? Bebé? Bebé? De esos que se cargan? … * se encoge de hombros* )
Dark arak (Lo siento en verdad muuuuucho, espero la espera no haya sido tan larga)
Romi (Aquí más!)
Guest 2 (Dios, me haces sonrojar querido anom, en verdad gracias por leer y dejar tan lindo comentario)
Lu ( ¡Peeeeerdoname la larga espera! El StarIncest a entrado a tu vida, ahora adóralo, porque es precioso :) La verdad es que la relación entre Cedric y Harry es mi ideal de primer amor, cuanto no hubiese dado –unas cuantas tijeras y cartulinas que igual me robaban en primaria- para tener un primer amor así de idílico, le tengo envidia a Harry por ello, se la pongo fácil. Aquí nuevo cap, querida)