En una tarde calurosa, se encontraba Kagome Higurashi sumida en sus pensamientos.

Ya no era una niña, ahora contaba con veinte años de edad, y su cuerpo había cambiado, así también como su actitud.

Una joven de cabello azabache y tonalidades azules, hasta la cintura, ondulado en la puntas, con grandes ojos azules zafiro, con unas pestañas oscuras y largas como la noche.

Kagome disfrutaba de un cuerpo precioso, con un pecho amplio, del tamaño perfecto

Con una cintura estrecha y abdomen plano, su cadera eran ancha, sin llegar a lo excesivo, sus piernas eran largas y esbeltas.

Kagome sabía que debía estar en forma, puesto que su agilidad y rapidez tenían que estar al 100%

Kagome ya no era una niña que dependía de que la protegieran, no. Ahora ella era quien protegía, a su familia, amigos y a una Aldea entera.


Han pasado cuatro años, desde la derrota de Naraku mi vida es relativamente aburrida, la anciana Kaede murió hace mes y medio, y a pesar del dolor de la pérdida fue necesario asumir mi cargo como la sacerdotisa de la aldea. Aunque el trabajo no es mucho, mis amigos siempre están a mi lado y luchamos mano a mano cuando algún peligro se acerca.

- Kagome, dime ¿estás bien?- preguntó Sango, ya que tenía tiempo hablándole y ella parecía estar sumida en sus pensamientos.

- Oh lo siento! Dime, ¿qué me decías?

- Olvidalo, es mejor que regresemos, de seguro nos estarán buscando!

Sango, es mi mejor amiga y siempre está a mi lado, a pesar de que el peligro no es igual al que representaba Naraku, ella no ha dejado de entrenar y se ha vuelto cada vez más fuerte.

Es la envidia de muchas mujeres por su esbelto cuerpo, su cabello lacio y oscuro como la noche, y sus ojos llenos de amor y cariño, y también el deseo de muchos hombres por la sensualidad que destila al caminar y la detallada vista que ofrece su cuerpo en su ajustado traje de exterminadora.

A un mes de la boda con Miroku se dio cuenta de las infidelidades de este y aunque ella entiende que fue en el pasado no lo perdona, me alegro que se ame lo suficiente

-¿Dónde diablos estabas metida?- Inuyasha, ya no eran una pareja, puesto que Kagome entendió que no le podía ofrecer lo que ella deseaba, pero seguían siendo grandes amigos.

- Calma amigo, deja a la señorita hablar- Miroku aunque estaba dolido por Sango no dejaba de ser gentil, seguíamos siendo un grupo muy unido.

— Gracias Miroku! Por cierto, Inuyasha aunque no te deba explicaciones estaba con Sango ¿algún problema?

— Mujer que te crees, claro que hay problema! TENGO HAMBRE!! Y a pesar de que tu comida no es tan buena por lo menos bastará.

— Inuyasha...— dijo Kagome con su voz inocente y gentil — ¡¡ABAJOOOO!! Por mi puedes morirte de hambre, o ve a cazar un conejo, ¿quién te crees para criticar mi comida?

— Maldita mujer, no me hagas esto!

— abajo, abajo abajo, abajo, abajo...

— LO SIENTO, LO SIENTO!

Después de su arrebato de estupidez, Sango se ofreció a cocinar un poco para todos

Y cuando se estaban encaminando a la casa de la antigua sacerdotisa Kaede, algo llamó la atención de todos...

Era un youki extremadamente pesado, sin duda tenía que ser un demonio muy fuerte para destilar semejante poder.

Al mismo tiempo que identificaban la fuente de tan atemorizante youki las orejas de Inuyasha se movían hacia la izquierda, y de la espesura del bosque salía la criatura más endiabladamente perfecto que jamás había visto Kagome.

— Se puede saber porque vienes atemorizando a todos— Pregunto molesto Inuyasha

— solo estaba avisando sobre mi presencia.

— ¿Que desea Lord Sesshomaru?— Intervino Miroku antes que los dos hermanos empezaran una batalla que, aunque ellos la llamaran"inocente entrenamiento" Siempre dejaba destrozos a kilómetros a la redonda.

Sesshomaru es el Lord de las tierras del oeste, también conocido como el despiadado inu daiyokai Sesshomaru Taisho, hijo del general perro Inu no Taisho.

Bien se conocía que Sesshomaru ya había superado por mucho a su padre, y en el transcurso había cambiado mucho, uno de los claros ejemplos sería que adopto a Rin como su hija, y su "Desprecio" por la raza humana había disminuido, no desaparecido, pero si disminuido y eso era un gran avance.

Las cosas desde la muerte de Naraku habían cambiado para bien, las relaciones con el oeste eran mucho más estrechas y eso nos beneficiaba en cuanto a protección y ciertos menesteres que los aldeanos necesitaban.

— He venido por ti, Sacerdotisa.

— Kagome, mi nombre es Kagome, y en que podría yo serte de ayuda?— Pregunto con sarcasmo en su voz.

— No tienes idea miko.