Y por fin, aquí está el capítulo final de esta larga historia. Sé que aún debo varios replys, prometo que de hoy no pasen las respuesta.

De verdad, muchísimas gracias por seguir con Ruby y conmigo hasta aquí.


The witch, the demon, the hunter

The Hunter: Parte III

«-Ruby fue una chica mala, así que la envié muy muy lejos.»

-Lilith. 3x16-

Sabía hacia donde se dirigían desde antes que ellos. Tenía vigilada a Lilith y conocía con exactitud el lugar en el que estaba disfrutando de unas "vacaciones", así que llegó allí poco después que los Winchester.

La urbanización poseía una pinta inofensiva: una hilera de casas prefabricadas con jardines verdes y bien recortados. Pero Ruby sabía que estaba plagada de demonios, los olía por todas partes. Como zánganos zumbando en torno a la abeja reina, la guinda del pastel.

Fue sencillo dar con los Winchester siguiendo el rastro de cadáveres y el aroma de Sam. No obstante se sentía desprotegida sin su cuchillo y estaba segura de que Lilith ya se habría percatado de la presencia de los hermanos allí, e incluso de la suya también. Los amuletos de protección que les había hecho no funcionaban en las distancias cortas con demonios de la categoría de Lilith. Que alguno de los tres saliera vivo de allí ya sería todo un logro por culpa de esos idiotas inútiles.

Toda posibilidad de salvar a Dean se había quedado en nada. Aunque Sam cambiara de idea, Ruby no tendría tiempo de enseñarle a manejar sus poderes lo imprescindible para poder acabar con Lilith. En conclusión, enfrentarse a ella así era un suicidio rápido y aunque le encantaría darle una buena paliza a Sam por dejarla encerrada en esa ruinosa choza no pensaba permitir que él muriera esa noche.

Aunque Dean acabara en el infierno, la guerra no había terminado. Sin Sam no habría guerra, sólo una derrota lenta y dolorosa, así que tendría que aprender a pelear sin su hermano.

En seguida divisó a Dean y lo empotró contra una valla sin ninguna delicadeza, exigiéndole su maldito cuchillo. Sam apareció en el acto para rescatarle y se enfrentó a ella en una patética imitación de su hermano. Ruby no necesitaba más motivos para querer romperle la nariz de un golpe pero en ese momento los demonios de Lilith se percataron de su presencia forzándoles a huir. No tuvieron más remedio que meterse en el hotel de cinco estrellas de Lilith, encontrándose con un cadáver que comenzaba a descomponerse a modo de alfombra en el recibidor.

Ruby podía sentir la presencia de Lilith en el edificio, como una especie de energía electroestática que le erizaba el vello de la nuca y ponía sus músculos en tensión. Estaba segura de que ella también les sentía, como tres ridículas hormigas colándose en su fuerte.

Una vez allí se separaron. Dean se encargó del hombre de la casa, que apareció pálido y tembloroso como un niño asustado y les dijo que Lilith estaba arriba. Lo llevó al sótano, mientras Ruby acompañaba a Sam hasta el piso de arriba.

Siguiendo sigilosamente al menor de los Winchester por las escaleras, Ruby notaba un sabor amargo en la garganta. No quería estar ahí, no quería que Sam estuviera ahí. Estaban metiéndose en el estomago del lobo, sin pasar por la boca. No había posibilidad de volver atrás, sólo podían hundirse más y más en las arenas movedizas. Nada bueno iba a salir de eso, lo presentía.

En medio de sus lúgubres pensamientos llegaron a un pasillo cubierto por moqueta que daba a una serie de puertas inmaculadamente blancas. Ruby se detuvo junto a la primera, miró a Sam y él asintió sin necesidad de decir nada. Ella giró el pomo de la puerta y desapareció en la habitación, sintiendo los amortiguados pasos de Sam alejándose.

Una cama de matrimonio presidía la habitación, con un cabecero de forja y la almohada cubierta por un puñado de cojines de diferentes colores y tamaños. A simple vista el dormitorio parecía vacío, pero Ruby vio una puerta entreabierta a la derecha, seguramente la entrada a un baño.

Caminó hacía allí, extrañando la seguridad que le proporcionaba el mango de su cuchillo apretado en la palma de la mano y empujó la puerta levemente.

Sólo le dio tiempo a dar un leve vistazo antes de sentir un fuerte impacto en la espalda. Su cuerpo se contrajo y se combó hacia atrás como si hubiera recibido una descarga eléctrica, dejándole los brazos laxos y la boca abierta. De inmediato sintió una presencia lacerante dentro de ella, despojándola de huesos, músculo y piel con un dolor insoportable. Su esencia se retorcía dentro de la vaina humana, dando vueltas sobre sí misma y evaporándose en gritos de agonía que no tenían voz.

Ruby reconoció la presencia de Lilith devorándola con la furia de una bestia hambrienta, como si fueran los perros del infierno los que la engulleran. En medio de la tortura escuchó su voz, la voz con la que arengaba en el averno, con la que amenaza y castigaba. Una voz terrible que hubiera hecho llorar histéricamente al humano más pintado.

"¿Quién ha sido una niña mala?" dijo la voz y el dolor que Ruby sentía se multiplicó como si estuvieran mutilando y escaldando todo su ser al mismo tiempo.

"¿No aprendiste nada en el infierno? No conviene enemistarse con los adultos, se enfadan mucho y los niños traviesos terminan siendo castigados."

La voz de Lilith le retumbaba dentro, como ríos de lava devastando sus entrañas, fluyendo en todas direcciones. Amenazando con hacer estallar el centro de su existencia.

"Si hubieras sido una niña buena y obediente, yo no tendría que hacerte daño, Ruby. Pero elegiste seguir a Sam Winchester y matar a mis amigos, y eso no me gusta. Sam es mí juguete, es mío, y voy a jugar con él a algo muy divertido. ¿Quieres saber a qué?"

Ruby no quería escuchar. Quería taparse los oídos que ya no tenía y encogerse con un cuerpo que ya no poseía hasta que el dolor se apaciguara o la muerte se la llevara. Sabía que no había salvación posible para ella, pero no quería escuchar que para Sam tampoco.

"Primero dejaré que mis perritos se coman vivo a su hermanito Dean mientras Sam lo ve todo. Seguro que Dean intenta no gritar para no asustar al pequeño Sammy, pero veremos si lo consigue cuando mis mascotas se coman sus vísceras y la sangre salpique su carita linda. Y después…" soltó una risa espeluznante y deforme "la parte final es la más divertida."

Ruby intentó liberarse. Trató de abandonar el cuerpo y escapar lejos de allí, pero Lilith la aferraba con sus garras, hundiéndose en ella, y la estrangulaba y asfixiaba con sus largos tentáculos, como una anaconda enroscada en torno a su presa.

"Y entonces, cuando Dean esté frío y tieso y Sam ya no tenga fuerzas ni para suplicarme por su patética vida…le mataré. ¿Qué te parece eso, niña traviesa?".

De algún modo Ruby vio la imagen que Lilith había descrito en su mente y el dolor físico quedó eclipsado por el emocional. El cuadro se mezcló con un recuerdo que vagaba en su mente, que nadó por ella durante toda una eternidad en el infierno. La imagen de Anne ahorcada, con el vestido roto y el cuerpo y la cara destrozados. Su rostro temblaba y se dilataba hasta tomar las facciones de Sam, muerto y ensangrentado. Y era como si lo dos fueran uno.

"No pudiste salvar a Anne y tampoco has podido salvar a Sam. No sirves para nada, Ruby, y te enviaré a un lugar donde podrás pensar en ello".

Quiso gritar, pero los miembros de Lilith la estrangulaban. Y entonces, en un fogonazo de luz blanca, su esencia se incendió y se consumió poco a poco hasta que ya no quedó nada de ella.

Nada.

o0o

Bobby le encontró llorando, arrodillado junto al cuerpo inerte y destrozado de Dean. Aferraba con sus manos los jirones de su destrozada camiseta gris, manchándose los nudillos con su sangre, aún caliente. Dean tenía los ojos abiertos, mirando al infinito, y los labios separados, como si todavía no hubiera dicho su última palabra. Parecía que en el cualquier momento se iba a levantar, limpiarse las gotas de sangre la cara con la manga de la cazadora y decirle a Sam, incómodo, que dejara de llorar como una niña.

Sam sabía que no iba a despertar, lo sabía desde que las agujas del reloj marcaron las doce. Se les había acabado el tiempo y no había logrado cumplir su promesa. No había podido salvar a su hermano como Dean le había salvado a él tantas veces.

Sedado por el dolor, no se percató de la presencia de Bobby, ni de sus pasos acercándose hasta que sintió la mano del cazador cerrándose sobre su hombro, con fuerza pero sin dejar de temblar. En un primer instante rechazó el contacto y se volvió en un acto reflejo con el cuchillo de Ruby apretado en la mano, listo para atacar. Pero Bobby le esquivó a tiempo y se quedó contemplándole mientras Sam se esforzaba patéticamente por ponerse en pie.

-Soy yo, chico –murmuró Bobby. Fue entonces cuando Sam le vio en realidad, una mueca de horror a medio formar en el rostro curtido y los ojos abiertos, muy abiertos, como si por una vez no lo hubieran visto todo en el mundo.

Sam no supo quién dio el primer paso. Si fue él el que se arrojó sobre Bobby o por el contrario fue Bobby el que le tendió los brazos, el hecho es que de pronto el viejo y cascarrabias cazador era lo único que podía mantenerlo de pie en ese mundo. Sam se aferró a él con todas sus fuerzas, estrujando su gastado e fiel chaleco gris con sus manos, porque eran la única parte de su cuerpo que parecía responderle. Se sentía caer una y otra vez, débil y mareado, sostenido por el bueno de Bobby.

No recordaría mucho de lo que pasó después. Sólo guardaría la vaga imagen de Bobby quitándose la gorra para mirar a Dean y de estelas oscuras surcando el cielo en miles de direcciones, dejando tras de ellas cuerpos muertos o dañados.

No estaría seguro de qué le dijo Bobby ni de qué respondió él, ni siquiera de si llegó a hacerlo. Sólo recordaría a la perfección cada detalle del cuerpo herido de Dean y también del de Ruby, tirado a su lado. Para ser franco, Sam tardó un tiempo en verla y asimilar que también ella se había ido. Sólo quedaba un cuerpo que ni siquiera era suyo, aunque lo había sido, tirado en el suelo con una rodilla doblada, una mano en la cintura y el otro brazo extendido. Un grito inacabado reflejado en el rostro y el pelo extendido por el suelo como una alfombra dorada. Una marioneta sin hilos, una muñeca de trapo vapuleada por el destino.

Bobby le dijo algo. Algo de marcharse cuanto antes y llevarse sólo el cuerpo de Dean.

Sam negó con la cabeza, aunque ni siquiera estaba seguro de por qué. El cazador le miró inquisitivamente y tras unos segundos él le habló sobre la familia encerrada en el sótano.

-Bien, entonces ve a soltarlos – Bobby carraspeó y miró a Dean de un modo que hizo que Sam sintiera una abrasiva punzada de dolor. Apartó la vista –Yo me encargaré… de Dean.

Sam obedeció como un autómata, caminando por inercia pero sin ver nada. Le dolía la cabeza como si le fuera a estallar por una enorme acumulación de lágrimas. De algún modo logró llegar hasta el sótano y golpeó levemente la puerta trancada desde dentro. Les dijo con voz ronca y tomada que el peligro había pasado y se dio media vuelta, envidiándoles porque ellos aún eran una familia. Y en cambio él ya no tenía nada.

Cuando volvió al salón, el cadáver de Dean ya no estaba ahí. Sólo quedaba su sangre mancillando el parquet y el cuerpo de la humana que había ocupado Ruby. Lo miró unos instantes con lágrimas en los ojos, sabiendo que Bobby estaba esperándole fuera. Debía irse.

Pero por alguna razón no podía dejar a Ruby ahí, por mucho que supiera que ese cuerpo no era suyo, que sólo lo había robado. Le parecía indigno abandonarla allí después de todo lo que habían pasado. Mientras se inclinaba para recogerla, Sam escrutó su rostro preguntándole silenciosamente si realmente podría haber salvado a Dean de haberle hecho caso.

Ahora que había visto con sus propios ojos que Ruby no le había mentido respecto a Lilith (ella no pudo matarle y huyó de él) estaba casi seguro que tampoco lo había hecho sobre Dean. Tal vez si hubiera tomado la alternativa que Ruby le ofrecía Dean no estaría muerto, sólo cabreado. Pero ahora ni siquiera sabía donde estaba ella para ofrecerle una opción que su hermano hubiera rechazado absolutamente.

Sam le pasó una mano bajo el cuello, la otra por detrás de las rodillas, y la alzó con ridícula facilidad. Su cuerpo de muñeca rota permaneció inmóvil y laxo, con la cabeza colgando hacia atrás y el pelo rubio culebreando en el aire. Sam hubiera querido cerrarle los ojos para que sus pupilas dejaran de clavarse en él como si le estuviera acusando de algo. De no haberle hecho caso, de haberla dejado ir quizás.

Bobby le miró con desaprobación cuando le vio salir con Ruby en los brazos, pero se cuidó de decir nada. Había guardado a Dean en la parte de atrás de su coche hecho de remiendos y tenía el motor en marcha, listo para largarse de allí cuanto antes y a la vez para dejarle claro que no le permitiría conducir con el cadáver de su hermano reflejándose en el retrovisor.

-Vámonos –murmuró Sam, sin ganas de discutir.

-¿Dónde …

-Conozco un lugar –atajó él, inclinándose sobre una puerta trasera del Impala para poder abrirla sin soltar a Ruby. Una vez logrado esto, introdujo el cuerpo de la demonio en el asiento trasero con una delicadeza casi respetuosa. Lo tumbó, para evitar que se cayera hacia los lados en las curvas, le flexionó las rodillas para que cupiera y le apartó el pelo de la cara con una mano. La contempló durante unos segundos, percibiendo como la sensación de pérdida se amplificaba. Después cerró de un portazo y se sentó en el asiento del conductor.

o0o

Sam había intentado salvar a Dean. Lo había intentando de todas las maneras que había encontrado, todas menos una. Pero aún así, cuando el tiempo se les echó encima y empezó a morderles el culo, pensó en un lugar para enterrar a Dean por si se veía en la necesidad de hacerlo, aunque nunca se lo dijo.

Estaba seguro de que su hermano hubiera salido del infierno para matarle si a él se le ocurría darle sepultura en un cementerio. Dean hubiera querido que lo incineraran, como a John, y que esparcieran sus cenizas (probablemente dentro del Impala o algo por el estilo). Sam lo sabía aunque nunca hubieran llegado a hablarlo porque él se negaba a aceptar que su hermano iba a morir y Dean no se había visto con fuerzas para tocar ese tema.

No obstante, no pensaba incinerar el cadáver de su hermano, porque le iba a sacar del infierno y entonces necesitaría un cuerpo, su cuerpo. Lo enterraría en algún lugar seguro y luego ya se preocuparía de los detalles.

Bobby le siguió carretera tras carretera, desde New Harmony, Indiana, hasta el estado de Illinois. Más concretamente a las afueras de una ciudad llamada Pontiac. Allí había un bosque en el que una vez, cuando aún tenía familia, habían parado a descansar.

Él debía de tener unos ocho años y John había decidido que ya era edad suficiente para aprender a disparar. Recordaba que no se había sentido especialmente entusiasmado con la idea, pero Dean sí. Era como una especie de rito de iniciación en el mundo de los cazadores en el que él ya llevaba un tiempo aunque aún tuviera cara de niña y la cazadora de su padre le quedara bastante enorme, y parecía tener ganas de que su hermano menor también se viera incluido.

-Ya verás, papá estará orgulloso de ti –le había dicho, dándole una palmada en un hombro.

Estaba seguro de que no lo había hecho nada bien. El rifle pesaba demasiado y no importaba a dónde lo apuntara, que la bala de sal de roca siempre iba a donde le daba la gana. Dean revoloteaba cerca de las latas, dándole consejos a Sam, bajo la atenta mirada de John, que disimulaba una sonrisa y sólo abría la boca para decirle a su primogénito que se apartara si no quería acabar con una bala en el trasero.

Después de una hora disparando y unos cuantos cartuchos malgastados, el mayor logro de Sam había sido no herir de gravedad a Dean. Al contrario de lo que había pensado, su padre no le regañó, sólo le puso una mano en el hombro y se fue al maletero del coche a sacar un par de cervezas. Sam se quedó desanimado, con el rifle colgando de una mano casi tapada por las mangas de una camiseta vieja de Dean, hasta que su hermano se acercó.

-Vamos, no lo has hecho tan mal.

-¿Tú tampoco le diste a ninguna lata tu primera vez? –preguntó Sam, repentinamente esperanzado. Por aquel tiempo, que Dean le hubiera dicho que había hecho algo como él, que se parecían, hubiera bastado para mantenerle contento y sin quejarse el resto del día.

-Cristo, no –dijo elevando las cejas y negando con la cabeza con una sonrisa bribona –Le dí a unas cuantas. Pero no te desanimes, Sammy. Ya aprenderás, lo llevas en la sangre –añadió, confiado –Mientras tanto, recuerda este día y este lugar. Ahora ya eres uno de los nuestros.

Sam no había olvidado ese lugar, como tampoco el trago de cerveza que John le permitió dar después de la sesión de tiro, como un mudo gesto de aceptación. Disparar le había parecido lo más difícil del mundo y la cerveza le dio hipo y casi se le salió por la nariz, pero para Sam, ese lugar y ese día fueron especiales.

No sabe a ciencia cierta por qué todavía lo recuerda con tal precisión. Quizás porque la tarde pasada allí fue uno de esos raros ratos distendidos "en familia", haciendo cosas los tres juntos por primera vez. Cosas de Winchester. Quizás porque allí pasó a ser parte de "ellos", de esa camaradería de padre a hijo aunque sólo fuera un poco.

Y de alguna manera pensó que a Dean le gustaría descansar allí y también despertar allí.

o0o

Bobby no discutió con él cuando Sam le habló de enterrar a Dean en lugar de incinerarlo, aunque su expresión dijo todo por él. No obstante, Sam agradeció que no le llevara la contraria ni hiciera demasiadas preguntas porque no hubiera tenido fuerzas para pelear. No hablaron mientras enterraban a Dean bajo las primeras luces del amanecer. Tampoco lo hicieron cuando Sam construyó una precaria cruz con dos pedazos de madera, para marcar el lugar donde reposaba. Había escogido el mismo claro en el que había practicado tiro con rifle, o eso creía, que no fuera el lugar exacto daba igual.

Cuando terminaron, se quedaron un rato quietos, en silencio. Bobby se había quitado la gorra y la retorcía en las manos como si no supiera qué hacer con ella. Sam se dio cuenta de que el pelo comenzaba a ralearle y era prácticamente blanco y por primera vez pensó que él también podía morir.

Era cazador, estaba familiarizado con la muerte. Pero durante esos últimos tres años, Bobby había estado siempre como un pilar inamovible al que recurrir. Duro, gruñón y con más experiencia en la caza que el propio John, siempre tenía respuestas para todo. Y si no las tenía las conseguía. Conocía a alguien que tenía un primo que era vecino de alguien que podía hacerse con lo que quisieras.

El día anterior –aunque de eso parecían haber pasado siglos –les había dicho que era su familia y no había querido quedarse atrás. Había ido con ellos al encuentro de Lilith. Como Ruby.

Recordó que la había dejado en el coche y que tendría que hacer algo con su cuerpo. Miró a Bobby y vio lágrimas esquivas arañándose con su barba y sintió que eso era más de lo que podía soportar. Le puso una mano en el hombro y los dos se miraron a los ojos largamente, diciéndose mucho sin decirse nada. Entonces Sam le soltó, echó un último vistazo a la tumba de Dean, apretó los labios y se marchó. Con las manos en los bolsillos, lágrimas en los ojos y la cabeza baja.

Y aunque entonces Bobby no lo sabía, no volvería a verle en meses.

o0o

Sam no sabía dónde se suponía que debía enterrar a Ruby. No pertenecía a ninguna parte, ni a la tierra, ni al infierno. Por eso decidió que un descampado salpicado por un par de árboles torcidos a una hora de camino desde la tumba de Dean era tan buen lugar como otro cualquiera. Paró el coche en la cuneta, sacó la pala de su maletero y se adentró unos cuantos metros en el lugar.

Escogió un punto al azar y comenzó a cavar, tratando con todas sus fuerzas de no pensar en nada. El sol de la mañana empezaba a brillar con fuerza y gotas de sudor comenzaron a caerse por la frente y a mezclarse con unas lágrimas que no podía dejar de derramar inconscientemente. Cavaba con fuerza y con rapidez, para agotarse hasta que la extenuación anulara su capacidad de pensar y dejara de sentir dolor.

Pero la imagen de Dean muerto estaba grabada en el interior de sus párpados y se aparecía ante sus ojos cada vez que pestañeaba. Entonces cavaba con más fuerza, con rabia por momentos, con desesperación en otros. Y así tardó mucho menos en hacer un hoyo de lo que había tardado en excavar la tumba de Dean con la ayuda de Bobby.

Entonces soltó la pala, se limpió el sudor y las lágrimas de la cara con la manga de su camisa y regresó al coche, encorvado y con la vista borrosa.

Ruby estaba ahí, esperándole en la misma postura en el que él la había dejado. La cogió en brazos con cuidado y la llevó hasta su tumba, mirándola sin ver. Aún le dolía la boca de los golpes que le había dado tan sólo unas horas atrás y de pronto pensó con cierta retorcida añoranza que se habían acabado sus comentarios mordaces, sus andares decididos y sus apariciones en momentos críticos para llamarles palurdos gilipollas y salvarles el culo.

Y mientras la depositaba delicadamente en su tumba y le colocaba el pelo, el colgante y las manos, Sam deseó que estuviera donde estuviera, pudiera regresar.

o0o

Ruby despertó en medio de la oscuridad. Se quedó quieta, paralizada por el miedo y la sorpresa durante unos segundos hasta que estuvo segura de que no estaba en el infierno. Aquello no olía como el infierno. Olía a verde, madera y a flores silvestres.

No había cadenas de fuego en sus extremidades ni la negrura era total. Notaba algo, posiblemente un palo, clavándose en su espalda y gravilla mordiéndole los miembros. Estaba tumbada en el suelo de algún lugar en el que comenzaba a amanecer.

Se incorporó rápidamente, alerta, y miró a todas partes tratando de adaptar sus ojos a la oscuridad. El cielo tenía esa tonalidad casi grisácea que precedía a los primeros rayos del amanecer y que le permitía vislumbrar árboles delgados y altos a su alrededor. Estaba en un bosque.

En un bosque que le resultaba conocido. Se incorporó en medio de un presentimiento terrible que aceleró su corazón. Examinó el lugar con un rápido vistazo hasta encontrar un sendereo que peleaba con la maleza a su derecho. Lo tomó sin titubear, tropezándose y golpeándose con ramas y zarzas. No se dio cuenta de que ya no llevaba vaqueros ni cazadora de cuero hasta que su falda de lana se enganchó con un arbusto. Entonces fue consciente también de la camisa de hilo que llevaba y de la cofia que ocultaba sus cabellos. Se palpó la ropa horrorizada con unas manos más pequeñas que las de su huésped, percibiendo unos pechos menos desarrollados.

Y supo, con atroz seguridad, que volvía a ser Ruby Carver. No la demonio, la humana.

De algún modo Lilith no la había matado ni la había mandado de vuelta al infierno. La había enviado a su vida humana, en su forma humana, aunque no alcanzaba a imaginar el propósito.

Fuere como fuere, corrió con más brío y temor que antes, con el corazón latiendo lleno de furiosa expectación. Cuando llegó al los lindes del bosque, ya casi era de día. La silueta de las casitas de Falmouth se dibujaba con los primeros rayos de sol y se escuchaba el canto de los gallos. Ruby reconoció el granero de los Hoar y sus latidos se aceleraron bombeando cólera y rencor a cada parte de su cuerpo.

Se recogió las faldas y se aproximó al pueblo con celeridad, aguantando la respiración de manera inconsciente. Al llegar a las primeras casas, vislumbró a un grupo de gente armado con horcas y azadas y expresión belicosa en sus semblantes sucios y grasientos.

Como en una película a cámara lenta, Ruby reconoció los rostros de todo el pueblo. El herrero, los Bishop, los Winslow, la Señora Martin…Joseph Lyford abría la marcha con la boca deformada por la excitación y una horca en la mano, el reverendo la cerraba, aferrándose a su Biblia gastada como si pudiera protegerle de todo mal.

Falmouth al completo estaba allí, incluso los niños más pequeños que correteaban detrás del pelotón, excitados al intuir que se avecinaba algo importante.

Aterrada y poseída por una intensa sensación de deja vú, Ruby les siguió. Nadie la miró ni pareció haberse percatado de su presencia, todos demasiados concentrados en su labor.

Entonces, cuando la procesión tomó el estrecho sendero de la izquierda, Ruby se dio cuenta de a dónde se estaban dirigiendo y para qué.

Iban hacia su casa. Su casa cuando aún era una niña y Elizabeth vivía.

Iban a acusar a su madre de brujería.

De nuevo.

Aunque apenas podía respirar y empezaba a sentir que todo le daba vueltas, Ruby echó a correr hasta alcanzar al reverendo. Intentó sujetarle por un codo para detenerle pero su mano le atravesó como si fuera un espejismo, como si el anciano no estuviera allí.

Dio un paso atrás asustada, y sin darse cuenta atravesó la figura del herrero sintiendo un leve estremecimiento. Nerviosa, se volvió y sintió otro escalofrío cuando el anciano Winslow pasó a través de ella. Miró a su alrededor, con los ojos muy abiertos, para ver, como en una especie de absurda ensoñación, como la procesión continuaba, pasando a través de ella como si no fueran más que un cruel holograma.

Ruby permaneció paralizada por la estupor durante unos segundos, de modo que se quedó atrás. El grupo se detuvo a unos pasos de ella y se aglomeró en torno a la pequeña casita de las Carvar. Joseph dio un paso adelante y aporreó la puerta con fuerza, haciendo vibrar toda la estructura de madera.

-¡Bruja! –gritó de pronto la señora Martin, y varias personas más la corearon, agitando sus azadas en el aire, como si trincharan imaginariamente a la acusada.

Ruby sentía las piernas de gelatina mientras trataba de llegar hasta su casa. Las rodillas amenazaban con doblársele y fallarle a cada paso y el corazón le latía en la garganta, como si lo fuera a vomitar. Volvía a ser Ruby Carver, volvía a sentirse como tal. Y sabía que estaba a punto de perder a su madre. Otra vez.

Se detuvo en seco cuando la puerta de la casa se abrió y Elizabeth asomó por ella, grave y estoica, soportando el rugido de furia popular, los insultos y las imprecaciones. Erguida, con su vestido remendado y gris, el rostro pálido y los ojos despiertos a pesar de haber sido arrancada de su sueño.

Ruby se vio en sus facciones bien dibujadas, en los pómulos altos y la mirada firme, y deseó volver a ser la niña de once años que podía recurrir a su madre cuando se caía, para que la abrazara después de darle unos azotes. Se dio cuenta de la eternidad que había transcurrido desde la última vez que recibió un abrazo maternal y siglos de cansancio, sufrimiento e impotencia cayeron sobre sus hombros como una losa mortal.

-¡Madre! –la llamó con lágrimas en los ojos y la voz le salió rota y aguda, con un timbre juvenil que hacía centurias que había olvidado.

Pero Elizabeth no la oyó y Ruby no pudo tocarla por mucho que se acercó a ella porque parecía estar hecha de aire. Le habló, a su madre, al reverendo, al pueblo. Quiso tirarles de sus ropas para que le prestaran atención y trató incluso de golpearles. Intentó volver sus ojos negros para asustarles, quiso recoger piedras del suelo para arrojárselas, pero todo fue en vano.

Era como si todos fueran fantasmas.

O como si sólo lo fuera ella.

En ese mismo instante, Ruby comprendió el castigo de Lilith. Se dejó caer de hinojos al suelo, se llevó las manos a la cabeza y gritó.

Aunque nadie podía oírla.

o0o

A años luz de allí, en otro tiempo, en otro espacio, en otro lugar, Sam Winchester regresaba tambaleándose al Impala, con el rostro lleno de polvo y surcos de lágrimas. Sin oír los gritos de su hermano Dean llamándole desde el infierno.

Sin oír los gritos de Ruby tampoco, llamándole desde mucho más lejos.


Y aquí se termina mi historia de Ruby. Este capítulo ha sido complicado (aunque cuál no lo ha sido). De nuevo, no quería meterme de lleno en la parte de la serie que hemos visto y he tratado de centrarme en el papel de Ruby. Sabemos que cuando Ruby apareció en la urbanización seguía siendo ella: Dean la vio con su apariencia demoniaca y más adelante descubrió que Lilith estaba en ella porque su apariencia no era exactamente la misma. Así que deduje que cuando Lilith la poseyó fue en el único momento en que no estuvo en escena: cuando ella entró en una habitación, Sam en otra. Siendo Lilith una demonio tan poderosa no tengo dudas de que no le sería muy complicado enviarla a donde fuera. Y se me ocurrió que en lugar de enviarla de nuevo al infierno, al que ya ha demostrado que tiene capacidad de sobrevivir, decidió enviarla a su infierno particular. A revivir su vida humana una sin poder cambiar nada, como una simple espectadora. Me vi forzada a escribir desde el punto de vista de Sam en este punto de la historia para hablar del enigma de qué fue del cuerpo de Ruby. Tenía otra teoría al principio pero al ver la cuarta temporada, decidí reconstruirla en base a eso. No creo que Sam dejara el cuerpo de Ruby en esa casa, como si nada. Quiero creer que la enterró porque ella se merecía el menos eso. Y hablar del entierro de Ruby no podía soslayar totalmente el de Dean. No quise extenderme demasiado pero me pareció necesario dar una explicación de por qué Sam escogió el lugar que escogió para enterrar a su hermano. Particularmente creo que la escenas marca Winchester se me dan como el culo pero graciasEarwen Neruda y Nyissa he decidido dejarla donde está.
La historia está inconclusa, evidentemente, a raíz de lo sucedido en la cuarta temporada. Pero eso ya se lo dejo a Kripke.
Espero que nos cuente la verdadera historia de Ruby, esta ha sido la mía.

Gracias por todo, de verdad.

Con mucho cariño, Dry.

PD: Os recomiendo Cuentakilometros de Earwen Neruda y Symphathy for the Devil de Nyissa (Earwen está en mis autoras favoritas, el fic de Nyissa está en mis historias favoritas).

PD2: Por las dudas, los capítulos de la cuarta temporada se pueden descargar aquí (sin espacios): http : / / darkville . com . mx/foro/index . php?topic27769.0