Capítulo II

"Sus pies ardían bajo la arena caliente, propio del desierto. Nunca imaginó terminar así, con la ropa rasgada, deshidratada en tal forma que ni siquiera podía sudar, con miedo y atormentada por el sol. Decidió que no era tan fuerte, que necesitaba derrumbarse, ese era su final. Se dejó caer levantando una nubecilla de polvo, quemando su piel en la arena: quiso cerrar los ojos mas pensando que era una fantasía, los mantuvo apenas abiertos para contemplar la figura que se acercaba sobre un camello, para salvarla"

Sentía la garganta seca y tenía la sensación que algo raspaba dentro. Su cabeza estaba tan pensada como una bola de boliche y sus párpados se negaban a abrirse. Los dedos de sus pies estaban helados, sintió que estaba cubierta con una cobija y que algo le imposibilitaba mover el brazo izquierdo.

Cuando logró entre abrir los ojos, distinguió la luz del fuego, en una chimenea. Olía a humedad, una gotera insistía con hacer ruido golpeando en un contenedor de metal; no pudo saber a ciencia cierta si era día o noche. Sólo era. Tal vez estaba demasiado nublado afuera, tal vez estaba anocheciendo, su cabeza casi estalla al intentar girarla.

—Creo que estoy muerta.

Lo único que salió de su boca fue un quejido ronco, que intentaba ser palabra.

— Pues si es lo que buscabas, no lo estas.

Lucy siguió la voz con la vista. Cerca del buró, al otro lado de la habitación, había un hombre peli rosa que doblaba sábanas. Llevaba un jersey negro y una bufanda blanca al cuello.

—Esto no es el spa, ¿cierto?

El chico se giró y la miró con sus ojos verdes. No parecía muy tierno.

— ¿Por qué tomaste esa carretera? ¿Por qué querías morir?

— ¿Yo? No, no quise morir.

—No conozco a ningún idiota que venga por una carretera en sentido contrario porque quiera permanecer con vida. Y no deja de ser eso, un idiota—su voz se endureció al mencionar la última palabra.

Lucy lo miró consternada, esperando que fuera un sueño. Sí, todo eso tenía que ser un sueño. Levantó la sábana para salir de la cama, cuando se escuchó un fuerte trueno.

— ¿A dónde crees que vas?— Él soltó las sábanas para corres a su lado y obligarla a volver a la cama.

— A dónde no me llamen idiota.

—No puedes irte en éstas condiciones, Lucy.

— ¿Me conoces? ¿Sabes mi nombre? ¿Es que eres mi fan número uno o algo enfermo por el estilo?

— ¿Qué dices? No, sólo leí tu identificación. También había una grabadora, ahí lo decías.

— Como sea, no me pienso quedar ni un momento más— Lucy sintió un pinchazo en la pierna derecha al tratar de moverla— ¡Ay mi dios! ¿Qué diablos me pasó?

El chico la ayudó para volver a acostarse. La descubrió por completo y fue por una caja de plástico para sentarse en un banquillo junto a ella. Con sumo cuidado, comenzó a retirar las vendas que cubrían la pierna de Lucy. Ella estaba quieta y las lágrimas corrían despacio y silenciosas por sus mejillas. Todo su cuerpo comenzó a sentir diversos dolores: su labio estaba inflamado por un golpe, su frente estaba vendada por una herida, su brazo izquierdo permanecía entablillado, seguro algo estaba roto; de un costado su piel ardía por una quemadura y su pierna, de la que Natsu se ocupaba, era surcada por una herida desde su rodilla hasta casi llegar a su tobillo.

Lucy no pudo evitar recordar las muñecas que su perro destrozaba, no quedaban más que jirones de tela que ella intentaba remediar, pero no lograba más que llenarla de cicatrices por las costuras. Así se sentía ella.

Cuando él terminó de cambiar los vendajes, fue hasta el buró donde doblaba sábanas y volvió trayendo consigo un vaso de agua y una pastilla. Extendió ambos a Lucy.

—Toma, creo que ahora puedes tomarlos por ti misma. Ayudará con el dolor y podrás dormir mejor.

Lucy tomó lo que le ofrecía con la mano derecha.

—Gracias… Disculpa si fui grosera hace un momento, pero aún no me explico nada de esto, yo sólo quería llegar a las playa Hargeon, no sabía eso de la carretera—introdujo la pastilla en su boca y tomó agua para ingerirla—. No recuerdo nada de lo que pasó.

ÉL recargó sus codos sobre sus rodillas.

— Vi el humo cuando volvía a casa. Por curiosidad me acerqué, tu auto estaba en llamas, tú estabas tumbada a unos metros, inconsciente. Te traje aquí, cuidé tus heridas y después volví por algunas cosas que se hayan salvado.

— ¿Eres médico?

—Veterinario. Pero, sin ofender, las heridas humanas no difieren mucho a las de una vaca.

Lucy frunció el ceño.

— Bueno, soy Lucy Heartfilia— le ofreció la mano al chico a modo de saludo.

—Natsu Dragneel— él le correspondió—, quédate aquí, te traeré tus cosas.

Natsu salió por la puerta y volvió con una caja de cartón entre las manos. La puso a un costado de Lucy, quien se volvió para revisar qué tanto había ahí. Encontró su grabadora, que apenas se escuchaba, algunas prendas, su cartera, su celular y su laptop.

— Tu teléfono no funciona. Estaba dentro de un charco de agua.

Lucy trató de encenderlo, pero no logró nada. Se desilusionó, pues el único número que sabía de memoria era el suyo.

— Al menos mi laptop está bien, ¿podría conectarla en algún lado?

—Lo siento chica rubia, pero no se puede. Llevamos tres días sin electricidad.

— ¿Tres días?— Lucy se llevó la mano a las vendas de su cabeza—. ¿Cuánto llevo aquí?

— Semana y media. Has dormido y tenido fiebre desde entonces, apenas hablabas pero no estabas consciente.

Todo le daba vueltas. Comenzó a pensar si es que nadie se había preocupado por ella. No tenía su celular, ¿cómo haría para avisar que estaba ahí?

— De acuerdo, de acuerdo, ¿al menos podrías prestarme tu teléfono y tu directorio? Necesito avisarle a mi hermana que estoy aquí, no podría… No puede preocuparse.

Natsu se frotó la nuca, parado junto a la cama de Lucy.

—Lucy, escucha: mi vida no es lo que tú acostumbras. Aquí, el único servicio que hay es electricidad que varía bastante. Estamos adentrados en el bosque de Fiore, aquí es donde vivo y te encontré a tres kilómetros de aquí, en la barranca— La cara de Lucy fue palideciendo—. Aquí no hay autos, no hay nada.

— Eso quiere decir que estamos en medio…

—… En medio de la nada, sí. El pueblo más cercano está a diez kilómetros, por ahí pasa el tren y por si eso fuera poco, los caminos están enlodados y llevarte a caballo resulta muy peligroso en tu condición.

— Ay no… ¡Me secuestraste!

— ¡Claro que no!—Natsu se dirigió a la puerta: — Puedes irte si quieres, arrastra tu herido y maltrecho cuerpo hasta las vías y largarte a tu vida de lujos y comodidades en la ciudad. Eso me pasa por salvarle la vida a una idiota que sólo quería matarse, me escuchas ¡Idiota!

Luego que Natsu azotó la puerta a su espalda, todo se fue tornando más oscuro. Fue cuando Lucy comprendió que estaba anocheciendo, pero su tristeza era lo que más le importaba. Se arrebujó en las sábanas llorando, hasta que se durmió pensando si Sting o Levy se imaginaban lo que le había sucedido. Lamentó herir los sentimientos de Natsu, pensó que la dejaría morir ahí, con sus dolores y sus heridas.

Al día siguiente, al despertar, junto a su cama había un vaso con leche y un plato con pan de mantequilla.

Yo siempre supe que esto se parecía a Misery, jajajajaja, okno... pero alguien dijo que sí. Fue intencionado, chiquitines.

Besitos y gomitas de cereza :3 Los quiero