Resumen:

Resumen rápido dela serie: Ally y Billy crecieron juntos, pero él la dejó al terminar la universidad, se mudó y se casó con Gerogia. Vivieron vidas separadas hasta que volvieron a coincidir en el bufete Cage & Fish. Fueron amigos hasta que él falleció de un tumor cerebral. John Cage se convirtió en el mejor amigo de Ally aunque de vez en cuando parecía sentir algo más por ella. Richard Fish era un mujeriego superficial hasta que conoció a Liza Bump, la que ahora es su esposa.

En cuanto a Ally, conoció a su alma gemela, el neurótico Larry Paul. Pero él estaba divorciado y además tenía un hijo de 7 años (ahora nueve) con otra exnovia. Al final decidió que no estaba hecho para tener relaciones que terminaran bien y regresó a Detroit, donde vivía su hijo, dejando a Ally con una nota.

El año siguiente Ally conoció a un fontanero, Victor, al mismo tiempo que descubría que tenía una hija producto de una donación en un banco de óvulos años atrás. Elpadre de la niña, Maddie, ha muerto, así que Ally se encarga de ella y contrata a Victor como niñera. Ellos comienzan una relación que no termina de cuajar, y él regresa a Los Ángeles.

Aunque ha conseguido ser socia de Cage & Fish, Maddie comienza a sufrir ansiedad debida al hecho de estar alejada de su ambiente, así que Ally deja el bufete y regresa a Nueva York para que su hija vuelva a encontrarse en su ambiente con sus amigos y su tía.

1. New York, New York

Aunque podrían haber terminado mucho antes viajando en avión, Ally prefirió realizar el trayecto a Nueva York en coche. Salía mucho más barato cargar en su propio coche con todo el equipaje en lugar de pagar a alguien para que lo llevara a la ciudad y a la empresa de mudanzas por otro lado. Llevaban un remolque adosado a la parte posterior, y no estaba acostumbrada a conducir con él y menos de noche.

Pero el viaje resultó bastante tranquilo. Maddie se quedó dormida en el asiento del copiloto nada más arrancar el coche, y Ally dedicó el trayecto a reflexionar sobre los últimos años de su vida en el bufete. Dejaba atrás demasiadas cosas para asimilar tan pronto, necesitaría tiempo y muchas lágrimas para conseguir superar aquella separación forzosa. Pero estaba convencida de que siempre que tuviera a Maddie a su lado todo iría bien.

Recordaba como si hubiera ocurrido el día anterior su llegada al bufete, su reencuentro con Billy, el día en que conoció a Georgia y cómo se convirtió en una buena amiga, la muerte de Billy… Sus ojos se empañaron de nuevo al revivir cómo él se había quedando mirando al vacío y acto seguido se había sentado y desmayado, por culpa de una hemorragia intracraneal. Aquel tumor cerebral se lo había llevado demasiado rápido, demasiado pronto, y jamás dejaría de sentirse culpable por no haber advertido antes los signos de alarma cuando la actitud de Billy comenzó a ser caótica.

Pensó que nunca más sería capaz de amar a alguien, quizás por eso comenzó a salir con Brian confundiendo la comodidad con amor. Tardó seis meses en darse cuenta de lo que realmente sentía, aunque fue necesaria la aparición de Larry para terminar de abrirle los ojos. Larry…su corazón todavía parecía contraerse de forma dolorosa cada vez que pensaba en él. Era incapaz de escuchar aquel nombre sin llevarse la mano al pecho, sentía su corazón tan destrozado que le resultaba imposible sentir nada más aparte del dolor. Era como una herida mal curada que se infectaba cada vez que pensaba en él, o que algo le recordaba a él. Y ya había pasado un año completo, se había vuelto a enamorar, dos veces, de hecho. Aunque había llegado a querer a Víctor sentía que el verdadero amor de su vida era la niña que respiraba profundamente sentada a su lado.

Nunca más volvería a sentir su vida vacía, nunca más se despertaría un cumpleaños sintiéndose sola. Puede que no tuviera a un hombre a su lado, pero tenía algo mejor. Pero Maddie y Larry se encontraban en compartimientos distintos y, mientras que el pensamiento de la niña podía hacerla flotar, el de él conseguía amargarla hasta lo indecible. Recordó entonces un sueño que había tenido un año atrás, justo después de que Larry la abandonara con una nota, tal y como había prometido. Un grupo de cirujanos la operaba a corazón abierto, pero encontraban de pronto una fisura en su corazón. Su corazón estaba roto, y no tenía arreglo.

Se alegraba de no haber amado a Víctor hasta aquel punto, con Billy y Larry tenía más que de sobra para toda una vida. Estar sola no era tan malo, si de ese modo evitaba que le volvieran a destrozar el corazón. No podría soportar algo así una vez más, de eso estaba segura, así que había decidido no volver a tratar de enamorarse. Había salido con Víctor porque Maddie confiaba en él, porque lo quería y porque la había ayudado a adaptarse a una etapa de su vida para la que jamás había estado preparada.

Pero ahora Víctor se había ido, y sabía que la culpa la tenía únicamente ella misma. Se imaginó qué ocurriría si no hubiera sido así. Si Víctor estuviera ahora camino de Nueva York con ellas… Él conduciría el coche para que Ally no se cansara en las cuatro horas de trayecto, pero ella insistiría en suplirlo al cabo de dos horas, cuando pararan a tomar café en un área de descanso. Entonces tendría que volver a cederle el volante al entrar en la ciudad, únicamente después de perderse cinco veces seguidas entre las retorcidas calles de Nueva York. Sería tan sencillo dejar que él las cuidara…

Pero necesitaba valerse por sí misma por una vez en su vida. Siempre había dependido de los demás, de Renée, de sus amigos en el bufete que la apoyaban más allá de sus psicosis e histerias, Billy, Larry, Víctor, Brian, y todos los hombres de su vida. Siempre había buscado a alguien que la sostuviera, necesitaba a un hombre para sentirse completa porque quería a alguien que se ocupara de ella. Pero ahora era ella la que tenía que ocuparse de otra persona, y no podía permitirse el lujo de ser dependiente.

La despedida en el bar había sido amarga, no conocía a nadie en Nueva York a excepción de Bonnie. Ella le había dicho que al club donde cantaba solía acudir una firma de abogados en la que probablemente sería bien recibida. Además conservaba el apartamento del padre de Maddie con un alquiler de renta antigua. En la cara ciudad de Nueva York aquello era un gran alivio económico. Ally no era pobre, pero tampoco podía permitirse un apartamento en Nueva York con sus ahorros por un tiempo indefinido. No tenía trabajo y debía mantener a Maddie, ahora la niña acudiría a un colegio privado donde tenía que pagar los costes del transporte, el uniforme, el comedor y las actividades extraescolares además de la cuota mínima. Sumando el alquiler, la gasolina, las facturas… Y encima debía comenzar a enviar curriculums por toda la ciudad. Respiró hondo, le estaba entrando el pánico y aquello no era bueno. Trató de serenarse y puso música relajante para llevar con calma el resto del trayecto.

No le resultó complicado encontrar el edificio. Estaba gris por la humedad, aunque puede que hace tiempo hubiera sido blanco. No alcanzaba a ver cuántas plantas tenía, pero sí divisó en la calle de en frente el bar "The purple rose". Las cortinas estaban bajadas y parecía que faltaban horas para que todo aquello se pusiera en marcha, pero podían adivinarse unas grandes vidrieras con detalles púrpura en las esquinas, junto con algunas rosas dibujadas en el vidrio. Bonnie le había dicho que por el día abría como cafetería la planta superior, y por la noche la planta baja se convertía en un bar bastante parecido al que solía asistir en su antiguo bufete. Ally miró hacia arriba y vio, justo encima del nombre del local, un cartel más discreto que rezaba "McCarthey, Stevens & Merrick", y justo debajo a la derecha, en letra más pequeña: "Contrátenos por teléfono o por Internet a precio prefijado. Nos encargamos de su asunto jurídico. Obtenga la solución en vía amistosa o judicial. Planta 32".

El apellido Merrick la hizo desconfiar, pero resultaba imposible que Todd consiguiera ser socio de un bufete en Nueva York en tan poco tiempo. Así que Ally entró en el garaje, despertó con suavidad a Maddie, descargaron un par de maletas y subió con la niña medio dormida a su lado hasta la planta 18. La llave abrió a la primera y en el interior todo parecía haber sido usado hace poco. Técnicamente el apartamento llevaba deshabitado meses, pero todo estaba limpio y reluciente. Y aunque Bonnie y Maddie lo habían llamado apartamento a Ally le pareció demasiado grande para ser llamado así.

En el recibidor había un mueble con un espejo donde Ally dejó las llaves. Éste se encontraba justo frente a la puerta de entrada, y a cada lado tenía sus propias puertas con cristales por la parte superior. Un colgador junto a la puerta les permitió dejar sus abrigos y el sombrero, y al entrar por la puerta de la izquierda llegaron a una cocina americana con muebles antiguos donde Bonnie les había dejado un regalo. Encima de la mesa tenían una bandeja con bollos, café y algunas cosas más de uso básico. Como un kit de bienvenida. Maddie sonrió con cansancio y atravesó el comedor hasta la otra puerta. Ally la siguió, y vio que la puerta las llevaba a un pasillo con otras cuatro puertas más.

-Esta es mi habitación – Maddie señaló a la puerta más cercana al comedor y siguió por orden -, esa era la de papá y ahí está el baño. Aunque la habitación de papá también tiene baño – lo decía con un tono monótono y aburrido.

Se arrastró por la puerta de su habitación y Ally la vio buscar su pijama en la maleta lentamente, para meterse en la cama reciñen hecha. Ella, en cambio, se dirigió hasta la última puerta con cristales. Ésta daba a un salón donde faltaban los elementos electrónicos. El salón estaba comunicado por otra puerta con el vestíbulo, pero Ally se dirigió en dirección contraria, hacia el gran ventanal que daba al exterior. Alguien había decidido colocar un escritorio en la parte izquierda, dejando poco espacio para que ella abriera la ventana y se asomara.

Escuchó el ruido de la ciudad que no dormía, la iluminación eléctrica que le impedía ver las estrellas en el cielo, los inmensos rascacielos que lo predominaban todo… Aquel no era su hogar, pero en las siguientes semanas tendría que conseguir que lo fuera, porque era el hogar de Maddie. Se alejó suspirando, cerró la ventana para amortiguar el ruido de la ciudad y bajó a por las demás maletas antes de que el cansancio la venciera.

El bufete "McCarthey, Stevens & Merrick" resultó tal y como lo imaginaba. Lo cierto es que todos los despachos llegaban a parecerse después de un tiempo. Aunque faltaba la atmósfera de "Cage & Fish", donde todo el mundo parecía conocer la vida privada de todo el mundo. Aquí cada uno miraba a lo suyo, apenas se escuchaban risas o murmullos, los despachos se encontraban con las puertas cerradas y nadie se había vuelto a mirarla en cuanto había salido del ascensor. Una secretaria con media melena muy lisa y castaño rojiza esperaba frente a las puertas, con un auricular en una oreja y un micrófono delante de la boca. Parecía estar al teléfono mientras tecleaba rápidamente en el ordenador. Sonrió a Ally en cuanto se paró ante ella y terminó su llamada antes de volver su atención completamente a la abogada.

-Buenos días, bienvenida a "McCarthey, Stevens & Merrick", ¿en qué puedo ayudarla?

Ally correspondió a la sonrisa de oreja a oreja de la empleada, aunque forzosamente. No soportaba a la gente que siempre parecía feliz, nadie puede ser constantemente feliz.

-Hola, soy AllyMcBeal, tengo una cita con el señor Stevens – la sonrisa de la secretaria vaciló de un modo casi imperceptible. No estaba tan serena como aparentaba.

-El señor Stevens se encuentra fuera de la ciudad en estos momentos, en su lugar la entrevistará el señor Merrick – salió de detrás de su mesa y comenzó a andar, por lo que Ally corrió para alcanzarla.

-Pero yo hablé con el señor Stevens por teléfono ayer, ¿por qué no me dijo él nada?

-El señor Stevens es un hombre ocupado, a menudo debe realizar viajes de negocios de forma repentina – a pesar de la permanente sonrisa, el tono de la secretaria indicaba que no admitía réplica.

Se paró ante una puerta.

-Por cierto, no me has dicho tu nombre – comentó Ally mordazmente.

-Jullie Stevens – la sonrisa de la secretaria se acentuó.

Así que esta era la hija del socio del bufete, con razón se veía tan confiada y prepotente. Bonnie le había hablado de ella, al parecer ni siquiera se había molestado en tratar de sacar adelante una carrera, incluso teniendo un padre millonario cuidando sus espaldas. Mientras abría la puerta del despacho para anunciarle al señor Merrick la presencia de Ally McBeal, Ally se convenció de que jamás se llevaría bien con ella.

Le dedicó una última mirada antes de ver al hombre que se incorporaba lentamente y avanzaba hacia ella. Escuchó la puerta cerrarse tras de sí mientras Todd Merrick le tendía la mano con una sonrisa.

-Bienvenida a "McCarthey y asociados", señorita McBeal – Ally frunció el ceño ante tanta ceremonia -, ¿o debería llamarla Ally?

Ella ladeó la cabeza, asimilando la información.

-¿Desde cuando eres socio de un bufete, Todd? Si mal no recuerdo hace unos meses estabas buscando trabajo – él bajó la mano y la unió junto a la otra a sus espaldas, manteniendo una mueca burlona en su rostro.

-¿Y desde cuándo tú vienes a buscar trabajo a mi bufete? – hizo hincapié en el MI, y el ceño de Ally se acentuó – Hace unos meses eras socia de Cage & Fish, ¿qué te ha pasado? ¿Demasiada tranquilidad? Si querías verme tenías mi número.

-Idiota – gruñó Ally, pero Todd continuó sonriendo, parecía estar pasándoselo en grande.

De pronto se puso serio (dentro de lo que cabe, siempre parecía estar riéndose de algo) y se sentó tras el escritorio, haciéndole una seña para que hiciera lo mismo frente a él. En cuanto Ally estuvo sentada Todd recolocó los papeles que tendía frente a él y se los tendió.

-Aquí tienes tu contrato. Las condiciones son más o menos las mismas que en Cage & Fish, aunque observarás que el sueldo es mayor – Ally cogió el contrato confusa, releyendo a medida que escuchaba a Todd. Esperaba poder intervenir en algún momento y preguntarle si no pensaba hacerle una entrevista o debatir algún punto del contrato, pero resultaba imposible interrumpirle -. Nuestro bufete es muy diferente de Cage & Fish. Te preguntarás por qué hemos decidido contratarte directamente – esbozó una sonrisa.

-Pues…sí, la verdad – admitió Ally.

-Me gustó el ambiente de tu bufete. Entre nosotros, "McCarthy & asociados" es un bufete viejo, con clientes viejos y métodos viejos. Elliot McCarthy está al borde de la jubilación y no tiene hijos que continúen su legado, Eduard Stevens no tiene ni idea de cómo llevar un bufete en la cuestión financiera y su única hija podría licenciarse en "Cómo pulirme mi fortuna antes de los veinticinco" en breve. Cuando me contrataron los dos acordaron hacer un cambio de imagen, el bufete necesita un lavado de cara, clientes nuevos. Tú puedes no ser muy buena abogada…

-¡Oye! – exclamó Ally, pero Todd prosiguió sin detenerse.

-…pero sabes cómo atraer clientes. Además, nosotros tenemos pinta de peces gordos mientras que tú pareces salida de una película de Mary Poppins, la gente confía en ti.

-¡Eso no significa nada! ¡Sólo soy una abogada! –de nuevo Todd la ignoró.

-Me gustó tanto la idea de vuestro baño unisex que hemos comenzado las obras para construir uno igual en esta planta. El bufete consta de 4 plantas en el edificio, es demasiado grande para ser llevado únicamente por tres personas, más cuando una de ellas está a punto de jubilarse. Si te quedas te ofrezco la posibilidad de ser socia en poco tiempo, te conozco y sé que no abandonarás el barco. Además, el colegio de… ¿Clary?

-Maddie…

-Como sea, su colegio está a la vuelta de la esquina, vosotras vivís en frente y no creo que encuentres unas condiciones semejantes en ningún otro bufete – cruzó las manos sobre la mesa y la observó al fin, esperando su respuesta. Ally se tomó su tiempo para releer el contrato y después lo observó a su vez, reflexionando.

-No me quito de la cabeza que hay gato encerrado – comentó sin ser precisa. La sonrisa de Todd se acentuó, pero no dijo nada -. ¿Te importa que me lleve a casa el contrato y me lo piense?

-Por supuesto, no hay problema – dijo él poniéndose en pie, sin borrar su aspecto alegre. Aquel hombre era incapaz de no sonreír -. Pero antes quiero presentarte al bufete.

Durante dos horas más Todd le presentó a cuatro letrados que trabajarían con ella en la planta baja del bufete. Cada planta funcionaba como una unidad independiente, la de arriba de todo se ocupaba únicamente de derecho penal y Elliot McCarthy era uno de los letrados más famosos en la materia, rara vez perdía un caso. La tercera se centraba básicamente en derecho administrativo, simples trámites que casi nunca llegaban a juicio, y allí trabajaba siempre Eduard Stevens. La segunda y la primera, donde Ally trabajaría, estaban formadas por expertos en derecho civil. Habían contratado a Todd porque era experto en derecho civil, tenía una gran cartera de clientes y hasta el momento había demostrado poder manejar el bufete sin apenas ayuda. Aún así continuaban buscando otro socio para poder expandirse.

Bonnie había trabajado dos años en el bufete antes de centrarse en su carrera como cantante de clubes nocturnos, y Ally descubrió que allí la gente la adoraba. Muchos terminaban su día laboral en "The black rose", donde ella actuaba en la planta baja del edificio.

-Cuando no encuentres a alguien, vete a ·The black rose" – comentó Todd mientras hablaban con uno de los letrados, Thomas "Tom" Keller.

-Ya era bastante malo cuando sólo era cafetería y servía esos deliciosos cafés – sonrió Tom. Tenía el pelo castaño y los ojos del color del caramelo. También rondaba los 50 y una alianza rodeaba su dedo -, pero cuando decidieron convertirlo también en club nocturno habilitando la planta inferior fue un desastre. Ahora todos terminan de trabajar a su hora para poder tomar algo antes de irse a casa – giró los ojos, había resultado ser bastante simpático.

Aunque cada letrado tenía su propia secretaria, Julia "Julie" Stevens era la que dirigía al personal. Al parecer Todd se pasaba la mitad del tiempo tratando de llegar a un acuerdo con ella, y la otra mitad evitándola. Resultaba más que evidente que se odiaban. Al parecer Eduard Stevens sabía que su hija era una malcriada, pero prefería tener a la fiera cerca y controlada. Daba carta blanca a Todd para contradecir las órdenes de su hija, siempre y cuando ella no se diera cuenta.

Los baños de hombres y mujeres se encontraban separados por un tabique que acababa de ser tirado, y ahora ambos estaban en reformas para convertirse en un lavabo unisex. La mayor parte de los letrados parecían estar en contra, pero nadie decía nada. El bufete tenía gran prestigio y no dejaba de crecer, todo el mundo quería trabajar allí, Ally no terminaba de comprender por qué Todd le ofrecía tan buenas condiciones de trabajo.

Se despidió de Tom y de Todd para volver a casa, y allí releyó una y otra vez el contrato sin encontrar pegas. Al final del día ya había decidido aceptar, aunque un cosquilleo en su nuca le decía que algo iba condenadamente mal.

El mensaje de Víctor le levantaba la moral. Sabía por Maddie que con ella mantenía una correspondencia más asidua con él y se alegraba. Habría sido muy duro para Maddie perderlo como amigo, pero resultaba prácticamente imposible enfadarse con Víctor. La próxima vez que saliera con un hombre debería ocultárselo a Maddie. Si es que llegaba a salir con alguno.

Miró de nuevo la pantalla del ordenador en su nuevo despacho.

"Me alegro de que todo haya ido bien, y de que el doctor diga que Maddie está mejorando. Supongo que será duro separarte de Boston, pero verás cómo en unas semanas ya has conseguido ser una más del bufete. Además, tienes a Bonnie para ayudarte. Seguro que aprendes pronto a sacar de quicio a la gente en Nueva York también. "

Seguía así unas cuantas líneas, comentándole cosas de Los Ángeles y hablando del e-mail que Ally le había enviado una semana atrás. El único ex -novio con el que había logrado mantener aquella afinidad era con Billy, y que Víctor fuera capad de seguir siendo su amigo a pesar de su neuroticismo era importante para Ally.

Terminaba el e-mail comentando que se pasaría por Nueva York en cuanto pudiera para ver a Maddie. Ally sonreía cuando alguien llamó a la puerta y ésta automáticamente se abrió.

-¿No te han enseñado educación? – preguntó de mal talante.

-¡He llamado a la puerta! – se excusó Todd

-¡Pero no has esperado respuesta! No sé por qué te molestas en llamar a la puerta si no esperas a que alguien te de permiso para entrar…

-…entonces prefieres que no llame a la puerta… - la interrumpió él.

-Yo no he dicho eso…

-Pero has dicho que por qué me molesto en llamar a la puerta.

-Quiero decir… ¡sabes perfectamente lo que quiero decir! – lo dos se miraron mutuamente, ella enfadada y con el ceño fruncido, y él con una sonrisa burlona.

-Vamos – dejó de apoyarse en el quicio de la puerta y le hizo una seña con la cabeza hacia fuera -, acudirás a tu primera reunión.

La sala de conferencias era un poco más grande que la de Cage & Fish, y ya estaba prácticamente llena. Los seis abogados que le habían presentado la semana anterior estaban allí, tres mujeres y tres hombres. Había una silla vacía a la cabecera de la mesa y dos sillas más, una a cada lado de la misma cabecera. Todd le indicó a Ally que se sentara a su izquierda y comenzó a pasar las carpetas revisándolas.

-Por cierto, Ally, hoy conocerás a otro de nuestros letrados. Llegó al bufete al mismo tiempo que yo y tiene más o menos tu edad, si te cansas de ligar conmigo siempre puedes intentarlo con él.

-Qué gracioso – Ally estiró las sílabas con sarcasmo, pero se quedó muda en cuanto vio a la persona que entraba por la puerta.

Sintió como si su mandíbula se desencajara, y tardó en escuchar de fondo la voz de Todd llamándola. De pronto una idea se cruzó por su mente, no era a Larry a quien estaba viendo, sólo era una alucinación. Un letrado de su edad y ella inmediatamente pensaba en Larry. Mareada, se volvió hacia Todd, que parecía aliviado al verla reaccionar.

-Ally McBeal, te presento a Larry Paul – sin duda continuaba alucinando. Ahora incluso escuchaba a Todd decir su nombre. Ally comenzó a reír de manera compulsiva y sintió las miradas asustadas de todos los letrados - ¿Ally? – repitió Todd mirándola.

La alucinación de Larry se había quedado petrificado a medio camino entre la silla y la puerta, y la miraba casi…asustado. Ally continuó riendo y miró hacia Todd.

-¿Sabes? A veces tengo alucinaciones – continuó riendo, percibiendo vagamente que todos los demás la veían como una loca, pero la fantasía no desaparecía.

-Ally, ¿estás bien? – preguntó Todd preocupado.

-Si, es que estoy viendo a mi ex, incluso te he oído decir su nombre.

-Ally – la voz de Larry consiguió frenar su risa inmediatamente.

Ally miró a su alrededor a los letrados, luego a Todd y por último de vuelta a Larry. No estaba alucinando, Larry estaba allí de verdad. Ella ladeó la cabeza tratando de comprenderlo, asimilando la información. Entonces se llevó una mano a la boca y abandonó la sala, rodeando la mesa para no pasar al lado de Larry.