Bleach no es de mi autoría, le pertenece a Kubo Tite. Historia original, escrita por mí.

UNIVERSO ALTERNO.

Nota: palabras en cursiva, memorias del pasado de cada uno de los personajes.

Introspección: La vida y la muerte son ambas caras del mismo espejo… Tal vez no sepas a que lado pertenezco cuando encuentres mi reflejo. / Cyrene Hoffnongsolos /

Sumary: Solamente finge que me amas. Y así, yo te creeré por esta noche / UA /.


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Shinigami –

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Por Ireth I. Nainieum

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Capítulo I

Amo la manera en que mientes

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"Donde quiera que vayamos, y pase lo que pase,

al observar las estrellas sabré que ves las mismas que yo"

– Asesinos Natos

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¿Sabes por qué elegí ese nombre para ti, hijo? —preguntó el padre a su vástago, entregándole el cono de helado de chocolate y caminando con él hacia la banca del parque. Según el individuo adulto, para iniciar una seria conversación entre hombres, al mismo tiempo que una esposa e hijas juegan amenamente en la distancia, sobre los columpios del parque, mirándolos de vez en cuando y mandándoles cálidos saludos.

¿Por qué te gustan las fresas? —dijo después de dar el primer bocado a su postre de la tarde. Dichas palabras fueron pronunciadas con tanta inocencia, que arrancaron una jovial sonrisa al progenitor del niño, haciendo que en un delicado gesto de cariño puro, el padre revolviera la cabellera del infante. Acto que hizo que el pequeño lo mirase enojado y con el ceño fruncido.

¡Papá! —reclamó al apartar su mano—. ¡Me vas a despeinar y mamá se enfadará!

Mamá no se enfadará —le dijo para tranquilizarlo.

Ambos miraron con interés a las mujeres en la lejanía.

¿Papá, por qué me llamo Ichigo? —ahora el niño era curioso.

Su padre sonrió por la comisura de sus labios, sin embargo, en un solo instante su mirada se tornó sombría.

Porque algún día como hombre —exhaló— tendrás que proteger lo más valioso de tu vida —apretó con fuerza sus puños— y a veces para hacerlo debemos hacer cosas malas.

Silencio.

¿Cosas malas? —interrogó extrañado.

Un verdadero hombre siempre debe mirar de frente a la muerte —miró hacia el cielo—. Nunca olvides eso, hijo…

Ese fue el último día que el niño de nueve años, vio a su padre.

Sobresaltado, despertó a causa de los murmullos de algún huésped ebrio de la recámara contigua. Se encontraba en el distrito de Chongwen (1). Junto a ese detalle, también el sol lo importunaba, puesto que el astro se filtra descaradamente por las ventanas sin cortinas de la habitación en el Dong Jiao Min Xiang (2). Llevó su antebrazo izquierdo hacia su rostro, en un vano intento de disminuir la molestia ocasionada. ¿A qué venía semejante sueño?. Veinte años sin recordar al hombre que lo abandonó a él y su familia, cinco lustros sin tener que acordarse del sujeto que llevó a su madre a la tumba.

Irritado, no tuvo más remedio que levantarse de la cama.

Justo entonces, un cuerpo desnudo a su lado se removió incómodo ante el frío matutino; Ichigo se giró y miró en la espalda el tatuaje de flor de loto. Sin embargo, ella estaría lejos de despertarse.

Observó entre la habitación, buscaba su camisa para poderse retirar. De pronto, la terrible molestia del día de ayer regresó con mayor intensidad. La maldita migraña no lo abandonaba en lo absoluto y el haber bebido la noche anterior por supuesto que no sería de mucha ayuda para su cabeza. Muy lentamente se abotonó su vestimenta. Justo cuando iba a sacar su cartera y arrojar unos cuantos billetes a la cama, recordó cual es realmente el pago con una de las Mài huā nǚ (3). Tomó su saco y extrajo de una de las bolsas internas un diminuto paquete con algunos gramos de heroína, lo dejó sobre la cómoda junto al lecho y salió de la habitación. Ya en el pasillo, colocó el anuncio de "no molestar".

Anduvo lentamente por el corredor hacia el elevador.

Después de mucha insistencia, había decidido aceptar la invitación de uno de los suyos radicado en China. Accedió a pasar tiempo con una de las chicas de la hóng fūrén (4). Llegaron a una fiesta privada que la proxeneta organizó, y para la diversión de los hombres les había conseguido unas cuantas lindas jóvenes.

Las scort como único pago –además del dinero que debieron entregar ellos a la hóng fūrén–, querían alcohol y heroína. A cambio de cumplir las fantasías sexuales de sus compañeros de la noche.

Ichigo terminó por fijarse en una chica, que la primera impresión que le generó fue que andaba pérdida. La joven terminó por sentarse junto a él y mantuvieron una amena conversación sobre los asuntos políticos del país. Cuando la diversión debía de continuar en las habitaciones designadas por la hóng fūrén en su hotel, él y el resto se retiraron silenciosamente. Le fue asignada una recámara en el quinceavo piso. Estuvo tentado a pedirle que se fuese a casa, no obstante ya en la intimidad, la chica resultó ser toda una maestra. Voraz, candente, lo despojó con prisa de su camisa –no sin antes, ella haberse desnudado por completo–. Pero, lejos de sentir atracción alguna por ella, él sólo pudo sentir lástima. Ella no debía de pasar de los diecisiete años y, se estaba vendiendo por alcohol y drogas.

En un arrebato de su parte, la tomó con fuerza de su cuello y lo presionó con ímpetu, lo suficiente para desmayarla. Suspiró más tranquilo, se había prometido a sí mismo el nunca volver a mancillar a una mujer más joven que él. No como lo hizo con ella… con Rukia…

Había elegido a la mujer con la que había compartido la cama –sin tener intimidad– hacia horas, sólo por tres razones: La primera, era la más joven de todas las féminas que llegaron. La segunda, su cuerpo petit. Y tercera, la hermosa cabellera azabache contrastante contra su nívea piel. Pensó por un instante que podría parecerse a ella… Los rasgos físicos distintivos de aquella mujer que una vez fue su amante y la única, a quien se podría decir, que realmente había amado.

La puerta del asesor lo dejó salir.

En el medio del caos de una ciudad que despertaba, se internó en el mar de gente. Justo entonces su celular timbró con un nuevo mensaje, proveniente de la organización para la cual presta sus servicios. Visualizó en la pantalla la fotografía de un hombre muy conocido por todos en el país. Su siguiente objetivo había llegado, así como la fecha de la ejecución.

Kurosaki Ichigo es un shinigami.

Un asesino.

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Le tomó casi un mes el conocer la rutina de Wang Liangyong, actual líder del Ministerio de Educación en China. La apariencia que el sujeto muestra es la de un hombre recto, pulcro, educado, conservacionista, sin ideales políticos problemáticos de ningún tipo. De hecho, hay fuertes rumores de su próximo lanzamiento como candidato al Partido Comunista de su país. Un verdadero ejemplo a seguir.

—Si tan solo supieran… —se dijo a sí mismo Ichigo.

Liangyong resultó ser un tipo de lo más despreciable en todo el sentido de la palabra. Y justo ahora, el shinigami lo comprobaba una vez más. El político se encontraba en una de las tantas casas "secretas" de la ciudad, una dedicada a una de las depravaciones más despreciables de la humanidad. Lo triste del asunto es que Wang no moriría esa noche por eso, sino por la peligrosidad que su persona denotaba para alguien más que ansía el poder.

Una recia lluvia, en el medio de la noche, lo mantiene resguardado bajo el toldo de un negocio ahora cerrado. Ichigo fuma despreocupadamente cigarro tras cigarro, arrojando las colillas al agua bajo sus pies; aguardando la salida de su presa de esa noche.

—Eso lo llevará a la tumba —comentó un anciano que había salido a sacar la basura. Un hombre tan viejo que Ichigo se cuestionó el cómo lograba mantenerse en pie.

—¿Lo cree? —respondió el shinigami con ironía.

El longevo negó con su cabeza al mirar hacia el edificio frente a su propiedad.

—Recuerdo que hace años, ahí se vendía un exquisito licor —suspiró— y hoy en día… —dijo lleno de amargura—. ¡Pero que hacen las autoridades! —silencio—. ¡Nada, por supuesto! —expresó lleno de rencor—. Nada —repitió y miró hacia Ichigo—. ¿Es usted un policía, guardaespaldas o reportero? —musitó sin emoción alguna—. No es el primero que veo aquí bajo mi toldo por horas, días o meses —exhaló—. Y ninguno ha hecho nada…

Ichigo arrojó la colilla al suelo y suspiró antes de responder.

—No soy ninguno de los tres, yéye (5) —lo miró seriamente mientras extraía un par de guantes de su gabardina y se los ponía muy lentamente—. Vuelva a casa —le solicitó con amabilidad.

—Cuídese —exclamó el anciano.

El longevo sin nombre miró una vez más hacia el edificio, justo al momento en que las puertas se abrían y dejaban salir a un elegante automóvil diplomático, con sus características banderas al frente para evitar ser detenido. Sin palabras de por medio entre el asesino y el viejo, se miraron una vez más antes de que cada quien continuara con su camino.

Ichigo no necesitó correr tras el vehículo, tan solo caminaba con suma calma ajustando su gabardina un poco más, mientras se preparaba para llevar a cabo su encomienda. Tres cuadras más adelante, el auto debía tomar una desviación –debido al mantenimiento de una de las calles–, por lo que sin más se encontrarían en el punto acordado.

Cuando el automóvil negro se detuvo en la tercera cuadra, esperando el cambio en la luz del semáforo, Ichigo caminó y se detuvo frente al vehículo mientras llevaba su mano al interior de su gabardina. Antes siquiera de que el chofer pudiese expresar alguna palabra, una bala de alto calibre perforó el vidrio blindado fácilmente y fue a estrellarse en la sien del conductor, lo que dio por resultado el silencio eterno de este hombre. Los gritos histéricos de los ocupantes del transporte no se hicieron esperar, más eran en vano, la calle desolada a esas altas horas de la noche no los ayudaría.

Liangyong ya estaba condenado.

Como un verdadero cobarde, permaneció agazapado en el interior, protegiéndose con el par de niñas que lo acompañaban.

Ichigo caminó hacia la puerta izquierda y resquebrajó parte del vidrio al disparar una bala más, usó la culata del arma para términar de quebrar el vidrio, después dejó caer esta pistola al suelo.

—¡Baja! —le advirtió el shinigami al político.

—¡Te pagaré el doble de lo que te darán! —hablaba con sumo nerviosismo, mientras tanto, Ichigo llevaba su mano derecha hacia el interior de su gabardina una vez más—. ¡No, serán cinco veces más! —intentaba comprarlo con desesperación.

—¡Baja! —repitió seco al mostar su nueva arma.

Una pistola mucho más imponente que su predecesora, blanca en la parte superior y negra el resto de su cuerpo.

—¡Maldito! Dime, ¿cuánto quieres? ¡Lo tendrás! —gritó con desesperación Liangyong.

—¡Ahora! —ordenó Ichigo.

Liangyong colocó a una de las niñas frente a él, como un escudo humano; pensando que posiblemente el asesino no se atrevería a liquidar a un ser tan joven. La pequeña sollozaba con desesperación entre los brazos del sujeto que la sostenía –cual si fuese un saco–, mientras la otra chiquilla se había quedado impávida del susto.

—¿Serías capaz de asesinar a esta niña? —comentó con sordina el político intentado ganar tiempo para que llegase la policía—. No lo creo.

Silencio.

Un estallido y Liangyong tuvo que liberar a la niña. Ichigo disparó contra la rodilla del político.

—Llévate a la niña —le ordenó Ichigo a la mayor—, nunca estuvieron aquí, nunca me vieron y ustedes jamás hablarán de esto con nadie… —se hizo a un lado esperando que las niñas se perdiesen en la noche—. ¡Ya! —les gritó.

Menos de un minuto después los dos hombres se quedaron completamente solos. Solamente los lastimeros chillidos de Liangyong se escuchaban.

—¡Cabrón! —siseó amenazante el ministro—. ¡Tú…!

—¿No te has preguntado porque no ha venido nadie a socorrerte luego de este tiempo? —la lluvia se hizo más intensa—. A pesar de que estoy usando un arma de alto calibre —dijo curioso el shinigami.

Liangyong finalmente comprendió.

—¿Quieres decir…? —exclamó con horror el político.

Ichigo le apunto con su Desert Eagle.

—Que eres alguien prescindible —terminó la frase el asesino.

El shinigami descargó la totalidad de las balas de su Desert Eagle, ocho en total, contra Liangyong antiguo líder del Ministerio de Educación en China. Ichigo ejecutó su misión sin remordimiento alguno. Los cascillos esparcidos, así como el arma previa arrojada por la escena del crimen, serían su marca personal e inconfundible, cada pieza grabada con una diminuta insignea de una calavera llameante. Se dio la media vuelta y ando en la dirección contraria que eligieron las ñiñas.

La lluvía se encargaría de destruir la mayoría de la evidencia.

Y tal como sino acabase de arrebatar una vida, Ichigo se marchó tranquilo, dejando detrás de sí la estela de un sangriento asesinato.

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—Las autoridades continuan con la investigación del asesinato del finado dirigente del Ministerio de Educación en China, sucedido hace dos días —hablaba la comentarista en la televisión—. Sin embargo, fuentes no oficiales hasta el momento, han manifestado que la pesquisa se encuentra en un callejón sin salida…

El hombre que miraba las noticias apagó el televisor en cuanto el dueño del departamento hizo su ingreso. Ambos individuos se miraron cara a cara por varios segundos, finalmente el recién llegado hace una mueca de disgusto y ocupa el sofá frente al sillón donde se encuentra la visita no deseada.

—Un día de estos te mataré, Ishida.

El citado exhaló con desgano y se levantó lentamente, guardando sus manos en sus bolsillos.

—Excelente trabajo, Kurosaki. Como siempre, el pago ya se ha depósitado a tu cuenta bancaria —comenzó a caminar hacia el gran ventanal del apartamento—. La organización no puede estar más satisfecha con tus servicios.

Ichigo sólo resopló con tedio y se impacientó en su asiento. Desde siempre había detestado la presencia de aquel que llaman Quincy.

Silencio.

—¿Cuánto tiempo más permanecerás en mi casa, Ishida?

—Te he traído un adelanto de tu próximo objetivo, está sobre la mesa —sin voltearse, miraba las acciones de Ichigo a través del reflejo del ventanal—. Tu siguiente presa es el siguiente dirigente del sindicato de los obreros.

El shinigami tomó los papeles de la mesa y los comenzó a hojear con suma paciencia.

—No tenías porque venir, Ishida —exhaló con desgano y antes de olvidarse por un instante de su misión, la visita habló.

—Es una mujer, tu siguiente objetivo —habló Uryū.

—¿Una mujer? —repitió con suma sorpesa el shinigami.

—¿Hay algún problema por ello? —se cruzó de brazos el Quincy mientras volteaba hacia él—. Dentro de un par de días tomará su puesto dentro del sindicato —le comunicó—, aún no tengo su nombre ni fotografía. Se mantiene en absoluto secreto, luego del asesinato de su predecesor. Hay varias candidatas, pero hasta estar completamente seguro, no te daré el resto de la información —exhaló—. Sin embargo, te he recomendado yo para este trabajo.

Mutismo.

—¿De cuándo acá me haces ese tipo de favores? —frunció el ceño al mirarlo el shinigami.

—Simplemente, para liquidar a una mujer, mi padre no me parece la mejor opción posible —externó sin emoción alguna.

Afonía.

—Entiendo —respondió Ichigo—. ¿El pago?

—Será como siempre, la mitad el día de la ejecución y el restante una vez que se confirme su muerte —habló el Quincy con voz monótona—. Te has vuelto a cambiar de apartamento —dijo al contemplar el edificio al frente.

Ichigo encendió un cigarro y exhaló de forma cansina el humo antes de responderle.

—Nunca me he mudado lo suficiente como para que dejes de seguirme —reclamó cínicamente el shinigami.

—Tú y yo no somos libres —caminó hacia la puerta del apartamento—. Una vez que asesinamos, le pertenecemos hasta el día de nuestra muerte, Kurosaki. De hecho —se mostró pensativo un instante—, si lo analizas fríamente, esto es como si fuese un negocio familiar.

Ishida finalmente le brindó la alegría a Ichigo de retirarse. Siendo francos, su presencia le resultaba extraña el saber que el Quincy también es un asesino como él. Luego de acabar con su cigarro, el shinigami se levantó y fue hacia su bar personal, extrajo una botella de champagne y la preparó para beberla. La colocó elegantemente en hielo –que sacó de la nevera–, mientras esperaba que adquiriese la temperatura idónea, se daría un baño.

Para cuando Ichigo fue a comprobar la temperatura del licor, ya había oscurecido. No obstante, como siempre lo hacia durante su estancia, no encendería las luces, para no dar indicios de su presencia. Caminó con el champagne y dos copas para verter el vino, hacia su posesión más sagrada en su apartamento: el piano de cola negra que ocupaba gran parte de la sala.

Sirvió en ambos cristales y brindó en completo silencio contra un fantasma que nunca se presentaría. Y en el medio de la noche, interpretó Claro de Luna de Ludwig van Beethoven.

Ichigo rondaba su quinta copa, mientras que su compañera –el otro cristal–, ya había pérdido su esencia.

Fue entonces cuando ella finalmente llegó, pero no a su residencia, sino a la de ella en el edificio frente al suyo. Aquel mismo sitió que Ishida contempló curioso hace horas.

Dejó abruptamente de tocar, se sirvió un poco más y la contempló desde la distancia.

Rukia llegó alrededor de las nueve de la noche ese jueves, cargaba entre sus manos una bolsa de víveres, haciendo malabares para no pisar a su gato. A lo largo del piso de su departamento –el de ella–, las cortinas no estaban protegiéndo su intimidad, después de todo se suponía que el edificio frente al suyo estaría deshabitado durante un año más. Además, ¿quién podría espiarla si habita en el treintavo piso?

Pero aún sabiendo que atentaba contra su integridad, para Ichigo, el observarla era un ritual que realizaba noche tras noche –mientras permanecía en Japón–, durante esos diez años… Desde el día en que la abandonó.

Rukia estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Aoyama Gakuin (6) y en poco tiempo –pese a su joven edad– logró de hacerse de un nombre dentró del ámbito político de Japón. Se ganó un lugar por mérito propio, sin la necesidad de alardear sobre su apellido. Inclusive, tenía su propio horario en la radio.

Sin embargo, ella lucía completamente distinta a como la había conocido; con sus veintisiete años, ya no porta sus diminutos y coquetos vestidos de antes, ahora sólo mantiene la formalidad de los pantalones de vestir. Usa una larga peluca natural castaña, que justo en ese momento llevaba recogida en un elegante moño francés. También, porta un par de pupilentes que le dan una tonalidad verde a sus orbes violetas. Además de la curiosa peculiaridad, de usar un par de gafas –innecesarias–, con el único próposito de alejarse por completo de la imagen de Kuchiki Rukia, puesto que hoy en día, ni siquiera es conocida como una Kuchiki. Tomó el apellido de su difunto esposo, Abarai. El hombre que Ichigo asesinó.

De pronto, ella se dirigió hacia la puerta de su residencia. Un individuo acababa de llegar, traía una botella entre sus manos, una caja negra y lo que parecían ser unos papeles. Una mueca de disgusto apareció en el rostro de Ichigo, el amante en turno de Rukia parecía haber llegado. Con suma amargura, el shinigami saboreó su bebida sintiéndo repulsión hacia el varón que ocupaba su lugar. No tenía más opción que observar en silencio –luego se encargaría de hacerlo desaparecer, justo como al resto–. Por ahora, se mantendría tranquilo.

Ese sujeto de cabellera azul celeste caminó hacia la sala con suma holgura y despreocupado ocupo un sillón en el área. Al cabo de un par de segundos, Rukia regresó con un par de copas. El hombre descorchó la botella y sirvió en el primer cristal, le iba a dar la primera a ella, sin embargo ella lo dejó solo en la sala. Por lo que Ichigo pudo observar, la mujer fue directamente hacia su recámara –pero ella no encendió las luces, por lo que el shinigami no veía nada– y el hombre, lejos de molestarse por haber sido ignorado, se concentró en ser el primero en beber.

Rukia volvió al cabo de quince minutos más. Y la vista de ella, lo enmudeció por completo. Un hermoso vestido de coctel blanco sin tirantes, enmarcaba elegantemente su figura. Dejó atrás las gafas y la peluca –no dudaría que los pupilentes también se habían ido–. Finalmente veía a la mujer de la cual se había enamorado una década antes.

Ichigo paseó extasiado su lengua por sobre sus propios labios.

El sujeto junto a Rukia, también la miró complacido. Sirvió en la otra copa y una vez más se la ofreció. En esa ocasión ella la tomó y bebió un sorbo. Entonces, el hombre le entregó los papeles, que finalmente Rukia revisó.

Fue una situación extraña para Ichigo, durante ese largo tiempo –alrededor de dos horas–, ninguno intercambio palabra alguna. Rukia leía y bebía, más parecía una reunión de negocios que un flirteo previo. El shinigami sujetaba con fuerza la vacía copa entre sus manos, algo de aquella situación lo molestaba por completo y al mismo tiempo le preocupaba.

Pocos minutos después, Rukia se levantó mientras dejaba caer lo que instantes antes estuvo leyendo –Ichigo desde la distancia, la observó alterada–. Discutía fervientemente contra el hombre frente a ella y hasta le arrojó su copa –ya vacía– al rostro. El varón fue rápido, evitó ser golpeado. Cuando ella acabo con su rabieta, el sujeto se levantó y sujetó con fuerza las manos de ella, la acercó a él y susurró algo. Al mismo tiempo ella le gritó algo a él y, usando su propia fuerza, logró liberarse del amarre. Unos segundos después, él señaló la caja negra, le dio la espalda y se retiró.

Ichigo se levantó por completo y caminó hacia la ventana, necesitaría sus binoculares para saber como estaba –emocionalmente– ella. ¿Estaría llorando, riendo, asustada, nerviosa?. Presa de los nervios, el shinigami estuvo tentado a dirigirse hacia allá, luego de haberla visto en la misma estoica postura por más de media hora. De improviso, Rukia tomó la caja negra y con suma prisa se dirigió hacia su recámara.

¿Quién sería ese individuo? ¿Qué le había entregado? ¿Joyas, algún perfume, lencería?

Como aborrecía a todos esos hombres que estuvieron en la vida de Rukia, a esos desgraciados que se disfrutaron acariciarla. "Habían…" porque cada uno de ellos ahora descansaba tres metros bajo tierra. Sí, nadie debía atreverse a tocar aquello que es suyo.

Entonces, Ichigo percibió ese destello de luz instantánea y sintió su corazón detenerse. El shinigami lo sabía bien, ese era el brillo de la pólvora. Un sudor frío recorrió su frente, una pistola había sido disparada.

Su copa se estrelló contra el suelo al correr desesperado hacia el apartamento de Rukia, pero en el instante en que iba a salir, alguién más entró.

—Kurosaki Ichigo, he venido a matarte.


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Capitulo II

"Misericordia"

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Notas de la autora:

+ En primer lugar tengo que dar un agradecimiento sumamente especial a Rakujitsu, quien acepto ser mi beta. Y como podrán ver me hizo varias correcciones que tomaré más en cuenta para futuras historias. Por tal motivo, esta historia nueva te la dedico por completo a ti. Y nuevamente gracias, por aceptar ayudar a esta pobre alma. ¡Mil gracias!.

+ Historia corta de tres capitulos, (segundo perspectiva de Ichigo, tercero perspectiva de Rukia). Advierto, tragedia, muerte y romance, a mí estilo.

+ Ichigo habla perfectamente chino. La primera parte de la historia transcurre en China. La segunda en Japón.

+ El nombre del político Chino es ficticio. Por si alguien no comprendió, este hombre era de esos que le gustan los niños (no precisamente para jugar).

+ La Desert Eagle, es un tipo de pistola de la familia de las magnum.


Glosario:

+ (1) Distrito de Chongwen, es uno de los 8 distritos urbanos en los que se está dividida la ciudad de Pekín. Es el distrito más pequeño de los que formaba parte de la ciudad vieja, y hasta la entrada del comunismo era junto con el distrito de Xuanwu el que contaba con mayor número de población viviendo en la pobreza.

+ (2) Dong Jiao Min Xiang, Está situado el corazón de la ciudad. A solamente unos minutos de paseo de la famosa plaza de Tian An Men Square, la Ciudad Prohibida y la zona comercial del centro de la ciudad-la calle Wang Fu Jing.

+ (3) Mài huā nǚ, chica flor literalmente en chino, sinónimo para scort de nivel ejecutivo. Inventado por mí para esta historia.

+ (4) Hóng fūrén, señora roja literalmente en chino, sinónimo para la proxeneta de las scort. Inventado por mí para esta historia.

+ (5) Yéye, abuelo literalmente en chino.

+ (6) Universidad de Aoyama Gakuin, localizada en Shibuya. Parte de un instituto que abarca desde el jardín de niños hasta la enseñanza superior.


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Nos vemos

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