Shaman King no me pertenece


Capítulo II


Llevaban una semana en Tokio. Hana, por el momento, no tenía quejas del lugar, no era como Londres, pero el ritmo de vida era igual de intenso, así que solo esperaba que no tuvieran muchas complicaciones ahora que ella comenzaba a trabajar.

—¿Ya tienes trabajo? —Le preguntó mientras desayunaban.

Tenía varias ofertas. Su hoja de vida la respaldaba, pero ella tenía un objetivo: la empresa de los Tao.

—Estoy en eso. ¿Y la escuela? ¿Te sientes bien en ella?

El menor asintió y cada uno volvió a su plato. Así de profundas eran sus conversaciones.

—Wat me escribió —Soltó el rubio de repente— Quería saber si necesitábamos algo.

Anna meditó la respuesta unos segundos. ¿Por qué su ex marido le escribía al niño y no a ella?

—¿Qué le dijiste? —No quería ser obvia y preguntar cosas más concretas. Hana había heredado la percepción de Yoh y sabía que cualquier movimiento en falso haría que su hijo dudara de toda la situación.

—No mucho. Supongo que si tú y él se separaron yo también debería hacerlo.

—No actúes como si te afectara. Nunca fue de tu agrado. —Su madre no mentía. Incluso en muchas oportunidades les arruinó los momentos románticos que su padrastro preparaba para ella— Puedes hablar con él si lo deseas.

—No preguntó por ti. Quizá tú sí querías separarte, pero él no. —¿Por qué su hijo tenía que ser como su mini consciencia humana?— Creo que vamos tarde para el colegio.

Anna no dijo mucho más. Le dolía que Wat no la buscase. ¡Eran amigos! Al menos un mensaje podría enviarle, pero ahora no había tiempo para cuestionarse por las acciones de su ex marido, ya no tenía ese derecho, además hoy, si tenía suerte vería a Ren y al menos eso la reconfortaba un poco.

No le estoy pidiendo algo imposible, Ren. Llevamos cinco años juntos. ¡Cinco!

Quizá se siente presionado. No puedes pedirle algo así, solo han pasado dos meses, Anna.

¡Yo también iba en ese auto!

¡No puedes comparar las cosas!

No. No podía, pero en ese momento su mejor amigo le estaba dando la razón a Yoh y no a ella y no tenía a quien más acudir. Luego de esa discusión y de terminar su relación con el Asakura, bastaron dos días más para que cogiera sus maletas y se fuera a Inglaterra. En el auto no cruzó más palabras con Hana y este tampoco le buscó plática. Estaba enojado, lo sabía, pero no podía decirle la verdad tan de repente y mucho menos ahora que tenía que confesarle que la historia que le había contado sobre el paradero de su padre había sido una completa mentira. Lo dejó en el colegio y ella manejó en dirección hacia la compañía. Estacionó y frente a ella estaba el gran edificio repleto de oficinas. El sueño de Ren estaba frente a ella. El sueño que iban a compartir juntos.

Cuando sea el dueño de las empresas de mi familia te nombraré mi mano derecha.

Primero tienes que quitarle ese lugar a tu hermana.

¿Tú ves a Jun en una oficina? Ese puesto será mío. Una de las condiciones de mi padre es que me gradúe con las mejores calificaciones y eso haré. Tú serás la segunda y así lo podemos persuadir.

No llevamos ni una clase y ya hablas de que serás el mejor.

Qué fácil era la vida de los dos a los 18 años. Ren había cumplido. Ella también, pero los planes se interrumpieron por su huida a Inglaterra y, para ser sincera, también había vuelto por eso. Solo esperaba que el Tao comprendiera sus razones. Entró al lugar y se anunció. Su entrevista era en veinte minutos así que iba bien de tiempo. Subió el ascensor y los recuerdos volvieron a su mente. Se notaba la mano de él en la decoración y las comodidades del sitio. No es que En fuera un desalmado con sus empleados, pero Ren tenía una pizca más de humanidad que su padre.

Ubicó la oficina de Recursos Humanos y se presentó.

—¿Señorita Kyoyama? —La rubia asintió— Puede sentarse y esperar un momento. El señor Asakura ya viene en camino, estaba en una reunión con el señor Tao.

No podía ser cierto.

—Disculpe. ¿Dijo "Señor Asakura"?

—Sí —Respondió la asistente— Yoh Asakura hará la entrevista. Es el jefe de este departamento.

¿Por qué Yoh estaba trabajando para Ren y no para Manta? Se puso nerviosa. Su encuentro con él no podía darse tan pronto y mucho menos en esa situación. Diez años habían pasado y aún no estaba lista para volverlo a ver.

—¿Pasó algo en mi ausencia?

Una tercera voz se había unido a la conversación y si bien era diferente por la edad, sabía que era la de él.

—Ya llegó la última de la lista para las entrevistas —La asistente de Yoh revisó la hoja de vida y sabía que diría su nombre. Quería voltear y verle la cara cuando lo escuchara, pero aún tenía una lucha interna por no saber qué pasaría durante los siguientes treinta minutos en su oficina— Es la señorita Kyoyama. La candidata más preparada según la junta.

Hubo un silencio bastante incómodo. Tenía que dar la vuelta y encararlo.

—Mucho gusto, señor Asakura —habló lo más tranquila posible mientras buscaba el contacto visual y extendía su mano— Soy Anna Kyoyama y estoy aquí por el puesto de Gerencia de Servicios Administrativos.

Yoh no le devolvió ni el saludo. Solo la miró y la detalló lo mejor que pudo. ¿En serio era esa Anna? ¿La mujer que lo había dejado hace diez años sin ningún tipo de explicación y sin dejar rastro? ¿Era posible? ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué re aparecía en su presente ahora que tenía una vida estable y una familia? Una familia que no quiso formar con ella.

—Siga a mi oficina. La atenderé en un momento.

La conversación con Yoh lo puso en sobre aviso. Al menos no era el único de sus amigos con un matrimonio fallido. La diferencia era que el Asakura se había casado por razones totalmente distintas a las de él.

Tamao no se merece nada de esto. Es como tu hermana, Yoh. ¿Ya te olvidaste de Anna?

No. No podía ni quería olvidarse de la rubia, pero si ella se había ido sin dejar rastro, él también tenía el derecho de rehacer su vida.

Tamao me quiere. Es amable y dulce. Me trata bien. Puedo acostumbrarme a eso.

Ojalá acostumbrarte a alguien te haga amarla.

Un año después de esa conversación Yoh y Tamao se habían casado. Aún no podía creer que llevaran juntos ocho años. Repentinamente pensó en la rubia y en la conversación que habían tenido antes de que ella huyera. Se había arrepentido cada día de eso. Debió apoyarla y entenderla, no ponerse del lado de Yoh; sin embargo, y lo que más le dolía era que en esos diez años ella nunca lo buscase mientras que él lo hizo hasta el hartazgo. Habían crecido y estudiado juntos. Compartían sueños e incluso el carácter y de buenas a primeras por culpa del Asakura ella había empacado sus maletas. ¿Qué sería de la vida de ella? Quizá era tiempo de volverla a buscar. Anna se había graduado con honores al igual que él, le resultaba imposible creer que no estuviera trabajando en una empresa vecina y ahora que era dueño de toda la industria de los Tao tenía más posibilidades de encontrarla.

Encendió su computador y vio un correo del abogado. Su divorcio. Claro.

Señor Tao:

La señorita Jeanne me envió la documentación actualizada que hacía falta para seguir el trámite de divorcio. Se lo comunico directamente ya que ella me comentó que desde la última reunión conmigo no quedaron en buenos términos.

Quedo atento a cualquier inquietud y a la fecha del próximo encuentro. Recuerde que mi función es trabajar para usted.

Posdata: La custodia de Men no está en juego.

En su afán de no contratar a un abogado de las compañías, dio con el peor de todo Japón, no tenía dudas.

Él no estaba dispuesto a perder a su hijo. Luego de la última reunión con el abogado, el divorcio amistoso se fue a pique cuando en la cena, Jeanne mencionó que Men se iría con ella a Francia y que él podría ir a visitarlo cuando quisiera. Él, como era de esperarse no estaba conforme y no iba a ceder a los deseos de su futura ex mujer, así que, una simple separación por mutuo acuerdo se iba a convertir en una lucha por la custodia del menor.

Pensó en buscar de nuevo a Yoh, pero el pobre ya no daba abasto con sus problemas. El Usui era su mejor opción, a fin de cuentas, él estaba disfrutando de las mieles del amor desde que Damuko estaba viviendo con él. Tanto así que llevaban varios días sin hablar. Tomó su teléfono y marcó el número de memoria. Se sorprendió cuando Pilika fue la que recibió la llamada.

—Mi hermano no puede atenderte en estos momentos.

No hubo más palabras. La Usui le había colgado. No tenía más caso.

Marcó a la oficina de Yoh y su asistente respondió.

—El señor Asakura está con la última de las candidatas para el puesto de una de las gerencias.

Maldijo.

—Dile que me busque cuando termine. De todos modos, la última decisión la tengo que tomar yo.

Revisó su agenda y ningún asunto era de suma urgencia. Revisó las hojas de vida de los candidatos con el único fin de adelantar trabajo y tener a alguien en mente para contrastarlo con el del Asakura. Unos idiotas. No había duda: tenían que hacer una nueva selección; sin embargo, la persona que en esos momentos estaba con Yoh tenía un buen perfil y entendía por qué era la favorita de la junta. Estudios en Japón e incluso compartían colegio y universidad. Notas casi perfectas. Posgrados y experiencia en Inglaterra. Cartas de recomendación excepcionales. Ren vio las fechas de grado y su cabeza empezó a trabajar el doble. Revisó los datos personales y ahí estaba.

—Anna.

De nuevo llamó a la oficina de Yoh.

—¿La entrevistada ya salió de la oficina? —La asistente del Asakura no entendía por qué la voz agitada de su jefe— ¡Responde! ¿Anna sigue ahí?

Alcanzó a escuchar unos murmullos.

—Señorita Kyoyama, el señor Tao la busca.

—¿Ren quiere verme?

¡Era Anna! ¡Era la voz de Anna!

—Sí. El señor Tao la espera.

Rio al notar el énfasis que hizo la secretaria de Yoh al mencionar su nombre. Colgó y esperó a que la rubia (si es que aún lo era) cruzara la puerta de su oficina, porque algo sí tenía claro: no tocaría ni se anunciaría.

Dicho y hecho, un minuto después la mujer que ya pasaba los treinta estaba frente a él. Ni se paró de la silla y ella no le quitó los ojos de encima. Alguno tenía que ceder.

—Doña Anna —Ren fue el primero en hablar— ¡Mira cuánto tiempo!

No dijo nada. Tenía muchos planes en su cabeza, pero jamás pensó cómo llevarlos a cabo. Ren no había cambiado mucho, salvo por su cabello largo. Le recordaba a Hao de cierta manera.

—Creía que la entrevista con el jefe era el último paso. ¿Tanto te impresionó mi hoja de vida que me tuviste que llamar antes?

Tan descarada como siempre.

—Casi once años.

Ren se levantó de la silla y rodeó el escritorio para quedar frente a Anna. Al final ella fue la que cedió y abrazó al Tao, para su buena suerte, este le había correspondido. Si había vuelto para corregir sus errores tenía que romper su orgullo en algunos momentos y este era uno de esos.

—¿Abrazas a todos tus futuros empleados?

Ren cambió el semblante y ella sabía lo que venía a continuación.

—Nunca se me ocurrió buscarte con Lyserg. Yo era tu mejor amigo, Anna.

Ren fue directo al grano y honestamente lo agradecía.

—Te pusiste de su lado. Al final hubieras cedido y Yoh daría conmigo fácilmente.

—Fuiste impulsiva.

—Sensata —Corrigió Anna— Tenía una gran oportunidad, Ren. Si Yoh no quería estar conmigo no iba a esperar a que se decidiera. Era mi futuro, no iba a renunciar a mis estudios por un amor que no me garantizaba nada.

—No le diste tiempo de pensarlo. Lo de Hao era muy reciente. No puedes culparlo por querer quedarse con su familia.

Tanto tiempo y ella seguía siendo la villana de la historia.

—Las cosas siguen igual. Sigues de su lado, por eso busqué a Lyserg. Él siempre fue más neutral en esta situación.

—¿Entonces a qué volviste, Anna? No creo que volvieras sin una razón de peso.

No iba a ser tan idiota de decirle que el motivo principal de su regreso era que tenía un hijo de diez años que necesitaba conocer a su papá.

—Nostalgia —Ren no quedó muy convencido y ella aprovechó el silencio para detallar el lugar. Diplomas, cuadros. La foto de un niño—. ¿Eres padre?

El Tao vio cómo Anna tomaba la foto de Men de una de las repisas.

—Y a que no adivinas quién es la madre.

Por el cabello y los ojos solo tenía una opción posible.

—Jeanne. —Ren asintió— Fue tu amor imposible durante muchos años. ¿Cómo es que pasó esto?

—La historia es corta. Coincidimos en algunos diplomados y como ya habíamos cruzado algunas palabras antes pues nos acercamos de manera profesional. Pasaron los meses y al final las cosas se dieron. Nos enamoramos, nos casamos, tuvimos un hijo y…

Dudó en contarle la parte final. No quería mostrarse como el empresario multimillonario con una vida personal perdida.

—¿Y?

—Y las cosas no están bien.

Anna sabía que si quería la amistad incondicional de Ren de nuevo tenía que mostrarle la confianza que se había perdido desde la huida.

—¿Te vas a divorciar? —El silencio del hombre fue respuesta suficiente— Hay divorcios todos los días. No te sientas mal por eso.

—¿Y tú? ¿Qué hiciste en Inglaterra?

Tenía que resumir muy bien la historia y omitir detalles.

—Estudié. Mucho, como pudiste constatar. Trabajé. Hice mi vida. —Ahora venía la gran revelación… a medias— Tuve un hijo, me casé, me divorcié y volví. —Era demasiada información para el chino. ¿Un hijo? ¿Un divorcio?— Antes de que preguntes, no, el niño no es hijo de mi ex esposo.

—¿Entonces de quién?

—Alguien. Tuve un encuentro con un inglés, nos emborrachamos y pasaron cosas. Nunca lo volví a ver. Tampoco supe su nombre ni ningún dato así que fue imposible contactarlo para contarle del niño.

Sonó lo más convincente que pudo, pero la mirada fija de Ren le hacía sentir que él no le creía ni una sola palabra.

—¿Y cuántos años tiene?

—Diez.

Y si Ren no le creía ahora menos lo iba a hacer. Y tentado estuvo a seguir el interrogatorio, pero un mensaje de Horo Horo lo alertó de inmediato.

—¿Tienes algo que hacer?

—Tengo otra entrevista en una hora.

—Cancélala. Estás contratada y empiezas ahora mismo. Tu primera función es acompañar a tu jefe a buscar a un antiguo amigo que estoy seguro se va a alegrar de verte, pero fingirá que no. —Anna estaba confundida— Y mientras tanto me vas a contar cómo fue tu encuentro con Yoh.

No había escapatoria. Salieron de la oficina y en el camino Anna le contó todo a Ren y empezó desde el encuentro en el escritorio de su secretaria.

—Siga a mi oficina. La atenderé en un momento.

Anna lo vio cruzar por el pasillo que daba al baño del piso. Tenía la boca seca y la mente en blanco. Obedeció a Yoh y entró. Era un sitio grande. Iluminado y con buena ventilación. Sonrió al ver unos parlantes colgando de los rincones del techo. La música nunca había faltado en su vida.

¡Feliz lo que sea! —No era una fecha especial, pero por alguna extraña razón ese día quería darle algo. No era habitual que Anna le diera regalos. Los dos preferían usar ese dinero en hacer pequeños viajes a lugares cercanos o comer en sitios diferentes.

¿Para mí? —La pregunta sobraba. Yoh rasgó el papel y se sorprendió al ver unos audífonos de diadema.

Son más cómodos que los normales o al menos eso me dijeron—. Yoh le sonrió y ese día no salieron del cuarto.

Abrió los ojos y mientras el Asakura llegaba se sentó en la silla correspondiente. No había mucho qué decir. Era una entrevista de trabajo y se limitaría a ser profesional.

—Perdón por la espera —Yoh había vuelto. Estaba agitado y se notaba que su cara estaba recién lavada.

—No se preocupe. No tengo prisa.

Se sentó delante de ella al otro lado del escritorio y Anna quedó muda una vez más. El Yoh de 34 años era mucho más atractivo que el de 24. ¿Seguiría sonriendo igual?

Por dónde tenía qué empezar. Era Anna, su gran amor estaba frente a él diez años después. Su cabello era un poco más oscuro, pero no había mayor cambio. Seguía siendo la mujer más hermosa que había visto en su vida.

—Una gran hoja de vida. Destacable. —Cinco años como el gerente del departamento y se sentía como el primer día en el puesto. ¿Quién podía culparlo?— ¿Por qué está aquí?

—¿Disculpe?

—En la empresa. ¿Por qué está aquí? ¿Por qué esta empresa?

Bueno, jamás pensó que las mentiras comenzarían tan pronto.

—Los Tao tienen empresas por toda Asia y Europa. ¿Quién se podría resistir a un puesto tan importante?

—Según su experiencia laboral la empresa para la que trabajaba en Inglaterra también era muy grande.

La expresión de Yoh había cambiado por completo. Al parecer él tampoco pensó que ese había sido el destino de Anna.

—Siempre aspiro a lo grande, señor Asakura.

—¿En lo profesional y en lo personal?

Esa pregunta no iba al caso, pero necesitaba saber más de ella y del tiempo que estuvieron separados.

—Es la idea.

Los dos estaban prevenidos y ansiosos. Tenían que mantener la fachada de entrevista laboral cuando la realidad era que los dos querían sacarse en cara cada uno de sus errores pasados.

—No hay más preguntas.

Yoh no soportaba más tenerla cerca. Quería aire.

—¿Es todo? —El hombre asintió— Perfecto. ¿Cuándo tendré una respuesta?

—Pronto.

Anna estiró la mano como forma de cortesía, pero una vez más Yoh le ignoró.

—Yoh es el peor gerente de Recursos Humanos que ha tenido la empresa en todos sus años.

—Debiste verlo, estaba pálido. ¿No vas a despedirlo por mi culpa, verdad?

—Eres una persona muy mala. —La rubia sonrió.

Ren y Anna habían llegado al edificio del Usui. El Tao era un visitante frecuente por lo que no tenía que anunciarse.

—Exactamente qué decía el mensaje. —Le mostró su celular a la mujer y solo vio un Emoji de una carita llorando—. ¿Es en serio? ¿Estamos aquí solo por eso?

—Mira, te fuiste por mucho tiempo, no tienes derecho a juzgarnos. Más bien prepárate para verlo. —Entraron sin tocar y la primera impresión no era muy buena. Horo llevaba varios días sin bañarse, se notaba—. Ya estoy aquí.

Caminaron en medio de latas cervezas mientras que el Usui no se había parado del sofá.

—¿Quién es esa mujer y por qué la traes a mi casa? ¿Ya le conseguiste reemplazo a Jeanne? Tú ya tienes a dos y yo no tengo a nadie.

Anna no dijo nada y Ren se acercó lentamente.

—¿Y Damuko? —Le mostró el anillo y el Tao pudo adivinar todo lo demás por el estado tan deteriorado en el que estaba el lugar—. ¡¿Le propusiste matrimonio!? ¡Te dije que no te precipitaras!

Estaba molesto. Horo Horo era un idiota.

—¿Qué querías que hiciera? Casi tengo 34 años, Ren. Quiero tener una familia y pensé que ella quería lo mismo.

Anna estaba teniendo una especie de Déjà Vu.

—¡Pero ella ni siquiera tiene 30! Hasta tu hermana es mayor. ¡Tú! —Señaló a la mujer— Dile algo.

—No tengo suficientes detalles como para opinar. ¿No crees?

Esa voz. Horo Horo reconocía esa voz.

—¿¡Qué haces tú acá?! —La presencia de Anna le había recobrado el humor.

—Yo no soy el tema de esta reunión así que esperaré afuera.

—¡No te atrevas! —Los hombres gritaron al tiempo. El Usui se acercó a la mujer y ella estaba lista para más gritos y reclamos.

—Te daré los detalles si tú me das los tuyos. ¿Dónde estuviste estos años? Ren y yo te buscamos como locos. Y ni te digo cómo estuvo Yoh.

Anna iba a responder, pero Ren se le adelantó.

—Con Lyserg. Buscamos en cada rincón de la tierra y nunca se nos ocurrió preguntarle a él. La supiste hacer, Anna.

Kyoyama fue a la cocina y confirmó sus sospechas: había más cerveza en la nevera.

—Hana sale de la escuela en aproximadamente cinco horas. ¿Será tiempo suficiente para que nos contemos nuestras vidas como debe ser?

Ren asintió mientras Horo tenía una pregunta que hacer antes de apoyar la idea.

—¿Quién es Hana?

—Mi hijo.

.

.

.

No estaban ebrios. Al menos no Anna. Ella había parado en la segunda cerveza mientras que los otros ya estaban algo mareados.

—Madre —Horo Horo no había superado el tema— Tú.

Anna seguía sin entender por qué tanta sorpresa.

—Deberías parar. Ya te lo explicaron —Ren estaba acomodando su traje. No se sentía capaz de manejar y hoy era su turno de recoger a Men en la escuela. Veía venir una nueva discusión con Jeanne— Anna, ¿puedes manejar?

—No traje mi auto. ¿Recuerdas?

—Adonde sea que vayan quiero ir. No quiero quedarme aquí.

La mujer suspiró. Hana iba a conocer a sus dos mejores amigos y no en las mejores condiciones.

—¿No tienes que esperar a Damuko? —La sola mención del nombre de su novia lo deprimió de nuevo—. Báñate, hueles horrible.

El Usui tardó menos de veinte minutos en estar medianamente presentable y los tres, con Anna al volante, salieron del apartamento. No es que la mujer quisiera ocultar a su hijo, pero sabía que apenas lo vieran comenzarían las dudas y las preguntas. Físicamente era idéntico a ella, sí, pero en el momento en el que el abriera su boca le hallarían alguna relación con Yoh.

Primero fue Men. No vio con buenos ojos que una mujer que no fuera su madre manejara el auto de su papá.

—Ella es Anna —la presentó— es una amiga de hace muchos años.

El pequeño Tao ni la saludó. Se acomodó atrás al lado del Usui y a ese sí lo conocía. El desagrado era mutuo.

—Podrías saludar a tu padrino. ¿Tu padre no te enseñó modales?

El menor se abrochó el cinturón de seguridad y no habló en todo el recorrido.

—Es idéntico a ti —Le dijo Anna a Ren cuando tuvo que bajar del auto para buscar a Hana en la portería.

—Lo tomaré como un halago.

Iba retardada al menos unos cinco minutos y ya veía venir los reproches de Hana.

—No te vi llegar en tu auto. ¿Qué pasó con él?

Anna lo retiró del colegio y mentalmente se estaba preparando para el encuentro de los tres.

—No. Es de Ren, era mi mejor amigo cuando viví aquí. Tuve que dejar el mío en la empresa.

Ninguno mencionó una palabra hasta que llegaron al vehículo. Horo Horo y Ren se habían bajado para saludarlo y conocerlo. Lo vieron a unos cuantos metros y se miraron al instante: el niño era rubio como lo fue Anna en su adolescencia, pero la forma de caminar, el cabello desordenado, la camisa del colegio desabrochada (aunque al menos tenía otra debajo) y la cara de despreocupación solo les recordaba a una persona posible: Yoh.

Anna quiso correr en ese instante. O que la tierra se la tragara. Un terremoto. El apocalipsis. Cualquier cosa.

—Él es mi hijo. —Esperó a que se presentara por iniciativa propia pero ese momento nunca iba a llegar— Hana.

El menor miró a los dos adultos fijamente.

—Tienen cara de idiotas.

No fue un gran comienzo.

Yoh no pudo trabajar bien el resto del día. Caminaba por toda la oficina. Bebía cantidades abusivas de agua y seguía caminando. ¿Por qué ahora? ¿Por qué justamente ahora? Buscó a Ren para pedirle explicaciones, pero no dio con él.

—Salió con una mujer a eso de las 10. Dijo que hoy no regresaría a la oficina —Le comentó la secretaria.

Le marcó al celular y fue directo a buzón. Estaban juntos. Lo sabía. ¿Ren le contaría sobre su boda? Le asustaba la reacción de Anna. Estuvo con ella cinco años y nunca quiso comprometerse por completo, en cambio, con Tamao, al año de novios ya le había propuesto matrimonio. Tenía que darle explicaciones antes que le contaran una versión equivocada de la historia. ¿Pero en qué estaba pensando? ¡Ella lo había dejado! ¡Él podía salir y casarse con quien le diera la gana! O al menos eso pensaba. Anna le había revuelto todo y ahora se sentía incapaz de darle la cara nuevamente y lo peor es que tendría que hacerlo. El puesto sería de ella, sin dudas.

El reloj marcó la hora de salida y abandonó de la empresa sin despedirse de nadie. Dejó su auto en el estacionamiento y pidió un taxi. Tamao no llegaría hasta pasadas las siete de la noche así que tendría tiempo para desaparecer al menos por un rato. Entró a un bar que estaba a unas calles de su edificio y pidió el trago más fuerte del lugar. Se tomó tres más y cuando se sintió mareado decidió volver a su apartamento. No estaba tan borracho, solo lo suficientemente alicorado como para ignorar a su esposa si esta se veía de mal humor. Hoy quería dormir en su cama y sabía que, en ese estado, ella no lo dejaría dormir en el sofá. Compró pizza por el camino porque no tenía ganas de cocinar y con hambre no se acostaría.

Abrió la puerta, dejó la caja de comida en la cocina y se fue a su habitación para cambiarse. Se quitó la corbata por el corredor y se desabotonó la camisa, sin embargo, apenas se asomó a la puerta de su cuarto vio a Tamao como jamás la había visto: en lencería, sobre la cama y con una botella de vino a su costado.

—Te estaba esperando. —Yoh solo pensaba que todo eso era producto de su embriaguez: su esposa jamás lo esperaba así. No pudo ni responder porque en segundos la mujer se había puesto de pie y se había acercado a él— Me facilitaste el trabajo.

Tamao lo estaba acariciando, pero algo en él no le respondía. Lo besó y se sentía terriblemente mal. Le quitó la camisa y Yoh seguía sin reaccionar. ¿Qué carajos le pasaba? La mujer notó el poco interés del Asakura y no le quedó más opción que detenerse.

—He sido una tonta. Déjame recompensarte esta noche.

Él quería decirle que todo estaba bien y que sin importar lo que pasara la seguiría amando, pero no era capaz. Anna estaba en su cabeza y mientras eso siguiera así no podría mirar a Tamao de la misma manera. La besó en la frente y la abrazó.

—Solo quiero dormir.

El Asakura no le dio más explicaciones y sin terminarse de desvestir se acostó en su cama. Esa noche Tamao no dormiría con él.


Continuará


¡Buenas las tengan! Cumpliendo como lo había prometido (espero no fallar para los siguientes jaja). ¿Cómo la ven? ¡Ya tuvimos los encuentros! ¿Y qué tiene que ver Hao? Inserten su música de suspenso favorita. ¿Qué les pareció? ¿Qué creen que pasará en el capítulo 3? ¡Hagan sus apuestas! El que adivine se gana mi corazón. (¿?)

Antes de terminar esta biblia, gracias por todos sus comentarios e interacciones con el fic. Siempre he tenido la costumbre de contestarles por privado así que espero que no les moleste la intromisión ajaj. Si les molesta no más me avisan y si quieren preguntar algo o mandarme sus teorías pues me escriben sin miedo, yo soy chévere, creo. A los que comentan como invitados, también mil gracias. En mi perfil están mis redes por si quieren seguirme. A todos, de nuevo, muchísimas gracias.

Sin más que decir ¡Que los ilumine la eterna luz!

Posdata: ¿ESTÁN LISTOS PARA EL PANEL DE LA COMIC-CON? No puedo esperar a que sea abril.