ENCUENTROS
1: DO WHAT YOU WANT
John había olvidado sus audífonos en su casa y su ipod silencioso se había refugiado en el fondo de su mochila. No le gustaba olvidar sus audífonos, estaba seguro de que la solución era comprar otro par para usar con su computadora y así evitar sacarlos de la mochila. Las canciones cuidadosamente escogidas para lograr su concentración fueron reemplazadas por cualquier cosa que fue escuchando por la calle hasta llegar a la universidad y refugiarse en la biblioteca antes de la hora de clases.
Tenía mucho que leer, pero la noche previa simplemente no pudo lograr abrir los libros. Era mejor que preparara un poco la clase, que leyera sobre nombres de músculos e inserciones en los huesos antes de que le preguntaran y tuviera que confesar que no lo sabía. Porque él siempre lo sabía, era quien siempre tenía la respuesta y quien corregía a los demás cuando se equivocaban. Y es que no haberse podido concentrar la noche previa era algo inaudito, impensable e incomprensible.
La culpa la había tenido claro un breve encuentro con un desconocido. ¿Breve? Eso era decir mucho, más bien había sido un encuentro fugaz y hubiera sido olvidado si no fuera porque el desconocido hizo que el café que estaba bebiendo se derramara por sobre toda su bata blanca preciosamente planchada. Lo que consiguió que John lo mirara y aunque sólo fueron tres segundos antes de que saliera de su campo visual, engullido por un mar de gente, fueron tres segundos que se grabaron en su mente.
John repasaba una y otra vez la forma de su cara, sus pómulos, sus labios… Y entonces volvía en sí. Había sucedido a tres calles de la universidad, había parado a comprar un café para despertar, lograr que sus neuronas se conectaran en vez de estar divagando. Pensó beberlo en ese momento pero estaba muy caliente por lo cual siguió caminando sin gran prisa puesto que aun tenía más de una hora para que comenzara su primera clase.
Se quedó esperando el cambio de la luz y fue el primero en cruzar la calle cuando ¡bam! El desconocido chocó de frente y volcó el vaso de café. La tapa insulsa no sirvió de nada y el contenido se derramó sobre la bata blanca que llevaba con pulcritud doblada sobre su brazo derecho. Entonces lo miró, porque quería gritarle por haber sido poco cuidadoso y chocar con él. Sin embargo, no pudo, por varias razones.
La primera porque tan sólo mirarlo se quedo sin palabras, tres segundos nada más necesitó para quedarse en blanco. La segunda porque el flujo de gente seguía en movimiento y la tercera porque el desconocido siguió su camino y el mismo flujo de gente lo engulló para evitar cualquier posible interacción entre ambos. La gente comenzó a gritarle por quedarse parado en medio de la calle y John supo que tenía que moverse antes de que lo aventaran o algo peor.
Sin embargo un ridículo pensamiento lo embargó. ¿Y si me quedo aquí esperándolo?
El único problema es que si bien su cuerpo se movió, su mente quedó congelada en el instante en que se encontró con el desconocido. Estaba descuartizando cada momento del encuentro, imaginaba todo como si fuera una ilustración de algún libro de anatomía y capa por capa de información fue cortada, examinada y desechada si no era útil. Hasta que al final obtuvo lo que quería, una calle vacía donde sólo estaban ellos dos y el resto del mundo no importaba.
Y entonces, como si pudiera predecir lo que iba a suceder por tres segundos de información, como cuando sabe qué tipo de movimiento hará cierto músculo basado en su longitud, grosor, tipo de fibras, inserciones, articulaciones adyacentes; de esa misma manera creyó saber que si en lugar de quedarse viéndolo como un completo idiota, lo hubiera tomado por el brazo, él lo habría mirado.
No con sorpresa, sino con molestia.
Era imposible de saber eso, no lo conocía, no sabía que tipo de persona era, sin embargo era muy claro para John que esa persona que ni siquiera se tomó la molestia de mirarlo al chocar con él, no recibiría con agrado su intromisión. Tocarlo hubiera sido una intromisión, hacerlo detenerse habría sido una intromisión.
O pero con gusto habría soportado su molestia si por un segundo sus ojos se hubieran posado en él. ¿Color? Oh perfecto, eso era lo que había consumido todas y cada una de las horas de la noche en vez de repasar la anatomía de la mano, lo cual era en sí una tortura. Sólo había visto sus ojos desde una perspectiva lateral y nada favorecedora para apreciar su color por lo que tenía que imaginar estar parado frente a él y poder sumergirse en ese color que podría parecer oscuro pero con destellos de luz. ¿Qué color era ese?
Un golpe seco lo despertó, alguien quería que se moviera y lo había empujado sin ninguna consideración para darse de lleno en la cabeza con el librero frente al cual estaba parado mientras buscaba un libro en particular. John se molestó, de verdad, se dio la vuelta para enfrentar a la persona que de manera tan poco amable lo había hecho golpearse en la cara.
Y claro, la canción de Lady Gaga que había escuchado en el camino a la universidad cortesía de la persona que se sentó a su lado en el metro, comenzó a sonar en su cabeza. Esa que dice "so do what you want, what you want with my body". Porque frente de él estaba el desconocido del día anterior, quien por cierto le dirigió una mirada cargada de molestia, en eso había acertado; y lo miró con sus ojos de color azul grisáceo, con tonos de verde y amarillo. ¿Acaso hay una nebulosa ahí dentro o cómo?
Cuando por fin el cerebro de John volvió a funcionar correctamente entendió que el desconocido seguía mirándolo no por interés o algo parecido, era simplemente que quería que se moviera. Saber eso era sencillo, todo en él transpiraba un "me estorbas" sin necesidad siquiera de verbalizarlo. John dio un paso a la izquierda y el brazo del desconocido se levantó en el instante para tomar con su mano un libro que estaba justo detrás del lugar donde estaba John.
Media vuelta y el desconocido se alejaba por el pasillo.
"Estoy fregado", fue lo único que pudo pensar John en todo el día.
2: THE WRONG DIRECTION
No, jamás en toda su vida pisaría una de esas cafeterías pomposas donde el hecho de tener wi-fi y como mil sabores para adicionar al café parecía más importante que el café en si. Era suficiente razón para huirles como la peste hasta que aceptó verse un día después de clases con la chica más bonita de su salón. Oh sí, nadie podía negar ni ahora ni nunca que Mary Morstan era encantadora, hermosa y adorable.
Pero John simplemente no tenía ojos para nadie más en su vida más que para el desconocido que le había tirado el café encima y que lo había mirado ordenándole moverse para tomar un libro cuando bien pudo pedirle que se quitara si era lo que quería. Sin embargo para John, esa interacción fuera de lo normal que le había ganado una bata manchada y un chichón en la frente, era casi como la perfección encarnada.
Comenzaba a imaginar que tenía tintes de masoquista dentro de sí.
Hechos reales y crudos: Cada relación que iniciaba se iba al demonio. Si bien le interesaban tanto mujeres como hombres, jamás había intentando tener una relación con un hombre. El hecho de empezar a salir con un hombre, tener citas, besos y sostenerse de la mano por la calle, le aterraba. Eso llevaba a la conclusión de que John era básicamente un cobarde mentiroso que no debía ser tomando en cuenta románticamente por nadie.
Por lo que cuando tocó la puerta de la cafetería esa a la que iba entrar y vio a Mary esperándolo sonriente adentro, supo que era mejor mandar todo al demonio antes de que fuera muy tarde. No, no rompería su promesa de no entrar jamás a esa cafetería y no, ya le estaba hartando su fachada de gente "normal". Si sólo pensaba durante todo el día en aquel desconocido que podía ser de igual manera que él, un estudiante de su universidad, ¿para qué engañarse y engañar a Mary con una falsa esperanza de algo más?
Por lo que no entró y se dio la media vuelta dejando a una muy confusa chica que por más que trató de levantarse con prisa no logró salir a la calle antes de que John hubiera desaparecido. Y bueno, uno puede salir corriendo cuando sólo tiene que tomar su bolsa y ya, pero cuando uno se esparce homogénamente en la mesa, dejando el celular, la ipad, el ipod y un libro de la biblioteca; primero hay que guardar todas y cada una de esas cosas para evitar perderlas y luego, salir corriendo detrás de la persona en cuestión.
Por lo que Mary no tuvo más la oportunidad de preguntarle a John la razón de su extraña retirada de ese día, por más que fueran compañeros en las clases, ella no le preguntó nunca y John no quiso aclararlo jamás.
John comenzó a vagar en la ciudad, por lo cual, caminando por las calles un día encontró un local bastante modesto que resultó ser propiedad de una pareja cuyo café venía desde el otro lado del océano Atlántico y tenía un sabor delicioso. Era café, normal, sin sabores raros. Lo único extra que se podía agregar era leche y obviamente, azúcar. Era perfecto y John se sentaba todos los días a beber una taza mientras leía el periódico y escuchaba en su ipod los acordes de una canción que su hermana añadió porque decía que se le hacía linda.
'Cause I'd love to feel love but I can't stand the rejection. I hide behind my jokes as a form of protection. I thought I was close but under further inspection. It seems I've been running in the wrong direction.
Uno de tantos días entró al local totalmente distraído, la vista en su celular, leyendo los mensajes de su hermana. Se formó en la fila sin realmente notar quién estaba a su alrededor o quién llegó después de él. Negociaba con ella el hecho de que el fin de semana estaba libre y ella quería que John cuidara a sus sobrinos. A John no le molestaba en absoluto, siempre accedía a cuidarlos, pero tenía como regla jamás aceptar a hacer nada que ella le pidiera sin poner unas cuantas condiciones.
Sábado a las 3 pm, una pizza para cenar, muchas latas de refresco en el refrigerador y cuando se duerman tus torbellinos puedo rentar la cantidad de películas que quiera hasta que lleguen.
John estaba muy conforme con el trato, un día de pizza y películas a cambio de salir a correr al parque y jugar videojuegos. Sus sobrinos eras incansables pero en general después de las 9 de la noche estaban tan somnolientos que no costaba mucho hacer que se durmieran.
-Tu turno –dijo una voz a sus espaldas. Sintió un escalofrío al escuchar esa voz, no sabía bien porqué, hubiera querido voltear pero no lo hizo. En vez de eso avanzó hacía el mostrador, la señora que atendía sonrió al verlo.
-¿Lo de siempre John? –preguntó casi como afirmación mientras preparaba con rapidez un café con leche sin azúcar, lo servía en una taza azul enorme y lo acompañaba con una empanada dulce.
-Gracias –dijo John al pagar. Al dar la vuelta, se concentró en no tirar el café y decidió que debía aguantar las ganas de ver al dueño de la voz. Se sentó con rapidez en una de las mesas y volvió a ver los mensajes pasados de su hermana en su celular.
-Té de menta –dijo la misma voz mientras su dueño se sentaba a su mesa. John no tuvo más remedio que mirar. Claro, era más que obvio, ya lo había pensado. Una persona como el desconocido que chocó con él en la calle, cuya mirada fulminante casi lo deshizo en la biblioteca; debía por fuerza tener una voz que tan solo escucharla pronunciar tres palabras fuera capaz de causar una reacción casi embarazosa en él.
-¿Té de menta? –preguntó John sin saber a qué había venido ese comentario. Lo único que sabía del desconocido era que al parecer no le importaba ser grosero, que todo indicaba que estudiaba en su misma universidad y que tomaba té de menta por las mañanas. En la misma cafetería que recientemente él había descubierto. Vaya, muchas coincidencias, misma calle, misma biblioteca, misma cafetería. Era eso o también cabía la posibilidad de que John se estuviera obsesionado.
Pero antes de que pudiera agregar ninguna otra cosa su celular sonó y por más que quiso ignorarlo era poco menos que imposible, era el timbre de su hermana y para ello había escogido una canción algo estridente (You're so damn hard to please, we gotta kill this switch. You're from the 70's, but I'm a 90's bitch).
-Harry –dijo John un poco exasperado. El desconocido, desgraciadamente seguía siendo eso, no había podido preguntar nada sobre de él y mucho menos, la razón imposible de comprender de que se hubiera sentado a su mesa. Simplemente seguía sorbiendo el té y mirándolo con esos ojos de color imposible que hacían que sus deseos más sórdidos se volvieran dolorosamente presentes.
-John, estamos en el hospital, ¡ven rápido! –dijo la voz desesperada de su hermana y no tuvo mucho tiempo de pensar en otra cosa. Tomó su mochila con un movimiento y salió corriendo de la cafetería. Alcanzó a voltear pero el desconocido no se había visto afectado por el repentino movimiento de John. Se decepcionó un poco (o tal vez mucho) pero no era momento para abundar en el sentimiento.
Gracias por leer.
Bueno este fanfic no es parte de un reto jeje, simplemente es algo que salió y creo que podré ir desarrollando, no sé que tan largo o tan corto será, dependerá de la inspiración.
La primera canción pues, para que no quede duda, es de Lady Gaga, Do what you want. La segunda es de Passenger, The wrong direction y la tercera (la del celular de John), es de Icona Pop, I love it.
Espero sea de su agrado, la verdad ando escribiendo para sacar sentimientos por ciertos capítulos de cierta serie que tal vez conozcan llamada Sherlock. Jajaja.
Como siempre, comentarios bienvenidos y agradecidos (saben lo mucho que afectan a favor mi escritura jeje).
Like Fuck Yeah Sherlock en Facebook.
P.D. Gracias Sandra por la corrección