SUS OJOS

Mañana haría un año ya. El peor año de mi existencia, y pronto todo finalizaría. Después de eso, después de dejarla, ya nada importaba.

Había estado vagando solo unos días, cuando encontré un rastro de Victoria bastante reciente. No estaba lo suficiente lejos de… ella. Por lo que durante unos seis meses, creo, estuve intentando rastrearla, por distracción. Un intento de olvidar. Aunque de mi mente jamás podría borrar ni un recuerdo de ella, mi amor.

Cada vez que cerraba los ojos siempre veía lo mismo, unos ojos marrón chocolate que brillaban con tristeza, con pérdida. Sus ojos. Los ojos de ella. Y sentía mi corazón helarse, encogerse y agrietarse, muerto, sin vida lejos de ella.

Luego de esos pocos, pero a la vez eternos meses Alice me llamó por primera vez desde su móvil, lo encontré extraño ya que hasta entonces solamente me llamaba Esme desde el suyo, por lo que respondí desconcertado.

– Alice – dije tratando que mi voz sonara casual o, por lo menos, no se notara mi dolor en ella.

– Edward, se que no quieres que te molestemos pero… tengo que contarte algo… – respondió, algo insegura. Eso era aún más raro. ¿Mi hermana insegura de algo? Con eso supe que alguna cosa no estaba bien.

– ¿Alice qué ocurre?

– Es Bella – reprimí un gemido de dolor, jamás pensé que oír su nombre fuera tan doloroso, ya que antes tenía una sonrisa en mi cara con solo escucharlo. – Edward di algo. – No podía hablar, pero hice un esfuerzo para que las palabras salieran de mi garganta.

– ¿Qué ocurre? – repetí, y me arrepentí al instante al oír mi voz, oí que jadeaba al otro lado de la línea.

– Oh, Edward, no debería haberte llamado. – comentó arrepentida.

– ¡Alice dime que pasa con ella de una vez! – grité.

– Verás… hace un mes… ella decidió ir a vivir con su madre… o más bien su padre la envió allí…

– Alice ¡no tengo todo la vida! – reprendí su duda.

– Está bien, está bien… mira la cuestión es que hace una semana tuve una visión donde la vi subir al avión, donde todo fue bien hasta que…

– ¿Hasta que Alice? ¿Ves un accidente? – pregunté gritando con angustia.

– No, el avión llegó al aeropuerto, más o menos…

– ¿Más o menos? ¿Qué quieres decir con eso? – exigí.

– Mi visión es confusa entonces, pero parece que el avión no aterriza… al menos no en el aeropuerto en el que debería hacerlo, aunque no se a dónde se encuentra ese, simplemente veo todo rojo… Y cuando intento verla a ella… – esperé, pero no dijo nada más.

– Sigue – Pedí como pude.

– Solo consigo ver a sus padres llorando… – el pecho se me contrajo. – Debería haberte llamado antes. Lo siento. – no comprendí por qué razón decía eso.

– ¿Por qué te disculpas?

– Porque ya es tarde.