Ninguno de los personajes conocidos que se mencionan son míos, sino de la autora J. K. Rowling.


El día amaneció con un radiante sol que no compaginaba en nada con el aspecto lúgubre que tenían aquellas dos personas que, en completo silencio, tocaban el traslador y aparecían en un bonito pueblo muggle.

- ¿Está segura de esto? – Preguntó Snape tentativamente.

- No es como si tuviese otra opción. Será mejor que acabemos con esto cuanto antes – respondió con desgana Hermione.

El hombre carraspeó ante el mal tono que había usado la chica, pero decidió que dadas las circunstancias lo mejor era obviar aquello y seguir con lo que tenían que hacer.

La castaña los guio hasta una preciosa casa de fachada blanca y tejado rojo, que casaba bastante bien con el diseño de todas las demás. Snape se sorprendió cuando entraron y se encontró con una sobria casa de dos plantas, toda decorada con colores pastel y con muebles en tonos tierra.

La casa había quedado tal como la chica la había dejado, aun con objetos diversos dentro, como si fuese una simple casa cuya familia se había ido de vacaciones.

- ¿Qué tiene que recoger? – Preguntó él.

- Básicamente lo que hay en el trastero – respondió Hermione subiendo por las escaleras.

La siguió hasta lo que sería la tercera planta, un enorme trastero lleno de cajas y algunos armarios.

- ¿Sólo esto? – Preguntó él, viendo que era bastante poco.

- Algunas cajas si, otras son simples trastos – explicó ella – voy a marcarlas.

- Las minimizaré y guardaré en la maleta – dijo él.

Se sentó en un pequeño baúl y observó pacientemente como la chica iba mirando cajas y marcándolas con un rotulador rojo. ¿Por qué no simplemente las marcaba con la varita? Supuso que, al igual que con muchas otras cosas, la chica prefería las maneras muggles.

Mientras esperaba no pudo evitar fijarse en la chica nuevamente. Llevaba unos pantalones tejanos, que aparentaban ser bastante cómodos, y un jersey rojo al más puro estilo Gryffindor. Realmente eran unas prendas que le quedaban perfectas.

Se reprendió mentalmente por haber estado mirándola tan fijamente y decidió ir hechizando las cajas que ya estaban marcadas.

La chica le miró un segundo, como si se estuviese preguntando qué estaba haciendo, pero luego se alzó de hombros y continuó con lo suyo.

Cerca de una hora después las cajas amontonadas se habían acabado y empezaron con las que había sobre los muebles. Había algunos armarios bastante altos, por lo que mientras la chica se encargaba de mirar las cajas de los muebles más bajos, fue bajándolas con un hechizo de levitación para ahorrar trabajo.

Era una tarea muy fácil, así que se puso a observar a la chica de nuevo. La había visto desechar cajas con algunos recuerdos familiares, como fotos o juguetes, y aunque algo en él le pedía a gritos que le dijese que tirar eso no le haría bien, no había podido decir nada. Demasiadas similitudes con él mismo, que apenas conservaba una simple foto de su madre y poco más.

Suspiró resignado y volvió a lo suyo.

Fue entonces cuando se fijó en una caja que había detrás de un par de cómodas, una caja escondida y tapada con una manta. Frunció el ceño, quizá fuese ropa de sus padres o algo similar.

Dirigió la varita hacia la caja y empezó a sacarla hacia el centro de la habitación.

- ¡No toque eso! – Sintió con la chica chillaba, desconcentrándole por un momento y provocando que la caja cayese sobre el suelo, con el consiguiente desparrame de las cosas que tenía dentro.

Un escalofrío corrió por el cuerpo de Snape cuando vio lo que había dentro. Muñecas, pero no muñecas normales de las que todas las niñas tienen. No. Eran muñecas que habían sido pintadas con rayas negras; cuyo pelo estaba quemado, cortado, sucio…; muñecas con agujas por el cuerpo, a las que les habían cortado cualquier parte del cuerpo; pero lo que más le impactó fue que todas tenían en alguna parte grabado un nombre, "Hermione".

Miró a la chica con sorpresa y la vio temblar mientras observaba las muñecas con el terror impregnado en su rostro.

- ¿¡Por qué ha sacado eso!? ¿¡POR QUÉ!? – Bramó ella de nuevo con la expresión crispada, pero sin perder el miedo - ¿¡Para qué mierda toca lo que nadie le ha pedido!? ¡Maldito imbécil!

Notó la ira dominando su cuerpo. ¿Quién se creía esa niñata para hablarle así después de haberla estado ayudando tanto tiempo?

- Vigile con esa boca, Granger – advirtió con tono duro.

- ¡Pues vigile usted con toca lo que no debe! – Exclamó ella.

- ¡Sólo la estoy ayudando maldita rata sabia! – Recordó perdiendo la paciencia.

- ¡Pues LÁRGUESE! ¡No necesito su ayuda! ¡No necesito la ayuda de nadie! – Chilló la castaña.

Sabía que aquello era un ataque terror ante los recuerdos que le daban las muñecas, pero Snape no pudo soportar que la muchacha que tenía delante le estuviese faltando al respeto de aquella forma. ¡Sólo la estaba ayudando!

- ¿No me ha escuchado? – Preguntó ella en un tono demasiado bajo - ¡LAR-GUE-SE! – Silabizó.

Aquella fue la gota que colmó el vaso. Apretó su varita y desapareció sin decir nada.

Hermione suspiró y miró aun temblando la caja de muñecas. Esas muñecas que representaban lo que ella era. Sí… Ella estaba sucia, era un despojo que no merecía nada… Ni siquiera sabía cómo Snape la podía aguantar tanto…

Snape… No podía evitar preguntarse que tenía él. ¿Por qué con él no había miedo? ¿Por qué con él había podido hacer lo que había hecho sin temer? ¡No entendía nada!

Ahora quería llamarlo, quería pedirle que se quedara con ella, incluso una parte de ella quería contarle el origen de esas muñecas… Pero él ya se había ido y ella estaba demasiado afectada como para mandarle siquiera un mísero Patronus.

Así que, intentando no pensar en ello, continuó con lo suyo. Quedaba bastante poco, así que apenas tardó media hora más en acabar. Una vez tuvo todo en señalizado, lo minimizó y metió en su bolso.

Antes de irse no pudo evitar pasear por la casa de nuevo, tal como había hecho otras muchas veces.

Fue a la cocina y recordó todas esas veces que desayunaba con sus padres, cuando cocinaba con su madre, cuando les hacía los desayunos sorpresas para sus aniversarios… Tantos recuerdos…

En el salón tenía otra larga tanda de recuerdos: las noches de pelis, los juegos, las charlas…

Volvió a subir arriba y se quedó mirando las habitaciones. Aún quedaban algunos muebles pero ya había hablado con Dumbledore de eso, todo lo que quedase en la casa cuando ella se fuese sería donado a la beneficencia. Había muchas cosas que se podían aprovechar y tirarlas a la basura sería un desperdicio.

Escuchó un ruido fuera y su corazón golpeteó nervioso. ¿Snape había vuelto? Seguramente era eso, por muy enfadado que estuviese seguro que no tendría ganas de escuchar los sermones de Dumbledore si este llegaba a descubrir que se había escapado.

Bajó los escalones casi corriendo pero frenó en seco cuando vio la figura más o menos esbelta de un hombre encapuchado. ¿¡Mortífagos!? No pudo llegar a chillar nada, vio como el desconocido levantaba un arma y disparaba contra ella. Inmediatamente como una especie de dardo se clavaba en su piel y todo su cuerpo empezaba a quedarse tan tenso que no podía ni moverse. Estaba claro que aquel no era un mortífago…

Cayó al suelo estrepitosamente y se deslizó por las escaleras, notando los escalones clavarse por su cuerpo, hasta acabar boca arriba en el vestíbulo, totalmente paralizada.

La sombra del desconocido de movió y vio como el encapuchado se sentaba a horcajadas sobre ella. Su mano se movió hasta la capucha y poco a poco la deslizó hacia atrás, mostrando el rostro de un hombre blanco, de ojos marrón-grisáceo y rasgos toscos. El corazón de Hermione se paró y las lágrimas empezaron a surgir de sus ojos sin control mientras observaba como el hombre se agachaba hasta colocar su boca cerca de su oído.

- Papi esta en casa – susurró.

Snape entró en su despacho hecho una furia y maldiciendo a todo ser viviente. Se acercó al armario de los licores y se sirvió un buen vaso de Whisky, esperando que con eso su ira se aplacase un poco.

Decidió que lo mejor sería sentarse y observar la chimenea. El crepitar del fuego siempre le había hecho sentirse bien. Era como si viendo la madera consumirse lo hiciese también su negatividad. Como si el fuego fuese agua que barriese todos los malos pensamientos que tenía.

Consiguió quedarse muy tranquilo, pero eso no evitó que se enterase del intento de sigilosa entrada que estaba haciendo Dumbledore.

- ¿Se puede saber qué quieres ahora, viejo? – Preguntó de mal humor, levantándose y mirando hacia el anciano, que automáticamente refunfuñó un "vaya, me ha vuelto a pillar".

- Sólo he notado que te aparecías y he venido a ver… - respondió Albus fingiéndose inocente - ¿Dónde está Hermione?

- Me ha echado de su casa – bufó Snape volviéndose a sentar.

El director se acercó a él y le miró extrañado.

- ¿Echarte? – Inquirió confuso - ¿Qué le has hecho? – Añadió acusadoramente.

- ¿Hacerle? ¡Yo no he hecho nada! – Aseguró el pocionista – sólo estaba ayudándola cuando encontré una maldita caja de muñecas… - añadió, acabando en un susurro.

- ¿Muñecas? – Insistió Dumbledore viendo como Snape se debatía internamente.

- Sí… Muñecas – respondió él con voz baja – muñecas rotas, sucias, quemadas… - añadió antes de que el director pusiese decir algo.

Los ojos azules del director mostraron un brillo de entendimiento y luego se tornaron tristes.

- Tal como se sentía ella… - dijo, más bien para sí que para otros.

Se quedaron un rato en silencio, sin saber muy bien que decir o hacer. Fue entonces cuando un estremecimiento los recorrió a ambos, provocando que se mirasen y levantasen de golpe.

- Hermione… - susurró Snape sin entender muy bien por qué.

Sin pensarlo un segundo se aparecieron en la casa de Hermione, justo en la entrada. Caminaron a grandes zancadas hacia la casa y casi derribaron la puerta para entrar.

Se quedaron paralizados ante la escena que tenían delante. Hermione estaba tirada en el suelo, con los ojos abiertos como platos y llorando desconsoladamente, y sin poder moverse según parecía. Un desconocido estaba sobre ella, acariciándole un pecho tras, aparentemente, haber partido en dos su jersey y su sujetador.

La ira volvió a inundar a Snape, cegándolo y convirtiendo toda su visión en un borrón rojo en dónde sólo había un objetivo: él. Se lanzó contra el hombre, quitándoselo de encima a la chica, y lo lanzó contra el mueble del salón. Sin siquiera sacar su varita se colocó encima de él, a horcajadas, imitando la posición en la que lo había encontrado con la castaña, y empezó a darle de puñetazos en el rostro, importándole poco los fútiles intentos del desconocido por quitárselo de encima.

- ¡Severus! ¡Severus!

No le importaron las llamadas de Dumbledore, sólo continuó dándole de puñetazos al rostro del conocido, el cual estaba ya tan hinchado y ensangrentado que apenas se reconocía.

- ¡Severus por favor! – Chilló de nuevo el anciano - ¡Hermione se ha desmayado! ¡Tenemos que llevarla al hospital y yo no puedo con ella! ¡Ahora depende de ti!

Esa frase hizo reaccionar a Snape, dejándolo con el puño alzado listo para otro asalto.

- Severus, llévala tú hijo. Yo me encargaré de él – pidió el anciano, sabiendo que si dejaba a Snape sólo con el desconocido podría llegar hasta matarlo.

El pocionista se levantó con el cuerpo aun temblando por la acción de la ira y la adrenalina y se acercó poco a poco a ellos. Dumbledore había arreglado el jersey de Hermione, pero ésta a su vez había caído en una especie de shock que la hacía tener pequeñas convulsiones.

La cogió cuidadosamente en brazos y se apareció en la enfermería de Hogwarts, sabiendo que Madame Pomfrey tendría los conocimientos necesarios para arreglar aquello y que, si aparecía en San Mungo, habría demasiadas preguntas y malas miradas por parte de todos.

- ¡Merlín Santo! ¿Qué ha pasado, Severus? – Preguntó la enfermera, una de las pocas que aún le toleraba.

- Es largo de contar – respondió él – primero ella y luego la historia.

Se quedó en un segundo plano viendo como la enfermera daba varias pociones a la chica y recitaba varios conjuros en su cuerpo. No podía quitarse aquella imagen de la cabeza. Ese maldito, ese hijo de puta muggle, se había atrevido a tocarla de aquella manera, haciéndole qué vete tú a saber para dejarla paralizada e indefensa. Apretó los puños y evitó un gruñido. Ese hijo de puta… si tuviese la oportunidad de verle de nuevo estaba seguro de que lo iba a matar.

Tras varios minutos escuchó a la enfermera cerrar las cortinas de la cama en donde estaba la chica y se acercó a ella.

- ¿Qué tal está? – Preguntó asustado.

- Bien, con una conmoción enorme encima y el cuerpo paralizado, pero se irá recuperando poco a poco – respondió ella mirando hacia atrás tristemente - ¿Qué ha pasado?

Snape suspiró y le contó a Pomfrey todo.

- Por Merlín…. – susurró la mujer totalmente afectada mientras se dejaba caer sobre una butaca – pobre niña… pobre niña… No sé me ocurre que puede haber hecho para merecer esto…

Estuvieron unos minutos en silencio hasta que los lastimeros gemidos de la castaña hicieron que se levantasen para ver que ocurría. Hermione se revolvía en la cama insistentemente, con el cuerpo sudoroso y lágrimas aun en los ojos.

Pomfrey movió su varita e invocó aquellos haces azules que la detuvieron la otra vez, pero ahora parecían no surtir efecto.

- No vais a poder hacer nada para calmarla…

Se giraron bruscamente hasta enfrentarse a un abatido Dumbledore que se acercaba con paso lento a ellos.

- ¿Qué quieres decir? – Preguntó Snape.

- Está encerrada una pesadilla, sin posibilidad de escapar – respondió Albus – necesita que alguien vaya a rescatarla.


¡Pues ya he vuelto! Siento haber tardado tanto esta vez… pero con el trabajo de lunes a viernes y los estudios y compromisos varios los findes poco puedo hacer…

¿Qué os ha parecido este cap? Menudo estrés… No os imagináis lo que me ha costado escribirlo… Y diría que el siguiente me costará más aún _

¡Espero vuestros comments!

YazminSnape: pues sí… además de tener que limpiar la casa la cosa se ha puesto mucho peor… Veamos que pasará a partir de ahora…

TercySScloe: este también es cortito… pero no puedo hacerlos más largos sin desvelar demasiado _

Megumisakura: ¡Gracias!

kirtash96: ¡Me alegra que te vaya gustando!

503: bueno, pues ya vamos teniendo la continuación del abuso…