En el jardín de la mansión Phantomhive se encuentra una pareja disfrutando del te mientras observan a su pequeño hijo de 11 años jugando con su fiel perro, era una tarde un poco cálida de lo contrario no estuvieran afuera, pues Ciel el niño de mirada azulina igual que su madre, sufre de asma por lo que no puede salir y disfrutar libremente como cualquier niño de su edad, solo por un corto periodo de tiempo podía disfrutar del aire libre, casi no salía de casa, era sumamente sobreprotegido, por ese motivo él tenía una personalidad introvertida, muy tímido hasta cierto punto inocente, pues el mundo que le ofrecían sus padres, era como una burbuja, no conocía la maldad no la había experimentado. Su sonrisa lo denotaba mostraba aquella alegría e ingenuidad propia de un niño pequeño, pero estaba a punto de entrar a la adolescencia pronto cumpliría 12 años, su padre sobre todo temía como su hijo enfrentaría el mundo, pues no todo era bondad en él, ese niño seria el que le seguiría, continuaría con el legado Phantomhive.
-Rachel... ¿No crees que Ciel es muy consentido? Pregunto Vincent, observando a su hijo acariciar tiernamente a su perro.
-Pero que dices... Lo dices por su manera de ser, el es un niño todavía. Contesto con una pequeña sonrisa Rachel, aunque era difícil reconocerlo sabía que su niño era demasiado consentido.
-Si pero no siempre será un niño, pronto cumplirá 12, ya es un jovencito... No un niño... Respondió mirando seriamente a su esposa mientras ella bebía un sorbo de té.
-No entiendo cuál es el objetivo de esta conversación Vincent... Habló un poco molesta ante ese comentario, sabía que su hijo a pesar de su edad no lo aparentaba.
-No te molestes querida, solo creo que deberíamos dejar de sobreprotegerlo... siento que le estamos haciendo daño con tanto cuidado, míralo... Hablaba Vincent sin dejar de mirar a su hijo quien se había caído levemente y ya tenía la mirada llorosa, a pesar de no tener ningún rasguño, esa actitud infantil y engreída era a la que se refería.
-Pero... pero... el es mi pequeño... Dijo Rachel quien intento levantarse a levantar al pequeño que se acariciaba la rodilla, pero su esposo la detuvo, pues quería que él se levantara solo.
-Es nuestro pequeño, pero no siempre estaremos con él, cariño... debemos ser realistas, que tal si empezamos con adaptarlo a otras personas, él siempre se esconde cuando ve a alguien desconocido... Sera buena idea que dejaras de ser su tutora, aunque no te agrade he decidido que contratare otros tutores para él, así se relacionara poco a poco con otros. Hablaba el hombre con seguridad ante la mirada sorprendida y un poco molesta de su esposa al escuchar esa decisión.
-Si ya lo decidiste, no sé porque me lo consultas... Exclamó molesta la joven esposa desviando la mirada un poco llorosa a donde se encontraba Ciel, que se estaba levantando del suelo.
-Querida, no te enojes es por el bien de nuestro pequeño, lo hago por el... siempre velare por su bienestar lo sabes mejor que nadie... Hablaba con sinceridad el conde abrazando a su esposa, pues sabía que se sentía mal ante esa decisión, la consolaba, ella sabía que era una realidad que debía afrontar, sin más tuvo que aceptarla.
-Está bien, pero yo escogeré a sus tutores... Decía al oído a su esposo con voz suave, quien le dio un pequeño beso en los labios a su esposa.
-Mamá... papá... no hagan eso delante mío... Exclamaba Ciel con mala cara al ver como su padre besaba tiernamente a su madre, que al escuchar la voz de su pequeño acercarse se sonrojo.
-Ciel... tenemos algo que decirte... Siéntate... Ordenó su padre con una sonrisa.
-Díganme. Dijo Ciel un poco intrigado de lo que iban a decirle.
-Tu padre y yo hemos decidido que tu hermosa madre ya no te enseñara como lo he hecho hasta ahora, tendrás nuevos tutores. Confesó un poco triste Rachel ante la mirada confundida de Ciel.
-¿Por qué? Pregunto un poco molesto el pequeño, no entendía el porqué de esa decisión.
-Hijo... no te molestes, verás que será divertido, podrás relacionarte con otras personas, tu madre buscara a los mejores... No te desanimes... Trataba de animar con sus palabras el conde, pues aunque su hijo era tímido tenía carácter, y a veces muy mal carácter.
-Si ustedes lo dicen... Respondió resignado el pequeño mirándolos con resentimiento.
-Ah mi pequeño, creo que será duro para mí también... Mi hermoso Ciel, voy a extrañar enseñarte... Decía la joven mujer abrazando a su hijo, casi llorando, Vincent observaba la escena con gracia.
-Rachel... creo que esto te afecta más a ti que al propio Ciel... Comentó divertido el conde mientras se levantaba para ir dentro de la mansión, madre e hijo se observaron y sonrieron, para después tomados de la mano seguir al conde. Mientras tanto en otro lugar de Londres en una pequeña casa estaban dos siluetas masculinas conversando
-¿Cuándo cumplirás mi deseo? Pregunto una voz de alguien que podría decirse era un anciano.
-Cuando la oportunidad se presente, no me gusta hacer las cosas al apuro, todo a su tiempo. Contestó una varonil y melodiosa voz masculina.
-Pero yo no tengo tiempo, soy muy viejo y tal vez pronto me muera. Decía el anciano con molestia.
-No exageres, hace tres semanas que me invocaste, y ya quieres que te lo cumpla, me gusta tomarme mi tiempo así las cosas salen mejor. Hablaba esa joven voz con tranquilidad.
-Mira el periódico, otra vez ese estúpido ganándose elogios de todos, y yo hundido en mi odio y amargura. Dijo enojado el mayor lanzando un periódico en la mesa.
-No es mi culpa que tu vida sea miserable, todos los días vigilo su mansión buscando una oportunidad para infiltrarme y llevar a cabo tu venganza, pero no se ha dado. Dijo un poco hastiado la voz melodiosa con cierto sarcasmo.
-Seré paciente entonces, solo quiero que mancilles el nombre de los Phantomhive, quiero que los humilles... que les quites su valiosa felicidad... Malditos... Decía entre dientes el anciano con coraje apretando los puños, el otro solo sonreía al ver esa patética reacción.
-Sí, claro como digas... Bueno me canse de escuchar tu ruidosa voz iré a dar una vuelta ahora que anocheció para ver que novedad hay en la mansión Phantomhive. Dijo con una sonrisa, dándole la espalda no soportaba estar cerca de ese nefasto anciano, pero era su contratista y se veía obligado a estar cerca de él.
-Como que te emociona ir allá... será que hay algo que te guste ahí... Exclamó el viejo con burla, al ver esa rara sonrisa en el demonio con quien había pactado.
-Tonterías... maldito viejo... Murmuró molesto el demonio, quien desapareció de inmediato al escuchar tal insinuación la verdad era que si había algo que le agradaba de esa mansión, era un alma pura sin mancha tan blanca, alguien a quien corromper y transformar esa alma pura en un alma apetecible ligeramente condimentada con algo de oscuridad, de solo pensar saborearla se relamía los labios, pero por alguna extraña razón algo más que el alma le atraía no sabía que era, solo sabía que en las últimas noches después de escuchar alguna novedad de la mansión a través de las paredes de manera sigilosa, se colocaba al pie de una ventana escondiéndose para ver y escuchar a quien era dueño de esa habitación que al salir sus padres de darle las buenas noches, casi siempre lo escuchaba cantar con voz baja. El demonio sonreía al escuchar su desafinado pero sincero canto. Ya después de unos minutos no percibió ruido, ni movimiento. Se asomó sin inconveniente viendo a un pequeño de casi 12 años de hermoso y casi infantil rostro, durmiendo tranquilamente con una sonrisa en sus labios.
-Pronto estaré cerca de ti, mi pequeño Ciel Phantomhive, seré tu tutor y me llamaras Sebastian Michaelis. Decía con una sonrisa, mientras sus ojos brillaban en la oscuridad de la noche, y a la vez se deleitaba viendo esa pequeña figura acurrucarse bajo las sabanas.
