Declaimer: Sesshomaru y compañia no me pertenecen sino a la Gran Rumiko T. La historia tampoco me pertenece, tan solo es una adaptación que hice del libro de Kat Martín.

Primero que nada espero que tengan un feliiiz año nuevo y que en este año nuevo que entra se puedan hacer realidad todos sus sueños.

Y Segundo me encanto leer sus reviews, lamentablemente no tuve el tiempo suficiente para contestarles y les agradezco a tod s por haberse tomado el tiempo de dejarme sus comentarios. Principalmente les agradezco a todas aquell s que estuvieron conmigo desde el comienzo y que a pesar de que tarde años en volver, siguieron esperando para seguir leyendo Bella y Audaz.

Por último les agradezco a las futuras lectoras que seguramente van a leer esta historia en algún momento aunque sea por curiosidad =D.

Capitulo 25

Sesshomaru pasó los dos días siguientes organizando los refuerzos del castillo.

Ignoraba durante cuánto tiempo podrían resistir a los ataques, pues apenas les quedaban alimentos y las huestes de Malvern impedían el acceso al pueblo. En cualquier caso, se proponía defender la fortaleza tanto tiempo como fuera posible.

Había preferido no comentar a Kagome que si la ayuda no llegaba a tiempo, Naraku no daría cuartel, lo que significaría una muerte segura para él y un destino aún peor para Kagome.

Al tercer día el vigilante avistó movimiento fuera de las murallas del castillo. Tras subir por las empinadas escaleras de piedra hacia las almenas, Sesshomaru observó con terrible fascinación cómo los hombres de Naraku avanzaban más allá del puente levadizo. Los pendones verdiblancos ondeaban al aire mientras las armaduras de los caballeros brillaban al sol. Entretanto, las fuerzas de Beltar tomaban posiciones alrededor del castillo.

Sesshomaru apretó los puños. El asedio no tardaría en comenzar. Se estremeció al pensar en las pésimas condiciones que se verían forzados a soportar, el hambre y las enfermedades, las violentas muertes que sufrirían sus gentes, no sólo allí, en la fortaleza, sino también en el pueblo.

Recordaba batallas similares; cómo los hombres pasaban por encima de los cadáveres de sus compañeros, apilados en el foso para formar un puente. Recordaba como se arrojaba aceite hirviendo a través del matacán, como los hombres gritaban de agonía víctimas de una muerte tan cruel, peor que el mismo infierno. Lo recordaba demasiado bien, pero no podía hacer nada para evitar semejante sufrimiento.

Sólo el tiempo podía salvarlos; tiempo para que los caballeros a quienes había avisado llegaran, tiempo para recibir la ayuda del rey.

Sesshomaru contemplaba cómo el ejército enemigo se reunía. Braxston ya estaba preparado para el primer asalto. Los arqueros y los hombres de armas se hallaban en sus puestos, y varios guerreros se habían apostado en lo alto de las murallas. Se dio la vuelta al oír un ruido detrás de él, y vio a Kagome abrir la puerta y encaminarse hacia él. La preocupación tensaba sus facciones y la incertidumbre oscurecía sus ojos. Cuando llegó a su lado, él la estrechó contra su pecho.

-Me alegro de que hayas venido -dijo él suavemente.

Ella dirigió la mirada al ejército enemigo.

-Me sentía sola; te echaba de menos. La incertidumbre es una tortura. A veces creo que la espera es lo peor.

-No, chérie, sólo lo parece hasta que empieza la batalla.

-¿Crees que podremos resistir?

-Al menos durante un tiempo. Después, todo quedará en manos de Dios.

Él observó los centenares de hombres del ejército contrario, la torre de asalto y la catapulta que estaba siendo colocada. Un ariete esperaba al lado de una enorme tortuga metálica para proteger a los hombres que había en el puente provisional.

«Naraku está bien preparado», pensó amargamente mientras el estómago se revolvía al pensar en lo que se avecinaba. Miró a Kagome, sintiendo su suave cuerpo contra sí, y por un momento olvidó los días infernales que deberían soportar. Apreció cómo los rayos del sol se reflejaban en el cabello de la mujer, que brillaba y refulgía. Recordó cómo había acariciado su sedosa piel la noche anterior, cuando había yacido con ella. La había poseído salvajemente, y ella le había correspondido, atrayéndole con sus curvas femeninas, respondiéndole con su cuerpo, convirtiéndose de tal manera en parte de él que los dos habían formado una unidad.

Le tocó la mejilla y le levantó el mentón.

-Quiero decirte algo que debería haberte dicho hace mucho.

Ella arqueó las finas cejas, y él las acarició con un dedo.

-¿De qué se trata, Sesshomaru?

-No me resulta fácil expresarlo. Durante un tiempo creí que no existía un sentimiento así. Desde que te conocí, desde que te convertiste en mi esposa, he descubierto que sí existe, y me considero el más afortunado de los hombres, por haberlo conocido.- Sonrió con ternura-. Te amo, Cariño. Hace tiempo que lo sé, pero no podía expresarlo con palabras. Te amo y nunca podrá haber otra mujer para mí.

Las lágrimas inundaban los ojos de Kagome, que posó la mano en la mejilla de su marido.

-Creí que nunca te oiría decirlo. He rezado para que llegara un día como éste, creyendo que nunca ocurriría.

-Debería habértelo dicho antes. Quizá así habría evitado que sufriéramos tanto los dos.

-Fui yo quien debería haber hablado, pero temía perderte. Eres mi esposo, y te amaré siempre.

-Cariño...

Sesshomaru inclinó la cabeza y la besó con ternura para demostrarle el amor que le profesaba. Después la estrechó contra sí y miró por encima de su cabeza hacia el campo donde pronto se libraría la batalla. Aunque la muerte los cercaba, se sentía más satisfecho que nunca. Kagome se apoyó contra él, y Sesshomaru ciñó aún más sus brazos alrededor de ella, abrazándola durante unos dulces y dolorosos momentos.

Si al menos tuviera la certeza de que ella estaría a salvo, no le importaría nada de lo que sucediera al día siguiente, Sesshomaru miró fijamente las poderosas fuerzas al que se enfrentarían y, al vislumbrar la muerte y la destrucción que se cernían más allá de las murallas, supo que no podía estar seguro de nada.

El viento azotaba el cabello trenzado de Kagome. Por un momento, había sido capaz de escapar de la dura realidad de los hombres y la guerra, la sangre que se derramaría y el horror que estaba a punto de empezar.

-Ya hace tiempo que están listos -dijo finalmente, rompiendo el silencio- ¿Por qué no atacan?

Sesshomaru negó con la cabeza.

-Lo ignoro.

-Nuestros hombres también están preparados. Es un consuelo saber que los has entrenado tan bien para el combate.

-Sí. Es una ventaja que tendremos que aprovechar.

Observaron y esperaron, hasta que un hombre llamó a Sesshomaru desde la torre y señaló frenético hacia el campo. Al instante la mujer vio que otro grupo de jinetes armados se situaba detrás del ejército de Naraku. El corazón le dio un vuelco.

-Dios mío – susurró – ha reclutado más hombres.

Tenso y fatigado, Sesshomaru avanzó hacia el borde de la muralla y, para sorpresa de su esposa, sonrió.

-No, mi amor. Es el ejército del rey Guillertno.

-¿Guillermo? Entonces ¿por qué Beltar cabalga con él?

Así era. Beltar atravesaba el campamento al lado de Guillermo, que cabalgaba con actitud orgullosa, decidida y distante. El rey se dirigía a la fortaleza flanqueado por Beltar y Naraku. Debía de haberse celebrado un encuentro entre los tres porque, cuando se acercaron, Kagome y Sesshomaru observaron que Beltar acataba las órdenes de Guillermo, y que Naraku estaba encadenado.

-Bien -dijo Sesshomaru-, ahora que ha llegado el rey, estamos a salvo. -Posó su manó en la cintura de su esposa y la condujo hacia la torre.

Ella percibía el alivio del hombre en cada una de sus poderosas zancadas. Al recordar las palabras de amor que Sesshomaru había pronunciado, su amor por él se elevaba. Él le había entregado su corazón y se había comprometido con su futuro. Con la llegada del rey y el fin de la deslealtad de Malvern, ese futuro acababa de empezar.

Bajaron por las escaleras, cruzaron la gran sala y salieron al patio de armas.

-Espérame aquí -dijo Sesshomaru con una sonrisa tranquilizadora y un rápido beso en los labios.

Anticipándose a sus deseos, su escudero ya había ensillado y preparado a Entei, que piafaba nervioso. Sesshomaru subió sin esfuerzo al lomo del caballo, aunque llevaba la pesada cota de malla, y Souta le entregó el casco cónico. Mientras se la ponía, Jaken, Totosai y otros veinte caballeros cabalgaron hacia él a través del patio.

Tras ordenar que bajaran el puente levadizo, Sesshomaru espoleó su montura y atravesó el puente seguido de sus hombres, que formaban una columna.

Cuando el último de los caballeros hubo cruzado el puente, Kagome corrió hacia el puesto de guardia, adonde llegó al mismo tiempo que Yuka.

-Son Nao y Haru -dijo la delgada chica, señalando excitada hacia los hombres que había en el campo-. Los he visto desde mi ventana.

Guillermo debió de ponerse en marcha tan pronto como recibió la noticia de la traición de lord Naraku.

-Gracias a Dios. No esperaba algo así.

-¿Y qué pensáis de Beltar? Al parecer se ha puesto del lado del rey.

-Tal vez sea rudo, pero no estúpido. No creo que en ningún momento haya querido incurrir en la desaprobación del rey Guillermo. Tiene mucho que perder. Cuando el soberano se enteró de la alianza entre Naraku y el Hurón y del papel que Malvern desempeñó en el ataque al recaudador de impuestos, Beltar se vio obligado a retirarle su apoyo.

-Y sin ese apoyo y contra todo el pronóstico -añadió Yuka-, los hombres de Naraku seguramente se volverán contra él.

Kagome sonrió.

-Sí, sin duda.

Llegaron a lo alto de las escaleras y desde allí observaron los ejércitos de hombres armados situados en el campo. El rey y los nobles parecían discutir acaloradamente. Para extrañeza de las mujeres,

Sesshomaru y lord Naraku desmontaron. Alguien liberó a Malvern de sus ligaduras y, para horror de Kagome, le entregaron una espada.

-Oh, Señor -susurró mientras su marido desenvainaba su espada.

-Van a luchar – dijo Yuka.

-Sí – respondió con voz trémula.

Sesshomaru era sin duda el mejor guerrero sobre la faz de la tierra, y su cuerpo estaba entrenado para el combate, Naraku de Montreale. Por su parte, era un cobarde; era duro y fuerte y estaba desesperado. Sólo Dios sabía qué obtendría si derrotaba a Sesshomaru.

Los hombres alzaron sus armas y de inmediato el entrechocar de los aceros resonaba en el campo. Kagome se estremecía al oírlo, desesperada, inquieta por su marido, deseando no perderlo. Las embestidas de Naraku eran salvajes, aunque esporádicas, como si los hechos ocurridos durante el día le hubieran adormecido los sentidos. Aun así, luchaba como un loco. Si Sesshomaru no hubiera repelido cada uno de sus golpes con un frío control, lo habría matado.

Malvern no tardó en dar muestras de cansancio, y los fuertes mandobles de Sesshomaru comenzaron a surtir efecto. Apareció sangre en la túnica de Naraku, una franja de un rojo brillante, visible a pesar de la distancia. Un golpe le acertó en el muslo, y cayó sobre su rodilla para atacar a su vez con un cimbronazo que Sesshomaru consiguió rechazar, aunque al hacerlo quedó al descubierto. Kagome contuvo la respiración mientras observaba cómo

Naraku se abalanzaba sobre su esposo, apuntando la espada hacia su pecho. Sesshomaru retrocedió al tiempo que blandía el acero y hundía la punta en el malvado corazón de Naraku.

Por un momento, el bello señor pelinegro se mantuvo en pie, incapaz de reaccionar, negándose a creer que en un instante estaría muerto. De pronto perdió el equilibrio y se desplomó.

Incapaz de reprimir un pequeño sollozo de alivio, Kagome se llevó una mano a la garganta, mientras las lágrimas asomaban a sus ojos.

-Está bien, mi lady -dijo Yuka, sonriendo y cogiéndole de la mano.

-Sí. Gracias a Dios se ha salvado.

Sin esperar a que el cuerpo de Naraku fuera retirado, Beltar hizo una señal a sus hombres, y éstos comenzaron a abandonar sus posiciones. El rey dijo algo a Sesshomaru y se dio la vuelta para impartir órdenes a sus caballeros. Montando a Entei, Sesshomaru se acercó a sus guerreros, y juntos cabalgaron hacia el castillo, mientras Kagome bajaba presurosa por las escaleras para recibir a su esposo en el patio.

Sonrió al verlo avanzar hacia ella, erguido y orgulloso a lomos de su enorme caballo negro. En pocos minutos, Sesshomaru se hallaba frente a Kagome con una sonrisa radiante en los labios.

-La batalla ha terminado -dijo- antes de comenzar.

-Así es. Parece que Dios ha escuchado nuestras plegarias.

-Naraku ha muerto. El rey ha confiscado sus tierras y las de su hermana. Por fin estamos a salvo de su villanía.

-¿Qué les ha ocurrido a los aldeanos? -preguntó ella-. ¿Han sufrido la crueldad de Malvern?

-Hubo bastante pillaje, pero nadie resultó herido. El rey ha decidido reponer los bienes de los siervos con las riquezas de Naraku.

-¿Y la recompensa?

-Es nuestra. La gente de Braxston al fin tendrá las tierras que se merece.

Kagome se arrojó a sus brazos, y él la estrechó contra la cota de malla.

-Te amo, Sesshomaru.

Él sonrió, con los ojos brillantes de alegría.

-Me complacería muchísimo que me acompañaras arriba y me demostraras cuánto me amas.

-Pero el rey…

-Guillermo no llegará antes de la cena. Hojo se encargará de que preparen la sala.

Kagome sonrió y lo besó en los labios.

-Entonces será un gran placer acompañarte, milord.

Sesshomaru le levantó la barbilla con los dedos, inclinó la cabeza y la besó larga y profundamente.

-Te amo, esposa de mi corazón -dijo con dulzura y, cogiéndola en brazos, se encaminó sonriendo hacia las escaleras.

Fin…

Y llegamos al final. Sessho por fin le confesó su amor a Kagome y el Rey llego justo a tiempo para impedir una masacre. Naraku murió y Braxston por fin consiguió la recompensa que tanto necesitaban para poder sobrevivir.

Lamentablemente la autora no hizo un epilogo y lo digo en serio porque a mí también me hubiera gustado saber que paso con todos ellos, pero la autora lo dejo con un final abierto. Así que este es el final de esta historia después de muchos años. Por suerte pude cumplir mi promesa de terminarlo este año, estoy en paz conmigo misma por lograrlo jajaxD.

Gracias a todas por estar conmigo hasta el final.

Espero verlas pronto de nuevo, con la siguiente historia que les toca elegir a ustedes ;)

Como va quedando la Votación:

EL RESCATE: IIIII I(6)

RUBÍ: IIII (4)

LA CHICA DEL SERVICIO: IIIIIIIII (9)

UN BEBE PARA EL MILLONARIO: IIIIIIIIIIIII (13)

Es obvio quienes van ganando así que pronto nos vamos a ver en las dos historias que ganaron, tal vez cuando termine las dos que ganaron decida hacer las otras que perdieron porque estoy viendo que a muchos también les gustaría esas historias.

Hasta pronto.